Treinta Y uno

El mal cubierto de buenas intenciones
Presente.

Aeropuerto de New York.
7:50 am.

Jack salio por las puertas automáticas del lugar, apretó el manubrio de su maleta con coraje, aún hervía de cólera contra todo y todos. Ni siquiera fue capaz de disfrutar el aire de New York y el olor a mediados de otoño en el aire. Lo único que sentía era furia y un extraño calor dentro de si, como llamaradas. No espero a Hipo quien corría detrás de él, tomó un taxi velozmente y guardo la maleta en el maletero. Hizo caso omiso a los gritos de Hiccup y subió al auto amarillo. Le indico el destino al taxista, rumbo a la comisaría de Brooklyn y este se puso en marcha.

Miro por la ventana y la ciudad matutina lo recibió. Pero tampoco encontró belleza en aquel precioso paisaje, al contrario. Desde la muerte de Aurora Nueva York le parecía un lugar vacío y apagado, eso lo puso nostálgico. Volvía a pisar la ciudad que lo vio adorar a Aurora, la ciudad donde dos de sus hijos nacieron, sin embargo no podía disfrutar de la vista o del clima porque todo en lo que pensaba en esos momentos era en Jessie. Jessie sola de noche, Jessie en Brooklyn, Jessie en una fiesta, ¡Jessie en una celda!. La furia le recorrió cada centímetro del cuerpo.

Su teléfono sonó al estar a mitad de camino, eso lo hizo estremecer. Jack suspiro con fastidio al ver el nombre de Gabriel Agreste en la pantalla de inicio. Bien sabia que eran malas noticias, eso era Gabriel, el portador de las malas noticias en la vida de Jack. A la mente se le vinieron dos cosas. La primera; algo andaba mal con sus acciones o con los ejecutivos, o la segunda, y la más probable; Jessie había involucrado en su pequeño show de ayer a Adrien. Eso era lo más seguro.

Sin tener opción contesto;

—Agreste, me tomas en un mal momento —contesto.

—Ya lo creo —dijo el hombre del otro lado, Jack notó la burla en su tono casi inmediatamente —. Quiero decir, tú vida ya nunca tiene momentos buenos. Aunque no llamo para recalcar eso.

Jack apretó los dientes. No era el momento para hablarle así. Ahora que no estaba de humor para aguantar a nadie. Mucho menos a un ser tan despreciable como Gabriel.

—¿Cuales son las malas noticias esta vez?

—¿Por quien me tomas? —río el hombre con desdén —. Solo quería avisarte que tú hija ya no está en la comisaría, desde ayer en la noche. Como verás, la dulce Elsa tiene un corazón bastante blando.

—Demonios —musitó pasándose las manos por el cabello, puso su mano en la bocina del celular, para que Adrien no pudiera escucharlo —. De la vuelta, por favor, vamos de nuevo a Manhattan.

El taxista asintió no muy contento. Pero temeroso de reclamar algo, le pareció que el peliblanco era un hombre de cuidado y le imponía miedo inevitablemente. Así que se limitó a hacer su trabajo.

—Ahora entiendo —murmuro Jack con molestia —. Me imagino que el motivo de tu llamada es porque arrastró a Adrien a todo esto ¿o me equivoco? —Jack se apretó el puente de la nariz, estaba cansado, enojado, harto.

—No te equivocas, por desgracia. El motivo de mi llamada es aún más simple; o te encargas de que tú hija no vuelva a contactar a mi hijo, o me encargo yo.

A su petición, Jack hirvió. No pudo creer que le llamara para esas tonterías. Estaban en pleno siglo 21 y el hombre quería imponerle ese tipo de amenazas. Jack apretó el teléfono celular en su mano, guardo silencio un momento, porque quería contenerse lo más que pudiera.

—No estoy de humor para tus estúpidas amenazas —apretó la mandíbula tenso —. Es tu hijo el que esta enamorado de Jessie. Son asuntos que me interesan poco, porque no mejor vuelves a Francia con tu hijo y dejas de fastidiar.

Sin esperar respuesta Jack finalizó la llamada y guardo el celular en el bolsillo de sus pantalones negros. Se limitó a ver por la ventana con desesperación. Sintiendo los minutos como horas y horas. Una eternidad dentro de un taxi amarillo, la furia encerrada en su interior luchando por salir de su interior y arrasar con todo al rededor.

Pobre Elsa... Mejor prepárate porque Jack esta a punto de llegar y no viene con flores o chocolates precisamente.

Departamento de Elsa.
8:30Am

—¿Y todo eso paso mientras dormíamos? —inquirió Merida con los ojos bien abiertos y las mejillas rosadas. Aún estaba en camisón de dormir, con el cabello echo un lío y los ojos hinchados de tanto dormir. Los niños aún dormían en la habitación de Elsa,pero Merida la había despertado, exigiendo un buen desayuno matutino. Ya que, según ella, estaba a punto de desmayarse por falta de alimento.

—Precisamente —susurro Elsa detrás de la barra de la cocina, tomando un sorbo de su taza de café —. Fue un desastre.

—Dios —se llevó una mano al pecho y la miro con pena —. Lo siento, me hubiera gustado ayudar. Es este maldito embarazo que no me deja en paz.

Elsa suspiro y dejo la taza sobre la encimera. Nadie hubiera podido impedir lo de ayer. Jessie era terca y decidida. Implacable, en una palabra. La ayuda de Merida no hubiera sido nada comparada con la agilidad de Jessie. La platinada negó con la cabeza levemente.

—No te preocupes. Ya paso y ella esta bien, es lo que importa.

—Hablas como toda una mamá —le sonrió Merida con mucho entusiasmo, luego de la nada y asustando a Elsa, ella se hecho a llorar  —. Eres tan buena digo, has cambiado mucho. Mírate, tan linda y cuidando a los hijos de Jack sin tener ni la remota idea de lo que haces.

Elsa se hecho a reír, de inmediato supo que eran sus hormonas las que hablaban. De un tiempo para acá se ponía feliz de la nada y luego triste, como ahora. Lloraba, gritaba, se reía y se molestaba ¡malditas hormonas!

—Ya para, sentimental —la riño Elsa con burla, Merida asintió con los ojos rojos y llenos de lágrimas —. No es para tanto. Mejor termina tu desayuno.

—De acuerdo —asintió la sentimental pelirroja, llevándose un buen pedazo de Sándwich de pavo y queso a la boca, Elsa rodó los ojos con diversión al verla —. Esta realmente bueno —sollozo masticando el bocado.

Elsa río con cariño. Merida era la única mejor amiga que tenia, era su confidente. Desde lo de Aurora y lo que había hecho con ella, se había propuesto cuidar y no hacerle daño. Portarse como una buena amiga, como lo debió haber hecho en su momento con Aurora. Así que ya no hubo más traición, ni mentiras. Al menos Elsa ya nunca le oculto nada.... Bueno, hubo algo que le oculto pero fue por el bien de todos. Algo que solo ella y el involucrado sabían.

Lo cual la llevaba a otro tema, uno vitalmente importante, ¿Por qué Merida no le había dicho que Aurora y Jack se casaron, tuvieron hijos y que después ella había muerto trágica mente en un incendio accidental? Después de todo, y aunque sonará increíble, Elsa le había tenido un cariño muy especial a Aurora. A final de cuentas la considero como una hermana pequeña.

—Merida —la llamo Elsa tratando de sonar casual y relajada. La pelirroja le presto atención —. Tu sabias lo de Jack y Aurora, ¿no es así?

Merida casi se atraganta con la comida y empezó a toser descontrolada mente, Elsa abrió los ojos como platos y corrió a darle unas palmaditas en la espalda. Merida continuó tosiendo un par de minutos más, Elsa le ofreció su taza de té y Merida se la tomo toda de un trago. Olvidando que estaba, aún, algo caliente.

—¡Demonios! —exclamó Elsa con preocupación —. ¿Estas bien?

Merida asintió con lentitud, miro a Elsa a los ojos y se aclaro la garganta y se acomodo en el banquillo de patas altas. Con la espalda recta y la seriedad fluyendo por cada una de sus pecas.

—¿Quién te dijo? —pregunto con cautela.

—Jessie. Ayer, hablamos. Resulta que su madre es la chica a la que —Elsa trago en seco, con dolor. Merida sabia mejor que nadie el porque —... Lastimamos.

—Elsa, no se que decirte —murmuró, esquivando la mirada de la rubia, estaba incómoda —. Fueron errores del pasado, éramos unos críos tontos e inmaduros. Veíamos todo como un juego, cuando Aurora llego al colegio... La vimos como una diversión más.

—Eramos unos enfermos —musitó Elsa, apuntó de romper en llanto.

—Sí —Merida bajo la mirada, apenada con ella misma, con lo que era de joven y con todas las cosas que había hecho —. Tú se lo advertiste, Elsa. Lo que le haya dicho él después, para hacerla creer lo contrario... Bueno, eso ya no estaba en tus manos.

—Ella siempre se había portado bien conmigo —sollozo, llevándose las manos a la cara, reconociendo que Aurora jamás le había hecho nada malo, ni a ella, ni a nadie —. Y yo no pude ni pedirle perdón. Confesarle lo mucho que lo sentía.

Merida se puso de pie y la abrazo, con fuerza. El pasado no se borra, no se va, de jóvenes no conocían de límites ni de bondad. Merida sabia que Elsa jugó para el lado equivocado toda su juventud, con el tiempo Elsa había cambiado y le había costado. Pero ahora Elsa era bondadosa y había aprendido a pensar las cosas dos veces. Ya no era la muchacha que actuaba por impulso y arrebato para lastimar y engañar. Se preocupaba y sobre salía por ser talentosa. Los años no pasaban en vano, te dan madurez y te dan lecciones y al menos Elsa, ya las había aprendido.

—No llores —la tranquilizó Merida, acariciando su cabello rubio —. Yo conviví con ella cuando estaba casada con Jack.

Elsa se separó sorprendida con los ojos rojos hinchados y las mejillas empapadas, miro a Merida. La pelirroja sonrió de lado con tranquilidad.

—¿En serio?

—Sí. Ya sabes, Jack y Hiccup son buenos amigos. Se quieren un montón, así que pasábamos las vacaciones con Aurora y Jack en Barbados. La navidad y el año nuevo íbamos a Colorado —sonrió, recordando los momentos vividos con plenitud —. Solo tenían a Jessie y aún era pequeña. Pero Aurora y yo hablábamos demasiado.... Parecía feliz, Elsa. Si tu la hubieras visto.

—Me la imagino —susurro Elsa con una sonrisa nostálgica.

—Era una buena madre, buena en su trabajo y buena esposa. Lo que haya pasado no fue malo del todo, porque Aurora tuvo la familia que siempre soñó.

Elsa asintió, eso la tranquilizó un poco. Al menos dejo de sentirse como una basura. Aurora había tenido lo que siempre quiso y ese fue su pago por ser tan buena. Y Elsa igualmente tuvo lo que merecía, se enamoró de Jack cuando ya era demasiado tarde para comenzar algo. Y no conforme, se había enamorado años después de un hombre prohibido.... Su factura había sido dolorosa y tuvo un precio alto, pero al menos ya la había pagado, ¿no?

—Tienes razón, Merida. Y eso me alegra.

El timbre del departamento sonó por todo el lugar, Elsa se limpio los ojos y se dirigió a abrir sin mucha prisa. Merida regreso a su desayuno mordiendo un gran pedazo de su emparedado de pavo. Cuando Elsa tomo el picaporte y abrió la puerta sonrió gustosa.

—¡Hiccup! —lo saludo la platinada, el castaño frente a ella le sonrió y la abrazo dejando su equipaje aún lado. Merida en su lugar en la encimera casi se atraganta con el bocado.

—¿Dónde está la mamá más hermosa del mundo? —pregunto Hiccup, entrando al departamento con una enorme sonrisa.

Merida bajo del banco y corrió a sus brazos, Hiccup la recibió y la beso en los labios con ternura e hizo el propósito de cargarla, pero para estas fechas, Merida ya estaba muy pesada. Elsa evitó reír y pensó, Vaya, con que eso es el amor. Hiccup la encontró hermosa aún con el cabello revuelto y el enorme camisón con el que dormía. Y Merida lo encontraba perfecto a él, aunque se hubiese ido toda una semana a Las Vegas. Con la escena de amor frente a sus ojos Elsa olvido cerrar la puerta.

—Te extrañe, tonto —le dijo Merida, haciendo un puchero.

—También te extrañe bola de pelos.

Ambos rieron y volvieron a besarse. Elsa sonrió y se sintió feliz por Merida, sintió alegría por ver que tuviera tan amor en su vida. Después de todo Merida no jugaba ni para el bien, ni para el mal. Siempre había sido neutra, balanceando sus acciones males, haciendo otras buenas. Merecía el amor de Hiccup, merecía la familia que estaba por formar.

—¿Por qué tanto ruido? —pregunto Alex quien llegaba a la habitación con su pijama azul, acompañado de sus dos hermanas.

—¡Tío, Hipo! —grito Jessie cuando  encontró a Hiccup en su campo de visión, Hiccup le sonrió inmediatamente. Ella hecho a correr y Hipo la cargo en sus brazos con cuidado al notar el cabestrillo.

—¿Cómo estás, preciosa? —le beso la cien. Los más pequeños corrieron igualmente y lo saludaron, Hipo sintió alegría y se dio cuenta de que no aguantaba las ganas de ser padre. Se moría por conocer a sus gemelos, quería tener a alguien solamente para él, así como Jack. Elsa sonrió con la escena de Hipo y los niños.

—¿Dónde está papi? —le pregunto Ross.

Hiccup abrió los ojos como platos recordando todo. Por un momento se le había olvidado la furia de Jack y lo que se avecinaba. Elsa también sintió nervios y deseo con todas sus fuerzas que Jack se quedará en Las Vegas, perdiera la memoria y se olvidará de que ella y los niños existieran. Así ella los cuidaría y todos serian felices.

—¡Dios! —Hipo bajo a Jessie con cuidado, incluso había olvidado que ella había sido el motivo por el que dejaron Las Vegas —. Jessie te rompiste un brazo.

—Sí —balbuceo con la voz temblando, ella sabia lo que pasaría —. Fue anoche.

—Esto lo va a empeorar todo —él se paso las manos por el cabello, Elsa corrió y abrazo a Jessie por los hombros.

—¿De qué hablas? —le pregunto.

—Jack llego conmigo, pero fue a Brooklyn, creyó que aún estabas en la comisaría. Pero no sabe que te rompiste el brazo.... Esta molesto, bueno, furioso. Jamás lo había visto así.

El corazón de Elsa palpito con fuerza, Jessie tembló. Ahora que la tormenta iba a caer ella no se sentía bien. Más bien se sentía mal y con ganas de llorar. Miro a Elsa con preocupación y la platinada hizo un esfuerzo por sonreír le y calmarla. Pero Jessie sabia que ella estaba tan nerviosa y asustada como lo estaba ella.

—Todo es tu culpa —dijo Alex, señalando a la rubia que estaba a punto de llorar —. Si le hubieras hecho caso a Elsa...

—Alex —lo llamo Elsa con suavidad, interrumpiendo —. No. Es mi culpa y asumiré las consecuencias. No pasa nada, yo le explicaré....

—¿Explicarme qué? —se escuchó desde el portal. Jack entro a su casa con el semblante serio y frío. Había olvidado cerrar la puerta cuando Hipo llego. El corazón de Elsa y Jessie se detuvo ahí mismo. Estaban aterradas. Hiccup miro a Merida de reojo, sabían que algo malo pasaría.

—¿¡Explicar qué!? —grito con firmeza, Jessie se estremeció y se pego más a Elsa. La platinada no pudo decir nada, estaba paralizada. Pero fue lo suficientemente fuerte para sostener le la mirada.

—Niños —los llamo Hiccup con suavidad, Alex y Ross se acercaron a él. Se morían de ganas por ver y abrazar a su padre y tal parece que él ni siquiera iba a notarlos —. Iremos a Central Park, ¿Les parece?

—¿Llevamos a Olaff? —inquirió Ross.

—No se quien sea, pero esta bien, pueden llevarlo.

Ross sonrió y fue en busca de cachorro a la habitación de Elsa.

—¿Central Park?, estamos en pijama, corazón —susurro Merida, para que solo Hipo la oyera —. Creerán que somos unos chiflados.

Hiccup rodó los ojos y miro a Jessie que estaba asustada en los brazos de Elsa. Al instante Ross apareció con una bola de pelos adorable entre las manos, al verla Jack tuvo que masajear sus cienes.

—Vamos, Jessie —la llamo Hiccup.

—No —dijo con firmeza —. Fue mi culpa Elsa no tiene porque explicar nada. Así que con ella no te metas.

Miro a su padre con firmeza y Jack al notar su brazo casi estalló. Desde el accidente a Jack le daba pánico perderlos y siempre lograba mantenerlos a salvo. Porque ¿Qué haría si también los llegará a perder? ¿Qué sería de él sin ellos?

—¡Te rompiste el brazo!

—Fue un accidente —murmuro la niña —. Anoche hubo un incendio y Adrien...

—Hiccup llévate la, antes de que pierda completamente los estribos —murmuro pasándose la mano por el cabello. Hiccup asintió y la tomo por los hombros.

—Andando, Jessie.

—No —se soltó de su agarre —. No fue su culpa. Fui yo.

—Jessie, por favor —le regó Alex, al ver la mirada oscura de su padre. Tanto él y Ross estaban aterrados.

—Vamonos, Jessie —tercio Ross con los ojitos cristalizados.

Jessie le ofreció una última mirada a Elsa, como pidiendo su permiso para irse. Elsa lo noto y asintió en acuerdo, no iba a permitir que Jack le gritara, era solo una niña que quería atención algo que él debía darles. Si alguien era culpable aquí, era Jack. Ante la mirada de Elsa, Jessie, sus hermanos, Merida y Hiccup salieron del departamento dejando a Elsa y a Jack solos.

El momento de rendir cuentas llego. ¿Preparado, Jack?, porque Elsa tiene mucho que decir.

—¿Me vas a explicar como fue que mi hija termino así? —rompió el silencio. Elsa no se acobardó, al contrario, alzó la barbilla con orgullo.

—Fue un accidente. Se escapó y, perdóname, pero yo no tengo hijos y tenía cosas que hacer. No estoy acostumbrada a estar veinticuatro, seven tras de alguien —contesto, con calma y sin alterarse. Aún.

Jack río con ironía.

—¿Cosas que hacer? —preguntó burlón —. ¿Ahora así se le llama a emborracharse?

—¿Perdón? —lo miro ofendida —. Era trabajo, una fiesta de ascenso por los diseños. No tome ni una gota. Más bien, dime tú; Dejas a tus hijos con una "Irresponsable" para irte a celebrar a Las Vegas. ¿Eso es un buen padre?

—¿Ahora me darás lecciones de paternidad? —la reto con la mirada, Elsa la sostuvo —. Te recuerdo que estas más sola y abandonada que un desierto.

—Tienes razón —asintió —. Enséñame a engañar a alguien para formar una familia en medio de errores.

—¿De qué demonios hablas?

—Ya sé lo de Aurora.

En ese momento el corazón de Jack latió velozmente. La nuca le dolió con incomodidad.

—¿Quién te lo dijo? —pregunto con cautela.

—Jessie. Se que la concibieron cuando tú y yo salíamos.

—¿Y piensas reclamar me por eso? —se burló con amargura, introduciendo sus manos en los bolsillos de los pantalones —. Habíamos terminado, no...

—No importa el engaño —lo interrumpió, Jack volvió a su postura seria —. Eso me de igual. Era mi amiga.... Ni siquiera pudiste decirme que había muerto. Yo habría ido a pedirle perdón, nada más. A conocer a los niños....

—No te quería ahí —musitó Jack con el semblante oscuro —. No seas hipócrita.

Elsa sabia que el creía eso de ella. Pero al menos con Aurora intento remediar las cosas. Se arrepintió de la a puesta y se lo había confesado a Aurora porque llego a tenerle un cariño inmenso. Eso no, cuando ella aprendió a querer a Aurora, se alejo de las cosas que podrían lastimarla. Eso era verdad.

—¿Yo? —río con amargura —. La gente cambia, Frost. No soy lo que era, pero tú... Tú le hiciste más daño que nadie. Ahora juras amarla y respetar su nombre, pero... ¿Y antes?

—No se de que hablas —murmuro, bajando la mirada. Jack sabia que seguía y lo recordó todo. Recordó porque lo de Aurora comenzó como un juego, un juego que perdió cuando quedo embarazada. Pero no quería oírlo, porque eso ensuciaba el amor que realmente le nació por Aurora.

—¿Ah, no? —arqueo una de sus delgadas cejas —. Te lo recuerdo; apostaste con tus amigos que te ibas a tirar a Aurora antes que Phillip, ¿lo recuerdas?

Jack sintió aquello como una bofetada. Por supuesto que lo recordaba, cada detalle de esa fiesta y esa noche. La apuesta fue planteada antes de que comenzará a salir con Elsa y habían muchos involucrados... La había abandonado porque conoció más a Elsa y estaba encantado con todo lo que podía ser en el fondo. Pero aquel maldito día, cuando ella rompió con él y él estaba harto de que jugarán con él, la había retomado. Pensando; Llego mi turno de jugar y ganar. Ahora escuchar eso lo hacía sentir enfermo y idiota. Ensuciaba el nombre de Aurora, de su preciosa esposa.

—No es verdad —se limitó a contestar. Dolía recordar.

—Claro —río Elsa son gracia —. Pues mira lo hipócrita que eres... Te casaste con ella y te dio dos hermosos niños más. Y estoy segura de que jamás le conteste la verdad, ¿me equivoco?

—¿Y tú? —evadió la pregunta dándole a Elsa la razón una vez más, él no le confesó nunca la verdad —. Te hiciste su amiga, después de apostar cien dólares a que yo le ganaba a Phillip, ¿recuerdas?

Sí, ese era el daño que Elsa le había causado a Aurora. Pero intento remediarlo y le contó la verdad, a medias, pero lo hizo. Sí, nunca le dijo que ella también había apostado, pero la trato de persuadir. Porque para Jack, en esos tiempos, ella solo había sido una apuesta.

—La quise —contraataco con las lágrimas picando en sus bonitos ojos azules —, me retire de la apuesta y le advertí lo que hacían...

—¡Lo hiciste a tu modo, con verdades a medias! —exclamó.

—Pero lo hice. En cambio tú, tú no te retiraste, no tuviste límites e hiciste que duplicarán la apuesta cuando te enteraste que Phillip realmente se había enamorado de ella.

—Eramos jóvenes —se defendió —. Tome cargo de mis responsabilidades. Y lo sabes...

—Yo no lo sabía. No me dijiste que te ibas, y admito que me dolió. Porque te fuiste, justo, cuando yo empezaba a quererte.

—Me humillbas —frunció el ceño con incredulidad —. ¿Cómo querías que me quedara?

—Tienes razón —cruzó los brazos sobre su pecho —. Pero que me odiaras no era motivo para que me ocultaras lo de Aurora y no por ti, sino por ella.

Jack negó, estaba atónito con las palabras de Elsa. Ella que era la inmadura, la mentirosa le reclamaba algo a él.

—No te quería cerca —repitió —. Elsa eres mentirosa y hipócrita. Es obvio que no quería que estuvieras presente en mi vida. Estaba harto de tus mentiras.

—No te das cuenta que todos cambiamos, ¿cierto?. Yo pague por lo que hice, ya paso factura y no fue barata. Después de ti, cometí más errores, uno imperdonable y encontré mi límite —dijo, con dolor en el pecho al recordar aquello. El error que siempre le traía un dolor al pecho, aquel del que no hablaría —. Cambie porque hice demasiado daño... Le hice daño a una persona, peor que lo de Aurora.

—Deja de mencionarla, no tienes derecho —gruñó con dolor.

—¿Y tú si? —lo reto con la mirada, fría y oscura —. Quizás no lo notes, pero al igual que todos los demás, la vida ya cobro lo que le debías.

—¿Tú crees? —sonrió con suficiencia y orgullo —. Me case, tengo una familia con hijos que me adoran, una empresa y una casa en Barbados. ¿Tú crees que yo pague algo?

Elsa asintió con serenidad —. Fuiste capaz de a amar a Aurora, la que fue tu juego. La persona que te amo con todos y cada uno de tus defectos, la madre de tus hijos. Fuiste el villano que a la fuerza consiguió su final feliz. Y la vida se encargó de llevársela. Ahí está el precio a pagar.

El corazón de Jack se estrujó al escuchar aquello. Y aunque le dolió en el alma y el corazón, entendió que Elsa tenía razón. Aurora era la buena de la historia, eso lo entendió. Pago por el daño que hizo y ahora estaba ahí, frente a su amor de juventud y se dio cuenta de que ella había madurado, había avanzado. Mientras él seguía reprochado se, odiando se por lo que hizo en lugar de enmendar las cosas con sus tres hijos. Eso lo hizo sentir como el imbécil más grande del mundo.

Elsa se encaminó a la puerta, la abrió y lo miro con dolor.

—Tienes unos hijos fabulosos. Los tres son como su madre, de ella viene su bondad —murmuro —. Cuidalos y demuéstrales el cariño que les tienes. Eso es lo que necesitan, lo sé porque puedo comprenderlos. Y diles que los quiero un montón, y lo mucho que me apena no poder despedirme.

Jack no la miro, ya no pudo hacerlo. Porque sabía que tenia la verdad pura en cada una de sus palabras. Él era un padre horroroso. No merecía a sus tres hijos, no mereció el amor que Aurora le dio. No merecía ni siquiera escuchar las palabras de Elsa. No merecía que ella le dirigiera la palabra. Así, no miro a Elsa. Fue hasta la puerta y salió.

—Que tengas una vida plena —dijo, antes de cerrar la puerta del apartamento. Y quiso llorar pero no lo hizo, quiso gritar, pero se contuvo. Estaba enfadada con el pasado, con ella, con él, con todo.

Su departamento estaba vacío, jamás se había sentido tan sola en su vida. No era una mujer de niños o era lo que siempre se decía, pero en esos momentos... En esos momentos solo quería que Ross la abrazara, que Alex le preguntará si estaba todo en orden y que oír a Jessie maldecir por todo. Pego la espalda a la puerta y lentamente se dejó caer por esta. Esperaba que el encuentro con Jack fuese diferente. Esperaba una sonrisa y no una mirada fría, esperaba un abrazo y no gritos.

Pero no, Elsa Arendelle no se dejaba caer. No lo haría jamás. Ella siempre estaba sola, y había podido lidiar con eso más que bien, esta no iba hacer la excepción. No necesita a un príncipe o lo que Jack fuese. Ella era un roble, fuerte y seguro. Y nadie nunca la iba a derrotar. De eso estaba segura.

Saco su teléfono celular y marcó el número de Gabriel Agreste. Tomo una decisión, era lo correcto, lo correcto para ella. El hombre contesto al segundo tono.

—Habla, Elsa. Lo pensé mejor y tome una decisión —cerro los ojos y suspiro con fuerza —. Me voy a Milán.

Ciao a tutti

El capítulo de hoy fue intenso. Ahora la opinión creo que cambio, un poco, al menos.

Elsa nos habló de un error, uno terrible y es eso lo que descubriremos en Elsa's Family. Pero por el momento, nos falta un Flashback y ver que pasará con estos dos. Vieron como Elsa nunca fue la mala, para las chicas que se quejaban por ello. Y tranquilas Jack y Elsa tienen futuro juntos. Ya verán porque se los digo.

¿Qué opinan de Jack?
¿Qué dicen de Elsa?

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