Dos.

—Bien. — Sonrió la rubia. —Este es el plan.

Ella y los dos pequeños se susurraban cosas. Jessie odiaba a Elsa en parte por que ella era bonita y independiente —Algo que su padre nunca le permitía.—y la otra razón: Jessie temía perder a su padre, que Elsa pudiera arrebatar se lo, a ella y a sus dos pequeños hermanos.

—Gracias Hiro. Saluda a Tadashi de mi parte. —Se escucho desde la puerta principal.

Jessie sonrió, y se dirigió con sus dos pequeños hermanos fuera de la cocina hasta Elsa, quien sonreía.

—¡Bien chicos a comer! — Exclamó Elsa. Trataba de ser amable. Los niños se miraron entre si , con una mirada de complicidad.

—¡Ya!—Gritó Jessie la mayor. Los dos niños comenzarón a arrojar le salsa de tomate. Hacia la cara, en su precioso vestido, y en sus asombros zapatos de tacón.

—¡Basta!—Exclama Elsa, mientras alza ambas palmas. Los niños ríen sin parar. Mientras Jessie sonríe con arrogancia y pensaba en el chico de las pizzas, el cual Elsa conocía. —¡Con eso se come la pizza!—Chillo. La salsa se termino, y Elsa se quito un poco de sus párpados, antes de que entrará a sus ojos.

— Sí, chica salsa de tomate.—Río Ross. Elsa solo miro sus zapatos y vestido. Sonrió con ansiedad.

—Este vestido es Louis Vuitton. —Decía Elsa apunto de estallar. —Y éstos. —Señalo sus zapatos. Los niños aún la miraban con gracia. —¡Prada!

—Podemos arreglarlo. —Se encogió de hombros Alex. Elsa entorno sus ojos azules.

— ¿Tienes una varita o tres mil dólares? —Elsa colocó sus manos en la cintura, mientras el pequeño pensaba.

— No. Pero papá tiene dinero —sonrió Alex

— Claro tu papá —suspiró Elsa con frustración. —Coman. Voy a cambiarme. —Miro su vestido con asco, y luego se marcho. Jessie sonrió.

—Vengan esos cinco. —Murmuró con una sonrisa. Los niños sonrieron y chocaron las palmas.

Elsa se había bañado y puesto su cómoda pijama. Parecía que los niños estaban calmados. Se encontraban sentados en la sala, frente al televisor de cincuenta pulgadas, buscando canales en la programación por cable.
Elsa se sentó en el sillón junto a ellos. Su estómago gruñió y busco una rebanada de pizza entre las cajas, ya vacías.

— ¿Y la pizza?

— Se término  —contesto una Ross sarcástica. Elsa suspiró.

— Bien. —Se acostó en el sillón, mientras miraba como los niños cambiaban de canales.

Hasta que Alex llego a la programación: más diez y ocho. Elsa abrió los ojos como platos y de un salto se puso de pié, quitándole a un confundido Alex el control remoto, y apagando el aparato.

—Sublime —río Jessie en el sofá. Elsa pasó una mano por su brillante cabello.

—No acostumbro a invitar niños. —Se excuso.

—Es obvió que no. —Se burlo Jessie.

—¡El señor bigotes desapareció!

Chillo la pequeña Ross. Elsa la miro confundida, se acomodo en el sillón y la miro intrigada.

—¿Quien es el señor bigotes?

—Su hámster — dijo Alex. Elsa abrió los ojos asustada.

— ¡Encuentra lo! — grito alarmada. Elsa no era muy fanática de los roedores. Jessie río.

—¡Ahí está! — Gritó Ross. Elsa gritó con todas sus fuerzas, al sentir al animal entre sus pies descalzos. Subió rápidamente a la mesa del centro.

—¡Atrapa lo, Atrapa lo! — Exclama con horror. Ross pudo atraparlo y lo tomo entre sus manitas.

—No vuelvas hacerlo bigotes. — Lo reprimió. El animalito era pequeño y de un bonito color café muy claro. Elsa suspiro con alivió, colocando una mano en su corazón palpitante.

— ¿¡Por qué rayos trajiste una rata a mi casa!?

—Porque es mi amigo. El único —murmuró Ross con algo de nostalgia.

—Buen trabajo. —Se quejo Jessie, corrió a abrazar a su hermanita.

Elsa se sentía incómoda, hasta inútil con la situación, una bizarra situación. Pero la verdad ella no era material para este tipo de cosas, los niños no eran su fuerte además la odiaban. Haber aceptado cuidarlos fue un error.

—¡El señor bigotes se ha vuelto a escapar!—Chillo de nuevo la pequeña Ross. Elsa volvió a subir a la mesa con temor. ¡En que se había metido!

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