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"A veces, construir una familia no significa comenzar desde cero, sino aprender a sanar juntos, enfrentar los fantasmas del pasado y abrazar el futuro con amor y valentía."
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El sonido de la puerta cerrándose detrás de ellos apenas fue un eco en la casa aún vacía, pero Isabella lo sintió como un cambio enorme, como una ruptura con todo lo que habían dejado atrás. Robby cargaba una caja con lo último que habían llevado en el auto, mirando con curiosidad cómo se veía la nueva casa.
Isabella, aún con Carrie en brazos, sonrió mientras cruzaba el umbral del salón. Miró alrededor y sus ojos se suavizaron.
-Es... perfecta,- murmuró, mirando el jardín a través de la ventana. La luz cálida del atardecer iluminaba la habitación, llenándola de una paz que hacía tiempo no sentían.
Robby la observó y dejó la caja a un costado. Se acercó a ella lentamente, aún recuperándose del ajetreo del día, y se paró a su lado.
-Es más que suficiente para nosotros. Está... ya sabes, tiene ese... algo. Es el tipo de casa que queríamos.
Isabella lo miró con una ligera sonrisa y asintió. Se sentó en la silla, colocando a Carrie suavemente sobre su regazo, y después se quedó mirando su rostro, sus manitas pequeñas.
-Es como un sueño, ¿no? Ahora sí parece real.- Isabella susurró con suavidad. Robby asintió y se acercó a ella, mirándola mientras acariciaba la pequeña cabecita de Carrie.
-No sé si alguna vez me acostumbraré a esta parte,-dijo Robby, su voz temblando apenas. -El hecho de tenerla en mis brazos... es... no sé, como si al fin pudiera tocar todo lo que quería.
Isabella le sonrió con ternura y miró a la bebé, que en ese momento comenzó a mover las manitas, como si estuviera queriendo decir algo en su propio idioma de bebés.
-Nunca voy a olvidar el día que la cargué por primera vez...
No fue solo un momento físico, sino también emocional. Esa primera vez que las manos de Isabella se posaron sobre el cuerpo delicado de Carrie fue un instante imborrable, lleno de una sensación de incredulidad y amor. Recordaba claramente cómo al principio, el miedo la invadió. Los monitores parpadeaban alrededor, pero al sentir el peso de su hija, frágil y tan necesitada de ella, ese miedo se transformó en una protección indescriptible. Estaba sintiendo todo en su pecho: un abrazo, la unión, el cumplimiento de lo que más había deseado.
Al mismo tiempo, Robby la observaba desde un rincón del salón, también sosteniendo sus emociones al borde. Sabía lo que significaba para Isabella, pero ahora tenía su propia versión de ese primer abrazo. La primera vez que cargó a Carrie en sus brazos fue un momento tan único que jamás podría expresar en palabras lo que sentía. Sus ojos se encontraron con los de Isabella mientras la bebé descansaba tranquilamente entre sus brazos. Al principio, Robby la sostuvo con ternura, como si no quisiera moverla ni un milímetro, temeroso de hacerle daño a esa niña que había llegado para unirlos, que había representado tanto sufrimiento y, ahora, una felicidad nueva.
La primera luz de la mañana se colaba tímidamente por las cortinas de la ventana, iluminando suavemente el dormitorio. Isabella despertó lentamente, sintiendo la calma en el aire, como si el mundo por fin se hubiera detenido, dejándolos en su propio pequeño refugio. A su lado, Carrie seguía dormida en la cuna, envuelta en una manta ligera, pero lo que más llamaba la atención era la cercanía de Robby, dormido junto a ella. En esa casa nueva, en ese cuarto que por fin compartían, Isabella podía sentir un cambio profundo.
Robby respiraba tranquilamente, una expresión relajada que hacía semanas no veía en su rostro. Antes, cuando vivían juntos, siempre dormían en cuartos separadas. Estaban cerca, pero a la vez distantes, sin estar completos. Ahora, con la pequeña Carrie entre ellos, todo se sentía diferente. Era como si todo lo anterior hubiera sido solo el prólogo, y lo que comenzaba en ese instante era su verdadero comienzo.
Isabella sonrió, acariciándole suavemente el cabello a Robby, quien se despertó poco a poco al sentir el toque. Abrió los ojos y vio la expresión tierna de Isabella mirándolo.
-Buenos días -susurró ella con una sonrisa cálida, alzando su rostro solo para darle un beso suave y breve en los labios.
Robby la abrazó de inmediato, incorporándose para estrecharla entre sus brazos con suavidad. No eran palabras lo que necesitaban, sino gestos de cariño, y de pronto, parecía que todo a su alrededor era perfecto. Carrie despertó al mismo tiempo, moviendo las manos, y un pequeño sonido brotó de sus labios. Isabella la miró, y un calor reconfortante llenó su pecho.
-¿Qué tal, pequeña? -le susurró Isabella mientras tomaba a Carrie en brazos, apoyándola suavemente contra su pecho.
Robby la observaba, todavía con las manos alrededor de ella, sin querer soltarla. Ambos se dieron cuenta de que, por fin, lo que sentían no era solo una esperanza, sino una realidad. Estaban juntos, por completo. Sin barreras, sin distancias, sin secretos. Solo una familia.
-Hoy es un gran día -dijo Robby con un brillo especial en sus ojos, sonriendo mientras besaba la frente de Carrie.
Ambos se miraron como si no pudieran creer lo lejos que habían llegado. Tomaron un momento, abrazados, disfrutando de esa tranquilidad que tanto anhelaban. Era su primera mañana en esta nueva etapa, y aunque el día les traía tareas importantes, como registrar oficialmente a Carrie como su hija, era esa sencillez en la que encontraban felicidad. En ese cuarto que habían conquistado como familia, nada los iba a separar. Solo quedaba seguir adelante.
Robby levantó una mano con suavidad y tocó el rostro de Isabella, acariciando su mejilla. Luego de un suspiro, dijo:
-¿Vamos a hacer oficial a Carrie nuestra hija?
Isabella sonrió, sintiendo por completo lo que eso significaba. Ella no necesitaba mucho más. Lo tenía a él, y lo más importante: a Carrie. Con eso, tenía todo.
-Vamos a hacerlo -respondió ella, empujando sus miedos y dudas hacia un rincón, decidida a seguir adelante.
Juntos. La familia que estaban construyendo. Era una mañana mágica, el primer capítulo de muchos por venir.
Después de un par de horas de trámites, se encontraron finalmente de vuelta en su casa. Isabella llevaba a Carrie en brazos, sonriendo para sí misma al ver que, por fin, la niña llevaba el apellido Keene, y que todo lo que habían soñado se estaba haciendo realidad.
Carrie Evangeline Keene.
Robby caminaba a su lado, sus pasos tan naturales como si todo lo que estaban haciendo fuera parte de una vida ya vivida. La casa estaba más tranquila ahora, más firme, más de ellos.
Al entrar en la casa, Robby miró a Isabella y no pudo evitar sonreír. Era una sonrisa amplia, genuina, el tipo de sonrisa que solo se obtiene cuando por fin, después de todo, se siente en paz. Se acercó a Isabella, que seguía acunando a Carrie, y la tomó por la cintura, llevándola hacia él.
-Soy el hombre más afortunado del mundo -le dijo en voz baja, luego de darle un beso corto pero apasionado en los labios. Isabella sonrió contra sus labios, sin decir nada. No hacía falta.
Cuando se separó de ella, Robby bajó la mirada hacia Carrie, que tenía los ojos un poco abiertos, mirándolo curiosa.
-Y tú, pequeña... -dijo Robby, con una ternura indescriptible-, eres todo lo que siempre quise.
Se quedó allí un momento, en silencio, mirando a la bebé que por fin formaba parte de su vida, con todos los derechos que conllevaba. La sonrisa en su rostro era relajada, tranquila, de alguien que por fin tenía lo que deseaba.
-Voy a preparar algo de comer -le dijo, con una sonrisa algo traviesa, pero llena de amor.
Isabella lo miró, sonriendo suavemente mientras observaba cómo Robby tomaba la iniciativa de ocuparse de la comida, su gesto se volvía familiar y reconfortante en medio del caos que les había tocado vivir en las últimas semanas. Ella lo miró un momento antes de sentarse en el sillón cerca de la cuna, observando a Carrie, sabiendo que todo, por fin, parecía haber encontrado su lugar.
Carrie, sintiendo la calma de sus padres, volvió a cerrar los ojos, un pequeño suspiro escapó de sus labios. Isabella suspiró también, sintiéndose más en paz que nunca. No les importaba que no estuvieran rodeados de lujos, ni que la vida que planeaban no fuera la de ricos. Lo único que importaba, lo único que siempre había importado, era el amor con el que formaban su familia.
-Te amo, Carrie -susurró Isabella, más para sí misma que para la bebé.
Y en ese momento, todo era perfecto.
El teléfono sonó y vio que era su madre. Al contestar, la voz de su madre sonó cargada de sarcasmo.
-Seguro ahora estás feliz, ¿no? Ahora que tienes todo el dinero, por fin podrás derrocharlo como siempre quisiste, ¿verdad?
Isabella suspiró, mirando a Carrie, y habló con una calma fría.
-No soy como tú, mamá. No voy a derrochar el dinero. Todo lo que quiero es una vida tranquila, una vida digna, para Carrie,Robby y para mí -le respondió de manera tajante.
Su madre rió de manera amarga del otro lado de la línea.
-¿Y con Robby? ¿Crees que alguien como él te dará esa vida tranquila? No tiene muchas esperanzas para ti, Isabella.
Isabella apretó los dientes, pero no permitió que la provocación de su madre la afectara. Miró nuevamente a Carrie, y esa mirada le dio la fuerza para responder con firmeza.
-Robby y yo estamos bien. Vamos a seguir juntos, mamá, no tengo por qué justificarlo contigo -respondió, con determinación.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, y su madre soltó una última amenaza, llena de desprecio.
-Cuida tus palabras, mamá. Esa casa en la que vives, es mía, porque era de mi abuelo. Solo sigues viviendo allí por mis hermanos, pero no pienses que tienes algún derecho sobre mí o sobre lo que hago. La única razón por la que no te he corrido es por ellos, pero que no se te olvide a quién le pertenece realmente.
Silencio en la línea. Su madre claramente no esperaba ese giro, pero Isabella no podía tolerar que le hablaran así. Terminó la conversación sin más, antes de escuchar la típica amenaza que le lanzaban cuando las cosas no salían como querían.
-Esto no se quedará así -dijo su madre con tono de reproche.
Isabella colgó el teléfono con calma, mirando a Carrie, su hija. Sabía lo que estaba construyendo, y nada ni nadie, ni su madre, podría interferir en su paz.
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