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"Con cada paso que daban juntos hacia lo desconocido, ambos sabían que lo único que necesitaban era confiar en el otro para enfrentar cualquier batalla que viniera."
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Robby estacionó el auto frente al modesto apartamento de Johnny. Aunque no era un lugar cómodo para él, sabía que necesitaba la ayuda, especialmente después de todo lo que había sucedido con Sam y la situación con Isabella. Estaba decidido a hablar con su padre y encontrar una manera de hacer que todo esto fuera más fácil para todos.
Primero, Robby tocó la puerta del apartamento. No era necesario golpear con fuerza, pero por la tensión que había entre él y Johnny, prefirió asegurarse de ser escuchado. Unos segundos después, la puerta se abrió.
-¿Robby?-preguntó Johnny, algo sorprendido por la visita.
Robby entró despues de que Johnny lo invitara, agradeciendo en silencio el que Johnny estuviera dispuesto a recibirlo.
-Necesito tu ayuda-respondió Robby con rapidez. -Sam está ebria, y Isabella exhausta. La situación ha sido bastante complicada, así que... pues, necesitamos un lugar tranquilo para que descansen.
Johnny se quedó en silencio por un momento, observando a su hijo con una mirada pensativa. Finalmente, asintió.
-Claro
Robby, con Isabella, se dirigieron hacia una de las habitaciones donde Sam podría descansar.
Con cuidado, Robby dejó a Sam en la cama, colocando una manta ligera sobre ella para asegurar que estuviera cómoda. Isabella observó en silencio, nerviosa pero comprendiendo que lo único que podía hacer era ayudar en lo que pudiera.
Después de un rato, cuando Robby se acercó a Isabella, ella ya había colocado la cuna al lado de la cama de Sam. Pero aún había una sensación de incomodidad entre ellos. Robby sabía que debía ser directo.
-Isabella...-dijo, llamando su atención con un tono bajo. Ella levantó la cabeza para mirarlo, esperando que dijera algo más.
-Lo mejor será que descanses también. Este día ha sido largo para todos. Además, mañana es el primer día de clase, ¿recuerdas? Sería bueno que tuvieras un descanso también. Puedes ir a una habitación, te enseño.
Isabella lo miró con una mezcla de sorpresa y comprensión. Estaba agotada, más por las emociones que por el cansancio físico. Después de un momento de silencio, asintió con una leve sonrisa triste.
-Tienes razón -respondió con suavidad. -Te lo agradezco, Robby.
Robby, aliviado de que aceptara sin protestar, la condujo a una habitación cercana. Allí, le ofreció una manta para que se sintiera más cómoda y luego le deseó buenas noches.
Poco después, Robby regresó al pequeño salón donde Johnny ya lo esperaba. Sabía que ahora le tocaría a él hablar y, quizás, lidiar con las duras palabras que su padre siempre le lanzaba, pero por el bien de Isabella, estaba dispuesto a hacerlo.
El sol comenzaba a asomarse a través de las persianas del apartamento de Johnny, iluminando débilmente el pequeño espacio. Isabella se despertó, aún algo cansada por la noche anterior. Mientras trataba de acomodarse en la cama, un ruido fuerte y brusco que venía de la sala la hizo incorporarse rápidamente.
No entendía lo que estaba sucediendo, pero el sonido de gritos y objetos caídos era más que suficiente para alertarla. Se levantó, apresurándose hacia el pasillo, solo para encontrarse con la escena que jamás imaginó ver.
Johnny y Daniel, dos hombres que claramente no se llevaban bien, se enfrentaban a golpes en medio de la sala. El desorden que dejaban en su camino solo reflejaba lo tensa que estaba la situación. Isabella no podía creer lo que veía. Los dos hombres parecían completamente fuera de control, pero lo más aterrador era la figura de Sam en la esquina, observando, inmóvil y visiblemente angustiada.
-¡Basta ya! -gritó Robby mientras intentaba separarlos. Pero los dos no escuchaban, absorbidos por su furia. Era evidente que Daniel había venido con un solo propósito: llevarse a Sam, cueste lo que cueste.
-¡Daniel, basta! -gritó Isabella mientras intentaba acercarse para ayudar a calmar la pelea. No entendía del todo lo que pasaba.
Fue entonces cuando Sam logró reunir fuerzas para alzar la voz.
-¡Basta, por favor! -exclamó, haciendo que ambos hombres se detuvieran, aunque respiraban pesadamente por el esfuerzo físico. A pesar del caos, Sam trataba de controlar sus emociones.
Daniel, aún con los ojos llenos de rabia, miró a Johnny y luego a Robby. Sus palabras fueron frías y llenas de enojo.
-¿Cómo no me dijiste nada, Sam? ¿Dónde diablos estabas? -exigió, ignorando todo lo que sucedía a su alrededor.
Sam, más calmada ahora, pudo mirarlo a los ojos, aunque con las manos temblorosas.
-Papá-dijo, su voz temblorosa pero firme.
El silencio se apoderó del lugar por un momento, y luego, con un rápido movimiento, Daniel avanzó hacia Sam, tomándola por el brazo con demasiada fuerza.
-Ven conmigo. Ya se acabó este juego -dijo con firmeza.
Sam intentó soltarse, pero Daniel no la dejó ir.
Daniel, con fuerza renovada por su furia, arrastró a Sam hacia la puerta, a pesar de los intentos de resistencia de los demás.
Cuando salió por la puerta con Sam aún aferrada a su brazo, Robby la observó impotente.
Isabella, aún en estado de shock por lo que acababa de presenciar, miró a Robby, que la miraba de vuelta, compartiendo la confusión y el dolor de la situación.
La pelea había terminado, pero ahora el vacío se apoderaba de todos, sabiendo que Sam había sido llevada de regreso a una vida que no deseaba, mientras todo lo demás quedaba en ruinas.
La mañana transcurrió en un incómodo silencio mientras Johnny preparaba el auto. Isabella y Robby subieron juntos, algo nerviosos por lo que sería el primer día de clases de ambos, aunque por razones diferentes. Johnny, sentado al volante, los observó brevemente por el espejo retrovisor antes de hablar.
-Por cierto, antes de que se bajen... -dijo, desviando su atención de la carretera por un momento-. Les compré unas mochilas, hojas, lápices... ya saben, lo básico. No tenía idea de lo que necesitarían, pero pensé que sería suficiente por ahora.
Isabella tomó la bolsa que Johnny le alcanzó desde el asiento delantero, abriendo la cremallera para echar un vistazo rápido. Aunque no era mucho, era evidente el esfuerzo que había hecho, y eso la conmovió.
-Gracias, Johnny. Esto significa mucho -dijo Isabella con una sonrisa suave, mirándolo con gratitud.
-Sí, gracias, papá -añadió Robby, algo incómodo. Sabía que Johnny no solía hacer este tipo de gestos, y aunque no lo demostrara abiertamente, significaba mucho para él.
Johnny asintió, restándole importancia.
-No es nada.
Mientras avanzaban hacia la entrada de la escuela, Robby decidió aprovechar el momento para hablar.
-Oye, papá... sé que las cosas con Daniel no son fáciles para ti, pero quiero que sepas algo. Él realmente me ayudó cuando tú no estabas. Puede que no sea perfecto, pero...
Johnny interrumpió antes de que pudiera terminar.
-Mejor vayan saliendo antes de que lleguen tarde.
Robby apretó los labios, conteniendo lo que quería decir. No valía la pena discutir ahora. Se giró hacia Isabella y asintió.
-Vámonos, Isa.
Los dos abrieron las puertas del auto y bajaron. Isabella cargó su mochila mientras Robby tomaba su mano con confianza, guiándola hacia la entrada de la escuela.
-Oye, ¿lista para el primer día? -preguntó Robby, mirándola de reojo.
-Lo estoy, siempre que tú estés aquí -respondió Isabella con una sonrisa.
Juntos cruzaron las puertas, dejando atrás el auto de Johnny, quien los observó en silencio por un momento antes de arrancar, llevándose consigo las palabras no dichas y las emociones complicadas que aún quedaban entre ellos.
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