015
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Incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay una chispa que te guía de vuelta a casa."
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Isabella empujó la puerta del apartamento con fuerza, esperando encontrar algo que la sorprendiera, algo que le diera la esperanza de que aún podía regresar, que Robby estaba dentro esperándola. Pero cuando entró, el silencio la envolvió inmediatamente. Cada rincón del lugar, normalmente cálido y acogedor, estaba desordenado y vacío. Las cajas que antes contenían sus recuerdos juntos ahora estaban apiladas contra las paredes, algunas abiertas, otras cerradas con cajas llenas de cosas olvidadas.
El corazón de Isabella dio un vuelco. Cada paso que daba le parecía más pesado que el anterior. Caminó por la sala, por el pasillo. No había ni rastro de Robby ni de sus cosas. El lugar era un reflejo de la ausencia de él. Nada quedaba del hogar que habían compartido. Ella pasó los dedos por el sofá, pero ya no sentía la suavidad del acolchado, solo una sensación vacía, ajena. Y ahí, justo frente a la ventana que miraba al edificio de enfrente, se quedó quieta por un largo momento.
Una angustia creciente se apoderó de ella, apretando su pecho. ¿Y si él se había ido de verdad? ¿Y si realmente no le importaba lo que quedaba entre ellos? Su mente volvió a lo peor, a lo que temía: lo había perdido por completo, sin remedio.
Sintió una oleada de frío al salir del apartamento, y el viento golpeó su rostro con la fuerza de una verdad que no quería aceptar. Se abrazó a sí misma, cerrando los ojos un momento. Pero en lo profundo de su ser, sabía que algo aún la mantenía allí, algo que le negaba pensar lo peor. No podía rendirse sin luchar.
Caminó lentamente por las calles solitarias de la ciudad, el frío cortante penetrando su ropa y su piel. Su mente estaba llena de dudas, de inseguridades, pero seguía buscando algo que no podía definir, algo que fuera un atisbo de esperanza, aunque no pudiera verlo. Porque si algo había aprendido era que, incluso cuando todo parecía perdido, no siempre era el final.
Su mirada se movía de un lado a otro en las calles desiertas, consciente de cada sombra y cada sonido. Metió la mano en su bolsillo, buscando su teléfono, pero al encenderlo, se dio cuenta de que la pantalla seguía apagada.
-No puede ser, no ahora -murmuró frustrada, cerrando los ojos por un momento para calmarse.
Al levantar la vista, vio a una chica acercándose, con un aspecto seguro pero relajado. Isabella decidió arriesgarse y se acercó rápidamente.
-¡Oye! -dijo Isabella, casi tropezando en su urgencia. La chica la miró sorprendida-. Por favor, ¿puedes prestarme tu teléfono? Es una emergencia.
La chica frunció el ceño, estudiando a Isabella por un momento antes de sacar su teléfono.
-Claro -respondió, con una mezcla de cautela y curiosidad, extendiéndoselo.
Isabella tomó el teléfono con manos temblorosas, marcando de memoria el número de Robby. Cada tono de llamada era una eternidad, hasta que finalmente lo escuchó responder.
-¿Hola? -La voz de Robby sonaba adormilada pero alerta al instante.
-¡Robby! -exclamó Isabella, incapaz de contener la emoción y el alivio en su voz-. Soy Isabella. Logré escapar.
Hubo un breve silencio al otro lado antes de que él respondiera.
-¿Isabella? ¡¿Qué?! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? -Su tono era una mezcla de alivio, sorpresa y preocupación.
-Estoy bien por ahora, pero necesito que vengas por mí -dijo rápidamente, mirando a su alrededor-. Estoy en... -Miró el letrero de la esquina más cercana-. ...cerca de Oak Street y Brighton Avenue.
-Voy para allá ahora mismo. No te muevas. Quédate en algún lugar donde puedas estar segura, ¿me oíste? -La urgencia en su voz era evidente.
-Te esperaré aquí -respondió Isabella, sintiéndose por fin un poco más tranquila.
-Escúchame, Isabella. Todo estará bien. Yo estaré ahí pronto, ¿de acuerdo?
-Confío en ti -susurró antes de colgar, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos.
Devolvió el teléfono a la chica, secándose rápidamente la cara.
-Gracias, de verdad. No sabes cuánto me ayudaste.
La chica asintió y se cruzó de brazos, mirándola con algo de desconfianza.
-No te preocupes por eso, pero no te voy a dejar aquí sola. ¿Qué está pasando?
Isabella dudó por un momento antes de responder.
-Es... complicado. Pero no puedo quedarme aquí mucho tiempo.
La chica le sonrió de lado, relajando un poco su postura.
-Parece que necesitamos hacer tiempo mientras llega quien sea que te está buscando. Por cierto, soy Tory.
Isabella esbozó una pequeña sonrisa, agradecida por su disposición.
-Soy Isabella.
-Bueno, Isabella, parece que tu noche está más interesante que la mía. -Tory la miró, evaluándola con curiosidad-. ¿Huyendo de alguien?
Isabella desvió la mirada hacia el suelo, insegura de qué decir.
-Podría decirse que sí.
Tory asintió, inclinándose ligeramente hacia una pared cercana.
-Bueno, estarás más segura conmigo aquí que sola. Así que tranquila, todo saldrá bien.
Isabella agradeció en silencio la compañía inesperada mientras esperaban juntas a Robby.
Cuando el auto se detuvo frente a Isabella, ella sintió un alivio instantáneo, como si toda la tensión acumulada en su cuerpo se disolviera en ese momento. El auto estaba todavía a unos metros, pero cuando vio a Robby salir de él con rapidez, sus piernas temblaron de emoción.
Robby no esperó ni un segundo más. Con los ojos fijos en ella, avanzó rápidamente, ignorando el frío y la oscuridad de la noche. Al acercarse, sus miradas se encontraron y, como si todo el miedo y la ansiedad acumulada durante horas desaparecieran, él la envolvió con sus brazos. Isabella no dudó ni un segundo más y se abrazó a él con fuerza, sintiendo que finalmente estaba segura.
-¡Gracias a Dios que estás bien! -Robby susurró en su oído, apretándola contra su pecho. Su respiración agitada y su voz tensa reflejaban lo preocupada que estaba por ella.
Isabella sintió las lágrimas asomarse, pero se aferró a él aún más, buscando la calma en su cercanía.
-No sabes lo que me costó llegar hasta aquí... -dijo ella, su voz temblorosa, aunque también aliviada-. Pensé que no lo lograría, que nunca más te vería.
Robby la apartó un poco para mirarla, todavía sin soltarla por completo. Sus ojos estaban llenos de preocupación, pero también había algo de furia contenida por todo lo que había sucedido.
-Nunca más me alejaré de ti. Nunca de nuevo, Isabella. Prometido. -Sus palabras eran un compromiso claro, que emanaba de su corazón.
Isabella asintió, completamente inmersa en la promesa implícita de Robby. Sabía que él haría cualquier cosa por protegerla, y ahora, sintiéndolo cerca, todo parecía mucho más claro.
Con una sonrisa que apenas se veía, pero que se entendía perfectamente, Isabella murmuró:
-Ya no tengo miedo, Robby. Estás aquí.
Él la abrazó una vez más, sintiendo que esa conexión, ese vínculo que compartían, lo hacía todo soportable, lo hacía todo mejor.
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