013
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"En medio de la culpa y el caos, la verdad parecía más difícil de enfrentar que las mentiras que intentaban protegerla."
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Robby se encontraba en su pequeño apartamento, rodeado de cajas medio llenas y muebles que ahora parecían más grandes con el espacio vacío. Cada objeto que empacaba traía consigo un recuerdo, y en el centro de sus pensamientos estaba Isabella.
Daniel LaRusso había insistido en que se mudara con ellos al darse cuenta de que Robby estaba viviendo solo, sin el apoyo que necesitaba. La oferta era generosa, y aunque inicialmente dudó, finalmente accedió. Sin embargo, no podía ignorar lo que este lugar representaba para él... y para Isabella.
Con un suspiro, tomó el marco de fotos que aún estaba sobre la mesa. Dentro estaba la primera foto que se habían tomado juntos, meses atrás, cuando Isabella todavía se estaba adaptando a su vida lejos de su mundo. El apartamento, aunque humilde, se había convertido en un refugio para ella. Aquí aprendió a dejar de lado las expectativas de su familia y a vivir con cierta normalidad.
Robby pasó el pulgar sobre el vidrio, como si pudiera tocar ese momento congelado en el tiempo.
-¿Qué va a pasar cuando vuelvas? -murmuró, más para sí mismo que para la imagen.
Dejó la foto cuidadosamente en una de las cajas. En el fondo, sabía que Isabella no se lo pondría fácil. Ella siempre había sido independiente, desafiante, y ahora, con todo lo que había pasado, no podía imaginar cómo reaccionaría al ver su hogar desmantelado.
Colocó algunas de sus cosas personales en otra caja, mientras sus pensamientos seguían girando alrededor de la posibilidad de que Isabella regresara. Se preguntaba si podría encontrar una forma de reconstruir su confianza, si podría demostrarle que, aunque las circunstancias habían cambiado, sus sentimientos seguían siendo los mismos.
Finalmente, se detuvo un momento y miró a su alrededor. Todo parecía tan diferente ahora, más vacío.
-No importa cuánto tarde -susurró para sí mismo-. Este lugar fue nuestro hogar, y cuabdo vuelvas, Isabella, siempre estaré aquí para ti.
Con ese pensamiento en mente, selló la caja, tomó su mochila, y dio un último vistazo al apartamento antes de salir, con la determinación de seguir adelante sin dejar de esperar lo inesperado.
Dias después Isabella caminaba rápidamente entre los pasillos del supermercado, con la gorra baja y la ropa holgada cubriéndola, como una sombra de quien había sido antes. No dejaba de mirar hacia atrás, sintiendo la presencia constante de los dos hombres de seguridad enviados por su madre. Cada intento de escapar había sido inútil, pero su espíritu rebelde no cedía.
Estaba examinando el pasillo de productos cuando algo captó su atención. Entre las estanterías, reconoció una silueta familiar. Su corazón dio un vuelco. Era Robby. Allí, como si el destino jugara con ella, parecía estar simplemente comprando provisiones. Su rostro reflejaba calma, ajeno al caos interno que ella sentía.
Por un momento, Isabella vaciló, mirando de reojo a los hombres que la seguían de cerca. Sabía que cualquier movimiento sospechoso los alertaría. Tragó saliva y, decidida, aceleró el paso, tratando de perderlos entre los pasillos estrechos. Sus ojos estaban fijos en una salida lejana, pero su huida abrupta terminó cuando chocó con alguien.
-¡Isabella! -exclamó Samantha, mirándola con sorpresa y confusión.
Isabella la reconoció al instante. Apenas podía creer su suerte. La tomó de los brazos con urgencia, el miedo y la desesperación reflejados en su rostro.
-¡Sam, por favor, ayúdame! -rogó, su voz un susurro quebrado mientras miraba rápidamente hacia atrás, asegurándose de que los guardias no estuvieran demasiado cerca-. Mis padres me tienen encerrada. No puedo más... necesito salir de aquí, por favor...
Samantha, que al principio parecía atónita, sintió un nudo en el estómago. Las palabras de Isabella resonaron en su mente, pero con ellas también llegaron los ecos de su propia culpa. Ella sabía, en el fondo, que esta situación no era casual. Fue ella quien le dio la información a Alexander sobre Isabella en el All Valley. Ella era, indirectamente, responsable de que la hubieran llevado de vuelta.
Antes de que pudiera responder, uno de los hombres de seguridad apareció detrás de Isabella. Sin una palabra, le tomó el brazo con fuerza.
-Señorita Isabella, es hora de irnos.
-¡Suélteme! -gritó ella, forcejeando mientras lo miraba con odio-. No puedes obligarme. ¡No quiero volver!
El hombre la ignoró y comenzó a arrastrarla hacia la salida. Isabella se volvió hacia Sam, sus ojos llenos de súplica y traición.
-Sam, por favor. ¡Ayúdame!
Samantha permaneció inmóvil. Su mente era un torbellino de dudas, vergüenza y miedo. Su garganta se cerró mientras veía cómo Isabella era llevada lejos, sus gritos apagándose entre la multitud.
Cuando todo quedó en silencio y el pasillo se vació, Samantha cerró los ojos, incapaz de enfrentarse al peso de sus acciones. Pero dentro de ella, sabía que no podía quedarse callada por mucho más tiempo. Algo tenía que hacer
Robby estaba colocando un par de frutas en su carrito cuando, desde un pasillo cercano, notó algo inusual. Dos hombres vestidos con traje escoltaban a una figura femenina. La chica, envuelta en ropa que cubría gran parte de su cuerpo y una gorra oscura, parecía estar forcejeando, aunque su rostro era casi invisible. La escena despertó su curiosidad.
Justo en ese momento, vio a Samantha en el pasillo contrario. Robby dejó su carrito y caminó hacia ella con el ceño fruncido.
-Sam, ¿quién era esa? -preguntó, señalando con la cabeza hacia el grupo que ya se alejaba hacia la salida-. Parecía... raro. ¿La conoces?
Samantha, aún en shock por lo ocurrido, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sus labios se entreabrieron, pero no encontraba las palabras correctas. La presión de la mirada inquisitiva de Robby le pesaba demasiado.
-Eh... sí, la conozco. -Su voz tembló apenas un momento antes de recuperarse-. Es una amiga.
Robby cruzó los brazos, notando la vacilación en su respuesta.
-¿Y por qué esos tipos se la llevaban como si fuera una criminal? -insistió-. Parecía que estaba intentando escapar.
Sam bajó la mirada, su corazón latiendo rápido. Sabía que si decía la verdad, la situación podría salirse de control. Tragó saliva y levantó la cabeza, obligándose a mantener la compostura.
-Es complicado. Tiene... problemas con el alcohol. -La mentira salió más rápido de lo que esperaba, aunque su tono era convincente-. Su familia contrató seguridad para que la mantengan a salvo. Es algo que todos hemos estado intentando ayudar a solucionar.
Robby frunció el ceño, procesando la respuesta. Algo no le cuadraba del todo, pero Sam parecía sincera.
-¿Seguro que está bien? Porque no parecía alguien que solo necesita ayuda con un problema de bebida.
-Lo está -afirmó Samantha, evitando su mirada y fingiendo buscar algo en la estantería-. Su familia tiene todo bajo control.
Robby suspiró, observando la puerta de salida por última vez antes de rendirse.
-Bueno... espero que sea cierto. No parecía nada cómodo lo que estaba pasando.
Sam no respondió, solo asintió levemente mientras veía cómo Robby volvía a su carrito. Una sensación de culpa la golpeó con fuerza mientras su mirada se dirigía al pasillo vacío. Su mentira había protegido, al menos temporalmente, el secreto de Isabella. Pero sabía que no podría ocultarlo por mucho tiempo, especialmente con Robby cerca.
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