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"En el eco de los recuerdos y la promesa de lo desconocido, los momentos más sencillos a menudo se convierten en los que nos definen."
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El suave murmullo de voces despertó a Isabella. Abrió los ojos lentamente, dándose cuenta de que no estaba en casa ni en un lugar que conociera bien. La habitación pequeña, los posters de bandas y el suave olor a madera la hicieron recordar: estaba en casa de Robby.
Se frotó los ojos y estiró los brazos, todavía algo aturdida por las emociones de la noche anterior. Las voces provenían del otro lado de la puerta. Al principio, pensó en quedarse donde estaba, pero la curiosidad ganó. Se puso de pie, arreglándose un poco el cabello antes de abrir con cuidado la puerta y asomarse al pasillo.
En la sala, Robby estaba hablando con una mujer de cabello rubio o y semblante sereno. Isabella se quedó un momento en silencio, observando. No tenía idea de quién era, pero la calidez en la voz de la mujer era inconfundible.
-¿Es ella? -preguntó la mujer suavemente, lanzando una mirada hacia el pasillo, como si sintiera que alguien los escuchaba.
Robby asintió, pasándose una mano por el cabello mientras miraba a Isabella de reojo.
-Sí, mamá. Es Isabella -respondió él, su voz mezclada con nerviosismo y determinación.
Al escuchar esas palabras, Isabella salió al pasillo por completo, sintiendo un nudo formarse en su garganta. ¿Su mamá?
La mujer se giró hacia ella, con una sonrisa amable que logró calmar un poco su ansiedad.
-Hola, Isabella. Soy Shannon, la mamá de Robby -se presentó con un tono cálido mientras se acercaba. -Es un placer conocerte.
Isabella dudó antes de responder, apretando sus manos nerviosamente frente a ella.
-Hola... -murmuró, esforzándose por mantener una sonrisa. -Igualmente.
Shannon la examinó un momento, pero sin juzgar, como si tratara de medirla. Luego volvió la mirada hacia Robby y le dio una pequeña palmada en el brazo.
-Es linda -dijo en un susurro audible, aunque suficientemente bajo para que pareciera que no quería ser oída.
Isabella enrojeció al instante, mientras Robby se aclaraba la garganta incómodo.
-Mamá, por favor...
Shannon soltó una pequeña risa antes de volverse seria.
-Hijo, ya sabes lo que pienso. Tener un bebé es mucha responsabilidad, y ustedes... ustedes aún estás construyendo tu vida.
Isabella sintió una punzada en el pecho al escuchar esas palabras, como si alguien acabara de recordarle lo complicado de su situación. Desvió la mirada hacia el suelo, pero Shannon, notando su reacción, colocó una mano suave en su brazo.
-No lo digo de mala manera, querida -le aseguró. -Es solo que... esto no es fácil, y quiero asegurarme de que ambos estén preparados.
Robby interrumpió antes de que Isabella pudiera responder.
-Mamá, sé que no será fácil. Pero esto no es algo de lo que me voy a escapar. Estamos en esto juntos. -Su voz sonaba firme, dejando claro que estaba decidido.
Shannon asintió despacio, aún con cierta preocupación en los ojos, pero dejó el tema ahí.
-Está bien, pero recuerda que siempre puedes contar conmigo. -Luego, miró a Isabella de nuevo, esta vez con una sonrisa más suave. -¿Desayunaste, cariño?
La pregunta tomó a Isabella por sorpresa, pero el gesto maternal la tranquilizó un poco.
-No, todavía no...
-Entonces, siéntate. Haré algo para que los tres comamos. -Shannon se puso en acción con una naturalidad desarmante, como si todo lo que acababa de discutir fuera parte de un día normal.
Isabella lanzó una mirada de agradecimiento a Robby, quien le sonrió ligeramente antes de señalarle el sofá para que se sentara. Aunque las cosas estaban lejos de ser simples, en ese momento Isabella se sintió un poco más apoyada, y eso era un buen comienzo.
El aroma a café y pan tostado aún flotaba en el aire después de terminar el desayuno. La conversación había sido tranquila y agradable, pero Isabella aún se sentía ligeramente fuera de lugar.
Cuando todos terminaron, se levantó con su plato en mano.
-Déjame ayudarte con eso -ofreció Shannon con una sonrisa amable.
-No, yo puedo hacerlo -respondió Isabella rápidamente, queriendo demostrar que podía ser útil. Caminó hacia el fregadero, dejando su plato y comenzando a lavarlo.
Sin embargo, el agua salpicó por todas partes mientras ella luchaba por mantener el plato firme bajo el chorro. Tomó un poco de jabón, pero presionó demasiado y un exceso resbaló por el plato y por sus manos, haciendo que se le escapara de los dedos.
-Oh, no... -murmuró, atrapándolo justo antes de que cayera al suelo.
Desde la mesa, Robby observaba la escena con una ligera sonrisa, mientras Shannon se acercaba.
-¿Segura que no necesitas ayuda, querida? -preguntó la mujer, con un brillo divertido pero amable en los ojos.
Isabella sonrió nerviosamente, sintiendo las mejillas calentarse.
-Estoy bien... Solo estoy un poco torpe, eso es todo.
Robby se levantó, caminando hacia el fregadero mientras ella intentaba enjuagar el exceso de jabón con movimientos algo descoordinados.
-Deja que te ayude. -Su voz era tranquila, pero tenía un tono divertido.
Isabella negó rápidamente con la cabeza.
-No, no, ya terminé. Mira. -Sostuvo el plato, ahora limpio, aunque el agua seguía goteando por todos lados.
Robby soltó una risa leve y le ofreció un paño.
-Está limpio, sí... pero mojaste medio fregadero en el proceso.
Isabella tomó el paño con un puchero, secándose las manos antes de devolverlo.
-Bueno, al menos lo intenté.
-Eso es lo que cuenta -comentó Shannon, mientras le dedicaba una mirada a Robby. Este parecía querer añadir algo, pero decidió no decir nada más y volvió a su lugar.
Isabella, todavía algo nerviosa, se dirigió al pequeño pasillo fuera del apartamento, queriendo tomar aire. No pasó mucho tiempo antes de que Robby saliera tras ella.
-¿Todo bien? -preguntó, recargándose en la pared.
Ella suspiró y asintió.
-Sí, solo necesitaba un momento.
Robby se cruzó de brazos y arqueó una ceja.
-Entonces... ¿te ayudo con tus cosas? Puedo ayudarte a desempacar.
Isabella negó rápidamente.
-No hace falta. Solo saqué lo esencial... no quiero ser una carga.
-Isa, no eres una carga. -Su voz era firme, pero cálida. -Si necesitas algo, cualquier cosa, avísame. ¿De acuerdo?
Ella levantó la mirada, sus labios formaron una leve sonrisa.
-Gracias.
Robby le sonrió también antes de volver al apartamento, dándole su espacio. Isabella se quedó un momento en el pasillo, dejando que sus pensamientos se calmaran. Aunque aún se sentía torpe en muchos sentidos, poco a poco comenzaba a sentirse un poco menos sola.
Isabella estaba sentada en el suelo, junto a su mochila abierta, desempacando las pocas cosas que había traído. Como había dicho antes, solo llevaba lo esencial. A medida que sacaba ropa cuidadosamente doblada y algunos artículos personales, su mano tropezó con un marco pequeño envuelto en tela.
Con delicadeza, retiró el paño, revelando una vieja fotografía de ella y su abuelo. La imagen mostraba a Isabella, de unos seis años, sentada en los hombros de un hombre mayor con una sonrisa amplia y cálida. Él tenía el cabello plateado y ojos llenos de bondad, sosteniéndola como si ella fuera el tesoro más valioso del mundo.
Isabella sonrió con melancolía al mirar la fotografía, pasando suavemente los dedos por el vidrio. A pesar del tiempo, podía recordar con claridad la voz de su abuelo, su risa profunda y cómo solía protegerla de todo, incluso cuando las cosas en su familia se complicaron. Para ella, él no solo había sido su abuelo; había sido su padre, su mentor, su refugio.
-¿Ese es tu abuelo? -preguntó una voz detrás de ella.
Isabella se sobresaltó ligeramente, levantando la vista para encontrarse con Robby en la puerta. Él estaba apoyado contra el marco, observándola con una mezcla de curiosidad y suavidad.
-Oh... sí -respondió ella, bajando la mirada nuevamente a la foto. -Él... prácticamente me crió.
Robby entró en la habitación, acercándose despacio, como si no quisiera invadir su espacio.
-¿Qué pasó con él?
Isabella suspiró, dejando la foto a un lado sobre el suelo mientras se sentaba con las piernas cruzadas.
-Murió cuando yo tenía diez años. Fue un infarto. -Tragó saliva, sintiendo un nudo formarse en su garganta al revivir esos recuerdos. -Desde entonces, todo cambió. Mi familia nunca volvió a ser la misma.
Robby se agachó frente a ella, mirando la foto.
-Se nota que te quería mucho. -Señaló con un pequeño gesto la manera en que el hombre la sostenía en la imagen.
Ella asintió, sonriendo levemente.
-Sí, era... como un superhéroe para mí. Siempre me protegió de todo, incluso de las discusiones de mis padres. Cuando él murió, fue como si el mundo se derrumbara.
Robby no dijo nada por un momento, simplemente se sentó a su lado en silencio, como ofreciendo compañía.
-Debe haber sido difícil -dijo finalmente, su voz baja y comprensiva.
-Lo fue -admitió Isabella, mirando la fotografía otra vez. -Pero también me enseñó muchas cosas. Siempre decía que tenía que ser fuerte, sin importar lo que pasara.
Robby la observó por un instante antes de hablar.
-Bueno, él estaría orgulloso de ti. Mira dónde estás ahora. Estás enfrentando todo esto... joven, pero valiente. No cualquiera lo haría.
Isabella lo miró sorprendida por sus palabras, sintiendo que se formaban lágrimas en sus ojos.
-Gracias, Robby. -Su voz tembló un poco, pero estaba llena de sinceridad.
Él sonrió, suave pero cálido.
-Mi mamá salió, por cierto. Dijo que volvía en un rato, pero me pidió que cuidara de ti... no que seas alguien a quien haya que cuidar. -Añadió rápidamente con una sonrisa divertida, intentando aligerar el momento.
Isabella dejó escapar una leve risa, agradecida por el cambio de tono.
-Te lo agradecería, pero puedo cuidar de mí misma.
-Claro que puedes. -Robby se levantó, dándole un pequeño golpe en el hombro con su mano. -Pero si necesitas ayuda con todo esto, ya sabes dónde estoy.
Ella lo miró mientras salía de la habitación, y luego sus ojos regresaron a la fotografía. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba formando una conexión con alguien que no la juzgaba por su situación, sino que simplemente estaba ahí, dispuesto a compartir un poco de su carga.
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