• CAPÍTULO 14 •
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THE ICE QUEEN ²
COMO HIELO Y FUEGO
«Si lo tocas, puedo matarte» .
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Estar de vuelta en Noruega le traía tranquilidad y desazón. Los recuerdos le atormentaban más que nunca y no podía calmar el fuego que quemaba en su corazón. Se sentía furioso por pensar que George Weasley podía visitar a su esposa en más ocasiones que él y aquello lo volvía loco.
Viktor se impacientó y bebió del café que estaba contenido en su termo a la espera de que el profesor llegara. Volver a Durmstrang implicaba tener que ponerse alcorriente de todas las entregas en las notas de su tesis. Ya debía presentar un tema histórico y veía por cuál decidirse.
Las palabras de Nimby hicieron que su cabeza se convirtiera en un caos y no podía hacer más que pensar en ello. Todo lo que le había revelado no había causado más que sombras y desvelos para su mente.
Una cosa era la posible e inminente posibilidad de hallar un objeto maldito entre sus cosas y otra era todo el sufrimiento qué había vivido Sefi desde que se había hecho mortífaga.
No es como que quisiera justificar muchos de sus actos. Pero Nimby había dado en el clavo cuando dijo que sólo podía verla con el profundo amor que le profesaba. Perséfone podría haberle pedido arrojarse al abismo y él lo habría hecho sin cuestionarlo porque estaba total e irremediablemente enamorado de ella y eso no cambiaría jamás.
Estaba seguro de ello.
—Viktor, ¿ya has pensado en el tema de tu tesis?
—Mierda, no— pensó para sus adentros. Su mente no tenía la capacidad de pensar en otra cosa que no fuera en las malditas palabras de la elfina —Señor Bergt, sí —mintió.
—Maravilloso— declaró el hombre con una sonrisa expectante.
El cerebro de Viktor se puso a maquinar a toda velocidad sobre temas que fueran de su interés y que le permitieran investigar con holgura. Habían acontecimientos históricos perdidos en los confines del mundo y en estos momentos no tenía ni las ganas ni la energía de ir a buscar pistas escasas en la Antártica o en las tierras perdidas de las África.
¿Acaso en su mente no había nada más que posibles horrocruxes, magia oscura y los Rosier?
No podía hacer una investigación personal, pero si podía ligar un hecho histórico a lo que tenía que descubrir para él mismo sería ideal. Lástima que su profesor estaba allí esperando que le diera una respuesta satisfactoria.
—El asedio de Gellert Grindelwald a Europa en la primera mitad del Siglo XX —contestó sin pensar.
Aquel tema también estaba íntimamente ligado con él y su pasado. Con sus raíces familiares, por lo que tampoco era del todo descabellado que lo escogiera.
—Es un tema muy versátil y amplio. Voy a apuntarte en mis notas y pues a trabajar— pronunció las palabras con entusiasmo genuino, por lo que Viktor lamentó estar tan desinteresado en el trabajo, sabía que si las circunstancias fuesen diferentes estaría poniendo su mayor empeño, pero no era así.
La familia Krum estaba ligada íntimamente a Gellert Grindelwald desde que el mago tenebroso asesinó a Mikhail Krum –abuelo paterno del muchacho– en aquella travesía qué fue su ascenso al poder a costa de hundir a los no magos. Su abuelo siempre había defendido los derechos de los muggles, por ende toda su enseñanza fue en pro a los derechos de estos y de los magos nacidos de ellos. No obstante cuando mago le hizo frente a Grindelwald, no tuvo el mejor recibimiento de su parte, Gellert lo consideró una traición hacia su propia sangre y este lo asesinó una noche mientras dormía, dejando en claro que no estaba dispuesto a tranzar nada con tal de hacerse con el poder.
Muchas veces se había terciado en problemas debido a muchos compañeros que estaban todavía en estos tiempos, fascinados con las doctrinas supremacistas de Grindelwald. Ese tipo de pensamiento también había desatado la segunda guerra mágica, dejando tras ella su estela de destrucción.
Tras conversar con sus maestros se dirigió a la hemeroteca, la cual yacía ubicada en el ala este del castillo. Debía comenzar con esa investigación por más que quisiera pensar en demases; cuando comenzó con la maestría en historia de la magia siempre quiso hacerlo con honores, jamás pensó que la vida le daría una sacudida tremenda que nada más le permitía respirar.
Fue observando los libros presentes en la sección definida y fue sacando los más grandes, aquellos que podían revelarle mayor información. En ese instante se lamentó no haberse llevado más libros de la biblioteca de Perséfone, había tenido la oportunidad y pues ahora estaba lamentando no haber podido cargar con más aquel día en que Constance Rosier le dejó sacar cosas de su habitación.
De pronto se vio rodeado de material de estudio y algo desorientado porque su cerebro no estaba haciendo nada por ayudarlo a organizarse con todos los deberes. Tomó los libros y fue guardándoles en su bolso al que le aplicó un hechizo indetectable de extensión.
—¡Hola!— Jade apareció con una pila de libros de Transformaciones; la bruja estaba en la maestría de transformaciones porque quería dedicarse a crear amuletos, joyas y bisutería exclusiva con fines mágicos —vaya, sí que hemos tenido trabajo— le saludó con una sonrisa.
—Si no empiezo ahora, creo que nunca podré hacerlo— sonrió el chico—, debo leer mucho y resumir muchos textos que tienen más de quinientas páginas.
—Bueno, te decidiste por algún tema sórdido, estoy segura de ello— murmuró la muchacha, de inmediato cambió el tema— ¿quieres ir a almorzar?
Viktor lo pensó durante unos momentos, Jade descubrió lo que él tenía en la mente y se apresuró a hablar.
—Te aseguro que sin ninguna doble intención, sólo que no quiero ir al comedor— mencionó la bruja, exponiendo su sonrisa adorable—, ¿aún somos amigos no es así? ¿o acaso crees ...?
Viktor enarcó una ceja y ella hizo un gesto de que guardaría silencio. Le hizo una seña con la mano para que avanzara y este la siguió. Caminaron por los pasillos en dirección hacia los dormitorios.
—Necesito dejar este bolso y el resto de los libros— mencionó la joven.
—Yo también, aprovecharé de dejar mis cosas y nos encontramos en el corredor.
Se separaron durante un segundo, Viktor dejó sus cosas y en menos de un segundo Jade se encontraba en el dintel de su puerta.
—Cuántos libros hay en este lugar, con suerte puedo ver si acaso tienes una cama—declaró—¿acaso viste este sobre?— Jade se agachó y le entregó un sobre.
En Durmstrang la correspondencia solía entregarse directamente en las habitaciones de los estudiantes, puesto que las lechuzas llegaban a la lechucería, no obstante se podían correr riesgos de ventiscas y que las cartas o paquetes se arruinaran por la humedad.
—No la había visto, gracias. Es de Pietro— mencionó Viktor sonriendo. Abrió el sobre y sacó el pergamino que había en él.
—Ustedes son como una pareja— dijo en una carcajada.
—Menciona que vendrá aquí a Noruega, tiene que buscar algunos documentos relacionados con su titulación. Será genial verle ¿vamos a almorzar?
—¿Luego podrías enseñarme tu biblioteca personal? Creo que tienes que recomendarme un libro, tengo que fomentar mi hábito lector.
—Seguro, tengo muchos que ya he leído y que creo podrían gustarte.
Viktor asintió y los dos magos se alejaron rumbo a la salida del castillo. No le incomodaba salir con Jade mientras tuviera más que claro que entre ellos no podría haber nada más que no fuera amistad, él no tenía ninguna mala intención con ella, esperaba que pudiera comprenderlo y aceptar que sólo podría brindarle su compañía como amigo.
Sin lugar a dudas, Jade sabía muy bien la manera de parecer linda y gentil para ocultar el resto de sus intenciones. Ella solía bailar de felicidad cada vez que tenía la atención del búlgaro, aunque esta no fuera de la manera que quisiese; si era persistente sabía que podría conseguir algo más, si eso le llevaba tiempo, estaba dispuesta a esperar.
Tras ir a comer, ambos magos volvieron al corredor de los dormitorios, conversando sobre los enfoques de su tesis; solía ser agotador ser un estudiante de maestrías. Viktor abrió la puerta y se preocupó de que esta se mantuviera abierta cuando Jade entró en la habitación, no quería generar especulaciones y tampoco que ella pensara de forma errada de sus intenciones.
—¿Hay algo que te agrade? —preguntó el mago mientras la bruja disfrutaba de la mediana estantería.
—Sí — contestó—, pero no quiero que se enfade conmigo, pues ya me dijo que no estaba interesado.
Viktor reprimió una sonrisa y dejó correr el comentario. Él era cordial y caballeroso y no le gustaría pelear con aquella que consideraba una buena y cálida persona.
—Sabes que hablo de los libros, no de algo más. No eres una maliciosa según tengo entendido.
—Estás en lo correcto, no me considero una mala persona. Creo que quiero este ¿puede ser?
—¿Me permitirías una recomendación?
—Claro— respondió ella en tono coqueto.
—La Insoportable levedad del ser—declaró—, creo que podría gustarte.
Jade lo analizó y acarició la portada como si se trataran de las manos del chico. Sólo que no conocía las reales intenciones de él. El libro que había escogido Jade era Lolita, y si bien no tenía nada en contra de este, realmente no le pertenecía, era uno de los libros que había llevado desde la casa de los Rosier.
—Vaya, sí que tienes linda joyería— recalcó Jade, quien ya se había fijado en la pulsera que este tenía sobre el escritorio. Viktor pensaba en lo que ese objeto era muchas horas al día desde que Nimby le había contado la verdad acerca de lo sucedido. Sólo que no había considerado que invitaría a alguien que lo viera.
Sucedió en un segundo.
Sólo fue eso y tampoco podría decirse que fue una situación grave.
Jade lo soltó de entre sus dedos, percibió como si de una corriente eléctrica traspasara su piel hasta sentirlo en su espina dorsal.
—¿Pasa algo?— preguntó Viktor.
—Nada es sólo que sentí que esto me quemó.
El nerviosismo en el rostro de Viktor fue evidente, sólo que trató de disimular lo mejor que pudo, pues no tenía cómo explicar el hecho de que una simple pulsera transmitiera ardor. Tomó la mano de la bruja y no había ninguna marca visible o aparente.
—Quizás fue solamente tu impresión, quizás fue un roce o algo así— siseó sin creer una sola palabra de lo que decía.
—Sí...
—Bueno, ahora debo seguir avanzando con mi investigación...
La bruja asintió y tras despedirse del chico, este cerró la puerta. Cogió el brazalete entre sus dedos y lo apretó con ligereza, regresándolo al cajón del escritorio donde solía mantenerlo.
Tenía muchas cosas en las que pensar.
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Cuando Jade se metió dentro de sus sábanas de seda, tenía una extraña sensación que no la dejaba tranquila. No obstante estaba tan cansada que por el momento solamente se sumergiría dentro de las páginas del libro nuevo que Viktor le había recomendado, poco a poco mientras iba avanzando páginas el sueño iba haciendo presa de su cuerpo y sus ojos empezaron a cerrarse lentamente hasta que no pudo ganar la batalla que la enfrentaba con Morfeo.
Dormir era una de los placeres que más disfrutaba en la vida, era inexplicable el descanso reparador que podía traer el hecho de estar posado en una cama cómoda y que todos los músculos se eleven hasta no sentir presión.
Su mente se la llevó del mundo consciente y cuando menos lo esperó ya se encontraba completamente dormida.
Pero de pronto sus sueños comenzaron a volverse tormentosos.
Sombras.
Frío.
Escalofríos.
Voces.
Personas sin rostro que la perseguían.
Bosques terroríficos.
Laberintos sin salida.
Arañas.
Risas misteriosas.
La chica no sabía que era lo que pasaba con su mente y sin saberlo estaba intentando forzar a su cuerpo para que despertara de aquel terrorífico trance del que su cerebro estaba siendo poseído.
Ella no sabía que era magia oscura.
Magia oscura poderosa.
Magia de la que se había contagiado al tocar aquel diminuto brazalete.
¿Quién pensaría que un objeto tan pequeño y hermoso podría causar tanto daño?
De pronto sus ojos se abrieron y su pecho pudo exhalar el aire que sus pulmones llevaban conteniendo desde hacía unos minutos debido a la tensión. Se sentía muy cansada como para incorporarse por lo que sus ojos observaron la oscura y calma habitación en todas las direcciones posibles.
Su mente no era capaz de adivinar lo que había sucedido pero sintió miedo, un escalofrío recorrió su piel y de pronto su respiración emitía vapor, como si la temperatura hubiese descendido repentinamente.
Antes de que pudiese hacer el intento de levantarse para verificar que los ventanales de su habitación estuviesen cerrados, una fuerza sobrenatural la mantuvo pegada al colchón.
El pánico se hizo con ella, pero no pudo gritar.
Sintió algo que estaba rodeando su cuello, impidiéndole respirar. No obstante la oscuridad de la habitación no le permitía ver nada.
En ese momento las velas empezaron a prenderse y a apagarse y sus ojos percibieron a una mujer sobre ella, Jade intentó zafarse pero la fuerza de la silueta parecía ser sobrehumana, sus manos rodeaban su cuello con ferocidad, pero lo que más miedo le transmitió fue la letalidad de su mirada. Sus ojos combinaban a la perfección con su cabellera roja, pues estos eran de un tono carmesí como el de la sangre.
—Si lo tocas puede matarte— pronunció una voz sedosa —, si tocas algo que no sabes que es, puede matarte.
Jade se removió llevando sus manos a su cuello, tratando de sacar las manos de la mujer, no obstante nada corpóreo estaba en esa habitación.
Quizás sólo era una pesadilla más.
Pero donde debían haber estado las manos de la mujer que la asfixiaba con apremio no sintió nada más que la piel de su propio cuello.
—Si lo tocas, puedo ser yo quien te mate...
Una sonrisa siniestra se posó en los labios de aquella pelirroja mujer.
Antes que los ojos de Jade se cerraran, su cerebro identificó quien era la persona que estaba viendo. Era la mujer de la fotografía del relicario de Viktor. Era ella.
Era ella.
A la mañana siguiente cuando Viktor salió de su habitación pudo notar de inmediato la conmoción de las personas que iban y venían del pasillo. Inclusive habían maestros en donde estaba la habitación de Jade. Obviamente fue a ver qué era lo que sucedía, no obstante Jade no se encontraba en el lugar.
El búlgaro intentó notar alguna cara conocida y se percató que Vasily estaba unos cuantos pasos más allá.
—¿Qué sucede?— preguntó con inquietud.
Se percibía el semblante de incertidumbre del grupo de magos, la tensión era palpable.
—Jade se encuentra en la enfermería, está muy grave. Quizás tengan que trasladarle al hospital mágico en Tønsberg.
—¿Por qué? ¿Qué le sucedió?— interrogó alarmado.
—Anoche algo trató de asesinarla. Tiene marcas en su cuello, como si hubiesen querido asfixiarla. Se encuentra inconsciente pues cuando lograron despertarla del trance, entró en shock y quiso atacar a las chicas que la auxiliaron— mencionó.
—¿Ha dicho algo?
—No, la sedaron de inmediato con pociones y artilugios. Están comunicándose con los Abramsen porque realmente se desconoce cuál será su pronóstico.
Viktor no era ningún tonto.
Sabía perfectamente que ese tipo de reacciones eran causadas por objetos malditos.
Objetos como la pulsera que Jade había tocado el día anterior a su ataque.
Pulsera que en realidad era uno de los objetos más malignos que se escondían en ese castillo.
Y eso ya era decir mucho.
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