• CAPÍTULO 11 •
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THE ICE QUEEN ²
COMO HIELO Y FUEGO
Borracho y solo.
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George frunció los labios debido a que tenía que reconocer que detestaba tener que ir de compras. Sobre todo si era para acompañar a la exigente Molly Weasley, quien adoraba este proceso y se detenía a conversar con toda persona que se le acercara. El pelirrojo odiaba a todas esas mujeres cínicas que antes jamás le habían dado el saludo y ahora trataban de simpatizar con ella debido a que sus hijos eran personalidades reconocidas en el mundo mágico.
Odiaba de sobremanera cuando le preguntaban sobre cómo se sentía con respecto a lo sucedido con Fred.
Como si el sólo hecho de que el tiempo pasara conseguiría que ya no le afectara.
Entendía que su madre tenía que volver a su vida pues era quien más sufría. Pero a veces no podía evitar sentirse fuera de lugar y tenía que dejar de pensar que todos debían sentirse así.
—Madre, porfavor.
—George, lo siento...
—No madre, perdona...
—Sé que no te gusta venir al mercado, no volveré a conversar en esta ocasión —Molly dejó escapar una sonrisita traviesa.
—Sólo me molestan los comentarios que te hacen, como si realmente les importara tu dolor.
—George...
—¿Qué sucede, madre?
—No me gusta que hables con ese resentimiento.
George caminó junto a ella cargando las bolsas con verduras y frutas. No le gustaba causar molestias, menos a su madre, teniendo en consideración todo su sufrimiento.
George se mantuvo en silencio y antes de que su madre fuera a desaparecer para volver a Devon, este la interrumpió.
—¿Quieres ir a almorzar a casa? —preguntó haciendo uso de toda su calidez.
Molly sonrió con la mirada, George no había permitido que muchas personas frecuentaran su apartamento.
—¿Cocinarás tú o terminaré haciéndolo yo?
George tomó su mano y le devolvió la sonrisa.
—Siempre es bueno cuando tu lo haces— recalcó.
—Entonces deja que te prepare la lasagña que tanto te gusta.
—Estaré encantado, te lo aseguro.
Ambos tomaron un traslador que los conduciría hacia el callejón Diagon y como siempre estaba atestado de personas. Sortilegios Weasley se alzaba como siempre en la parte final de la calle con muchas personas a la espera de poder entrar y llevarse alguno de los objetos que nacían de la cabeza de George. Las campanillas tintinearon y George hizo espacio entre las personas para que su madre pudiera entrar y hacerse camino entre los adolescentes que surtían su mochila con bromas y productos. En ese instante una cabellera pelirroja salió de entre los pasillos con su clásica sonrisa cálida y sus vivaces ojos verdes.
—Hola George, ¿cómo estás?— le saludó—, la mañana está muy concurrida, tuve que llamar a Ron para que viniera a ayudarme, espero que no te moleste.
—Oh, debiste avisarme con un vociferador en última instancia, para haber venido a ayudarte— señaló pasando una mano de forma nerviosa por su cabello.
—No te preocupes, hemos hecho todo lo que está en nuestras manos— recalcó Ron desde el mostrador—, pero siempre pasa, mientras unos trabajan duro, otros se dan la gran vida.
Spencer sonrió en dirección a Molly, como si estuviese esperando a que George las presentara, no quería volver al trabajo sin saludar a su acompañante.
—¿Esta chica es tu nueva ayudante, George?
—¡Oh, sí! Mamá, ella es Spencer Marklin y es la nueva integrante del negocio— declaró George —, Spencer ella es mi madre.
—Es un placer, señora Weasley.
—Dime Molly, cariño. No me gustan las formalidades.
—Es un gusto, Molly.
—Dime algo, cariño ¿este jovencito trabaja o sólo te tiene a ti para hacer el trabajo?
El aludido rodó los ojos con algo de tedio, estaba acostumbrado a que su madre siempre estuviera pensando que aún era un adolescente problemático. No es que no lo fuera, pero ahora sabía cómo controlarse mejor.
—La verdad es que es un jefe muy agradable y honesto. Siempre es muy preocupado por sus trabajadores, tanto que nos envía a sus hermanos a trabajar.
Las risas entre ellas no se hicieron esperar, no obstante, Spencer se disculpo pues debía continuar trabajando.
—Pronto estará lista la comida para almorzar, estás completamente invitada.
—Pues... no me gustaría ser una molestia, sé que puede ser una comida familiar, puedo cruzar la calle e ir a comer a donde mi tía, eso no es un problema para mí.
—¡Tonterías! Puedes venir.
Spencer intercambió una mirada con George y este no pudo más que reír al respecto.
—Nos vemos en un rato querida.
George subió por unos minutos con su madre, luego bajó para quedarse en la caja registradora, durante ese tiempo su mirada no dejaba de irse en dirección a donde Spencer estaba, era una chica muy divertida y cada día se convencía más de que había sido la elección correcta para Sortilegios Weasley. Los clientes parecían estar fascinados con ella, era agradable, simpática y muy atenta, la tienda siempre estaba ordenada y surtida, los pedidos estaban listos siempre, empacados para llegar y enviar las lechuzas.
Una vez que el público disminuyó, George se acercó a ella, llevándole un vaso de gaseosa.
—¿No te molesta que vaya a almorzar a tu depa?
—Como se te ocurre, mi madre ya te invitó sin si quiera consultar una decisión que implica un lugar que no le pertenece. Supongo que todas las madres tienen una especie de derecho sobre las casas de sus hijos —explicó con un sarcasmo bastante divertido—, además tengo que reconocer que me caes muy bien, no eres alguien que vetaría de entrar en mi apartamento, no te preocupes, además hay que aprovechar que mi madre cocina delicioso, por ende jamás sería tan cruel de privarte de esa experiencia culinaria.
Spencer dejó escapar una sonora carcajada y George se unió a ella, dándose cuenta de que hacía mucho tiempo que no reía de manera sincera, acto que agradeció en silencio, sin dejar de sentir una punzada de culpa.
Sentía culpa de disfrutar de las cosas sin que Fred estuviera presente.
Era una tontería, sin embargo no podía evitar sentirse extraño de disfrutar de algo teniendo en consideración de que su alma gemela ya no estuviera en su vida.
—Entonces diré nuevamente que eres un jefe muy considerado, me paga el salario y además me invita a almorzar.
—Sí, eso es cierto. Deberían de darme una medalla al mejor jefe del mundo. Imagina, soy gracioso, un empresario y por cierto, guapísimo. Te regalo una vista privilegiada durante toda la jornada laboral sin cobrar ni un knutt extra.
Ella volvió a reír, sonrojándose; eso debido a que días atrás se había dado cuenta de que le observaba más de lo políticamente correcto. No tenía ninguna mala intención, pero reconocía que George era muy guapo a sus ojos y en mirar no había pecado alguno.
¿Lo decía como un comentario tirado al aire nada más o le había visto observándole de forma muy detenida?
George se avergonzó un poco, quizás había sido un comentario inapropiado.
Algo que podía ser tomado de otra forma y sin duda muy fuera de lugar.
—Lo siento, a veces soy un imbécil.
Ellos no llevaban tanto tiempo conociéndose, tan sólo unas pocas semanas, sin embargo había una especie de complicidad y buena relación. Ambos se sentían en confianza y podían tomarse esas libertades a pesar de no haber dicho nada al respecto; Spencer una una chica excepcional, fuerte y con un sentido del humor algo irreverente, pues muchas de las bromas que el pelirrojo dejaba caer en el día, serían motivo de enojo para el común del público femenino.
—La verdad es que lo eres en muchas ocasiones, pero tienes a tu favor que eres simpático y también porqué no decirlo, guapo. Debo concederte ese punto— asumió con una mirada divertida en el rostro—. Ahora si me disculpas debo seguir trabajando, pues después puedes decirme que no me pagas por venir a reírme con el jefe—declaró.
Ella se unía a sus bromas y a su sarcasmo y debía reconocer que eso le hacía sentir muy en confianza.
Con el ajetreo del trabajo, pasaron las horas hasta que Ron bajó las escaleras que conectaban con el apartamento.
—Mamá dice que la comida está lista, Spencer tú también— les llamó.
Ambos magos dejaron de hacer sus respectivas labores, George esperó para que Spencer pudiera subir las escaleras junto a él y esperarla, mostrando así toda su caballerosidad, acto que no pasó desapercibido por su hermano menor, quien enarcó una ceja para luego dejar escapar una leve risita.
—¿Qué?— preguntó George, quien no se había dado cuenta realmente lo que había hecho.
—Nada, sólo veo cosas. No tienes porqué sentirte identificado.
Molly estaba sirviendo los platos con la lasagña y una vez listos, volaban en dirección a los puestos de la mesa. Sin duda olía de forma deliciosa, la bruja era una gran cocinera.
—Lávense las manos —espetó—, ni modo que vayan a venir aquí con todo el sudor del trabajo.
Spencer entró en el baño y George aguardó a que ella saliera para entrar, dándose una mirada cálida cuando se cruzaron nuevamente.
—Spencer ven aquí, debes estar hambrienta— señaló Molly—, ya está servido.
—Honestamente huele delicioso— admitió Spencer, quien mantenía una postura ansiosa, quería comer.
George llegó a la mesa y allí comenzaron a degustar de los platillos preparados por la señora Weasley.
—Spencer, querida. Cuéntame ¿a qué se debe tu venida a Londres? Por lo que me contó George, hace mucho tiempo habías estado viviendo en París.
Spencer no tenía la confianza como para contarle todos los motivos de su venida a la madre de George, pero tampoco quería mentir, por lo que decidió suavizar las cosas un poco.
—Tuve una mala ruptura amorosa, lo mejor que podía hacer era cambiar de aire, mis padres no estaban muy contentos, puesto que querían que me uniera al banco Magique, tal como ellos. Pero finalmente ya estaba bastante mayorcita como para decidir lo que realmente quería para mi vida, me gusta viajar, me gusta experimentar, no creo querer dedicarme a algo toda la vida— señaló— eso es algo que ellos no comprenden del todo, por eso fue bueno venir acá con mi tía a pasar una temporada.
—Imagina— interrumpió George—, la compañía de una modista anciana debe ser muy estimulante entonces.
Molly casi se atraganta debido a aquel comentario y Spencer junto a Ron no pudieron contener una carcajada.
—¡George Weasley! ¡No seas irrespetuoso! ¡Cómo se te ocurre decir semejantes cosas!
—No tiene que sentirse mal— declaró Spencer—, honestamente tiene razón, mi tía no es una persona muy agradable y no sé cómo no la han increpado por su mal humor.
—Oh, bueno. Pero uno no puede ir por la vida diciendo esas cosas, George. Debes ser más respetuoso. Spencer, querida; si en algún momento tienes dificultades no tengas cuidado en decirnos cualquier cosa que necesites, es difícil estar lejos de casa y de la familia, por lo que te aseguro que cuentas con nosotros.
—Molly, de verdad que agradezco sus palabras, otra cosa ¿nunca ha pensado en abrir alguna tienda de comida, restaurante o café? Tiene una mano maravillosa, estoy segura de que sería una competencia directa con el Caldero Chorreante o quizás debería buscar otro punto fuera de ese callejón.
—Me halagas querida, sólo que a veces la casa me da mucho trabajo.
—Que yo sepa ya no tiene niños pequeños a los cuales criar, debería darse una oportunidad para sí misma, ya verá como su perspectiva de vida cambia. Por favor no me malinterprete no encuentro nada malo en que se dedique a eso si la llena y hace feliz, pero hacer cosas diferentes siempre es bueno.
—Spencer— interrpió George —, no le des ideas a mi madre. Imagina todo lo que ella nos explotaría si tuviera un negocio —rió—, eso sería una tortura. Nos diría que ayudarla es nuestra obligación sólo por darnos la vida —mencionó en tono de burla, ganándose un golpe con un paño de cocina por parte de su madre.
La comida había sido muy agradable, Spencer hace tiempo no comía con más personas que no fueran su tía y algunos invitados que a veces les acompañaban. Por ende agradeció mucho el gesto que los Weasley habían tenido con ella.
—Deberías tener más amigas así, consideradas y realmente atentas con los demás. Es bueno tener una conversación con alguien a quien realmente le importen las personas a su alrededor además de ellas mismas.
—Bueno, si quieres puedes adoptarla como hija y a mi dejarme a mi suerte, finalmente creo que ese es el problema, que soy un mal hijo.
—Deja de hacerte la víctima —intervino Ronald, quien no había participado mucho en la conversación pues estaba aprovechando de comer todo lo que podía —, bueno he disfrutado mucho esta comida pero ahora tengo que ir a buscar unos documentos en el ministerio.
—¡Claro! Te llenas y te vas de inmediato, qué descortés eres —se quejó George —, típico de ti, Ron.
El aludido se despidió de su madre e iba a hacerle un gesto grosero a George por la espalda de Molly de no ser porque ella adivinó sus intenciones. Spencer realmente había disfrutado mucho de la instancia pero ya era hora de volver al trabajo.
—Si quieres a la salida puedo ayudarte a lavar la loza y los trastos —murmuró —, pero ahora debo volver a abrir pues no quiero que me descuentes de mi salario —bromeó.
Ambos se observaron mientras Spencer se despidió de Molly, la aludida le deseó muchas buenas intenciones a la chica, pues sin duda había sido una persona muy amable y considerada con ella. Mientras Spencer bajó para abrir la tienda, George se quedó hablando unos momentos con su madre, quien también le dio consejos y algunos mimos típicos de los que una madre entrega a un hijo hombre ya mayor.
—Ha sido un gusto conocerte, Spencer. Le caerías muy bien a Arthur —Molly se despidió de ella tras bajar las escaleras nuevamente, ya debía volver a Devon.
—El placer ha sido mío, Molly. Realmente es una bruja excepcional.
—Muchas gracias, querida. Cualquier cosa que necesites no dudes en hablarme o comunicarte conmigo.
La joven asintió y siguió haciendo su trabajo mientras George se despedía de su madre y le ayudaba a cargar las cosas hasta la puerta. Una vez de vuelta se quedó parado en medio del locar y puso sus manos en la cintura.
—Creo que ahora mi madre quiere que seas su nueva hija —señaló enarcando una ceja.
—Bueno, creo que cuando una persona es simpática transmite buena vibra a donde vaya —murmuró haciendo un gesto con su cabello.
—Pues claro que sí, tú sí que eres simpática.
—¿Acaso hablas con sarcasmo e ironía?
—¡No cómo crees!
—No continúes molestándome, de lo contrario no te ayudaré con nada más en este sitio y me iré a donde mi tía.
—Oh, claro. Seguro no morirías de aburrimiento entre esas capas y ropas de estudiantes —dijo fanfarrón —, debes admitir que este es el mejor lugar al que pudiste llegar.
—Te lo concedo, sólo porque tienes razón en esta ocasión.
Era divertida la forma en que sus conversaciones siempre terminaban en bromas, sarcasmo, ironía o burlas en un tono sutil. Tenían el mismo sentido del humor, lo que realmente había que tuvieran una comunicación muy fluida a pesar de no haberse relacionado por mucho tiempo.
La tarde pasó y cuando llegó la hora del cierre, Spencer se levantó de la alfombra donde hacia pedidos para enviar y sacudió su jardinera. Ya era hora de ir a casa.
—Bien, tengo algo que proponerte— comentó George —, podríamos beber algo, fue un día agotador —dijo encogiendose de hombros —, además debes ayudarme a lavar los trastes del almuerzo, no creas que voy a olvidarlo.
—Eres un cretino, me invitas a almorzar y luego me lo sacas en cara.
—Conste que no te invité, fue mi madre. Pero ahora puedo invitarte una cerveza si así lo deseas —murmuró —, vamos será divertido.
—¿Sin trucos eh? No quiero que después digas que tengo que invitarte en otra ocasión sólo porque tú lo hiciste ahora.
—Lo prometo, no seré un cretino.
Ambos subieron nuevamente al piso de arriba donde se hallaba el departamento. Spencer se quedó observando los detalles de la decoración que no había visto antes y George abrió el refrigerador, sacó dos botellines qué abrió y le entregó uno a la joven.
Chocaron sus botellas y dieron un sorbo mientras observaban por el balcón.
—Debo decir que tienes una buena vista desde aquí.
—Bueno, las luces de la ciudad no me desagradan —murmuró —, ha sido bueno vivir solo en ciertos aspectos. Aunque mi madre crea que tiene autoridad en esta casa.
—Yo también quiero ahorrar, quiero alquilar un piso y mudarme. Es necesario estar solo, es necesario para crecer y dejar volar la imaginación.
—Tienes razón.
Las palabras de Spencer tenían sentido, ella no lo decía sólo por decirlo. Había un grado de añoranza en ellas.
—Hace un rato le dijiste a mi madre que viniste aquí debido a una mala ruptura—El pelirrojo comenzó a hablar teniendo miedo de incomodar a la chica —, no habíamos tenido tiempo de profundizar en el tema, no habíamos entrado en detalles, pero ¿estás bien? Entiendo que no quieras hablar, sólo quiero saber si todo está en orden.
Spencer frunció los labios y desvió la mirada, claramente estaba incómoda ante la mención.
—Probablemente te contaré más detalles en otro momento, sólo puedo decir que sí. Ahora estoy bien, vine aquí para buscar paz y la he hallado de alguna u otra forma.
—Eso está de lujo, la paz mental es algo que me costó entender que era fundamental. Siempre me gustó el caos y ahora debo decir que los instantes de silencio son aquellos que disfruto sin dudar.
Ya que estaban hablando con mayor confianza la pelirroja también se atrevió a preguntar más allá.
—¿Y tú cómo estás?
Él sabía a lo que se refería.
—¿Sobre qué?
—Sobre Fred... —declaró pensando si era correcto hablar aquello —, cuando llegué al locar mencionaste sólo que ya no estaba, obviamente yo sabía lo que había sucedido, fue un caso muy comentado, todo lo relacionado a la guerra. Tú no hablas sobre él.
—Si lo hago me rompo de maneras inimaginables —declaró —, no soy capaz de decir que él ya no está sin llorar. Sin derrumbarme.
—Lo siento mucho, de verdad que sí George.
—¿Otra cerveza?
—Adelante.
Las horas fueron avanzando y ellos decidieron pasar a la etapa donde las anécdotas eran mejor que hablar sobre sus sentimientos o sobre cómo la vida solía encargarse de hacer miserable a una persona.
Spencer era muy buena hablando.
George siempre fue bueno para contar historias.
Y bueno, el alcohol siempre ha sido bueno para unir personas solitarias.
—Yo no creo que no tengas novio, me acuerdo que estuviste en Hogwarts hasta tercero y muchos querían estar contigo, eran brillante en pociones, eso te daba un atractivo extra.
—Lo que pasa es que los hombres no pueden entender que uno no dependa de ellos, siempre aman ser quien nos salve, quien nos mantenga en un pedestal.
—Pero es genial hallar a alguien que te entienda y con quien puedas compartir ¿o no?
—A ver, dime. ¿Por qué terminó tu última relación?
Auch, esa pregunta era difícil.
—Mmm..
—No es necesario que respondas, puedo imaginar porqué no quieres responder.
—¡No me juzgues!
—No lo hago, sólo digo que las relaciones son complicadas y las personas siempre terminan heridas, eso no lo quiere nadie, es mejor estar solo y disfrutar de otra manera —declaró ella, tomando su cuarta botella de cerveza.
Ya sentía que la cabeza le daba un poco de vueltas.
—A veces extraño estar con alguien, hasta que recuerdo que las mujeres son muy complicadas y se me quitan esas ganas.
—Digo lo mismo, los hombres jamás saben lo que quieren.
Ese dilema.
Esa tensión.
Esa competencia emergió en ese ambiente distendido más el alcohol.
George tomó un mechón del cabello de la chica y lo colocó detrás de su oreja.
—No deberías estar sola, eres hermosa.
—Pues lo estoy y no me quejo.
—Y yo estoy aquí... borracho y solo...
—¿Esa es la canción muggle?
—Pues sí —se rió sin dejarla de ver directo a los ojos.
—Pues no es así, es borracho y loco —comentó reprimiendo una carcajada.
—Y mi corazón idiota, siempre brillará —cantaron al unísono, riéndose como un par de personas sin ninguna preocupación.
Se quedaron mirando mientras sus espaldas descansaban en el sofá, prefirieron sentarse en la alfombra para estirar las piernas.
En ese momento no tenían las ideas claras pero no tenían ningún tapujo.
George se acercó de forma pausada y tomó su cara entre sus manos. Hizo una pausa antes de poner sus labios en los de ella, como si estuviera pidiendo permiso, ella no dijo nada y acercó los de ella, hasta que ambos comenzaron a besarse y la intensidad del momento subió con la temperatura del ambiente.
George se inclinó un poco, y ella se echó para atrás, permitiendo que este se acostara sobre ella a lo largo de la alfombra. La sangre le hervía y el corazón le latía a mil.
Spencer continuó con su beso y este ahondó más en él, profundizando.
Fue ella quien de cierta forma dio el siguiente paso.
Se separó de él un instante, pues sentía que el deseo y la excitación empezaban a hacer que perdiera el control.
—George...
Este también se separó y susurró sobre sus labios.
—¿Quieres que siga? —resopló acariciando la piel de la cintura de la joven, aquella que su jardinera dejaba descubierta.
—Sí —declaró quitándole la camisa —Quiero que sigas.
•
Spencer no solía huir de los lugares y de buena gana se hubiera quedado otro rato más en la alfombra, cubierta con el edredón con el que ambos se habían cubierto la noche anterior. No recordaba que estuviera allí, probablemente George lo había ido a buscar para que no pasarán frío.
Estaba dolorida, pues había dormido en el suelo y hecho algo de ejercicio físico que no tenía pensado hacer.
Debía admitir que había tenido una noche de sexo bastante satisfactoria e inesperada.
Tomó en silencio su ropa y se comenzó a vestir. Tenía el día libre y también compromisos adquiridos, sin mencionar que su tía no estaría nada contenta con su comportamiento.
En el instante en el que se calzó las zapatillas, George se volvió y sonrió, todavía con los ojos cerrados.
—No sabía que eras de las que huía Marklin —declaró.
—No estoy huyendo, no es como que no te vaya a ver nunca más, trabajo aquí abajo.
George dejó salir una carcajada.
—¿Entonces porqué te vas tan temprano? Según yo tienes el día libre ¿O acaso tienes una cita ya?
Ella sonrió de forma coqueta y se pasó las manos por el cabello.
—La verdad sí —expuso y George hizo un gesto dramático.
—Rompes mi corazón, yo pensé que era especial pero veo que soy uno más en tu lista.
—Tendrás que aprender a vivir con eso.
El joven mago se incorporó y observó a la bruja con detenimiento.
—Enserio ¿A dónde vas tan temprano?
Spencer se quedó de pie y se cruzó el bolso.
—Una amiga me ha pedido un favor, dejo ir al cementerio.
—¿Qué? Realmente esa respuesta no la esperaba. No sabía que eras de esas chicas, de aquellas que van a tener citas entre mausoleos y tumbas, es tétrico.
—No seas ridículo, Weasley.
—Explícame, porqué querrías ir a un cementerio en vez de quedarte aquí, por lo que recuerdo, no tienes de qué quejarte.
Ella negó con la cabeza, sorprendida de la fanfarronería de George.
—Tengo una amiga que perdió a su novio y a una amiga en la guerra, por distintos motivos no ha viajado a Londres y me pidió si podía ir a dejarle algunas flores —murmuró encogiendose de hombros —, creo que es lo mínimo que puedo hacer hacer por ella.
George asintió, después de todo, muchas personas cargan con la pérdida.
—¿Y debe ser tan temprano?
—No conoces a Florence, si ella se entera de que llevo varios días sin hacer efectiva mi promesa, va a matarme.
De pronto ese nombre abrió un recuerdo en la mente de George.
—¿Quién es tu amiga? Conozco a una Florence, no recuerdo bien su apellido.
—Florence Pouling, ella viajó con la delegación de Beauxbatons cuando fue el torneo de los tres magos hace años atrás, quizás la recuerdes.
Sí que la recordaba.
—Sí la conozco y creo saber quien era su novio.
—Félix Rosier, falleció antes de la guerra y su hermana era su amiga, una amiga muy cercana para ella, Pérsefone. Ella murió el día de la batalla por lo que me contó —explicó ensimismada, lo que causó que no notara la expresión de George.
—Oh.
Eso fue todo lo que el pelirrojo pudo mencionar.
Eso sí que no lo esperaba.
El destino podía ser una perra, cada vez que quería y cada vez que podía.
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