Capítulo 8: La Quimera que Habla
Bien. Antes que todo he de decir que sufrí mucho redactando este capítulo, los que vieron el anime sabrán porqué y los que no seguramente se darán cuenta.
En fin, sé que no me quedó tan impactante como se muestra en el manga, pero he hecho mi mejor esfuerzo.
Ahora sí, el capítulo.
—¡Edward, Alphonse! Que bueno verlos de regreso a Ciudad del Este —habló un joven moreno en la puerta de una oficina—. ¿Qué tal les fue en Lior? —cuestionó el de uniforme militar.
Edward sonrió al ver a la persona que les había abierto la puerta. Al menos no se trataba del idiota de Mustang, como al rubio le gustaba llamarlo en su mente. Se alegraba de ver a su amigo Gerald nuevamente.
—La piedra resultó ser falsa, pero seguiremos intentando —respondió el hermano del que había sido mencionado.
Ver a una armadura en los pasillos del Cuartel General del Este ya había sido más común en esos últimos años, así que después de las primeras veces ya a ningún militar le parecía extraño.
El hermano mayor asintió para reafirmar las palabras de Alphonse.
—¿Qué hay de ti, Mayor Katsu? —Tras tanto tiempo sin verse, el menor trató de ponerse al corriente, no obstante, no esperaba que el castaño suspirara con algo de fastidio.
—¿Dijiste "Mayor"? De hecho soy Teniente Coronel ahora. Tú sí que no te enteras de nada —corrigió Gerald observando la sorpresa en el rostro de su amigo.
Alphonse no tenía otra expresión pero el suspiro ahogado que soltó denotaba que también se había sorprendido.
El moreno no había sido el único en ascender; Roy se había vuelto Coronel, Havoc se había vuelto Teniente y Hughes era ahora Teniente Coronel al igual que el castaño, también, aunque no había sido ascendido, el Mayor Armstrong fue transferido a Central.
—Supongo que escucharon del incidente que hubo con un sujeto llamado Isaac McDougal, el Alquimista de Hielo; intentó atacar el Cuartel General hace unos días ¡Hubieran visto las llamas que le lancé! Se sorprendió al ver que Mustang no era el único alquimista de fuego por la zona —comentó el castaño— Por eso me ascendieron.
—Pero, Katsu... Oí que lo mataron. No me digas que tú...
La voz de Edward estaba llena de inseguridad, Gerald se apresuró a negar pues era obvio a qué quería llegar.
—Había órdenes de capturarlo y de matarlo si se resistía, y se resistió, pero quién lo mató fue el Führer Bradley —explicó—. En fin, lamento que no encontraran lo que tanto buscan.
Habían pasado tres años desde que se volvieron Alquimistas Estatales. Mientras Gerald se dedicó a ascender junto con Mustang, Edward aprovechó ese título para realizar investigaciones y esta vez su hermano lo acompañaría aunque no tuviera el título. Había una posibilidad para recuperar sus cuerpos sin realizar una transmutación humana de nuevo, y esta era la Piedra Filosofal. La piedra no era más que un mito, pero se decía que esta permitía realizar transmutaciones ignorando la Ley del Intercambio Equivalente, por ahora era lo mejor que tenían.
—La Teniente Hawkeye me dijo que el Coronel quería verme —recordó el más pequeño—. ¿Está aquí o te dejó todo su papeleo para que lo terminaras?
El castaño bufó mientras rodaba de ojos.
—Sí está aquí, pero igualmente me pidió que terminara su trabajo, bueno, ya sabes cómo es —contestó abriendo una de las puertas de la oficina—. Roy, adivina quiénes regresaron —dijo a un volumen moderado causando que su voz resonara por el eco.
—¿El enano y su hermano? —respondió otra voz desde la dirección a la que el de claros ojos había hablado.
Tras escuchar eso, Edward se alertó.
—¡¿A quién llamas tan enano que no puedes ver a menos que lo mires a través de una lupa?! —Se apresuró a decir el rubio incluso antes de que Roy llegara junto a ellos.
—Ahora que lo pienso... crecí más que tú —Observó Gerald—, así que, sí, estás enano.
Luego de las risas que provocó la ya clásica reacción, los tres jóvenes se sentaron en un sofá mientras el, ahora, Coronel empezó a hablar.
—Hicieron un buen trabajo. El asunto de Lior se estabilizó gracias a ustedes —empezó Mustang mirando a los hermanos mas al ver la expresión de fastidio en el rostro de Edward supo que no todo iba bien.
—Dime, ¿fracasaron en la búsqueda de la Piedra Filosofal?
Edward suspiró pesadamente, dándole la razón a Roy.
—Resultó ser falsa, pero su poder era inmenso.
Alphonse asintió.
—Hasta transmutó a una quimera entera —añadió la armadura—. Me pregunto cómo se puede lograr eso sin la piedra real. Se trataba de un organismo vivo.
Una quimera era, en palabras simples, la combinación de dos o más animales, el resultado de esa mezcla formaba una criatura con las cualidades de las especies que la conforman.
—Organismos vivos... Apenas sabemos sobre eso... —pensó Edward en voz alta mientras recargaba su cabeza en el brazo que no era de automail.
Gerald se lo pensó unos segundos.
—Y si consiguieran ayuda de algún experto en el tema, ¿creen que encuentren otro modo de recuperar sus cuerpos? —preguntó el Teniente Coronel.
No estaba muy seguro de lo que había dicho ya que no sabía que tanta relación tenía la transmutación de organismos vivos con algo más complejo como recuperar sus cuerpos, pero si existía otro método aparte de la Piedra Filosofal no estaría de más saberlo.
Los dos menores lo miraron con intriga, y como Gerald no les dio más datos, miraron a Mustang.
—Conozco a un especialista —comentó Mustang bajo la atenta mirada de los otros—. El Alquimista Hilador de Vida, Shou Tucker, es experto en la transmutación con quimeras. Se los presentaré.
—También estaba pensando en él, pero... ¿no era que estaba retrasado con su evaluación? —pensó el de cabello rizado mirando al Coronel, pero este sólo negó agregando que no era algo relevante para esa situación.
—¿Haría eso por nosotros? —cuestionó la armadura con timidez.
Le parecía un gesto gentil del mayor, pero para Ed demasiada gentileza de parte de Roy era extraña, razón por la cual rápidamente se puso de pie y negó.
—¡Es una trampa! —exclamó apuntando al mayor con su dedo índice—. ¡Debe haber algo oculto detrás de tanta amabilidad!
—¿Qué? Es mi forma de agradecerles por descubrir el fraude de Cornello en Lior —Se apresuró a decir en un tono tirado a la molestia—. Es fastidioso deberles favores —añadió desviando la mirada.
Por aquella situación, el moreno soltó una pequeña risa, pero calló cuando Roy lo llamó por su apodo
—Gember, has hecho un muy buen trabajo este último tiempo ¿Por qué no te tomas un descanso por unos días y los ayudas?
—¿De verdad? Gracias Roy —Había pasado mucho tiempo sin ver a los hermanos Elric así que le serviría para pasar tiempo con ellos nuevamente, aunque claro, sin olvidarse que no iban a relajarse, precisamente.
—¿Ya les contaste tu gran participación con el Alquimista de Hielo? —preguntó a continuación Roy haciendo énfasis en la palabra "gran"—. Bueno, no sé si llamarlo participación, en realidad. Luego de que te mojara, no pudiste hacer nada más.
Gerald suspiró rodando de ojos. Debió suponer que lo que saldría de la boca de Roy sería algún comentario para fastidiar pues la sonrisa que mantenía era característica, lo conocía demadiado bien.
Los Elric miraron al moreno, Edward poco a poco formó una sonrisa burlesca similar a la de Roy.
—No nos habías dicho eso, Katsu... —molestó él notando como las mejillas del castaño se enrojecían por la vergüenza—. Era de esperarse que al volverte un alquimista de fuego, el agua te haría un inútil.
—Cállate, enano... —murmuró el castaño entre dientes.
El rubio lo miró con el ceño fruncido, pero no dijo nada esta vez.
—Además, para tu información, Roy Mustang, te recuerdo que tú tampoco hiciste mucho luego de que te mojara. Hawkeye y yo tuvimos que sacarte de ahí o él te hubiera congelado —Mustang iba a quejarse, pero Gerald volvió a hablar, interrumpiéndolo—. Acéptalo, sin nosotros no eres nada.
Roy sólo suspiró y con eso dio fin a la conversación. A defensa de Gerald, Mustang había empezado a fastidiarlo, así que ahora estaban a mano.
Los cuatro subieron a un automóvil perteneciente al Coronel y se dirigieron a la vivienda del Alquimista Hilador de Vida.
En el camino, los dos mayores le fueron explicando a los Elric lo que sabían de Tucker, como por ejemplo que transmutó una quimera capaz de entender el lenguaje humano, pero que falleció al negarse a comer luego de decir una única frase; "Quiero morir".
El recorrido en automóvil no fue ni largo ni corto, debieron tardar como una media hora en llegar. La casa era muy grande y bonita en el exterior. Una vez llegaron a la puerta, Roy tocó y una pequeña niña de trenzas de no más de cuatro años abrió, sin embargo, antes de que la puerta fuera abierta un enorme perro blanco se lanzó sobre Ed.
—¡Oh! Tenemos muchos invitados —dijo la niña al ver a todos afuera. Seguido de ella, un hombre de mediana edad apareció.
El hombre no esperaba visitas, pero al ver al Coronel y al Teniente Coronel ahí, dejó que todos pasaran y se acomodaran.
—Lamento el desorden —habló el mayor ahí—. La casa es un desastre desde que mi esposa nos dejó —Después de servirles un té a los cuatro invitados, el también tomó asiento.
—No se preocupe por eso —Le restó importancia Mustang, después de todo no era a lo que venían. El Coronel le dio una rápida mirada a Edward y lo señaló—. Él está interesado en aprender sobre la transmutación de organismos vivos. Si lo permites ¿podrían ver tu investigación? —agregó mirando a los tres chicos esta vez.
El mayor estaba algo intrigado, no muchas personas le preguntaban acerca de su investigación, al menos no en ese tiempo ya que había dejado de ser tan conocido como lo fue en el pasado. Aún así, el contrario asintió con una pequeña sonrisa.
—Por mi, está bien. Sin embargo... —Aquella pausa causó que todos lo miraran extrañados—,así como yo te permitiré tener acceso a ese conocimiento, me gustaría saber el motivo. Es un Intercambio Equivalente, ¿no?
Los cuatro se sobresaltaron levemente, decirle sus razones involucraba mencionar que rompieron el tabú, la armadura vacía de Al, y un par de cosas más que realmente preferían no revelar a cualquiera.
—Bueno, ellos... —empezó Gerald, pero el rubio le detuvo.
Finalmente había acabado contándole todo, incluyendo lo de su madre, el cuerpo de Al, su brazo y pierna de automail hasta finalmente revelarle que realizaron la mayor prohibición de la alquimia.
No sabían si fue porque se había conmovido por el relato o porque de todas formas lo haría, pero Tucker dejó que los chicos vieran la investigación, esperaba que de algún modo pudiera ser de utilidad. El mayor de los Elric quedó impresionado al ver el tamaño de la habitación en la que estaban todos los escritos sobre su investigación y Gerald se emocionó al ver la cantidad de libros que había ahí, leer era algo que nunca dejaría de gustarle.
—Siéntanse libres de ver cuánto quieran —dijo Shou Tucker finalmente dejando a los tres más jóvenes solos en esa habitación.
Después de decidir por cuál estantería empezaría a buscar cada uno, Mustang se retiró explicando que aún tenía trabajo pero que luego enviaría a alguien a buscarlos.
Al cabo de varias horas ya habían leído muchos libros, algunos más interesantes que otros, sin embargo, la concentración no es infinita y los jóvenes ya empezaban a aburrirse, el primero en caer en la tentación de un descanso fue Alphonse que empezó a jugar con Nina, la niña que los había recibido.
Al sentir que había algo de ruido, el rubio y el moreno se acercaron a mirar.
—¡Al! ¿Qué haces? —Llamó la atención su hermano cuando lo descubrieron con Nina sobre sus hombros, fingiendo que era un caballo.
—Nina quería jugar con alguien —Se excusó el menor dejando de moverse para poder hablar más cómodamente.
La verdad, tampoco importaba mucho que a esas alturas la armadura dejara de investigar ya que pronto llegaría el Teniente Havoc a buscarlos. Cuando él entró junto con el dueño de casa, lo primero que vio fue a Edward en el suelo con el mismo perro blanco sobre él.
—Hola, Havoc —Saludó el castaño al Teniente. Este, a modo de saludo, movió la mano de lado a lado mientras sonreía.
—¿Encontraron algo útil? —cuestionó Tucker, pero el silencio sepulcral fue suficiente para responderse él mismo—. Pueden venir mañana, también. —conociendo el tamaño de su investigación, sabía que no era posible de leerse toda en un día, además, aunque tuvieran una buena posición en el ejército, seguían siendo sólo unos niños.
El que les diera más tiempo resultaría mejor, tal vez al otro día encontrarían algo, pero primero debían descansar. Havoc fue el último en salir de la casa, le estaba diciendo algo al alquimista de mayor edad relacionado con la evaluación de alquimistas, aunque de los más jóvenes, sólo Gerald había escuchado y entendido a qué se refería.
Los Elric pasaron la noche en un hotel mientras que el moreno se quedó con Roy ya que se le hizo muy tarde para regresar a su pueblo, además, se le haría más rápido para juntarse con Edward y Alphonse al día siguiente y así ir todos juntos a la casa de Tucker.
Esta vez se tomaron la investigación con más calma, incluso hablaban con Nina cada vez que podían.
—Entonces... ¿dices que tú mamá se fue hace dos años de casa? —cuestionó Alphonse.
El Teniente Coronel no pudo evitar desviar la mirada de su libro hacia la menor al escuchar hablar a Alphonse. El castaño había pasado por algo similar después de todo.
—Así es, hermano Al. Papá dice que regresó a casa de sus padres —señaló la niña asintiendo.
Desde que habían llegado, había tomado la confianza necesaria para llamarlos a los tres como "hermano", a ninguno le molestaba esto, hasta se les hacua muy tierno, especialmente a Gerald pues no tenía hermanos.
—Pero estoy bien, papá es muy bueno conmigo y también tengo a Alexander —dijo abrazando al perro blanco, este se acercó rápidamente a ella buscando más de sus abrazos. Eran realmente mejores amigos, prácticamente inseparables—. Pero últimamente papá pasa mucho tiempo en su laboratorio, es algo solitario.
Con su pequeña mano empezó a acariciar el blanco pelaje del canino. Siendo Alexander la única compañía que había tenido ese último tiempo, más aún que los jóvenes alquimistas, le había cogido un enorme cariño a su perro.
Tanto los Elric como Gerald sabían bien como eso se sentía, ninguno creció con sus dos padres junto a ellos, así que decidieron apoyarla y jugar con ella, de ese modo, ella se divertiría y ellos descansarían un rato de su investigación.
—¿Qué dicen si salimos un rato a estirarnos? Estar leyendo así no nos ayudará.
—Apoyo tu idea, Ed. Empiezo a acalambrarme aquí -asintió el moreno dirigiendo sus ojos celestes a Nina otra vez-. ¿Qué dices? ¿Quieres jugar?
-¡Claro que sí! -asintió la menor saliendo de inmediato con una enorme sonrisa-. ¡Muchas gracias hermano Ed y hermano Gerald!
La tarde pasó y se estaban divirtiendo todos, tanto que no se daban cuenta de que alguien no estaba muy feliz.
Perdieron la noción del tiempo jugando, sólo cuando Tucker los llamó para que entraran a comer algo se dieron cuenta de lo tarde que era. Pasaron el rato conversando, específicamente de un tema que los tenía intrigados desde hace un rato; la esposa de Tucker.
—Ella no soportaba vivir en la pobreza así que nos dejó, eso fue antes de que nuestra situación mejorara y me volví Alquimista Estatal —explicó Tucker. Los chicos escuchaban su historia con atención—. No puedo volver a esos días de pobreza, necesito pasar la evaluación sin importar qué.
—No te preocupes, papá. Si ellos te dicen que no, Alexander y yo los regañaremos —dijo Nina ganándose sonrisas de ternura de los demás.
—Eres valiente, Nina —mencionó el castaño haciendo sonreír a la menor que, como de costumbre estaba junto a su mascota.
—Nina, ¿qué te parece si jugamos juntos mañana? —preguntó Tucker a su hija de repente.
La ilusión y felicidad en los ojos de la niña era tan grande que conmovería a cualquiera, eso incluía a los tres amigos que no pudieron evitar sonreír ante la escena delante de ellos.
Todo fue tierno esa tarde, pero para su mala fortuna, el amanecer del día siguiente pareció recordarles que vivían en una realidad donde las cosas no eran color de rosa. Además de las abundantes nubes en el cielo, como una premonición de malas noticias, nadie les abrió la puerta cuando llegaron.
—Buenos días, señor Tucker. Hoy también investigaremos —habló Alphonse a un volumen elevado, pero nadie respondió.
Caminaron unos minutos buscando a Nina y Tucker. La casa era grande, pero aún así ya los habrían encontrado, más aún considerando que los llamaban en voz alta.
Finalmente, acabaron encontrando al Alquimista Hilador de Vida en su laboratorio, pero ni rastro de la niña, tampoco de Alexander.
—¿Señor Tucker? —murmuró Alphonse al verlo.
Él y su hermano entraron, sin embargo, el mayor de los tres no pudo, se quedó paralizado mirando hacia el interior con la boca levemente entreabierta; desde hace un rato había oído un sonido extraño y ver algo al interior del laboratorio sólo confirmó sus peores sospechas.
—Lo logré —dijo el adulto volteando apenas un poco—. Una quimera que entiende el lenguaje humano.
Una criatura llena de pelaje blanco y castaño, tenía una apariencia canina y aparentemente dócil. Los hermanos miraban atentos a la criatura con asombro mientras el moreno se negaba a creer lo que veía.
—Observen... Mira, él se llama Edward —comentó esta vez dirigido a la quimera, esta avanzó un poco hacia el rubio y lo miró a detalle.
—Edward... —murmuró la criatura.
El joven asombrado, de verdad había dicho su nombre, pero pasados unos segundos notó que no todo estaba bien; Gerald seguía con la mirada fija sin entrar, no era normal, mas no alcanzó a preguntar ya que la quimera volvió a llamar su atención.
—Ed... ward... —Además de poder decirlo, la quimera pearecía entender lo que decía—. El es Edward... hermano Ed...
Y eso fue todo lo que necesitó para darse cuenta.
Con esa última frase, Ed lo comprendió todo; por qué Gerald se veía tan mal, por qué Nina y Alexander no estaban, por qué la esposa de Tucker se había ido, todo. Pero era tan horrible, tan inhumano, que ni siquiera alguien a quién pocas cosas le importan como el moreno quería mencionar.
—Señor Tucker —empezó el Alquimista de Acero—, ¿cuándo recibió su título de Alquimista Estatal? "cuestionó sin dirigirle la mirada.
El mayor se lo pensó por unos segundos.
—Hace unos dos años, creo.
La siguiente pregunta fue cuándo lo dejó su esposa, a lo cual la respuesta también fue hace dos años.
—Sólo una pregunta más... —Esta vez Gerald obtuvo el valor para hablar, entrando con la mirada gacha y los puños fuertemente cerrados—. ¿Dónde están Nina y Alexander? —Más que una pregunta, eso había sido un grito.
Entonces Alphonse entendió también, y con los segundos que Tucker dejó pasar antes de responder, lo que ya habían confirmado acabó por finalmente salir a la luz.
—Detesto a los mocosos perspicaces como ustedes.
Dos golpes.
Fueron dos golpes los que Shou Tucker recibió tras haber confesado. No se necesitaba mucho para que el castaño perdiera la paciencia, pero para Edward era un poco más difícil.
—¡¿Cómo pudo?! Primero su esposa ¡Ahora usó a su propia hija y a su perro para transmutar una quimera! —Edward no podía controlarse, el Alquimista de Ascuas tampoco lo habría hecho, pero estuvo al alcance de los brazos de Alphonse que lo retuvieron para evitar que le diera más golpes—. La experimentación en animales tiene sus límites ¡¿Es más fácil cuando se utiliza un humano, no?! ¡Conteste!
—¿Por qué te molestas? —cuestionó Tucker. La sonrisa que tenía era absolutamente despreciable—. ¿Acaso no hiciste lo mismo cuando transmutaste a tu hermano? ¡Viste la oportunidad a tu alcance y la utilizaste! ¡Tú y yo somos iguales!
El rubio se molestó aún más, eso ni siquiera era cierto, él no tenía idea de todo lo que habían sufrido por sus decisiones. Discutieron y muchos golpes más le llegaron a Tucker, mas la armadura detuvo a su hermano antes que pasara a mayores, si bien estaba molesto, se negaba a que su hermano matara a alguien sin importar cuánto lo mereciera.
—Papá... ¿Estás bien...? —murmuró la quimera acercándose tímidamente a su padre. Ante esto, ninguno pudo hacer más que gritar—. ¿Te duele...?
—No piense que esto pasará por alto para la milicia... —murmuró Gerald cuando sintió que recuperaba la compostura, pero lo decía en un tono raspado, como si en cualquier momento fuera a lanzarse para terminar de hacer lo que Ed no hizo—. Su experimento habrá funcionado, pero me aseguraré de que su título de Alquimista Estatal sea retirado permanentemente... Además de eso, irá a prisión.
Los militares no tardaron en llegar, incluídos Roy y Riza. Los tres jóvenes ya no soportaban estar adentró así que se sentaron en los escalones de la casa. Llovía, pero no les importaba. Gerald ya se había calmado, era como si el agua hubiera apaciguado las ascuas de rabia, aunque, literalmente, se sentía un completo inútil. Los Elric estaban peor aún.
—Si es por tomar una vida humana, no hay mucha diferencia entre lo que hacen los militares con lo que hizo Tucker, y eso lo sabes bien, Gerald —comentó Mustang junto a Hawkeye. El mencionado sólo miró de reojo y luego volvió a quitarle la mirada—. Estoy seguro que se enfrentarán a más eventos como este en el futuro, podrían tener que matar a alguien ¿Se deprimirán así cada vez que pase?
Edward abrazaba sus rodillas mientras lloraba en silencio, de los tres era el que más miserable se sentía.
—No somos demonios... ni somos dioses... —murmuraba con la voz temblorosa— ¡Somos humanos! Sólo humanos que ni pudieron salvar a una pequeña niña...
El Coronel avanzó unos pasos hacia el castaño y colocó una mano en su hombro llamando su atención.
—¿Quieres que te acompañe de regreso a Aquroya? —cuestionó posteriormente estirando esa mano hacia él.
Gerald prefería quedarse con sus amigos, pero sabía que estando o no ahí ellos no iban a sentirse mejor, así que tomó la mano de Mustang para ponerse de pie.
—¿Puedo quedarme contigo esta noche? No tengo ánimos para viajar.
Roy no tardó en asentir, así que el de ojos celestes volteó hacia los Elric, se despidió y se retiró con los otros dos militares.
Si normalmente Gerald tardaba en dormirse bajo circunstancias completamente normales, esa noche no durmió ni un poco, la imagen de Nina volvía una y otra vez a su mente cada vez que cerraba los ojos, quitándole las ganas de dormir. Ya había visto cosas que resultarían desagradables para cualquier otro niño de su edad, pero lo visto ese día no tenía nombre.
Mustang estaba preocupado por el estado de ánimo del chico, lo notaba muy ensimismado y apenas le habló durante el resto del día. Se preocupó aún más cuando le comentó en la mañana que habían encontrado muertos a la quimera y a su creador, pero increíblemente, aunque lo entristeció un poco sin llegar al punto de llorar, Gerald se sintió mucho mejor después de eso, esto debido a que pensaba que Tucker se lo merecía y que la vida que llevaría Nina siendo una quimera sería miserable, por lo que la muerte era la mejor opción.
Acabó acompañando a Roy a la escena del crimen, estaba claro que ambos habían sido asesinados y aparentemente la alquimia había sido empleada.
El Teniente Coronel Maes Hughes y el Mayor Armstrong también estaban ahí, habían viajado desde Central para investigar el presente caso, e incluso antes de llegar ya sospechaban quién era el culpable.
—¿Scar? —murmuró el azabache al escuchar ese nombre.
El de anteojos asintió con seriedad, mirando a todos los presentes en la habitación.
—No sabemos como se llama realmente, así que lo llamamos de ese modo por la cicatriz en forma de cruz en su frente.
Tenían muy poca información, de hecho, no había mucho que podían decir con claridad, sólo que hasta ahora sus víctimas eran sólo alquimistas estatales, y ahora también la quimera.
—No tenemos idea de cual es su objetivo...
Los ojos de Roy se entrecerraron y trató de recordar, el sabía aún menos que Maes Hughes sobre el tema.
—Hemos escuchado rumores, no sabiamos que ustedes lo buscaban.
—En Central ya son cinco los Alquimistas Estatales que ha asesinado —empezó esta vez el de bigote—, y en toda la nación, van diez.
—Por ahora, aumenten la guardia e intenten tomárselo con calma, se los pido como amigo —añadió Hughes a los dos Alquimistas Estatales del Este, ambos asintieron, aunque Gerald sólo observó la situación en completo silencio—. Aparte de Tucker, ustedes son los únicos alquimistas famosos en esta área ¿no?
Los ojos del menor se abrieron al instante con temor y salió corriendo.
—Maldita sea ¡Edward sigue en esta ciudad! —exclamó siendo seguido por los demás.
Debían encontrarlo y debían hacerlo rápido, sólo que el que sería su enemigo estaba más cerca del rubio que ellos.
Y no sería de lo único que tenían que preocuparse ya que en Lior, el pueblo en el que supuestamente Ed y Al habían descubierto la mentira del Padre Cornello, una nueva revuelta comenzaba, y esta había empezado por el mismo religioso, sólo que el verdadero, en realidad, ya estaba muerto.
That night he caged her
Bruised and broke her
He struggled closer
Then he stole her
Violate wrist and then her ankles
Silent pain
Then he slowly saw their nightmares
Were his dreams
~ Monster/Meg & Dia
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