Capítulo 24: Mentira tras Mentira
De Gerald no podía decir mucho ya que apenas había hablado con él, pero se notaba que Miles no confiaba para nada en Kimblee. El mayor les mostró la fortaleza y en todo el recorrido fue serio, la razón era obvia; se sentía forzado a hacerlo.
Por otro lado, los alquimistas sólo sabían que Raven tenía que hablar algo con la Mayor General pues los altos mandos querían que se uniera a ellos para el plan en el que usarían todo el país, de ese modo, ella estaría aliada con los homúnculos y dejaría a un ejército tan fuerte como Briggs sin su líder, sin embargo, lo que los altos mandos no sabían era que los soldados del muro actuaban como uno solo, estuviera o no estuviera la General.
Volviendo con Gerald y Kimblee, ellos no sabían con exactitud en dónde estaba el General Raven, pero su misión no tenía relación con eso así que tampoco les interesaba averiguarlo. Ya estaban advertidos de que el muro de Briggs era un lugar peligroso si no se cuidaban, pero a decir verdad, a ninguno de ellos dos les pareció la gran cosa.
Cruzando por un pasillo se toparon con dos militares, estos traían a dos prisioneros atados con ellos. El castaño sonrió al reconocer a tres de ese total.
—¿Oficial Falman? ¿Ed? ¿Al? –murmuró fingiendo estar sorprendido, después de todo, ya sabía que se encontrarían ahí, pero la felicidad era genuina, estaba realmente feliz de verlos otra vez.
—¡¿Gerald?! —dijeron los Elric al unísono—. ¿Pero cómo...? ¿Qué haces aquí?
—¿Teniente Coronel? –Se sorprendió Vato mirando al menor.
El moreno lo había llamado "Oficial", pero se asombró un poco al ver una estrella más en su uniforme, ahora era un Teniente Segundo.
El chico de claros ojos miró a sus amigos con una pequeña sonrisa, una que usaba cuando todo estaba bien.
—Tranquilos. Escapé.
Sus amigos se sobresaltaron, no entendían cómo podía decirlo tan tranquilo. Si había escapado entonces ese lugar corría peligro de que los homúnculos vinieran por él, peor aún, si lo seguían entonces todos corrían riesgo.
Gerald sonrió, aparentemente le habían creído su pequeña mentira.
—Él me ayudó —añadió señalando a Kimblee, este sólo hizo una pequeña reverencia—. Escapé en tren y de algún modo vine a parar al Norte. Él medio muerto y yo cerca de congelarme... Nos ayudamos mutuamente para sobrevivir.
—Disculpe, Mayor —dijo uno de los hombres, era el militar al que no conocía—. ¿Quiénes son ellos, si me permite preguntar? —cuestionó acercándose a los dos alquimistas que venían con Miles.
—Solf J. Kimblee y Gerald Katsaros —contestó Miles señalando a cada uno a medida que lo nombraba—. Son invitados del Teniente General Raven.
Edward había escuchado del Alquimista Carmesí antes, pero nunca había visto a Kimblee en persona.
—Tú debes ser el Alquimista de Acero. Debo decir que el nombre te viene como anillo al dedo —dijo Kimblee hacia el alquimista, sin embargo, lo dijo mirando al equivocado, pensaba que Alphonse era el Alquimista de Acero.
Cuando vio que todos los presentes, incluido el castaño, señalaron al rubio, se corrigió.
—Oh, eres tú. Gusto en conocerte.
Como era de esperarse, Ed se molestó, aunque como siempre, no le duró demasiado.
—Igualmente –contestó reprimiendo el insulto que habría dicho si no se hubiera corregido.
El moreno se acercó a los menores sin contener su curiosidad.
—Oigan ¿Qué hicieron para estar atados?
La armadura, saliendo un poco de su sorpresa de ver a su amigo ahí, le dijo que era sólo por seguridad. Ya que ellos habían llegado solos y para los soldados de Briggs podrían ser espías de Drachma, no iban a arriesgarse.
En ese lugar realmente tomaban medidas estrictas, por ejemplo, hombre que no trabaja es hombre que no come. Además, la vigilancia era constante; no dejaban a los Elric caminar por donde quisieran, por eso los llevaban atados, y por si fuera poco, su "habitación" era una celda y dormían esposados.
Luego de escucharlos, Gerald empezó a pensar que tal vez el lugar donde se quedaba con los homúnculos era un paraíso comparado con eso, pero aún así quiso acompañarlos en su celda por un rato. También les contó sobre su entrenamiento, les explicó a mayores rasgos como fue su "escape" de Envy, la cual era una historia que había inventado con Kimblee de antemano, y les dijo la excusa antes formulada de porqué acompañaba al Alquimista Carmesí. Por suerte, los Elric le creyeron, seguían preocupados, mas por el momento tampoco les importaba mucho la forma en la que escapó, les bastaba con ver bien a su amigo.
Pasaron varios minutos juntos hasta que Kimblee fue a buscarlo, lo llevó junto con Miles a una sala en la que tenían varios vehículos motorizados y armas, algunos aún sin probar. Había un agujero gigante cerca de una tubería, el Mayor les contó que un ser monstruoso que no moría salió de ahí, pero eventualmente lograron frenarlo.
Junto a ese agujero estaba la Mayor General Armstrong y un Soldado, parecían estar discutiendo, mientras tanto, los alquimistas y el Mayor Miles se encontraban mirando desde más arriba.
—El Teniente General Raven le ordenó a la Mayor General poner a ese ser que no muere devuelta al túnel ¿no? Así que hasta ella obedece a los que tienen poder... —mencionó Kimblee al de sangre ishvalana.
—¿Quién habría pensado que esa regla haría que hasta la Mayor General deba renunciar a su autoridad dependiendo de la situación? Bueno, fue algo muy acertado —Miles sólo miró de reojo al moreno al oírlo hablar.
Gerald no le tomó importancia a esa mirada de soslayo, parecía ahora más atento en otra cosa, en el ascensor para ser más específicos.
Venían varios militares rodeando a ese ser que no podía morir; era grande, muy musculoso y, a diferencia de otros homúnculos, tenía un aspecto ni remotamente similar a un humano, también tenía un tatuaje de Ouroboros en la espalda. Si todos los homúnculos tenían nombres de pecados y el castaño ya conocía a los otros seis, entonces era fácil deducir que este era Sloth.
Raven había llegado hasta abajo con el homúnculo gigante y lo hizo entrar al agujero otra vez. Kimblee no escuchó pues estaba muy lejos, pero Gerald, a pesar de estar junto al de traje blanco, se sobresaltó ligeramente al oír claramente de los labios del General que "Era una orden directa de Pride seguir con ese túnel", con eso, Sloth se metió al túnel y con sus gigantes manos se puso a cavar. Al moreno le impresionaba lo obediente que era de Pride, lo obedeció casi al instante, aunque sólo Sloth sabía si era por una amenaza o por cualquier otra cosa.
—Todo está bien, es una quimera realizando una tarea para la milicia de Central —explicó, pero los dos alquimistas de más arriba sabían que eso no era cierto y no pudieron evitar sonreír al escucharlo—. Ahora, cubran este agujero, hombres de Briggs.
A eso se referían con obedecer a los que tienen poder; las órdenes de un militar de mayor rango, aunque no fuera conocido, debían cumplirse sin protestar. Y así hicieron los soldados de Briggs, llenaron el agujero con cemento, tardaron unos dos o tres días, pero lo cumplieron.
En ese plazo de tiempo, Gerald pasaba el tiempo que podía con Ed y Al, pero la mayor parte del día estaba con Miles y Kimblee ya que también debía estar vigilado, aunque de una manera mucho más disimulada, además, al ocupar una habitación con Kimblee ni siquiera parecía estar siendo vigilado.
El Alquimista Carmesí y el Alquimista de Ascuas también usaban varias veces los teléfonos para recibir instrucciones de parte de los homúnculos, sin embargo, eran muchas las llamadas y Miles empezaba a sospechar.
—¿Sabe dónde está el Teniente General Raven? Necesito decirle algo importante —preguntó Kimblee al Mayor, sin embargo, él se detuvo sin responderle la pregunta.
—Estuvieron al filo de la muerte, pero de algún modo se recuperaron el mismo día —dijo Miles cuando recibió un par de miradas extrañadas de parte de los otros—. ¿Qué hicieron?
—Le dije que él estaba herido cuando me encontró —Se apresuró a decir el castaño a Miles—. Cautericé la herida, pudo ser de ayuda.
Pero el de cabello blanco negó.
—No me crean tonto. Yo mismo lo vi ese día y necesitaba mucho reposo, que la herida estuviera abierta o cerrada daba igual. Además, usted también tuvo un episodio de hipotermia al filo de lo severo, ni siquiera sé cómo es que logró estar de pie mientras hablábamos ese día.
Al igual que todos los soldados de Briggs, Miles era desconfiado con los que no conocía, y aunque ya había pasado algunos días vigilando a esos dos, algo no le agradaba, en el fondo sabía que algo ocultaban.
—Es algo que no te incumbe —respondió Kimblee finalmente sin darle detalles.
—Ya he investigado de ustedes... primero, Solf J. Kimblee —comentó Miles con seriedad—Estabas en prisión. ¿Cómo te las arreglaste para salir? —El de traje blanco nuevamente respondió elusivo—. Y segundo, el Teniente Coronel Katsaros... El soldado que se unió a la milicia a la edad más joven. Tengo entendido que eres un muy buen militar y uno de los hombres de Mustang de Central... No sé cómo alguien así puede estar junto a Kimblee.
—Creí que ya se lo había dicho, Raven me pidió que viniera porque creyó que sería más seguro para mi estar dentro del muro que fuera de él, y como el muro es peligroso, me ordenó quedarme con Kimblee.
—Esas suenan como respuestas preparadas de antemano...
El Mayor seguía serio, pero a Kimblee parecía entretenerle la situación, a Gerald, más que otra cosa, le divertía la reacción molesta del hombre de Briggs.
—Estás algo agresivo... ¿Es porque fui un soldado activo en Ishval? ¿O tal vez porque ya te diste cuenta de que a él no le agradan los ishvalanos? —cuestionó el Alquimista Carmesí sonriendo.
Tanto Miles como el castaño lo miraron esta vez, por su parte, el moreno estaba haciendo su esfuerzo para que no se notara su disgusto hacia los de su raza mientras el mayor ni siquiera sospechaba de esto.
—¿Qué hago para que estés satisfecho? –El militar no estaba para bromas, pero Kimblee seguía sonriendo—. ¿Quieres saber qué tipo de muerte tuvo tu gente? Puedo decírtelo a detalle.
—¡Guarda silencio Kimblee! —interrumpió Miles esta vez con firmeza.
El menor se sorprendió un poco por el cambio tan abrupto de actitud, pero todas las personas tenían su límite y el Mayor ya había alcanzado el suyo. Un soldado apareció y llamó al militar de Briggs dejando a los otros dos en el pasillo, pasados un par de minutos, Miles regresó con ellos con el rostro un poco más calmado, o al menos lo tenía como normalmente estaba.
—Kimblee, Teniente Coronel Katsaros, el Teniente General Raven está desaparecido —Le dijo a los dos, Kimblee alzó una ceja al escucharlo—. ¿Tienen idea de en dónde puede estar? —Los dos alquimistas se miraron entre sí y se encogieron de hombros, el Teniente General no les había comentado nada al respecto—. Es un problema, esta base no es segura para que la gente ande paseándose por ahí. Si algo le pasa...
—¿Problema? De hecho no es ningún problema —interrumpió el castaño interrumpiendo al de mayor edad—, significaría que finalmente nos libramos de ese idiota...
Miles se sorprendió pues no se esperaba la respuesta. Por el momento, Gerald y Kimblee estaban bajo el mando de Raven, así que sin él, ambos quedaban libres.
—A mí me parece perfecto. Tengo autorización del Führer para actuar por mi cuenta si algo le pasa al Teniente General —El Mayor parecía molesto al escuchar esas palabras, como si hubiera esperado otra reacción para sacar ventaja de estas—. Ahora... ¿Sería tan amable de conseguirnos un vehículo, Mayor Miles? Mis órdenes tienen la misma importancia que las del Führer, así que le recomiendo que obedezca, ahora tengo más poder que usted.
Basados en la ley del más fuerte que regía a Briggs, el Mayor Miles no tuvo más remedio que obedecer y se retiró, dejando a los dos solo otra vez.
—¿Acaso dijiste "conseguirnos"? —cuestionó el menor con ironía.
Kimblee no quitó su sonrisa.
—Ya escuchaste al Mayor; este lugar es peligroso para caminar por ahí y alguien me ordena por teléfono mantenerte vivo todos los días.
—Creo saber quién es ese alguien. Me ordena lo mismo también —murmuró el moreno siguiendo a Kimblee cuando este empezó a caminar—. En fin ¿Qué haremos ahora? ¿Buscar a Marcoh sin pista alguna?
El menor mantenía su tono sarcástico, y el mayor hacía lo mismo, pero con un tono misterioso.
—Ya verás —Fue todo lo que dijo Kimblee para responder a su pregunta.
El menor comprendió el siguiente paso en poco tiempo. Luego de que Miles les consiguiera un transporte, ambos se dirigieron a la estación de trenes de Ciudad del Norte, esto extrañó al de cabello rizado ya que no sabía que viajarían o que esperaban a alguien, pero cuando Winry salió de la estación, sus dudas fueron aclaradas sin necesidad de que alguien le dijera algo; la mayoría de las llamadas de Kimblee eran con el Führer, y él le reportaba todo, eso incluía a los Elric estando en ese lugar, es decir, habían visto a Sloth, por lo que enviaron a Winry como recordatorio de que sólo se enfocaran en sus investigaciones y en nada más.
—Oh, hola Gerald. No sabía que tú también estabas aquí —saludó la rubia con una sonrisa al ver al castaño, este en cambio, trataba de forzar una sonrisa—. ¿Cómo estás?
El de celestes ojos se obligó a salir de su nerviosismo, hizo un esfuerzo por sonreírle de vuelta, pero ella notó esa sonrisa forzada, como si algo no estuviera bien.
— Algo ocupado últimamente, pero bien, gracias.
La de ojos azules no se sorprendió mucho de verlo ahí ya que imaginaba que era algo referente a su trabajo como militar, no por nada traía puesto su uniforme, pero le extrañaba ver esa actitud tan insegura en su amigo moreno.
—Es usted la señorita Winry Rockbell ¿no es así? —cuestionó Kimblee acercándose a los más jóvenes. Cuando la interrogada asintió, el adulto sonrió amablemente—. Gusto en conocerla, puede llamarme Kimblee —Se presentó él.
—Igualmente, señor Kimblee. He venido a hacer el mantenimiento tal como me lo pidió la milicia —dijo Winry manteniendo su sonrisa.
Aquello sólo reforzó la teoría del moreno de que en los reportes por llamadas telefónicas de Kimblee con los homúnculos, específicamente con Bradley, decidieron enviar a la rubia a Briggs bajo la excusa de hacer el automail de Edward resistente al frío. Cuatro militares más de Central seguían a Winry, estos eran sus guardaespaldas.
Pero Gerald sabía que el automail del rubio no era el motivo, habían ido a buscar a Winry para recordarle a Ed que la tenían de rehén, es decir, seguramente iban a pedirle que hiciera algo. Además, los militares de Central no eran sólo militares, eran quimeras, pero eso aún no lo sabía.
—Señorita Rockbell —mencionó Kimblee luego de varios minutos de silencio en el automóvil de regreso al muro. Miles no les prestaba atención y Gerald iba algo tenso como para hablar—, sus padres fueron los doctores que murieron en Ishval ¿verdad?
Winry sólo pudo agachar la cabeza y asentir, puede que hayan pasado varios años pero a ella aún le dolía.
—Eso pensé, fue lo mismo que con los padres de Gerald; mi tropa no logró llegar a tiempo —Le rubia miró sorprendida al mayor, luego a Gerald por unos segundos, que miró por la ventana para no deprimirse, y luego a Kimblee otra vez—, cuando llegamos, ellos ya...
Al ver a la menor agachado su cabeza nuevamente, a Kimblee le quedó claro que no era necesario terminar la frase.
—Fueron fieles a su deber como doctores y se aferraron a sus creencias hasta el final. Los admiro mucho. Hubiera sido un honor haberlos conocido en vida —Winry no pudo responder, pero Kimblee le sonrió con amabilidad.
Era extraño, pero parecía que el Alquimista Carmesí hablaba con sinceridad y empatía, y Gerald había escuchado esa forma de hablar en él sólo una vez; cuando lo conoció.
—Tenían una fotografía en la que salía su adorable hija. Tu existencia debió ser lo que los mantenía fuertes —Esta vez Winry sí levantó la vista y sonrió mucho más tranquila.
Cuando quería, Kimblee podía ser una muy buena persona, un caballero capaz de consolar, sin embargo, Gerald debía aceptar que le gustaba más su forma habitual de actuar, es decir, con algo de sarcasmo.
No tardaron en volver a la fortaleza luego de esa nostálgica conversación, y al llegar, lo primero que hicieron Kimblee y Gerald fue ir con los Elric.
—Hola, Katsu —saludo el rubio al castaño, él fue el primero en entrar a la celda de los hermanos pues se había adelantado mucho a Kimblee. Pero algo era raro, su amigo castaño tenía algunas gotas de sudor bajando por su mejilla y se veía verdaderamente nervioso—. ¿Está todo bien? —preguntó él al ver que no le decía nada.
—Para ustedes, puede que no... —Fue lo que alcanzó a decir antes de que Kimblee entrara a la habitación. Por suerte, el mayor no alcanzó a escucharlo, era raro tener secretos para cada uno, se sentía como estar traicionando a los dos bandos.
Edward no comprendió a lo que se refería, pero tampoco pudo pensar en eso ante la presencia del Alquimista Carmesí.
—Hola, vengo a hablar con el Alquimista de Acero —comentó Kimblee mientras avanzaba hacia ellos—. Les traje un invitado especial —El castaño agradeció internamente que Kimblee no dijera "trajimos", como Envy había hecho una vez, pues eso le habría traído aún más problemas.
—¿Invitado? —cuestionó Edward mirando hacia la puerta que Winry acababa de abrir. Los Elric se exaltaron apenas la vieron mientras empezaban a comprender el nerviosismo del moreno—. ¡Idiota! ¡¿Qué haces aquí?! —gritó el rubio asustado por su amiga.
Ella pareció molestarse sin captar la preocupación.
—¡¿Por qué?! ¡Vine a cambiar tu automail! ¡¿Por qué están encerrados?!
—¡Nadie te pidió que vinieras! —regresó Ed aún preocupado. Ya entendía que aquello era para recordarles que ella era la rehén.
—¡Estaba preocupada! —añadió ella bajo la mirada exaltada del rubio— ¡No me hubiera enterado ni de que estás aquí si la milicia no me decía!
Edward se sobresaltó ahogando un suspiro.
—¿La milicia? —Esta vez los Elric no comprendieron.
No fue hasta que Kimblee los calmó que dejaron de discutir.
—El Führer se preocupó al escuchar que no tenías el equipamiento adecuado —explicó el alquimista de traje colocando sus manos en los hombros de Winry, esto hizo que tanto Ed como Al se molestaran.
Dejaron salir a Edward de la celda para que Winry hiciera las mejoras, mientras tanto, Gerald se quedó con Alphonse.
—No supe qué hacer cuando la vi, nunca pensé que la traerían —comentó Gerald a la armadura, esta vez hablaba con honestidad.
—¿Será que la trajeron porque escapaste? No. No tenían cómo saber que viniste aquí, específicamente... —cuestionó Al pensando, pero luego negó a su propia idea—. Espero que no le hagan nada —murmuró después agachando su cabeza metálica.
—Creo que sólo podemos garantizar su seguridad haciendo lo que nos dicen —añadió el mayor imitando la postura de Al.
Pasaron más tiempo conversando hasta que notaron que Ed ya se había tardado bastante del mantenimiento y su hermano empezó a preocuparse, pero llegó unos minutos después junto con la mecánica, Kimblee y dos de los guardaespaldas de la rubia.
Aproximadamente, había pasado una hora y media desde que iniciaron las mejoras de Winry. Habían tardado en regresar ya que el Alquimista Carmesí se quedó hablando con el Alquimista de Acero una vez que terminaron las reparaciones, no era una conversación normal, era una propuesta de trabajo, una que Edward no quería aceptar, pero que traería un beneficio si lo hacía.
—Winry, debo decirte algo —dijo Ed una vez que todos se encontraban en la celda—. Estás siendo mantenida como rehén.
El rubio acabó sorprendiendo a los otros, incluso a su hermano y a su amigo. No sabían por qué se lo habían revelado, además, Kimblee estaba afuera escuchando ¿Estaba bien decirle?
Winry no se espantó, pero sí se sorprendió.
—¿Qué quieres decir?
—Los del alto mando me pidieron hacer mi trabajo como arma humana. Existe la posibilidad de que mate a mucha gente —explicó él agachando levemente su cabeza.
Los otros dos chicos la miraron con atención, esperando su reacción.
—Entonces debes negarte —Se apresuró a decir la de ojos azules.
Sólo cuando sus tres amigos desviaron la mirada de ella, entendió a lo que se referían con "rehén". La joven se sentó en la cama que Edward usaba y se cubrió el rostro, no estaba llorando, pero estaba muy confundida y preocupada. Se sentía mal, sentía que se había vuelto una carga para los chicos.
—También, dijeron que si coopero me darán una Piedra Filosofal —Su hermano menor se sobresaltó.
El moreno entrecerró los ojos ligeramente, aún cuando los Elric no quisieran usar la piedra en realidad y aunque Kimblee tuviera dos, Envy no le había dado una para eso.
—Pero... los ingredientes son...
—¡Ya lo sé! —Se produjo un silencio algo incómodo hasta que Alphonse lo rompió con un "Haz lo que quieras". Luego, la vista del rubio se dirigió al castaño—. Katsu, mientras hablaba con el Alquimista Carmesí me fue inevitable preguntarme algo —El moreno lo miró con intriga—. ¿De qué lado estás?
Gerald se sorprendió un poco, pero no quiso demostrarlo y entrecerró ligeramente los ojos. Era algo que incluso él no sabía, y que mucho menos podría explicar.
—Estoy de tu lado ¿Por qué lo preguntas hasta ahora? —respondió el moreno, sin ser la más sincera ni la más falsa de sus respuestas.
—Porque estás con Kimblee aún cuando Raven ya no está —finalmente Edward había encontrado una incongruencia en la excusa que Gerald les dio—. ¿Por qué todavía lo acompañas?
—Porque él me lo ordenó... —Gerald estaba serio, pero a veces se ponía así por lo que no era motivo para desconfiar.
Luego de decir esas palabras, abrió un poco más sus ojos. Desde la vista de cualquiera parecía que el castaño se había sorprendido luego de descubrir algo importante, sólo que era falso, estaba mintiendo.
—Ahora entiendo... Así que después de todo, también soy un rehén... —murmuró el moreno bajando la cabeza de a poco—. ¿Crees que estaría aquí si no los apoyara a ustedes...?
Sus amigos lo miraron con algo de lástima, su tono era muy convincente. La razón por la que agachó la cabeza fue para que no notaran que estaba riéndose al ver que se estaban tragando la mentira, y lo peor era que no quería reír.
—Cuando me llevó al hospital creí que fue sólo amabilidad, luego apareció Raven quien me ordenó que fuera con ellos, eso me pareció extraño pero aún así lo hice pues quería pasar tiempo con Kimblee porque me agradó, pero... Me dijo que el Führer le permitiría hacer lo que quisiera si algo le pasaba al Teniente General y después de que desapareció, me ordenó que lo acompañara, que siguiera a su lado...
Explicó Gerald inventándose la historia a medida que recordaba las palabras del Alquimista Carmesí, sin darse cuenta de que esa mentira no era la misma que le habían dicho a Miles.
—Así que... Envy debe saber que estoy aquí...
Desde el exterior de la celda, Kimblee sonrió. Ni el lenguaje corporal ni la voz titubeante del muchacho mostraba indicios de mentir, no era tan malo haciéndolo; sólo otro mentiroso como el Alquimista Carmesí, podría darse cuenta que las palabras de Gerald no eran honestas. Kimblee entendía la razón y no lo desmintió, no era asunto suyo para hacerlo.
—Entiendo... —murmuró Edward volteando mientras los guardias abrían la puerta de su celda.
No dijo palabras de apoyo al moreno pues sabía que a su amigo no le gustaba ser consolado, a menos de que la persona que lo consolara fuera Roy.
—Acepto el trabajo —Se le escuchó decir al rubio una vez que salió. Winry y Gerald salieron después de él— Primero iremos por Scar, llevaré a Al y a Gerald conmigo.
Alphonse confiaba en su hermano, sabía que no pensaba usar la piedra. Ya habían investigado otro método para recuperar sus cuerpos, lo harían a través de una alquimia distinta; la transmutación a distancia de la niña que salvaron cuando conocieron a Padre. Al parecer ella estaba con Scar, así que la buscarían a ella bajo el pretexto que buscaban a Scar. Empezarían la búsqueda en ese mismo momento, no sabían bien en dónde podía estar, pero revisarían cada casa del área Norte de ser necesario.
Gerald sólo siguió al Alquimista Carmesí, nunca había estado tan inseguro de sí mismo excepto cuando estuvo apegado a Mustang, la cosa es que ahora estaba solo y se sentía aún peor ya que esa otra vez no tenía la necesidad de mentir demasiado. Al Alquimista de Ascuas muchas cosas le daban igual, pero mentirle a sus propios amigos con algo tan serio no era una de ellas, con tantas mentiras dadas empezaba a olvidar qué versión le daba a cada uno, se sentía un verdadero traidor, y lo peor de todo era que no sabía a quién estaba traicionando; a los Elric o a Kimblee, y no quería traicionar a alguno.
Cuando subieron a los vehículos para iniciar la búsqueda de Scar, Kimblee se sentó junto al castaño y sonrió.
—No sabía que eras un perfecto mentiroso. Me agradas, Gerald Katsaros —comentó este con algo de ironía mientras acercaba al castaño a él con un brazo.
Al no recibir respuesta, Kimblee notó aquella mirada insegura, una que no debería estar en su rostro.
—¿Estás bien, pequeño? —preguntó, aunque Gerald nunca supo si preguntó por preocupación o por curiosidad.
El moreno suspiró intentando calmarse. La primera vez que habló con Kimblee le había dicho que no era mentiroso, y justo ahora estaba haciendo lo contrario. No le preocupaba el estar actuando así con el mayor, no era que quisiera impresionarlo ni nada parecido, pero si le preocupaba por estar cambiando demasiado su actitud; Gerald no era así antes de irse con los homúnculos.
Tal vez todo eso, sumado a viajar con el Alquimista Carmesí, y, sobre todo, alejarse de Roy, empezaban a generar cambios en su forma de actuar; nacía un mal comportamiento que sencillamente quería matar, además, le complicaba las cosas.
Si se encontraban con Scar, él podría revelar que el castaño venía con Kimblee desde el principio, para lo cual tendría que mentir nuevamente, o tal vez tuviera suerte y el ishvalano no dijera nada, pero era una mentira tras otra, y ya no sabía cuantas más podría soportar.
—Quiero dejar de mentir...
I never trust a narcissist
But they love me
So I play 'em like a violin
And I make it look oh so easy
'Cause for every lie I tell them
They tell me three
This is how the world works
Now all he thinks about is me
~ I Did Something Bad/Taylor Swift
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