Capítulo 13: Rumores en Central
—Ya llegué... —murmuró Gerald avanzando a paso lento. Una pizca de cansancio podía notarse en su voz mientras miraba hacia el interior de la oficina de Mustang, sin embargo no lo encontró ahí.
Habían pasado unas dos semanas desde el funeral de Maes Hughes y aquellos que eran más cercanos a él notaban su ausencia, algunos incluso admitían que extrañaban que les mostraran la diaria fotografía presumiendo a su hija.
Luego de preguntar en dónde se encontraba el Coronel en la recepción, caminó hacia la oficina del General Grumman; el abuelo de Riza. Por suerte habían adelantado el trabajo de esa semana ya que tanto él como Roy se encontraban jugando una partida de ajedrez.
Mustang miró hacia el chico en la puerta y sonrió una vez que lo vio en la puerta.
—Buenos días, Gember. Llegas a tiempo para ver mi victoria.
Gerald miró con cierta curiosidad y se acercó. Una vez que se encontró junto a ellos, el Alquimista de Fuego volvió a dirigir su vista hacia el tablero.
—No te confíes tanto, Mustang —advirtió el de mayor edad haciendo su jugada—. Vaya, me sentiré solo cuando ya no estén. Se van la próxima semana a Central ¿no es así?
No podían creer que faltara tan poco tiempo, ir ahí era prácticamente trabajar con los altos mandos. Ahora... No sabían si eso sería bueno o malo.
Ambos asintieron emitiendo un pequeño sonido de afirmación.
—Aprendí mucho en cada trabajo que me asignó, se lo agradezco mucho —Mientras conversaban, Roy miraba con atención las piezas de su juego. Al siguiente movimiento, sólo sonrió—. Jaque Mate —anunció al lograr que el rey de Grumman se quedara sin movimientos y el resto de fichas no consiguiera protegerlo.
—Es la primera vez que le ganas, Roy, bien hecho —felicitó el moreno, aunque se notaba por su modo de hablar que estaba burlándose del Coronel, era un tono sarcástico ya muy característico como para no identificarlo.
—Considera el juego como mi regalo de despedida —dijo el anciano poniéndose de pie.
Él iba a retirarse, pero Roy lo detuvo cuando este ya se encontraba en la puerta.
—Junto a su regalo, me gustaría pedirle algo. Quisiera que unos hombres vinieran conmigo a Central —anunció finalmente tras una pequeña pausa. Eso fue algo que el General aceptó sin pensarlo y luego de permitirlo, se retiró—. Gerald ¿Podrías decirle a los demás que vengan? Los estaré esperando en mi oficina.
—En seguida —contestó el castaño saliendo de la oficina, después, Roy se dirigió a la suya. No era necesario preguntar a quienes se refería, el equipo de Mustang ya le era conocido.
Fue coincidencia que en el pasillo más próximo a la oficina de Roy se encontrara con todos los oficiales que debía llamar, luego caminaron todos juntos hacia la ya mencionada oficina.
—Sargento Kain Fuery, Oficial Técnico Vato Falman, Teniente Segundo Heymans Breda, Teniente Segundo Jean Havoc, Teniente Coronel Gerald Katsaros, Teniente Riza Hawkeye —Los nombró uno a uno el Coronel cuando entraron.
Con el pasar del tiempo Roy había conseguido tener subordinados, todos eran personas que creían en su ideal y sus palabras, eso incluía a Jean Havoc quien se unió al Coronel poco tiempo después de que Gerald se volviera Alquimista Estatal.
—Todos ustedes vendrán conmigo a Central. No aceptaré quejas.
Todos adoptaron firmeza indicando que seguirían a Roy. Sólo hubo uno de ellos, el mismo Havoc, quien no estaba muy convencido.
—Coronel, esto no es bueno, es muy repentino —explicó Jean con un cigarrillo en sus labios. El de cabello negro lo miró sin entender de qué estaba hablando—. Justo me conseguí novia.
—Termina con ella —respondió Gerald quitándole a Mustang la oportunidad de hacerlo él mismo.
Mustang había dicho que no quería oír quejas, para él aquello no era excusa, los demás intentaron consolar al Teniente, aunque sin encontrarle la razón.
La semana había pasado rápido, todos se juntaron en la estación de trenes en la mañana y en la tarde partieron a Central, para Gerald sería difícil dejar por tanto tiempo sola su casa en Aquroya, pero no había nada que hacerle.
Como los siete eran nuevos ahí era normal que recibieran la mayoría de las miradas en el Cuartel General, pero no eran sólo miradas, hablaban de ellos a sus espaldas y la envidia era palpable, especialmente de los dos de mayor rango por tener una posición tan alta a una edad tan corta.
A diferencia de Roy, los otros de su grupo aún les quedaban algunos trabajos pendientes así que se fueron a sus oficinas apenas llegaron.
—Iré a preguntar algo a la oficina del Führer —anunció Mustang al único subordinado que lo acompañaba en esos momentos—. ¿Vienes conmigo?
Gerald aún debía trabajar en un par de reportes, pero no era nada tan urgente así que lo acompañó. Ambos salieron de la oficina del mayor e inmediatamente todas las miradas que creían terminadas volvieron a ellos.
—¿Ése es Roy Mustang? —murmuró alguien a otra persona, pero era imposible decir quién fue, aquel pasillo estaba repleto de militares.
—Los dos Alquimistas de Fuego llegaron aquí ¿eh? —Le siguió otra voz.
Estas eran bajas, pero aún así eran fáciles de ser oídas, más aún por Gerald.
Las voces no se detenían.
—El niño es Teniente Coronel, tiene un rango muy superior al mío ¿Qué clase de trabajos hará para subir tan rápido?
Gerald miró con el ceño fruncido hacia la dirección de esa última voz, por el modo con el que el desconocido dijo "trabajos" era obvio que no se refería al sentido literal de la palabra.
—Yo creí que ellos dos eran pareja, no creo que el chico haga ese tipo de cosas. Pero aún así, es cierto... alcanzaron el rangos muy altos y se ven tan jóvenes...
—¿A quién le importa? ¿Qué no te has fijado en el chico? Qué suerte la de Mustang al salir con alguien tan jovencito.
—Yo escuché que se vio a escondidas con el Coronel Chandler y el General Wilson. Ambos dijeron que ellos lo hacían ascender a cambio de sexo...
—La otra noche lo vi saliendo de un bar en el que trabajan varias chicas, no me extraña que él también...
—Sé que todo es mentira, no les hagas caso—dijo Roy al moreno de manera disimulada al ver la expresión ya molesta en su rostro. Quería intentar que dejara de prestarles atención.
Gerald relajó su rostro, suspiró e intentó sonreír para no preocuparlo.
—Estoy bien. Envidiosos hay en todas partes ¿no? —respondió, aunque eso, a su vez, se lo decía a sí mismo para controlarse y, aunque sea por una vez, para no perder la paciencia.
Llegaron a la oficina de la máxima autoridad, sin embargo la secretaria les anunció que él había salido a realizar una inspección al sur junto con otros soldados.
—Al sur —repitió Gerald luego de salir de la oficina—. Edward y Alphonse están por ahí, dijeron que irían a ver a su maestra o algo.
El mayor negó.
—No creo que sea algo relacionado con ellos, pero aún así es raro que él vaya personalmente a inspeccionar —comentó revelando el motivo de su confusión—. Armstrong tampoco está aquí, así que me imagino que él es parte de los soldados que lo acompañaron, pero mandarlo a él habría bastado si esto fuera una simple inspección.
Al escuchar la condicional, el moreno parpadeó.
—¿Quieres decir que no es una inspección? ¿Qué es, entonces? —cuestionó las dos preguntas de modo que no le dio tiempo de contestar la primera.
—No tengo idea... —respondió dando por finalizada esa conversación.
El de claros ojos asintió suavemente y suspiró. Sabía que se quedarían con la duda al menos hasta que Armstrong regresara a Central.
—Bien, aún tengo que llenar unos reportes, si me necesitas estaré en tu oficina —Luego de despedirse, el muchacho caminó de regreso volviendo a oír voces, aunque ahora trató de hacer oídos sordos—. ¿Qué no tienen nada mejor que hacer...? —pensó en voz baja haciendo un esfuerzo por mantener la cabeza en alto a pesar de los comentarios.
Creyó que sólo sería algo del primer día, pero al siguiente los comentarios no hicieron más que aumentar formándose rumores totalmente falsos de su imagen, mas tuvo que resignarse a ello.
El Führer y Armstrong habían regresado de su "inspección", pero ninguno les comentó detalle alguno sobre esta, tal parecía que lo ocurrido sería un misterio total para Mustang y Gerald, no obstante no parecían tan decepcionados al no conocer esa información.
Algunas semanas pasaron. Ahora que trabajaban en Central y Gerald no tenía su vivienda ni ahí ni en un pueblo cercano, Roy lo dejó quedarse en la casa que alquiló, pudo haberse quedado en el hotel de los militares, pero prefería quedarse con Mustang pues sería más divertido vivir acompañado.
—Entonces ¿Otra vez esa sensación?
—Si no eres tú quien me observa al dormir, entonces no sé qué puede ser —respondió el menor soltando una suave risa que se detuvo cuando sonó el teléfono, ya se estaba volviendo una costumbre que todas sus conversaciones con el Coronel fueran interrumpidas así. El menor rodó de ojos al pensarlo y contestó—. ¿Hola?
—Gerald, habla Riza —dijo la mujer del otro lado de la línea—. Sé que es tarde, pero ¿podrías venir con el Coronel a los almacenes militares cerca del Cuartel General?
Debido a la voz de Riza, el castaño infirió que no se trataba de algo que fuera muy peligroso, pero si los estaba llamando era porque se trataba de algo que no podía manejar sola. El castaño no podía estar seguro, pero sentía algo de fastidio en la voz de la rubia.
—Es importante.
Gerald miró al mayor y asintió.
—Bien, ahí estaremos. Nos vemos, Riza —Al escuchar ese nombre, Mustang miró al moreno de inmediato—. Hawkeye nos necesita, dice que es importante.
Roy no necesitó más explicación que la dada y caminó junto a Gerald a los almacenes, en el camino Gerald le contó el resto de detalles, aunque en realidad tampoco era que Hawkeye le diera muchos en aquella llamada.
Los almacenes estaban justo detrás del Cuartel General y sólo los militares tenían permitido entrar, aunque estos desde hace mucho tiempo estaban en desuso así que rara vez había gente ahí. Si había un lugar bueno para ocultarse era ese.
En el camino se encontraron con Falman, Riza también lo había llamado, aunque él desconocía el motivo, sólo le preguntó si recordaba fechas de crímenes y al responderle que sí, le pidió que viniera.
A pesar de que eran varios los almacenes, era fácil saber en cuál estaba Hawkeye ya que su perro, Black Hayate, se encontraba fuera de este.
—Oh, tú eres el chico que estuvo con Alphonse la otra vez ¿no?
El menor ni siquiera había alcanzado a saludar a Riza cuando volteó a ver quién le había hablado. Sí que lo conocía, después de todo eran pocas las armaduras con almas selladas a las que conocía.
—No pensé que te vería otra vez, Barry —respondió el moreno empezando a comprender el motivo de la llamada de Hawkeye, aunque aún habían un motón de cosas que no entendía.
El moreno había adoptado una posición atenta en caso de que debiera atacar, pero se relajó tras ver que estaba atado. Aparentemente había intentado matar a Riza mientras ella paseaba a su mascota, pero fue capaz de detenerlo y mantenerlo atado hasta que ellos llegaron.
—¿Lo conoces, Gerald? —cuestionó Mustang con cierta sorpresa, el castaño no le había comentado nada sobre eso, luego recordó que había cosas que él no podía contarle, seguro Barry era una de ellas.
—Claro —respondió el Alquimista de Ascuas—. Tal vez él pueda decirte lo que yo no, y yo te confirmaré si es verdad.
No era mala idea; si mentía, Gerald lo sabría ya que también estuvo ahí, además, a Barry no le habían prohibido hablar y a Gerald no le prohibieron afirmar o negar, así que ninguno estaría rompiendo las reglas.
No obstante, primero le harían una pequeña prueba y lo interrogarían, ya había dicho ser Barry el Carnicero pero tendría que probarlo, por eso fue que la rubia llamó a Vato Falman, él poseía una memoria impresionante cuando se trataba de fechas, incluidas las de crímenes, y así comprobarían su identidad.
A pesar de que Gerald podía saber si mentía esto no fue necesario ya que la armadura les contó todo lo que sabía sobre el Quinto Laboratorio con la verdad, también sobre la creación de Piedras Filosofales y de los tipos que estaban ahí; Lust y Envy.
—¿Lust? Creo que nunca dijo su nombre... Pero al menos la descripción que da coincide perfectamente con una mujer dotada...
—Gerald, concéntrate... —suspiró Hawkeye causando que el menor reprimiera una sonrisa pequeña.
—Sólo digo la verdad, Hawkeye. Sin exagerar, ella era un reloj de arena y... —Tan sólo quería bromear un poco con la rubia pero al ver que ella rodó de ojos el castaño regresó al tema principal—. Lo único que puedo corroborar es que uno de ellos se llama Envy —mencionó Gerald nuevamente para darle veracidad a las palabras de Barry, recordaba que la mujer había llamado así a su compañero.
No tenían idea de como lograron tener tanta información de repente, podía no parecerlo, pero no se trató nada más que de suerte.
Ahora que tenían datos, lo que seguía era ver cómo se relacionaba todo eso.
—Entonces... El Quinto Laboratorio es encargado del refinamiento de la Piedra Filosofal —murmuró Mustang anotando todo lo relatado en un pequeño cuaderno.
—Y no podemos descartar la posibilidad que los altos rangos estén involucrados —añadió la mujer.
—Y estos tipos Lust y Envy... Lujuria y Envidia, es decir, pecados capitales... ¿Debemos suponer que hay otros cinco? —Se preguntó llevando una mano al mentón mientras pensaba.
Para empezar ¿Por qué tenían nombres de pecados? No lo creería extraño si fueran alias o nombres clave, pero Barry había dicho que así se llamaban.
Pronto negó con la cabeza pues no era algo que fuera muy importante para ese minuto.
—¿Ellos te dieron ese cuerpo? —cuestionó el Teniente Coronel volviendo a dirigirse a Barry.
Contrario a lo que el castaño creía, Barry negó.
—Fueron los investigadores. Arrancaron mi alma de mi cuerpo a la fuerza —Lo primero que cruzó por la cabeza de los militares fue ir a preguntarle a esos investigadores, no obstante, la armadura se adelantó explicando que todos fueron usados para hacer Piedras Filosofales.
—Sólo una pregunta más —Gerald se preocupó al ver que en los ojos de Roy se veía una frialdad mayor que con las preguntas anteriores—. ¿Asesinaste a un militar en una cabina telefónica hace poco?
Era de esperarse que Roy le preguntaría algo así a alguien que disfrutaba matar.
Los otros militares parecían atentos a su respuesta en caso de que esta fuera "Sí", pero Barry no parecía sentir miedo, es más, hasta parecía confundido.
—No sé nada ¿Esa persona fue cortada en pedazos? —Se notaba que no tenía idea de lo que estaba hablando, alguien así no podía ser el culpable, además, el modus operandi del asesino de Hughes no coincidía con el de Barry, Maes no fue cortado en pedazos, a él le habían disparado.
Al escuchar la aparente negativa todos se relajaron aunque no tanto, tampoco debían bajar la guardia ante él, Barry era un asesino después de todo, fue por esto que decidieron que debían mantenerlo vigilado y en secreto para todo aquel que no fuera del equipo. Lamentablemente para él, Vato Falman resultó elegido para hacerse cargo de esa misión.
—Todo lo que dijo Barry es verdad ¿no? —cuestionó Mustang caminando de regreso a la casa.
Como respuesta, el menor asintió.
—Hay sólo dos cosas que no puedo corroborar; el nombre de esa mujer y si él mató o no a Hughes, pero no habría motivo para mentir con un nombre, y parecía no saber nada sobre Hughes así que no creo que haya sido él. El resto es todo cierto.
—Ya entiendo entonces porqué te prohibieron hablar, lo que pasa aquí es algo aún más serio de lo que creí —contestó Hawkeye.
A Roy empezó a invadirlo la preocupación de estar metiendo a Gerald en algo grave con sus investigaciones por descubrir al asesino de su amigo, pero no sabía que el castaño estaba metido en eso desde antes, incluso sin necesidad de las investigaciones.
Por otro lado, confiaba en él y en sus habilidades, no por nada lo había entrenado para ser un chico fuerte, si algo pasaba, el castaño se podría defender.
—Mañana saldré antes de que empiece el horario de trabajo para investigar, búscame en la tercera biblioteca cuando llegues —El menor asintió con rapidez.
—Es mejor que escuchar los constantes rumores que dicen sobre mi...
—No deberías ni preocuparte por ellos, Gerald —dijo la Teniente—, han existido desde que te uniste a la milicia.
—¿Qué? —Se sorprendió el menor—. ¿Cómo es posible que exista gente tan enferma para creer eso de un niño de diez años?
Así siguieron conversando hasta que cada uno volvió a casa. Y a la mañana siguiente, cuando Gerald despertó, Mustang ya no estaba en casa.
Rápidamente, el castaño se levantó para salir y ya en el Cuartel, fue a la biblioteca tal y como Roy se lo pidió.
—Oh, hola Sheska ¿Está el Coronel aquí? —cuestionó al encontrarse sólo con ella.
Sheska había sido contratada como una privada de Hughes, no tenía un rango pero al menos conservaba el trabajo aunque su jefe ya no estuviera con ellos.
—Sí, él está adentro. Me pidió que cerrara con llave y te dejara entrar cuando llegaras —La de anteojos sacó una llave para abrir la puerta—. Por cierto, el libro que me prestaste ayer estaba increíble. Ya lo terminé, te lo regresaré apenas termines aquí.
—El tuyo también está genial, aún me falta pero no demasiado —Gerald se esperaba un saludo luego de que la puerta se abriera, lo último que esperaba era encontrarse con un Roy recostado en el suelo con un libro cubriendo sus ojos; se había quedado dormido mientras trabajaba—. Otra vez... —suspiró el de cabello rizado pensando en que ya era la segunda vez que eso pasaba en menos de dos meses—. Roy, ya llegué.
Se notaba que el Alquimista de Fuego no estaba del todo dormido ya que reaccionó de inmediato apenas el menor anunció su llegada, sin embargo sí se veía realmente cansado, ni el mismo Mustang supo en qué momento sus fríos ojos negros de militar pasaron a volverse decaídos y agotados.
Luego de un bostezo corto, el Coronel se levantó y revolvió el cabello de Gerald a modo de saludo añadiendo un "Buenos días" después de hacerlo.
—Volveré después, Sheska, gracias por dejarme estar acá. Se me hace tarde... Gember ¿Podrías investigar un poco más? Supongo que sabes de qué se trata.
—Claro, no lo he olvidado —contestó el menor entrando a la biblioteca mientras veía a Roy irse por los pasillos. A diferencia del mayor, Gerald no se concentraba en espacios tan cerrados, así que luego de buscar un libro lo abrió fuera de la biblioteca.
Se quedó con la espalda recostada en la pared leyendo el libro, otro lugar habría sido más cómodo pero prefería no irse en caso de que necesitara otro.
—¿Ese era el Coronel Mustang? —cuestionó otra voz sobresaltando a la chica y perturbando un poco la lectura del moreno.
Se trataba del Capitán Focker, un compañero de Sheska, ambos trabajaban para Hughes. Gerald lo miró de reojo una vez que escuchó su voz.
—Buenos días, Capitán Focker —dijeron los jóvenes al unísono. Luego el menor volvió a concentrarse en el libro sin importarle mucho que el mayor estuviera ahí.
—Buen día Sheska, Teniente Coronel —respondió el mayor al saludo moviendo con suavidad la cabeza—. Pero... ¿Qué estaba haciendo el Coronel por aquí? No se supone que deba pasar.
La muchacha estaba nerviosa, intentaba hablar pero no podía, se suponía que ella no podía dejar pasar a nadie sin consultarlo antes, después de todo ella no tenía rango. Gerald tampoco debería estar ahí pero como no parecía nervioso, Focker creyó que él sí había pedido autorización.
—Lo siento, la verdad es que...
Tal vez el Capitán la había descubierto mas no estaba interesado en delatarla, no era asunto suyo.
—Ya veo, fuiste forzada por el Coronel ¿No es así? No te preocupes, no diré nada al respecto —La chica no podía estar más agradecida—. En todo caso ¿Qué estará investigando?
Gerald miró de reojo nuevamente por unos segundos estando atento a la conversación. Ese definitivamente no era un tema que fuera de la incumbencia del Capitán.
—Pidió información referente al Quinto Laboratorio de Investigación.
El menor se sobresaltó, se suponía que nadie debía enterarse que Roy investigaba.
—Y sobre el caso del General de Brigada Hughes.
—Ya entiendo —Fue entonces que Focker notó la mirada del castaño, esta mostraba seriedad como si quisiera advertir de manera disimulada que dejara de entrometerse—. ¿Todo bien, Teniente Coronel Katsaros?
—Oh, sí —Se apresuró a responder sonriendo para no causar sospechas—. Lo siento, me fue inevitable escuchar. Volveré después, Sheska, no quisiera causarte problemas.
La muchacha miró confundida al Capitán al ver al menor retirándose, se le había hecho algo extraño ese comportamiento.
—Espera, no te regresé tu...
—Quédatelo, ya me lo leí unas siete veces —respondió sin voltear a mirarla otra vez.
Tras disculparse, salió de ahí rápidamente con el libro, no quería dar tantas explicaciones al mayor, además ¿qué le importaba? No era un tema del cual debiera enterarse.
No se alejó mucho, sólo algunos pasillos, y sin notarlo se enfocó nuevamente en su lectura mientras caminaba, perdiendo por completo el sentido de la orientación.
—Siete veces... Siete pecados... Lust y Envy... No, da igual, sean dos o siete no es importante para ¡Ah!
Iba algo perdido en sus pensamientos y en la lectura, de modo que sólo se dio cuenta que tropezó con dos militares que venían de direcciones contrarias cuando cayó al suelo de golpe, su pierna estaba curada mas aún le dolía un poco si la golpeaba como ahora. El libro cayó algo lejos debido al impacto pero por ahora no era relevante.
—Perdón, no los vi en el... ¿Capitán Focker? —cuestionó Gerald extrañado.
Uno de los militares era un rubio que no conocía que venía de la misma dirección que él, pero el otro era el Capitán ¿Cómo era posible si hace poco estaba en la dirección opuesta? Y el único modo para llegar ahí desde la biblioteca era el camino que el castaño había tomado.
—Buen día, Teniente Coronel —saludó él. Pero algo andaba mal, ya se habían saludado.
—Pero... ¿Qué no nos habíamos...? —Al ver el rostro confundido del mayor, el moreno sólo negó soltando un corto suspiro. Tal vez estaba equivocado pero no era posible que se hubiera confundido tanto—. No importa, debí confundirme...
Tras eso, Focker se retiró dejando al menor en el suelo con el otro militar, este parecía un tanto nervioso, pero se relajó al ver al otro irse.
—¿No se hizo daño? —cuestionó rápidamente acercándose al muchacho.
El rubio estiró una mano hacia él y Gerald la sostuvo para levantarse nuevamente.
—No. Estoy bien. Lamento esto, iba algo distraído... Pero es raro... Él antes estaba en la biblioteca, no entiendo cómo llegó aquí antes que yo.
Después de ayudarlo a levantarse, el mayor caminó un poco más lejos de Gerald y recogió el libro que se había caído.
—No hay problema, pudo pasarle a cualquiera, aunque debería tener más cuidado, pudo haberse lastimado —El castaño asintió simplemente mirando su acción—. Creo que no nos conocemos, soy el Teniente Gustaf Pagoni.
Era un joven de cabellera rubia, corta y ligeramente desordenada, ojos azules usuales en los amestrianos y estatura promedio. Parecía muy joven, rondando los veinticinco años o incluso menor.
Gerald se mantuvo unos segundos mirándolo con atención. Del tiempo que llevaba en Central, recordaba haberlo visto pasar por algunos pasillos, pero nunca tuvo ninguna conversación con él, y pese a que él no conocía a nadie llamado Gustaf, no podía evitar sentir que ya había hablado con él antes.
—Soy Gerald Katsaros, un gusto, Teniente Pagoni.
—Por favor, con Gustaf es suficiente, me es más cómodo que no se dirijan a mi con toda esa basura de los rangos —Gerald se sorprendió un poco, además de él no sabía que había otro militar que le disgustara un poco que lo trataran con tanto respeto. Tras eso, el rubio se sobresaltó—. Ah, realmente no puedo ser más distraído. Dijiste Gerald Katsaros, ¿no? Tú eres el Teniente Coronel del que todo el mundo habla.
Gerald frunció el ceño, ¿acaso lo decía por los rumores?
—Supongo que soy bastante popular —respondió Gerald esbozando una sonrisa forzada.
—Vaya, qué modesto. Me agrada, Teniente Coronel.
Con esa forma de hablar, el castaño confirmó que hablaba de los rumores, sin embargo, no se pudo molestar; el joven tal vez estaba siendo entrometido, pero iba directo al grano con lo que quería preguntar, era extraño ver a alguien que no se fuera con rodeos al hablar de un tema así, por lo que le pareció interesante.
—Prefiero que me llamen Gerald.
El Teniente sonrió.
—No sabía que había otro a quién no le gustaban los rangos.
El moreno soltó una risa irónica.
—Claro que me gustan. Si no me gustaran no haría las cosas que dicen que hago para ascender, ¿verdad?
El mayor no pudo retener una suave carcajada.
—Es verdad, olvidaba ese detalle —El castaño se mantuvo sonriendo, hasta a él le sorprendía poder hablar de eso con tanta naturalidad sin molestarse, incluso le divertía. Sentía que Gustaf no lo estaba fastidiando pese a lo directo que estaba siendo—. En todo caso, sé que nada de eso es verdad.
—¿En serio? Creí que mi reputación era clara.
El rubio movió la mano, indicando que aquello le pareció una estupidez.
—Seamos honestos, Gerald, los humanos se inventan cada cosa con tal de degradar a otro.
—Supongo que es cierto... —Suspiró el menor—. Supongo que la envidia los mata, ¿no?
Gustaf asintió mientras le dio una suave palmada en el hombro.
—No puedo estar más de acuerdo.
Gerald también le sonrió, le agradaba ver que aún existían militares como Gustaf.
—Oh, no te regresé tu libro... ¿eh? ¿El Quinto Laboratorio...? —Mientras esperaba a que recibiera el libro que mantenía estirado hacia él, aprovechó de leer la portada— ¿Estas investigando o...?
—Gracias por la ayuda. Nos vemos, Gustaf —Se apresuró a decir en lo que tomaba el libro y se retiraba sin decir nada sobre el libro.
Por más que le agradó, él no tenía pensado dar información a nadie.
—Adiós... —murmuró el mayor cuando Gerald estaba lo bastante lejos—. Vaya... Ese muchacho no es precisamente un libro abierto...
Gerald pasó el resto del día leyendo, no tardó mucho en terminarlo y, al hacerlo, se puso a caminar por los pasillos sin rumbo alguno hasta que Roy terminara la reunión en la que se encontraba. En eso, se encontró con la Teniente por casualidad.
—Buenas tardes, Hawkeye ¿Roy aún no se desocupa?
—Debe estar por terminar su reunión —Ella también se encontraba esperando, aunque prefería quedarse ahí en lugar de caminar, Gerald decidió esperar con ella.
Pasaron unos minutos en silencio hasta que unos pasos llamaron su atención, lo curioso de estos es que tenían un sonido metálico.
—Hola, ha pasado tiempo.
—¡Ed! ¡Al! ¿Cómo han estado? —Finalmente sus amigos habían regresado del sur. Había pasado como un mes y unas semanas sin verse.
—¡Katsu! ¡Teniente! —La última vez que se vieron fue en la estación de esa misma ciudad, pero tomando direcciones contrarias. Tras saludarse amistosamente, el rubio pareció recordar que esa no era la ciudad en la que los mayores trabajaban, y no era complicado deducir quién iba con ellos—. Esperen... si ustedes están aquí...
—Perdón por la tardanza —La voz del Coronel se sumó a la conversación haciendo que Edward se quejara por lo bajo—. Oh, Acero ¿No sabías que nos transfirieron el mes pasado?
El aludido sólo gruñó en respuesta, cuando creía que finalmente se quedaría libre del fastidioso e idiota Coronel, él viajaba a la misma ciudad. Roy sólo soltó una risa ante su frustración.
—¿Ustedes qué hacen aquí?
El hermano menor lo miró para contestar, Ed no parecía querer decir nada, aún estaba aceptando la idea de ver a Mustang constantemente.
—Vinimos a visitar al Teniente Coronel Hughes. —La tranquilidad en la voz metálica les hizo notar al resto que los Elric aún no sabían nada, aunque para esas alturas ya deberían saberlo—. ¿Cómo está él?
Los militares trataron de no mostrar alguna emoción diferente, pero no pudieron evitar bajar la mirada.
¿Cómo decirles la triste noticia cuando ni siquiera sospechaban de ella?
—No está.
Las palabras de Roy tomaron por sorpresa a los hermanos.
—Fue enviado al campo con su hija y esposa —Las miradas de sus subordinados se dirigieron a él con cautela, pero el mayor no les tomó atención y se volteó—. Acero, no te metas en cosas que no puedas controlar.
Edward quedó extrañado con ese comentario. Claro que había intentado cosas más allá de su límite personal, pero las últimas que había hecho en el Quinto Laboratorio no tenía cómo saberlas, y sabía que su amigo no le había dicho nada al Coronel ya que le ordenaron no hacerlo. Entonces... ¿Cómo sabía?
Hasta que los militares estuvieron a una distancia prudente, ninguno de los tres dijo palabra alguna.
Gerald sólo volteó por unos segundos luego de varios minutos avanzando.
—¿Estuvo bien eso...? ¿No decirles? —No recibió una respuesta con palabras, sólo vio a Hawkeye negar con la cabeza—. En mi opinión, en este tipo de situaciones hay que ser francos. Los militares no me lo ocultaron cuando mis padres murieron —Estaba bien que fueran conocidos, pero lo que había pasado no podía ocultarse por siempre.
—Los está tratando como niños en un momento así... Algún día lo sabrán —Fue Hawkeye esta vez quien se había quejado.
Ella se esperaría algo así viniendo de Armstrong debido a su amabilidad, no, posiblemente él hubiera evitado el tema, pero no les habría mentido de esa forma tan descarada.
Roy caminaba por delante de ellos y no los miró, él pensaba que había hecho lo correcto, pero algo en su interior parecía estar en desacuerdo con lo que creía.
—Es mejor que sigan sin contratiempos.
—Pero eso no fue ahorrarles contratiempos —opinó el menor causando que Mustang dejara de avanzar para mirarlo—. Eso, Coronel, fue ser cruel.
I live inside my
Own world of make-believe.
Kids screaming in their cradles
Profanities.
I see the world through
eyes covered in ink and bleach.
Cross out the ones who heard
my cries and watched me weep.
I love everything
Fire spreading all around
my room.
My world's so bright.
It's hard to breath
But that's alright.
Hush!
~Cradles/Sub Urban
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