Capítulo 12: Esto es un Adiós
Todos sabían que algo le pasaba al menor de los Elric, pero no tenían idea qué era o a qué se debía. Alphonse Elric era reconocido por ser el más tranquilo de los cuatro más jóvenes en la habitación, sin embargo, ahora realmente se escuchaba enojado.
—¿Realmente garantizas que pueda recuperar mi antiguo cuerpo? —cuestionó sin quitar su tono molesto.
—Haré que así sea... Créeme... —contestó Edward sobresaltado. Nunca había oído a su hermano de ese modo, sea lo que sea que pasara era algo que afectaba mucho al menor.
El rubio tenía la intención de calmarlo, mas Alphonse no escuchaba, incluso pareció empeorar.
—¡¿Creer?! ¿En qué se supone que debo creer con este cuerpo vacío? —Su voz sonaba cada vez más quebrada, como si cada palabra doliera más que la anterior—. Los recuerdos son sólo información, pueden crearse... —Ni siquiera estaba dándole oportunidad de hablar a su hermano. El mayor aún no comprendía a qué quería llegar—. Había algo que querías preguntarme, pero te daba miedo... ¿Ibas a decirme que... soy falso? ¿Un alma artificial y recuerdos que tú creaste? ¡¿Es eso?!
Parecía ser que eso era lo que tanto daño le hacía a Alphonse, pero ¿Qué le hacía pensar eso? ¿Acaso fue el tipo con el que peleó en el laboratorio, Barry el Carnicero, quién se lo metió en la cabeza cuando Gerald se alejó de su batalla?
Edward golpeo la mesa en la que estaba su desayuno captando la atención de todos, incluyendo la de su hermano, tuvo suerte de que nada cayera.
—¿Eso era lo que te preocupaba? ¿Es todo lo que tenías que decir?
Al ya no contestaba, no sabía que decir, no sabía si disculparse o si seguir molesto, pero lo cierto era que estaba muy alterado para añadir algo más. Edward, sin embargo, tampoco esperó por una respuesta, sólo se puso de pie y salió de la habitación, no le importaba si sus heridas lo harían caer al suelo, sólo se fue.
Por unos pocos segundos, un tenso silencio se hizo presente en la habitación mientras todos veían al mayor de los Elric retirarse, un silencio que se rompió apenas Winry llamó la atención de la armadura.
—¡Eres un idiota, Al! —gritó Winry golpeando al hermano menor con una llave de tuercas, la había dejado ahí luego de haber hecho el mantenimiento de Ed. Se le notaba enojada, pero al mismo tiempo con ganas de llorar—. ¡No sabes como se siente Ed! —A cada frase daba otro golpe—. Lo que estaba tan asustado de preguntarte... —Las lágrimas finalmente cayeron de los azules ojos de la rubia—. ¡Es si lo odias o no!
Gerald entendió, lo recordaba con claridad. Uno de los días que Edward estaba en recuperación luego de su cirugía recordaba haberlo oído decir algo así, y no era un miedo sin motivo pues Ed, desde que realizaron la transmutación humana, se sintió sumamente culpable de que su hermano perdiera su cuerpo.
Winry seguía golpeando, pero sin fuerzas esta vez, Alphonse se sentía ahora un completo idiota por haber dudado de su hermano mayor a medida que los otros cuatro miraron con algo de lástima la situación.
—¿Quién sería tan idiota para arriesgar su vida por un hermano falso? —seguía diciendo Winry hasta que no tuvo fuerzas para seguir golpeando—. Sólo se tienen el uno al otro, ¿no? ¡Ve a buscarlo!
Mientras ella se secaba las lágrimas, el resto le dio espacio a Alphonse para que saliera de la habitación en busca del mayor, no obstante, no podían negar que les picaba la curiosidad, por lo que Gerald miró a Hughes.
—¿Me haría un entrometido el querer ir a ver qué pasa? —cuestionó, a lo que el Teniente Coronel de mayor edad asintió mientras soltaba una suave risa.
—Sin duda lo serías, pero no serías el único entrometido ¿Vamos a ver? —Gerald asintió. Winry también los acompañó.
Ambos hermanos se encontraban en la azotea del hospital recostados en el suelo, ninguno de los tres se acercaron, prefirieron ver lo que ocurría desde lejos. Lo que haya pasado antes de que llegaran les era desconocido.
—¿Vas a decirme que todo lo que hemos pasado es mentira? —dijo Edward, notablemente más calmado que antes.
Los que estaban escondidos no sabían que clase de conversación habían tenido, pero al menos se veían mejor.
—Lo siento —Se disculpó el menor de los hermanos.
—Vamos a recuperar nuestros cuerpos, no importa lo que pase. Seguiremos adelante y nos haremos más fuertes —añadió Ed riendo un poco junto a su hermano.
—Señor Hughes. Hay cosas que sólo pueden demostrarse por palabras ¿No cree? —cuestionó Winry mirando la escena de los hermanos ya más tranquila.
Hughes la miró mientras sostenía a Gerald con un brazo, no era que lo necesitara pero el mayor prefería que no hiciera esfuerzo.
—Sí, tienes razón —respondió él viendo a los hermanos regresar. Ellos no se habían dado cuenta de su presencia hasta el momento así que no sabían cuanto habían visto, aunque tampoco era que les importara tanto.
—¿Cómo se te ocurre caminar cuando tus heridas ni siquiera han sanado? —Se quejó el moreno suspirando después de escuchar todo lo ocurrido en la azotea.
Ya habían regresado a la habitación de Edward, por el momento se intentaban calmar antes de pasar al tema más importante; lo ocurrido en el Quinto Laboratorio de Investigación, tema del cual no empezaron a hablar hasta que Armstrong llegó. Edward tenía una pequeña libreta para dibujar algunas cosas que serían mejor verlas que oírlas.
—Lo último que recuerdo es a este tipo patearme, pero no sé si Katsu sabe algo más.
—Claro, para empezar el tipo que te noqueó no se parece en nada a tu dibujo. En serio ¿Qué se supone que es eso? ¿Un alien? —señaló el cuaderno en las manos del rubio en la que había un boceto que intentaba asemejarse a Envy—. Segundo, no sé que habrán hecho pero su rapidez era impresionante, esquivaron mis llamas aunque estuvimos a una distancia muy corta. Además, seguro no me creerán, pero la mujer tenía lanzas en sus dedos, rompió mis guantes y me hirió. También dijeron que me necesitaban vivo y que a ti te permitían vivir.
Edward miró confundido.
—¿Permitirme vivir? ¿Y eso qué significa? —cuestionó, sin embargo sólo recibió un encogimiento de hombros como respuesta—. Además nos llamaron "recursos", ¿no es así?
Esta vez el moreno asintió. Estuvo a punto de decir que a él lo habían llamado "juguete", pero Armstrong le interrumpió.
—Entonces... —habló el Alquimista del Brazo Fuerte empezando a juntar sus ideas—. Tatuajes de Ouroboros, un círculo de transmutación para la Piedra Filosofal y una mujer con lanzas en los dedos... —murmuró viendo los dibujos de Ed.
—Me gustaría investigar un poco más, pero el laboratorio está en ruinas... —pensó Hughes—. Hey, Katsu. Te darán de alta pronto, ¿no? ¿Por qué no me ayudas con la investigación? —propuso al moreno.
Sin embargo, él mencionado negó pues ya tenía planes hechos.
—Lo siento, hasta aquí llega mi descanso. Pienso regresar a Ciudad del Este, además, necesito guantes nuevos.
—Oh, ya veo. Entonces avísame cuando llegues y mándale saludos a Roy de mi parte, ¿sí? —respondió el Teniente Coronel a lo que el menor asintió—. En fin, supongo que algo encontraré...
—Y yo investigaré quienes trabajaron en la piedra con Marcoh.
Sin darles tiempo para seguir hablando, la puerta de la habitación se abrió. Armstrong y Hughes se apresuraron a saludar al Führer de la nación cuando lo vieron entrar, Edward y Gerald pensaban hacer lo mismo, pero como siempre les decía que no era necesario, esta vez no lo hicieron.
—Lamento si interrumpo, he venido a visitar a los chicos —explicó Bradley al resto de los presentes—. ¿Les gusta el melón?
—Ah, gracias... —dijeron los chicos ciertamente confundidos al recibir un canasto con la fruta mencionada—. Espera ¿Qué está pasando?
King Bradley dejó pasar la confusión de los chicos.
—¿Cómo van sus investigaciones con los mayores líderes militares, Mayor Armstrong? —cuestionó de repente.
Por primera vez, los chicos vieron al hombre robusto tan preocupado. Él no tenía idea de cómo se había enterado.
—Y en cuanto a ustedes... —miró a los dos Alquimistas Estatales más jóvenes—. La Piedra Filosofal, ¿eh?
No eran muchos los que sabían sobre esa búsqueda, pero Bradley no era una de esas personas. Estaban realmente asombrados y algo asustados, aunque Gerald sólo estaba sorprendido ya que no buscaba la piedra para él, después de todo, sólo lo hacía para ayudar.
—¿Cuánto averiguaron? Dependiendo de eso tal vez... —El que dejara inconclusa la frase paralizó a todos, incluyendo al moreno esta vez, sin embargo y repentinamente, el Führer sólo empezó a reír al ver sus reacciones—. Sólo bromeaba, no pasa nada —Pero no, no podía ser sólo una broma, era ilógico—. ¿Eh? ¿Esa es una lista de los investigadores de la Piedra Filosofal? A todos se les ha catalogado como "perdidos".
Cada vez tenían menos pistas. Si los investigadores ya no estaban entonces sólo quedaba Marcoh, pero recurrir a él no era opción, hablar de su investigación le perturbaba.
Tal vez fue una suerte que no viera los dibujos que Edward había hecho, como el Ouroboros o al mismo Envy, por ejemplo.
—¿Quiere decir que es peligroso involucrarnos? —cuestionó Gerald mirando al Führer.
Este asintió como respuesta.
—Y no quisiera que algo llegara a ocurrirles a ustedes —añadió—. He decidido que son personas dignas de confianza, así que confío en que no investigarán más y no lo revelarán a nadie. Es más, se los prohíbo —Pocas veces se veía al Führer serio, esta era de esas ocasiones—. Ni siquiera es posible distinguir amigos de enemigos, actúen como si todo el ejército fuera su enemigo y cuídense.
—¡Sí! —respondieron los tres militares presentes en la habitación con firmeza, esta vez Gerald se incluyó en el saludo militar.
Seguido de esto, una voz sonaba desde fuera de la habitación, no obstante, sólo el Führer la reconoció.
—Ya me voy, mi subordinado me encontró. Adiós —Para sorpresa de todos, la máxima autoridad salió por la ventana.
Winry entró a la habitación, había salido desde antes que Bradley entrara, al ver a todos los chicos pegados a la ventana se confundió bastante.
—Sólo iba a decir que ya compré los pasajes para mañana al medio día—. Explicó la chica acercándose más a sus amigos.
Los hermanos partirían a Dublith, un pequeño pueblo en el área sur, para visitar a su maestra mientras que Gerald volvería al Este a trabajar, sus heridas aún no sanaban del todo pero ya no soportaban estar más ahí. Luego de una pequeña discusión, Edward y Alphonse aceptaron llevar a Winry con ellos, al menos hasta la estación anterior a la suya; Rush Valley, la tierra del automail.
La noche pasó tranquila y Gerald, como siempre, se durmió tarde, conciliar el sueño resultó más difícil que normalmente debido a la sensación de estar siendo fijamente observado, mas se durmió al fin y al cabo.
El día llegó y las horas pasaron rápido. Los chicos salieron del hospital temprano y llegado el medio día fueron a la estación de trenes acompañados de los escoltas, Armstrong y por la esposa e hija de Hughes, a él le hubiera gustado acompañarlos, pero tenía mucho trabajo.
—Chicos, tengan un buen viaje —Se despidió Gerald de sus mejores amigos—. Nos vemos pronto —Dicho esto, él subió a su tren mientras los otros tres subían al suyo.
Era la primera vez en un tiempo que viajaba en tren completamente solo, el viaje no fue ni muy largo ni muy corto, permaneció despierto durante todo el trayecto.
Llegó a su destino al atardecer, el cielo realmente se veía bello. Caminó con sumo cuidado al Cuartel General del Este asegurándose de no realizar un mal movimiento con su pierna. Al llegar, no se encontró con ninguno de los militares que conocía, mejor para él, así podía ser más discreto.
Entró en silencio a la oficina de Mustang sólo para encontrarse con él dormido en su escritorio.
—¿Es en serio...? —suspiró el de ojos celestes. Se acercó al escritorio y se lanzó hacia la silla del Coronel, abrazándolo y despertándolo al instante, alterado por aquel leve impacto—. ¡Hola, Roy!
—¡Ah! ¡¿Gerald?! —Se sobresaltó Mustang luego de despertar—. Qué susto... No sabía que volverías hoy —murmuró sentándose correctamente a medida que su ritmo cardíaco se desaceleraba.
—Lo siento, no me resistí. Aunque hubiera preferido un saludo más que un bostezo —respondió el menor con sarcasmo.
Roy suspiró ya más calmado.
—Lamento eso. Quiero terminar todo antes de irnos a Central. Apenas he dormido.
Gerald ladeó la cabeza sin entender bien ¿Acaso había dicho "irnos"? ¿En plural? Entonces Mustang recordó que no le había dado esa noticia aún.
—Oh, es verdad, seré transferido a Central y tú vienes conmigo.
El menor sonrió sin dejar de estar totalmente sorprendido. Roy prácticamente había decidido por el menor, mas la idea le había gustado así que no le importaba.
—Eso es maravilloso —respondió con una suave sonrisa. Por lo general sólo los mejores militares iban a Central.
Tras haberse lanzado a él, Gerald decidió que sería más cómodo sentarse en las piernas de Roy. A Mustang no le molestaba, no sería la primera vez que lo hacía, no obstante notó que tuvo complicaciones al hacerlo esta vez, y se extrañó al no ver los guantes en las manos del menor.
—¿Por qué mueves tus piernas así? ¿Estás bien? ¿Dónde están tus guantes?
—Eso es porque tengo una herida en la pierna y en el hombro —respondió con simpleza.
—Tu cuello... —Si Gerald se colocado su uniforme militar, la vestimenta habría podido tapar su cuello, pero al estar vestido como civil las marcas de estrangulamiento quedaban a la vista—. ¿Quién te hizo eso?
Al ver que Roy seguía con dudas, suspiró resignándose a que tendría que ser más específico.
—Ni idea, no lo conozco... Verás, fui con los Elric al Quinto Laboratorio y tuvimos una pelea con unos tipos, ellos me hirieron y rompieron mis guantes.
—Supongo que al menos te defendiste...
—Sí, lo intenté, pero no voy a mentirte... prácticamente barrieron el piso conmigo, hasta acabé en el hospital. Hughes no habría sido capaz de mantener la boca cerrada y te habría contado él mismo que terminé herido así que de cualquier modo ibas a enterarte —Pese a lo que iba diciendo su rostro lucía despreocupado—, pero no fue nada, estoy bien.
—¿No fue nada? —Mustang se volvió a alterar—. ¿No sabes lo peligroso que pudo ser? ¿Qué estabas haciendo ahí?
—No puedo decirte, lo siento —respondió el moreno encogiéndose de hombros. Le hubiera contado de no ser porque Bradley lo prohibió—. Sé que era peligroso, pero ya me conoces; no me importa.
Realmente no le importaba tanto que fuera peligroso ¿Qué más daba? No le temía a la muerte. Sin embargo, Mustang no parecía tan tranquilo como él respecto a ese tema por lo que el menor prefirió cambiarlo.
—Oh, sí. Y no te imaginas a quién conocí... ¡Al Alquimista Carmesí!
Sin duda le habían pasado muchas cosas en un muy corto período de tiempo, demasiadas, desde la perspectiva de Mustang.
—¿Cómo lo conociste?
—Un militar de la prisión junto al laboratorio me pidió que cuidara su pasillo —contestó el menor con una suave sonrisa—. Debo decir que tenemos cosas en común, ya sé porqué me parecía tan genial cuando era niño.
Aunque le preocupaba también lo de Kimblee, Roy intentó restarle importancia a aquello, al menos el menor parecía feliz y tranquilo con todo lo que le pasó aunque no lo estuviera cuidando él.
—En fin, me alegra que volvieras. Aquí hemos estado bien, pero extrañamos tu sarcasmo, Gember —comentó el de cabello negro revolviendo el cabello castaño.
—Y yo extrañé que me pidieras terminar tu papeleo, de hecho me sorprende que ahora mismo estuvieras trabajando —rio el menor—. ¿Tendrás otro par de guantes de mi tamaño? Creo que este era el último par que tenía.
Muy pronto Roy acompañó su risa por el comentario de su papeleo.
—Claro que tengo. Si quieres puedes dormir en mi casa esta noche y aprovechas de llevártelos.
—Por cierto, aquí tienes —El menor dejó unos papeles en el escritorio—. Uno de ellos es mi reporte de investigación de Alquimista Estatal, lo vine redactando en el tren, no quiero acabar como Tucker por retrasarme ni como tú pidiendo a otros que hagan mi papeleo. El otro me lo dieron al salir del hospital, es el documento y un par de exámenes que me tomaron, y como soy menor de edad me pidieron que sólo lo abriera mi tutor... —El moreno suspiró con resignación—. Si tan sólo hubieran sabido que soy Teniente Coronel...
—No te enfades, tú no eres de los militares que usan su rango para conseguir lo que quieren —Lo calmó el azabache— Además, seguro creyeron que eras aún menor de lo que aparentas por ser tan bajito —rio Mustang revisando los papeles.
—Buen intento, pero no soy Edward. Si quieres una reacción molesta, háblale a él —respondió Gerald del mismo modo.
—Ahora... esto es raro...
Roy estaba revisando el examen. Como ya no sonreía, el castaño ladeó la cabeza, mas luego sonrió con ironía adivinando lo que Mustang diría a continuación.
—Déjame adivinar... De nuevo tengo altos los niveles de ingenuidad, ¿no?
—No, ese sigue en el nivel de siempre, es decir, sigue alto —respondió logrando sacar otra sonrisa en Gerald—. Lo raro es que hay otros niveles hormonales que subieron demasiado... mucho más de los rangos normales y en un plazo de tiempo muy corto. Mira... Lo normal es que los hombres tengan...
—Por favor, Roy —Gerald rodó de ojos mientras quitaba el papel de las manos del Coronel—. Lo recuerdo perfectamente de la escuela, y eso se llama adolescencia. Cuando aún iba a clases todos tenían quince menos yo, y ahora que los tengo es natural que un par de hormonas aumentaran de nivel —No era que Gerald no mostrara interés en el cambio, era que estaba más interesado en su superior revisara su reporte que el examen—. ¿O acaso creías que pasaría esa etapa a los diez?
Mustang suspiró, volviendo a tomar el resultado pero dejándolo a un lado esta vez.
—Aún estando bajito, a veces olvido que eres sólo un niño... —sonrió el mayor—. Pero los doctores te trataron como un niño y te molestaste, ahora te traté como a un joven y te molestas también. Decídete de una vez, ¿quieres? Eres muy difícil de entender —molestó el azabache.
Hablaron un rato más, pero no demasiado para que el Coronel no tardara tanto en seguir con su trabajo, y Gerald, sin necesidad de que se lo pidiera, le ayudó.
Como también necesitaba un lugar donde escribir y no habían más sillas además de los sillones, que no eran nada cómodos si debía escribir, el mayor permitió que siguiera sentado en su regazo para que pudiera usar parte del escritorio. Por suerte el chico era pequeño, así que no molestaría demasiado a Mustang de esa forma.
Ya caída la noche, ambos seguían trabajando, y por la comodidad y calidez que le brindaba la chaqueta del mayor, Gerald estuvo a punto de dormirse sobre él. Roy se había tomado una pequeña pausa y, enternecido por el menor, lo apegó un poco más a su cuerpo para acariciar con suavidad su cabello.
—Roy, vamos... Realmente vas a hacer que me duerma... —Eventualmente el Coronel se detuvo, mas no por iniciativa propia, el verdadero responsable de interrumpir esa cariñosa y enternecedora escena fue el sonido del teléfono.
En consecuencia, el menor se levantó.
—Yo contesto —Se apresuró a decir tomando el auricular—. Oficina de Roy Mustang, Teniente Coronel Katsaros hablando.
—El Teniente Coronel Hughes de Central está llamando desde una línea pública —dijo una voz femenina perteneciente a las mujeres que atendían en la recepción del Cuartel General.
—Está bien, conéctelo —El menor levantó la cabeza para encontrarse con los ojos de Roy—. Es Hughes —susurró estirando su brazo para darle el auricular al mayor.
El mayor hizo una pequeña mueca de fastidio antes de colocar el auricular cerca de su oreja. Ya se estaba mentalizando para escuchar nuevamente sobre la hija del de anteojos.
—Soy yo. Si es para presumir de tu hija, voy a colgar —Pasaron unos segundos pero nadie respondió. La mirada de fastidio se transformó en preocupación—. Hughes... ¿Hughes? ¡Oye, Hughes!
La llamada se cortó y Hughes no dijo ni una palabra. Lo único que fue capaz de escuchar fue una especie de respiración entrecortada a lo lejos, pero nada más.
—No entiendo... ¿Cómo estaba antes de que vinieras?
—Estaba bien hasta ayer —respondió el moreno. Eso dejó a Roy aún más preocupado, razón por la que volvió a sentarse soltando un suspiro.
Gerald, sin deseos de querer verlo así, se acomodó en una de sus piernas otra vez y lo abrazó.
—Hey, tranquilo... Tal vez... Tal vez sólo iba a hablar de su hija y se arrepintió a último momento —Pero el de ojos celestes sabía que eso era poco probable, Hughes nunca haría eso.
El mayor correspondió al abrazo buscando calmarse un poco, mas no pudo volver a concentrarse en su trabajo así que permaneció así con el menor por varios minutos, bien pudieron ser quince o hasta treinta sin separarse del abrazo hasta que el teléfono volvió a sonar.
Ninguno quería contestar, pero alguien debía hacerlo, así que el moreno acabó separándose para responder antes que colgaran.
—¿Diga...? —Esta vez no se sentía tranquilo para cordialidades.
Mustang analizaba el rostro del menor, cada expresión, cada mirada... No escuchaba, no obstante podía ver la mirada de Gerald apagarse por cada segundo que pasaba.
Sólo dos palabras salieron de sus labios en toda la llamada: "Le avisaré". Luego, sólo colgó.
Roy se encontró con un par de ojos temblorosos cuando Gerald lo miró.
—Él... —Empezó Gerald sin hallar las palabras correctas, entonces Roy comprendió que lo que sea que tuviera que avisar, él era a quién tenía que decirle—. Lo siento, Roy... Pero... —No podía terminar, no estaba llorando pero no era capaz de hablar.
Sin entregar el mensaje aún, sólo se lanzó a abrazarlo, pero no era un abrazo que expresaba cariño como el anterior, este era un abrazo para consolar.
Hughes murió.
Si el abrazo había preocupado a Roy, esas palabras lo paralizaron por completo. Era doloroso, un buen hombre había partido, la última vez que Gerald lo vio se habían dicho un "Nos vemos", pero aquello no era un "Hasta pronto", era el "Adiós" definitivo.
El funeral fue al día siguiente en Central. El ambiente era pesado y deprimente. Gerald sentía que había perdido un padre por segunda vez, pero sería fuerte, lo sería por Roy, él estaba sufriendo más que el moreno aunque no lo demostrara, Hughes era su mejor amigo desde hace tiempo y de repente se había marchado.
Armstrong, Hawkeye y el resto de sus conocidos estaban ahí, todos excepto los Elric, ellos tardarían en enterarse.
Aquellos de la milicia representaban el luto con un traje negro igual a su uniforme habitual sólo que de tonalidad oscura, y un gorro militar que rara vez usaban.
Lo más triste fue la hija de Hughes, su querida Elicia no entendía lo que pasaba, no sabía por qué enterraban a su papá. Decía constantemente que si hacían eso ya no podría trabajar cuando despertara. Uno mentiría si dijera que no sintió su corazón estrujarse al verla.
—"Promovido dos rangos tras ser asesinado en el cumplimiento del deber" General de Brigada Hughes... —leyó Roy en la lápida del que fue su mejor amigo cuando ya gran parte de los asistentes al funeral se habían marchado. Las fechas de nacimiento y deceso no tenían una diferencia tan grande para decir que fue una muerte normal—. Dijiste que me apoyarías y me seguirías... ¿Cuál es el punto si superas mi rango, idiota...?
Riza y Gerald se miraron entre ellos preocupados y se acercaron al mayor.
—Coronel —dijo la rubia con suavidad para llamar su atención. Él miró a ambos sin quitar su expresión seria.
—Los alquimistas somos despreciables ¿No les parece? En este momento estoy pensando desesperadamente la teoría de la transmutación humana... —dijo el Coronel volviendo a mirar la tumba—. Ya entiendo cómo se sintieron esos chicos...
El menor se tomó unos segundos antes de acercarse con cuidado a Roy y colocar una mano en su hombro, como él era más bajo resultaba difícil pero quería mostrar que lo apoyaba en todo.
—¿Estás bien?
—Lo estoy, Gember... —respondió el mayor colocándose su gorro nuevamente. Tras eso tomó suavemente la mano que Gerald puso en su hombro, la quitó de ahí sin soltarla y miró un punto—. Vaya, parece que empezará a llover...
Riza miró hacia el cielo, pero no vio ni una sola nube gris.
—No, no lo creo.
—No. Está lloviendo —repitió Mustang sin moverse.
Increíblemente, a la mano del moreno que Roy sostenía sí le cayó una gota, el castaño miró hacia arriba sin ver nubes aún, pero sí notó en el rostro del Coronel el camino que una lágrima había dejado.
Entonces entendieron a lo que se refería; la lluvia lo hacía inútil, y ahora, al no haber hecho nada para impedir la muerte de su mejor amigo, se sentía aún más inútil que cuando no podía hacer llamas.
—Tienes razón —dijo Gerald volviendo a bajar la mirada—. Volvamos antes de que nos resfriemos.
Ya a la tarde de ese día, Mustang y Gerald recorrieron la ruta que Hughes había hecho antes de morir, a paso lento para no forzar la pierna herida.
Aparentemente, había peleado con alguien en la biblioteca del Cuartel General, luego fue a hacer una llamada a la recepción, pero se fue sin hacerla. Terminó llamando desde una cabina telefónica, en la que murió, y aquella llamada que trató de hacer fue justamente la que el moreno y el azabache recibieron.
—Coronel, Teniente Coronel —habló la Teniente Hawkeye para llamar la atención de ambos. Venía acompañada del Mayor Armstrong.
—No se exactamente quienes son los culpables, pero me hago una idea —empezó Armstrong.
—Dame los detalles —ordenó Roy.
—No puedo decirlo —contestó Armstrong apartando la mirada.
—Esta la orden de un Coronel. Dímelo —insistió.
—¡No puedo! —Aún con la orden de un Coronel no podía hablar por lo que tuvo autorización de irse—. Por cierto, los Elric estuvieron aquí hasta hace poco, no encontraron lo que buscaban, es un mito, después de todo —dicho esto, se retiró.
Sin embargo, aunque no tenía todos los detalles, resultó para Roy un buen inicio.
—El Mayor nos dio bastante información... —Los otros lo miraron con sorpresa pues la verdad no habían comprendido—. Dijo "No se quienes son.", es decir, fue más de uno. Si no puede hablar bajo las órdenes de un Coronel es porque alguien de mayor rango lo silencia, entonces los altos mandos podrían estar detrás de esto, lo que buscan los Elric es la Piedra Filosofal. Además, el Mayor no es el único que me ha dicho que no puede hablar, ¿no es así, Gerald?
El menor se sobresaltó ligeramente; lo había descubierto, lo había dicho para ocultar lo relacionado al Quinto Laboratorio. Pero era que no podía decir nada, al igual que Armstrong le habían prohibido hablar, y aún si pudiera, él realmente no sabía.
—De verdad lo siento, Roy, pero es verdad. Lo admito, no puedo decirte algunas cosas —suspiró finalmente confesando. Por suerte sí podía decirle que había cosas que no le podía contar—. ¡Ah! Pero sí puedo decir que no sé quienes pudieron ser, de verdad que no tengo idea.
—Descuida, te creo. Pero al menos prométeme algo —dijo Roy al menor—. Si no puedes decirme nada, entonces ayúdame a descubrir quién lo mató.
Gerald dejó escapar una sonrisa.
—Me parece bien.
—¿Y tú, Teniente? —cuestionó el Coronel—. Nuestro objetivo es la cúpula militar ¿Estás con nosotros?
Hawkeye no cambió nunca su expresión determinada, mas estaba preocupada internamente. Mustang buscaba justicia, pero Riza temía que ese deseo de justicia fuera consumido y confundido por el deseo de venganza.
—¿Hasta ahora me lo preguntas? —dijo a modo de respuesta.
—Posiblemente será peligroso... ¿Seguros que quieren seguirme?
Los de menor rango se miraron entre ellos y asintieron.
—Si así lo desea, Coronel, lo seguiremos incluso al infierno —respondieron.
Eran tres ahora; tres para investigar y descubrir al asesino de Hughes. Dos de ellos tenían preocupación pero iban determinados a se mientras que el otro iba determinado a vengar a su mejor amigo.
Inmediatamente después los tres militares regresaron al Este. Al llegar, Riza se fue a casa mientras que Mustang y Gerald caminaron un rato para despejar su mente. Era muy tarde para que el menor fuera a casa a descansar así que otra vez se quedó con Roy.
Duele no tenerte cerca
Duele no escuchar tu voz
Duele respirar tu ausencia
Pero
Duele más decirte adiós.
~ Adiós/Jesse & Joy
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