▰▰▰ prólogo

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🥀༺ «THE GREAT WAR» ⋄ ๋࣭ ✨⭑ ⸱⌇

▰▰▰ cause we survived the Great War ❧   📌 ‧₊˚⋆≽ capítulo cero ♪
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☇ . . . . - ̗̀entre verdades
y mentiras ⊰📕




Stella juraría que lo intentó, que hizo lo mejor que pudo por seguir sonriendo, por mantenerse siempre positiva y con la mejor de las actitudes para enfrentarse a otro día más, pero ya no podía seguir ocultando la verdad: estaba cansada. Su cansancio radicaba en lo que tanto había trabajado por proteger desde su primer año a sabiendas de lo que sumaría a su vida y siendo totalmente ignorante de lo que podría restarle: su amistad con Harry, Ron y Hermione. Ya no podía negarse a lo que su mente y cuerpo le gritaban, pues era agotador siempre estar corriendo de un lugar a otro, creyéndose el héroe de la historia y haciendo lo correcto a costa suya. ¿Por qué tenían que ser ellos?, ¿cuál fue la deuda kármica que traía sobre sus hombros para encontrarse con el que no debe ser nombrado, ser petrificada y casi asesinada por aquellas horribles criaturas que apagaban todo a su alrededor? Stella temía por su vida y la de sus amigos, pero no importaba lo que hiciera, ellos seguirían su rumbo, aún si en el trayecto ella ya no encontrara con ellos.

Las vacaciones después de su tercer año fueron el punto de quiebre. Con una carta cuyo contenido no hizo más que romper las esperanzas de la joven, decidió ponerse como prioridad, tragándose el sentimiento de culpa e ignorando a voluntad propia toda posible interacción con quienes había compartido tan bellos como terribles recuerdos. Después de todo, no era tan valiente como ellos, y el coraje para decir lo que sentía fue sepultado con una gruesa capa de hielo que nadie podría atravesar, nadie más que los hermanos Diggory. En especial, el menor de ellos, con quien se encontraba en una pequeña salida en el mundo muggle.

—Intenta no soñar despierta cuando estamos juntos, ¡te estaba contando sobre lo odioso que fue papá! —recriminó el castaño de Ravenclaw en cuanto sus ojos se encontraron con los orbes azules de Stella, los cuales estaban viendo en su dirección, pero él sabía que su mente andaba en un lugar muy lejano. No tuvo más opción que darle un toque no tan suave en la frente.

Traes parpadear rápidamente, la italiana suspiró con pesadez, siendo consciente de su regreso a la realidad gracias al muchacho que la miraba con una ceja enarcada y una sonrisa divertida.

Aiden fue el primero de los Diggory que conoció, siendo su primer encuentro nada satisfactorio, incluso su amigo confesó que la odiaba en un inicio. Pero, a pesar de ello, siempre fue el más leal, el más preocupado por su bienestar y el que priorizaba su felicidad.

Stella sonrió algo avergonzada por aquella manía que la había metido en problemas en más de una ocasión.

—¡Perdón! Te juro que no fue mi intención, simplemente tu cabello me recordó a un Puffskein y después ya no recuerdo más de lo que dijiste —se quejó, notando que su helado de menta ya estaba completamente derretido en su vaso y con una cantidad sospechosamente menor a la que había en un inicio, ocasionando que una mueca aparezca en su rostro.

Las manos de Aiden fueron rápidas y aprovechó para volver a degustar algo del postre de su amiga, recibiendo al instante un manotazo que no le impidió cumplir su propósito, sonriendo burlón ante la indignación de la rubia.

—Como te decía, papá se comportó como un completo imbécil otra vez, todo porque Cedric...

Y ahí estaba ese nombre: Cedric. Él fue el segundo Diggory con el que tuvo el placer de interactuar. Cada momento con él era una caricia al alma, se sentía en paz y podía permitirse relajarse en la comodidad de las cocinas, lugar donde solían encontrarse para compartir actividades, ya sea sus tareas o simples charlas sin propósito específico que ambos disfrutaban. Sin embargo, no podía evitar sentir que traicionaba a Aiden, después de todo, él no le tenía tanto aprecio y no se molestaba en ocultarlo, mostrando el rostro más apático cada que el nombre del tejón salía en medio de alguna conversación.

Stella detestaba tener esa amistad secreta con Cedric, pero su egoísmo no le permitía ponerle fin.

—Y bueno, al final papá dijo que era una terrible idea, pero Cedric insistió y sinceramente me parece la mejor idea que pudo tener en muchísimo tiempo, eso fastidiaría a papá durante lo que queda de las vacaciones. Entonces, ¿aceptas?

Stella sonrió, sintiéndose orgullosa de haber logrado focalizar su atención durante la conversación, asintiendo con efusividad a pesar de tener grandes dudas creciendo en su interior, dudas que carcomían su criterio y le hacían imaginar mil y un escenarios donde lo peor podría ocurrir. Pero no permitió que ello se evidenciase en su rostro, así que después de sonreír, dijo:

—Siempre quise conocer tu hogar, tú me visitaste muchas veces en casa de Dora, nunca tuve la oportunidad de ir a la tuya.

Aiden resopló ante lo dicho por su amiga.

—No es que dependa tanto de mí, lo sabes. Si papá no se negara, estarías todas las vacaciones con nosotros —musitó con neutralidad, a sabiendas que el tema de la incomodidad del señor Amos con Stella era palpable—. De todas formas, no te acerques mucho a Cedric, nunca contradice a papá y ayer lo hizo para que fueras nuestra invitada. Me preocupa que tenga otras intenciones contigo.

Aiden se mostró completamente serio cuando dijo aquello. Ver a su hermano junto a Stella era algo que detestaría, y si Cedric realmente empezaba a tener un interés por ella... No, mejor no se lo imaginaba, no quería arruinar su ánimo. Por otro lado, la rubia se mordió el labio interior con la mayor discreción posible, después de todo, su amigo era demasiado perspicaz en algunas ocasiones.

—No tienes nada de qué preocuparte, prefería salir con Roger o Penny si soy honesta —comentó en un intento de lucir lo más natural posible bajo la mirada inquisitiva de Aiden—, pero sabes que nuestro capitán está flechado por Cho y Penélope sigue en su extraño amorío con Percy Weasley, así que creo que mi soltería seguirá por mucho tiempo —finalizó con un encogimiento de hombros.

Aiden no pudo hacer más que mirarla con cariño. Él realmente adoraba a Stella, no podía imaginarse que le ocultara algo y mucho menos que le mintiera. Era una amiga que nunca creyó tener en su vida y a la que no quisiera perder por nada del mundo. Ambos se complementaban a la perfección y sus diferencias enriquecían el mundo del otro, logrando aprender y admirar todo lo que conllevaba tenerse mutuamente. Su amistad era algo que atesoraba y que sabía que quería mantener.

Sin embargo, las mentiras y los acontecimientos que se acercaban, pondrían en juicio todo aquello que daban por sentado.

—Por cierto, la razón por la que quería que nos viéramos... —empezó a decir con un tono cada vez más bajo de voz la de cabellos rubios, recibiendo una mirada preocupada de su amigo—. Volví a tener uno de esos sueños, ya sabes, esos que tienen tanto pero que a la vez muestran tan poco.

Aiden suspiró, siendo consciente de lo que ello significaba, pues era el único conocedor de los terrores nocturnos de Stella y el único que hacía lo posible por hallar la razón detrás de ellos.

—No tenías uno de esos desde nuestro primer año... —musitó mientras reflexionaba sobre lo recién dicho—. ¿Qué cosa recuerdas? Dime todo, así creas que es irrelevante.

La rubia tomó su cabello recogido y empezó a jugar con él debido a los nervios. Su corazón latía con fuerza y sus piernas temblaban bajo la mesa de madera. Sentía sus dedos helados y la piel de sus labios empezaba a agrietarse por las mordidas inconscientes que daba.

Lo extraño de sus sueños era que, por lo general, se encontraban cubiertos por una bruma espesa y, conforme avanzaban los días, esta se iba esclareciendo; sin embargo, algo que se encontraba presente de inicio a fin, era una sensación devastadora de vacío, de pérdida y aflicción. Cada que se despertaba, un horrible frío que calaba en lo más profundo de su ser recorría todo su cuerpo y los temblores le sacudían una y otra vez para dar paso al impulso irresistible de gritar y desaparecer.

—Verde... —soltó luego de tomar aire mientras miraba un punto fijo de la mesa—. Todo era oscuro y lo único que brillaba era el verde.

Así, sin ser consciente de ello, los hilos del destino tejían su camino predilecto, dando inicio a una carrera donde no tenía ventaja y cualquier posibilidad de ganar se encontraban detrás de esa terrorífica niebla que se negaba a atravesar, pero a la que se vería obligada a enfrentar.





Edición: 27/08/2023
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