VI

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐒𝐄𝐈𝐒




















the great war!¡ ⛑︎

❛ Eres lo único que me queda, no quiero que te hagan daño. ❜






































La mañana de hoy consiste en lo mismo que en los últimos dos meses, colegio, guardia y tarde libre, todo eso sumado a la cantidad de papeleo que le han ido asignando, al parecer ser el hijo de uno de Los generales más importantes de todo el país significa recibir tareas que en principio no te corresponden, pero al fin y al cabo es lo único que podía hacer contar de que su padre estuviese contento. Pero hoy tendría que ser la excepción, nadie dice nada cuando sale antes de su turno, más bien algunos incluso le hacen señas para dar a entender que le cubrirán, y es que pedro como jefe dista mucho de cómo es su padre, él respeta a los demás siempre que ese respeto sea mutuo.

Al salir Eric ya lo está esperando con el coche.

— Prometo que la semana que viene empiezo a aprender a conducir. - Pedro agacha la cabeza avergonzado.

Desde que su amigo aprendió a conducir hace ya dos años se ha vuelto su chofer personal, y es inevitable que Pedro se sienta culpable por hacer que Eric lo lleve a todos lados.

— A mi no me importa llevarte a cualquier lado.

— Pero todo el tiempo que te hago esperar me hace sentir mal, Eric, siempre esperas por mi demasiado.

— ¿Y acaso tengo algo mejor que hacer?

Pedro resopla ante la insistencia de su amigo sintiéndose aún peor por la situación. Eric se ríe a carcajada limpia mientras arranca el coche. El menor de los dos le pega un leve puñetazo al otro lo que provoca que Eric se empiece a reír más.

— Ya, ya, perdón, ¿A dónde tenía que llevarte?

— A la panadería que está a la vuelta de la esquina. - con eso Pedri se hizo cada vez más pequeño en su sitio, hasta el punto de sentir vergüenza. - a la de Pablo.

Eric no se dio cuenta de lo que su amigo susurraba hasta que se dio unos segundos para procesarlo, sin pensarlo mucho una mueca de desagrado aparece en su rostro, por muy leve que sea Pedri lo sigue notando igualmente.

— Venga, desembucha.

— Ya sabes que a mi ese chico no me cae nada bien.

— Me pidió perdón, perdón de verdad, además estas semanas parece como cuando estábamos en el colegio.

— Entonces si ahora mismo tu padre llega y te pide perdón por todo lo que os ha hecho pasar a tu hermano y a ti, le perdonarías ¿No? Total te ha pedido disculpas de verdad. - Eric mira a Pedro con un semblante serio.

Sin embargo, Pedri se queda totalmente mudo en su asiento con su mirada fija en el frente, ausente de todo lo demás, ha sacado el tema que más le cuesta rebatir, y por tanto del que menos le gusta hablar, su padre. Todo lo que le dijo Pablo aquella tarde tenía en parte razón, pero jamás se comparará con todo lo que les ha hecho sufrir su padre. Todos los años llenos de maltratos físicos y psicológicos, las tardes en que si no hacía sus ejercicios de matemáticas correctamente, lo que le esperaba no era bueno. Pero, sobre todo, los años en los que su padre le estuvo culpando de la muerte de su madre a pesar de que un niño de doce años no pudo haber hecho nada.

Él también había perdido a alguien importante en su vida, porque dentro de su locura su madre era lo único que lo mantenía con los pies en la tierra.

Su madre era una mujer increíble, era luz, era una melodía suave, una nana que te ayuda a dormir, la calma que llega cuando recibes un abrazo tras una pesadilla.

— Te has pasado.

— Lo sé, no quería ser tan brusco, pero, en la vida hay que tener mucho cuidado con quien nos juntamos, sobre todo ahora que la guerra ha comenzado, y...

— ¿Y?

— Y eres lo único que me queda, Pedro, mi familia...está muerta.

— ¿Qué? - las palabras salieron sin fuerza de su boca.

— Mi hermana Alicia es la única que ha sobrevivido, les asaltaron en casa y no tuvieron ningún problema en matarlos en frente de ella, hace varias semanas me envió una carta diciendo que se iría a España con unos amigos de mi padre.

Pedri no sabe qué decir, solo puede mirar a su amigo atónito por lo que acaba de escuchar.

— ¿Y lo peor? Lo peor es que los responsables eran judíos, decidieron matar a mi familia por el simple hecho de que yo era nazi, no se molestaron en ver a las personas tan maravillosas que me han criado, tan poco pensaron en mi hermana pequeña, que ahora tiene que vivir una vida nueva con un nombre falso para que no la relacionen conmigo, con un soldado nazi, por eso no me gustan los judíos, por eso no me gusta Pablo, solo quiero protegerte, no quiero que tu también te vayas.

Eric aparca el coche en frente de la panadería y es entonces cuando la primera lágrima cae por sus mejillas. Pedri agarra a su mejor amigo por el cuello y lo estruja entres sus brazos mientras le acariciaba la espalda.

— Teniéndote a ti cuidándome no me va a pasar nada, además Pablo y yo solo somos amigos, no busco nada más con él,  ¿Vale? Además dentro de seis meses ya no estaremos aquí, no me sirve de nada enamorarme.

Eric asiente aún pegado al pecho de Pedro. Este último se separa y sale del coche no sin antes echar un vistazo final a su amigo antes de entrar a la panadería.

Dentro un señor le sonríe y le entrega la tarta diciendo que Pablo le ha avisado de que vendría a por ella, Pedri le paga y se despide con una sonrisa.

Una vez ambos montados en el coche otra vez el silencio se apodera de los dos, pero aun así no es para nada incómodo, simplemente Pedri está respetando el espacio  que Eric necesita y es que siempre ha sabido cuando el más mayor de los dos necesitaba algo de tiempo.

Para Eric hablar de su familia con alguien era algo que se le hacía  imposible, se formaba un nudo en su garganta que le impedía hablar, todo eso se iba si se trataba de su mejor amigo, con él Las palabras salían solas, como un vendaval, no hacía falta que se contuviese porque sabía que no le iba a juzgar sino que le iba a dar todo su apoyo y cariño.

Por eso Eric se juró a sí mismo que nadie iba a hacerle daño. Ni siquiera ese chico.

El coche se detiene, han llegado a su destino.

— Vete a casa y descansa un poco, mi hermana puede traerme de vuelta.

— ¿Seguro?

— Seguro. - Pedri sonríe y le da un apretón leve en el brazo a Eric antes de salir del coche.

Ve cómo su amigo se aleja en el coche, es entonces cuando llama a la puerta.

Fernando asoma su cabeza, tiene el pelo revuelto, se nota que se acaba de levantar de la cama, más bien se acaba de levantar para abrir la puerta.

— Feliz cumpleaños, caraculo.

Fer sonríe y rodea a su hermano entre sus brazos.

— Gracias

Pedri se hace paso y deja la tarta en una mesa a la entrada, se da unos minutos para observar la casa de su hermano mayor, es justo como pensaba, o más bien como se la imaginaba cuando era pequeño.

Cuando él tenía tan solo ocho años, Fernando se marchó de casa.

Todavía recuerda a su madre suplicarle que no se marchara, fue la última vez que su hermano pudo hablar con su madre antes de recibir esa llamada que le comunicó la muerte de su madre.

— No es de lo mejorcito, pero me apaño bien.

— De pequeño siempre soñaba que vivías en una casa como esta.

— De pequeño uno suele tener tiempo para soñar muchas cosas.

Pedro hace una mueca a ese comentario, sabe que su hermano no lo ha dicho intencionadamente, pero ambos saben que no todos los niños tienen esa posibilidad. Sacude su cabeza y procede a sentarse en una silla del comedor, su hermano no tarda en salir de la cocina con una cazuela.

— No sabía si Eric iba a venir así que he hecho de más.

— No, le he dicho que se vaya a casa a descansar, ha tenido mucho ajetreo estos días.

— Me imagino, ¿A ti que tal te va? - Fer coge un cazo y comienza a servir en los platos.

— Bien supongo, por lo menos no he tenido que fusilar a nadie, todavía.

Fernando se atraganta con el agua, no se esperaba esa respuesta.

— Es mi trabajo, Fer.

— Ya, ya, todavía no me acostumbro, solo espero que tu "super jefe" no te haga sufrir de más.

— Hablando de trabajo, ¿Necesitas a gente en la morgue? - Pedri cambia de tema rápidamente.

— Bueno, algo de ayuda no me vendría mal, Ray se va unos día con su familia a París así que me quedo solo, ¿Por qué?

— Tengo un amigo que está buscando trabajo, bueno, por lo menos uno que le guste y he pensado que si podrías hacerme ese favor.

— ¿No se llamará "Don Pablo el niño del cole que me gusta"? - Fernando le dedicó una mirada pícara a su hermano.

— ¡Fer! Sí, es él.

— ¿Ese no era judío?

— Si...

Pedro mira atentamente a su hermano mayor, su pierna empieza a subir y bajar rápidamente, otra vez ese maldito tic de nerviosismo, sabe que Fer no es ni de lejos como su padre, pero no puede evitar tener miedo, más bien terror.

— Entonces está contratadisimo, cuanto más le haga rabiar a padre más me gusta. - una sonrisa burlesca aparece en el rostro de su hermano.

Pedri se siente aliviado, era la respuesta que se esperaba, no tan literal, pero se asemejaba, Fer pasa un brazo por los hombros de su hermano pequeño y le revuelve el pelo haciendo que Pedri suelte un bufido.

Los dos pasan el resto de la tarde hablando entre risas y picándose todo el tiempo.

La noche ya cubre el cielo cuando Pedri se dispone a volver a casa, la ciudad está a unos pocos kilómetros de allí por lo que decide volver a pie. A mentido a Eric, sí, pero solo una mentira pequeñita. Se despide de Fer con un gran abrazo y le avisa de que Pablo irá mañana a probar, él le responde que no piensa regalar nada y que se va a tener que ganar el curro.

Pedri se aleja de la luz y se adentra en el bosque, hoy es noche de Luna Llena, sus favoritas, todavía recuerda las noches que solía escaparse con su hermano a la colina que había cerca de su casa, se tiraban horas mirando las estrellas perdidas en la inmensidad de la noche, cuando volvían a casa su madre estaba esperando con una mueca de enfado que duraba menos de cinco segundos.

Una lágrima se resbala por su mejilla, echa tanto de menos esa vida que se ahoga en sus propios recuerdos.

Jamás volverán a ser cuatro y mucho menos, jamás volverá a recibir los besos o los abrazos de su madre.

Tiene que pararse porque su respiración está volviendo a descontrolarse, como la primera vez que estuvo lejos de casa en aquel campamento. Tarda varios minutos en volver a sentir tranquilidad, tiene que seguir andando si no quiere que sea demasiado tarde para volver.

La oscuridad se está volviendo más densa y casi no puede ver a pesar de la luz de la Luna, ha sido un idiota por pensar que volver andando sería una buena idea, pero llamar a Eric ahora significaría hacerlo levantarse, y Pedri no quiere eso, así que se traga sus lamentos y continua andando con cuidado de no pisar nada extraño.

Es entonces cuando algo se le cruza por los pies, hubiese jurado que era una ardilla, eso hace que se desestabilice y se caiga al suelo, no había tenido en cuenta que a su lado había una pendiente por lo que le hace caer hacía abajo.

Al llegar abajo del todo algo le roza la pierna provocando un corte.

Un grito de dolor sale por su boca.

Si no consigue hacer algo que le permita llegar a casa, algo que le ayude a moverse.

Estará perdido.


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