31. Me rechazan
El viernes el entrenamiento se extendió media hora más. Fue casi sin que nos diéramos cuenta, tal vez porque todas estábamos nerviosas por el partido del día siguiente, pero ninguna parecía querer dejar la cancha. Siempre era "terminemos estos ejercicios", "hagamos un pequeño partido" y así lo fuimos estirando hasta que se hizo de noche y apenas podíamos respirar sin dificultad.
Cuando hice el camino de regreso a la casa de Charlie, me dolía todo el cuerpo, pero estaba agradecida de que el trayecto fuera corto. No quería imaginarme lo que habría sido hacer las dos horas de viaje a mi casa en ese estado.
Los padres de Charlie se habían estado portando bien estas últimas semanas. Esa era la razón por la que ahora pasaba más tiempo allí, como solía hacerlo durante la secundaria. Solía quedarme a dormir cuando teníamos ensayo o si al día siguiente yo tenía un evento importante, como el examen de la semana anterior o el partido y el concierto de mañana.
Tomé asiento en el autobús y acomodé mi palo de lacrosse entre la pared y mi cuerpo para que no se cayera. Saqué el teléfono de mi bolsillo y revisé los mensajes de texto que no pude responder en las últimas horas. Charlie estaba haciendo horas extras en la cafetería, así que no me sorprendió el no tener mensajes de ella.
Para mi sorpresa, de quien sí tenía era de Noah.
Noah: Has dejado tus apuntes en mi casa.
Noah: Y como seis bolígrafos.
Noah: ¿En el jardín no te enseñaban a guardar tus cosas después de usarlas?
Me quedé un momento con el pulgar en el aire, pensando en qué responderle.
Los exámenes importantes habían acabado, así que ya no la necesitaba. Eso fue lo que arreglamos. Y, sin embargo, temía irme y no volver a verla. Sabía que aún nos quedaba alrededor de un mes de clases hasta que acabara el año y dejáramos de compartir materias. No era como si Noah se fuera a borrar de mi existencia.
Pero la idea de sólo verla en esos intervalos de dos horas semanales, de que volviéramos a ser desconocidas como al comienzo del semestre no me terminaba de agradar.
Quería estirarlo un poco más. Aunque fuera unos días, o unas semanas. No sabía hasta dónde podría tantear, pero lo quería intentar.
Pero eso era algo que le tenía que pedir en persona. Sabía que por mensaje sería un no rotundo.
Andy: No, falté a esa clase del jardín de infantes.
Noah: ¿Cuándo vendrás a buscar todo?
Andy: Ahora.
Se demoró en responder. Por un momento creí que se enfadaría y diría algo como "no es la hora para que te aparezcas", como si ella durmiera temprano.
Noah: Bien.
Suspiré, aliviada.
Pero no pude descansar por mucho tiempo, porque el autobús me dejó cerca de su departamento en sólo un par de minutos.
Noah tardó varios minutos en bajar. Creí que me haría subir para saludar a su padre y recoger mis cosas tranquila, pero apenas abrió la puerta vi que llevaba en su mano una bolsa de cartón que me tendió.
—¿Qué es esto?
Acepté la bolsa y espié dentro. Era mediana, de esas que te dan en las tiendas cuando compras un regalo. Dentro estaban mis bolígrafos, mi anotador e incluso mi botella de agua.
—Así que ahí estaba —murmuré.
—No finjas. Las dos sabemos que ni siquiera te diste cuenta que te faltaban todas estas cosas.
Era verdad en parte. Me había dado cuenta de que no encontraba algunas, pero me molesté en buscarlas. Creí que quizá estuvieran debajo de mi cama, o quizá yo estaba pasándolas por alto.
—¿Empacaste mis cosas? —dije, en cambio.
—Ah, sí. —Sin soltar la perilla de la puerta, se rascó el tobillo con la punta de su pie—. Así no te molestabas en subir.
Intenté no verme tan dolida como me sentí por eso.
—¿Ya te estás deshaciendo de mí? —pregunté.
Esperé que se hubiera oído como una broma, aunque yo no la sentía como tal.
Noah me levantó una ceja.
—Sí, —dijo—. Estaba contando los días para hoy.
Sonrió para dar a entender que estaba bromeando, aunque era muy probable que hubiera una pizca de verdad en sus palabras.
No sé por qué había esperado que, después de todo lo que había sucedido, ella sintiera un poco de pena al despedirse de mí. Y tampoco sé por qué me desilusionó el ver que no era así.
—De hecho... —Dejé mi bolso en el suelo y descansé mis manos sobre la canasta de mi palo. La presión del borde de plástico contra las palmas de mi mano se sintió familiar—. Estaba pensando, ¿Qué te parece si seguimos estudiando juntas?
—No, gracias.
Rodó los ojos.
—Hablo en serio.
Volvió a fijarse en mí, pero esta vez con más atención. Ya no había en su rostro la burla de hace unos segundos.
—¿Qué? ¿Quieres ponerte a estudiar ahora? —preguntó—. Pensé que querrías pasar la noche con tu novia, ya que tienen el concierto y esas cosas.
Hizo un movimiento con la mano.
Ella tenía razón ¿Qué estaba haciendo ahí? Debería de estar con Charlie.
—No, no es eso... —intenté buscar las palabras adecuadas—. Me refiero a seguir estudiando juntas hasta las vacaciones. O por tiempo indefinido, no sé. —Aparté la mirada. Prefería centrarme en la pared del pasillo que en su cara—. No ha estado tan mal y me has ayudado de verdad. Pensé que tú también querrías...
—No, no quiero. Tú ya no necesitas estudiar como obsesionada para los exámenes —dijo, y yo supe lo que implicaban esas palabras. "Ya no me necesitas"—. Así que no creo que sea correcto que sigas viniendo a mi casa cuando se supone que soy tu ex novia.
«Eres mi amiga, tonta», quise decirle.
—Ahora recuerdas que soy tu ex novia —dije, en cambio—. Pero no recuerdo que te hayas quejado cuando tuve que fingir ser tu amiga delante de tu padre...
—Mi padre se ha enterado que no somos amigas, así tampoco hace falta que sigas fingiendo.
Tardé un momento en procesar sus palabras.
—¿Disculpa?
—Iba a pasar tarde o temprano. No sé qué te sorprende. —Comenzó a negar—. Se cruzó a tu madre el día de tu examen. Le mencionó que tú venías a estudiar de vez en cuando y así se enteró que hasta hace unos meses nosotras ni nos hablábamos. Sólo tuvo que sumar dos más dos.
—Le pudiste haber dicho que nos reconciliamos.
Eso habíamos hecho ¿No?
—¿Para qué? Te iba a meter en problemas con tus padres por mentir ¿Y luego qué? Papá me dejaría el piso para mí, luego él volvería a marcharse y yo volvería a estar sola. Nosotras dos ya no tendríamos clases juntas, así que probablemente ni siquiera nos cruzáramos.
Me sentía frustrada. Tanto avance para nada. Me había ilusionado con la tonta esperanza de que podríamos volver a ser lo de antes, o algo mejor, de que podríamos sanar nuestras heridas.
—Podría haber ido a tu casa, visitarte, no sé ¿No podemos ser amigas? —le pregunté.
—Tú no quieres ser mi amiga. Tú sólo sientes lástima.
—¡Yo no...! —cerré la boca.
Ni siquiera podía decirlo. Todos estos meses convenciéndome a mí y a los otros de que no me estaba acercando a Noah por lástima. Pero si incluso Noah lo veía de esa manera, tal vez era más obvio de lo que quise reconocer.
Sabía que el problema entre nosotras nunca había sido algo tan simple como una pelea o una broma pesada. El problema venía de antes, de años antes. El problema venía desde que Charlie se convirtió en mi mejor amiga y Noah quedó en un segundo plano. Desde que Noah comenzó a pretender ser otra persona para encajar en un trío disfuncional. El problema venía de mí, y de cómo me había negado a dejarla ir y preferí mantenerla a mi lado, atada.
—¿Cómo crees que me siento...? —dijo ella ahora, en el presente—. Sabiendo que sólo te estás acercando a mí porque te hago sentir pena.
Quise decirle que no era así, pero de qué iba a servir mentir. Yo me había acercado a ella por culpa y lástima. El dolor de la separación me impedía soltarla, pero las razones por las cuales la ayudaba eran mucho más egoístas. Nunca hubo nada desinteresado en mis acciones.
Incluso cuando me pidió el favor de fingir una amistad delante de su padre, me negué hasta que me ofreció algo a cambio.
—Quiero algo mejor que esto —continuó—. Sé que yo tampoco soy una santa, pero merezco amigos que de verdad se interesen por mí y que me consideren una prioridad. —Se llevó una mano a la frente, como si le doliera la cabeza—. Me duele más estar cerca de ti que no tenerte.
Saber eso me dolió más de lo que creí que lo haría.
—Prométeme que harás amigos —le pedí, pensando en su casa solitaria, en sus almuerzos en el campus en silencio—. Y que no te vas a aislar.
—Vete —dijo, pero esta vez ya no parecía estar dando una orden, sino pidiéndomelo—. Ya no te necesito. Tengo amigos —Intentó sonreír—. Te lo prometo.
Me mordí el labio. Sentí los ojos húmedos.
—No quiero irme —dije.
De repente volví a ser una niña. Volví a estar en la casa de Noah, uno de tantos días en los que me invitaba a pasar la tarde con ella y mi madre pasaba a buscarme por la noche. Nunca quería irme, siempre quería quedarme un poco más.
—¡Vete! —Agarró mi bolso y comenzó a empujarme con suavidad hacia la salida—. ¡Qué pesada! ¿Qué tengo que decirte para que te vayas? Ya tengo amigos que me invitan a sus fiestas y vienen a casa. No tienes que preocuparte por mí. De hecho quizá hasta me mude con alguno el año que viene.
Me sequé una lágrima con la manga de mi camisa.
—¿No estás mintiendo?
Ella me golpeó el brazo. Me quejé, mitad en risa, mitad en llanto.
—Ve con tu novia —me ordenó—. Tienes cosas que hacer mañana.
Asentí, sin dejar de llorar. No quería irme, no quería dejarla.
«No cierres las puerta».
—¿Vendrás a ver el partido?
—No —dijo. Entonces, infló el pecho y tomó aire. Sus ojos brillaron, humedeciéndose—. Y ojalá pierdas.
—Voy a ganar.
—Si no lo haces, me voy a enojar.
Las dos sonreímos.
—Adiós —dijo bajito.
—Adiós —le respondí en el mismo tono.
Noah cerró la puerta y ya no me quedó más opción que dejarla.
-.-.-.-.-
Holaaa ¿Cómo están? ¿Qué tal les ha ido?
He decidido subir los últimos capítulos juntos hasta el epílogo el día de hoy, así pueden terminar de leerla, en compensación por no haber subido la semana pasada jaja
Espero que lo disfruten
bai bai
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top