23. Hago el ridículo delante de mi ex suegro

El lunes durante el almuerzo fui directo a la casa de Noah para dejarle la grabación de la última clase, a la que ella no asistió.

Lo bueno era que ella no vivía tan lejos del campus, por lo que sólo tuve que hacer un viaje de diez minutos en autobús.

Llegué al edificio, toqué el timbre de su departamento y me senté en la entrada a la espera de que bajara a abrirme. En esta ocasión el clima era mucho más agradable que la vez que la visité para el proyecto, por lo que no la pasé tan mal esperándola.

El sol estaba en lo más alto, pero el frío lo hacía más agradable. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos mientras sentía mi cara calentarse hasta que la puerta de cristal se abrió lentamente a mi espalda.

Me aferré al borde del escalón para no caer hacia atrás.

—¿Andy? —dijo una voz masculina.

Esa no era Noah.

Abrí los ojos de golpe, al sujeto que acababa de abrir la puerta.

Su cabello era negro y ondulado, sus ojos rasgados y su piel ligeramente bronceada. Su camisa estaba arremangada y sostenía la perilla de la puerta con una mano, a la espera de una respuesta.

Pasaron tantos años desde la última vez que lo vi, que tardé en reconocerlo como el padre de Noah. Pero más aún fue la sorpresa de tenerlo delante de mí cuando yo creía que seguía de viaje en alguna parte recóndita del mundo.

—Hola —Me levanté y sacudí mis pantalones. No podía recordar su nombre—. Traje la tarea de Noah.

Él abrió más la puerta y me hizo un gesto para que entrara, como si la tarea de su hija fuera un asunto prioritario.

—Por supuesto, pasa. Noah está llegando.

—¿No está aquí? —le pregunté insegura, aunque ya me encontraba entrando.

—Fue a la tienda.

Suspiré, aliviada.

No es que me cayera mal el padre de Noah, pero mi idea era venir para saber cómo estaba ella después de la fiesta, no su padre. Además, había pasado tanto tiempo desde la última vez que supe de él, que temía que se formaran silencios incómodos por no saber de qué hablar.

Subimos juntos por el ascensor y eso me dejó echarle otra ojeada desde el espejo del mismo.

El padre de Noah era delgado y bajo, como ella, pero su piel era varios tonos más oscura. Noah era pálida por naturaleza, pero la diferencia parecía acentuarse más a causa de su estilo de vida ermitaño.

Cuando entramos al departamento me sorprendió la diferencia de escenario que me recibió. Casi me pareció una casa completamente diferente.

Las ventanas y las cortinas estaban abiertas de par en par, en las paredes colgaban de nuevo las fotos familiares y los dibujos de Noah. El olor a encierro y polvo había sido reemplazado por el aroma de la salsa que parecía estarse preparando en la cocina. El televisor estaba encendido y en él se reproducía un concierto de jazz.

—¿Ya has almorzado?

Negué con la cabeza y lo vi recuperar un delantal que colgaba de la silla antes de atárselo a la cintura.

—¿Qué hay de comer? —me auto-invité.

Me asomé desde la puerta de la cocina para espiar la cacerola en el fuego justo cuando él llegó a destaparla. El olor se intensificó y mi estómago rugió. El sonido lo hizo reír, pero no me dio tiempo a disculparme cuando él ya me estaba tendiendo un recipiente pequeño de plástico.

Dentro no había nada, hasta que él hundió su cucharón en la cacerola y vertió una cantidad generosa de salsa. Mis manos comenzaron a calentarse.

—Siéntate a comer. —Me ordenó—. En la mesa hay pan.

—Sí, señor.

Lo obedecí sin resistencia.

Corté un trozo de pan con mis manos y me senté a untarlo con la salsa y comerlo mientras seguía mirando la sala de estar, asombrada. No tenía idea de cuándo habría llegado el padre de Noah de su viaje de trabajo, pero dudaba que fuera hace mucho, considerando que cuando la traje de la fiesta, la casa aún se veía abandonada.

Era increíble lo rápido que podía cambiar un lugar sólo con la llegada de una persona.

—Ah ¿Te gusta cómo queda? —me preguntó al notar hacia dónde miraba—. Así estaba cuando lo dejé. No sé por qué sacó todos los cuadros.

Yo sí sabía.

Recordé a Noah la primera vez que la visité aquí y cómo había admitido resentir a su padre por no llevársela con él. Antes no lo había podido ver, pero ahora me daba cuenta de que Noah podía ser rencorosa. Para bien o para mal. Quitar todas las fotos de ellos e incluso los dibujos que alguna vez le regaló probablemente hubiera sido su manera de vengarse.

El pecho se me oprimió cuando vi un cuadro en el que salíamos sólo Noah y yo. Fue después de un acto escolar en la primaria. De fondo se veía a los niños yendo de un lado a otro con sus disfraces y a sus padres sacándoles fotos. Noah y yo nos tomábamos de la mano, metidas cada una en un disfraz de mazorca. Ninguna de las dos se veía contenta de estar ahí.

En ese momento la puerta de entrada de abrió y Noah entró. Dejó su bolso junto al perchero, al igual que sus zapatos, y cuando levantó la cabeza su mirada se detuvo en mí.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, disgustada pero no sorprendida.

—Te dije que venía —le respondí con la boca llena. Balanceé mis pies aún en la silla, contenta por el sabor de la salsa—. No sabía que tu padre volvía.

Dejó las bolsas de la compra sobre la mesa como si se estuviera desprendiendo de algo desagradable.

—De todas formas ya se va.

Su padre chasqueó la lengua y siguió revolviendo.

—No digas eso. Ven a poner la mesa.

Noah obedeció. Cuando vio que su padre le daba tres platos en lugar de dos, me envió una mirada asesina, pero no dijo nada. Su padre la vio y le dio un golpecito en la cabeza con su repasador. El cabello de Noah se despeinó y ella se volteó para dirigirle la misma mirada que me había dedicado a mí.

—Quita esa cara —le ordenó con el dedo levantado en advertencia.

Noah no le hizo caso y dejó los platos sobre la mesa aún manteniendo la misma expresión de odio. Me recordó un poco a un gato siendo regañado.

—Pondré la cara que quiero —dijo.

—¿Cómo pretendes tener amigos si los tratas así? —Dijo. Tragué mi pan de golpe justo cuando él se fijaba en mí— Andy, no la dejes. Si te maltrata, maltrátala de vuelta. Algún día tendrá que aprender.

—Eso es lo que hago —respondí mientras limpiaba el tazón con otro trozo de pan.

Noah me enseñó el dedo del medio.

Sabía que se estaba conteniendo de decirme todo lo que pensaba sobre mí porque su padre estaba presente. Y, por la manera en la que él me había dado la bienvenida, también sabía de que él no parecía estar al tanto de nuestra última gran pelea y consecuente separación. Así que decidí sacarle provecho.

—¿Por cuánto tiempo estará aquí? —le pregunté cuando él dejó sobre la mesa la comida.

—¿Qué te importa? —dijo Noah.

—Deja de responderle así a tu amiga —le volvió a regañar su padre.

En ese momento destapó la cacerola y el vapor se elevó.

—Sí —Inspiré hondo el delicioso aroma—. ¿Qué no ves que me preocupo por ti?

Su padre negó en desaprobación y yo lo imité. Debajo de la mesa, Noah me pisó. Di un respingo y lo disimulé con una tos.

Su padre me dedicó una mirada curiosa, pero se distrajo en seguida sirviéndonos. Se veía animado. No recordaba si él siempre fue así, o simplemente estaba entusiasmado por comer lo que acababa de preparar.

—Sólo puedo estar una semana. Me necesitan en otro lado con urgencia, pero las vacaciones extra largas lo compensarán.

—¿Y cuándo serán esas vacaciones? —preguntó Noah antes de probar un bocado.

—Probablemente en seis meses.

Dejó su tenedor sobre la mesa con molestia.

—Genial.

Su padre la miró con la cabeza ladeada, conmovido.

—¿Por qué tan triste? ¿Por qué no invitas a una amiga a quedarse? —De repente pareció recordar mi presencia. Su sonrisa no me gustó para nada—. ¿Sigues viviendo fuera de la ciudad, Andy?

Temí responder.

Afortunadamente no tuve que hacerlo, porque Noah apoyó las palmas sobre la mesa para llamar nuestra atención.

—¿Cómo vas a invitar a alguien así como así? Y sin preguntarme.

Él se limpió la comisura con una servilleta, sin interés.

—Disculpa ¿De quién es la casa?

—Qué inconsciente ¿Tú qué sabes si Andy no es una degenerada...?

—Totalmente, podría ser una degenerada —coincidí.

—Pero es tu mejor amiga —Su padre negó como si no nos comprendiera. De repente su rostro volvió a iluminarse con otra idea—. ¿Por qué no invitas a Charlie? Parece buena gente.

Me tapé la boca para no reír.

—¡Ay, papá! No la ves desde hace como cinco años. —Noah se llevó las manos a la cabeza, visiblemente estresada—. Podría estar presa por tráfico de órganos y tú ni estarías enterado.

Su padre me miró en busca de ayuda, pero yo simplemente asentí, de acuerdo con mi compañera.

—Es muy peligroso —dije, como si no estuviéramos hablando de mí y de mi novia.

Suspiró y probó otro bocado, pensativo.

—No quiero que te quedes sola y te deprimas otra vez.

Ella se alzó de hombros y siguió comiendo.

—No estaba deprimida. Me recluí voluntariamente con fines artísticos.

—¿Y por qué no te mudas a la casa de algún otro amigo? Yo sé que tenías muchos en la secundaria.

¿Qué amigos, señor?

El rostro de Noah se puso completamente rojo de la vergüenza. Balbuceó alguna excusa y continuó comiendo.

Verla era tan gracioso como doloroso.

El resto del almuerzo fue exactamente igual. No importaba el tema que se sacara, él siempre la avergonzaba o hablando de lo maravillosa que era o regañándola por su comportamiento. Para el final de la comida ella estaba tan apenada que se había colocado la capucha encima y la había cerrado tirando de los cordones.

Era obvio que ella lo quería, y él también a ella. Pero aún más obvio era lo mucho que ella lo resentía por estar tan ausente en su vida.

Era gracioso cómo ahora, que ya no éramos amigas, podía conocerla mejor que durante todos esos años en los que lo fuimos.

-.-.-.-

—...Y estas son las actividades que nos dejaron —le indiqué mientras le iba entregando mis apuntes, junto a la puerta del living.

Noah recibió mi cuadernillo y lo ojeó. Luego hizo lo mismo con las copias que yo había resaltado. Podía oír a su padre limpiando en la cocina y, de fondo, el jazz que seguía sonando desde el televisor.

—Pudiste simplemente haberme enviado fotografías de tus notas.

—Aún así tendría que venir para darte la grabación, así que no me importa.

Saqué de mi bolso una pequeña grabadora vieja que solía usar para algunas clases. En especifico, para las que tenía muy temprano en la mañana o muy tarde por la noche, porque en esas era probable que me durmiera.

También quise venir para ver como estaba, pero eso no se lo iba a decir.

—¿Podrás estudiar para el examen sin tus apuntes? —preguntó.

Más que preocupada, lo dijo desconfiada. Como si no creyera en mi capacidad de tomar decisiones.

—Sí, está bien. —Cerré el morral, lista para salir corriendo y llegar a tiempo a la siguiente clase—. Ya he estudiado toda la primera unidad, y esta es la tercera, así que tengo tiempo hasta el próximo examen.

—En el examen entran las tres unidades.

—¿Eh?

Noah levantó la mirada de mis apuntes, para nada sorprendida con mi reacción.

—Entra todo lo que nos darán hasta una semana antes del examen.

Tenía que estar bromeando.

A duras penas pude entender y estudiar la primera unidad ¿Cómo iba a estudiar las otras dos en tan poco tiempo?

—Dime que no hablas en serio.

—Hablo en serio —dijo—. Y parece que tú estás en problemas.

No supe a dónde más mirar, además de a la cara de Noah. Por alguna razón creí que me encontraría con alguna expresión divertida en su rostro, pero no fue así. Estaba visiblemente preocupada.

De repente la alarma de mi teléfono comenzó a sonar. Tenía sólo quince minutos para el comienzo de la siguiente clase.

Recuperé mis apuntes de la tercera unidad y los metí casi a la fuerza dentro de mi bolso.

—Lo siento. Te enviaré una foto con mis notas —me disculpé mientras iba retrocediendo hacia la salida.

Otra vez había metido la pata. Tenía que salir de ahí.

-.-.-.-

Holii ¿Cómo están? ¿Qué tal les fue en la semana?

¿Qué les pareció el cap?

¿Opiniones sobre el señor padre de Noah? ¿Se lo imaginaban así?

BTW ¿Soy yo, o Noah se preocupó por Andy?

¿Será que su corazón de caniche finalmente siente algo?

En este cap no apareció Charlie pero en el próximo ya la tendremos de vuelta.

Me despido de todos.

Bai bai

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