10. Soy el payaso del cumpleaños
Charlie: ¿Con qué irás vestida a la cena?
Charlie: O sea, ¿Qué color piensas usar? Quiero elegir uno complementario al tuyo.
Charlie: ¿O debería usar el mismo color que tú? ¿Sabías que hay parejas que combinan sus conjuntos?
Charlie: Por supuesto que lo sabías. No vives en una roca. No me hagas caso.
Charlie: ¿Al final de qué color ibas a ir?
Si seguía bajando más dentro de nuestro chat, encontraría al menos diez o veinte mensajes idénticos de Charlie.
Parecía estar teniendo una crisis de colores. Algo que era inusual en ella, porque a Charlie jamás le importó el cómo me vistiera yo para asegurarse de combinar conmigo. Ella siempre se ocupó de lo suyo y nada más.
Tal vez estuviera más nerviosa de lo que creía por la cena.
Le respondí que iría de rojo, porque en mi armario sólo tenía un vestido y era de ese color. Ese era el atuendo más bonito que tenía. El resto de mi armario seguía consistiendo en sudaderas, jeans y camisas. No porque saliera con Charlie significaba que le iba a prestar más atención a mi ropa.
Y ahora lo lamentaba.
—Me sigo vistiendo como lesbiana —me quejé mientras echaba la cabeza hacia atrás, sentada en el auto de mamá.
—No es cierto —me contradijo mamá—. Yo también me visto así.
—Y tú eres la mamá de una lesbiana.
Mamá, desde el volante, suspiró y continuó conduciendo.
Estrujé la manija de la bolsa de cartón que descansaba a mis pies sin dejar de ver el camino. Charlie me había enviado más mensajes hace unos minutos, pero aún no quería verlos. Mientras más nos acercábamos al restaurante, más ansiosa me ponía.
El hecho de que estuviéramos en pleno invierno y yo estuviera usando un vestido corto no ayudaba tampoco. Llevaba medias por debajo, pero aún así me temblaban las piernas, y el saco de lana que me había echado encima no me protegería del viento de la noche.
Con suerte dentro del restaurante habría calefacción.
—¿Por qué estás tan nerviosa? Te ves bien. Te lo prometo.
—No es eso —dije. En parte sí era eso, pero había pasado el tiempo suficiente delante del espejo arreglándome como para saber que estaba presentable—. Ya sé que no encajo con ellos, pero espero que al menos no se note tanto.
Pude sentir a mamá mirándome. Cuando me aparté de la ventanilla me encontré con su ceño fruncido. Ella no estaba contenta con esta salida. Estaba segura de que aún le guardaba rencor a la madre de Charlie. Pero tampoco podía prohibirme venir.
Me sentí juzgada.
—Olvida eso —le pedí avergonzada.
Mamá suspiró antes de volver a fijarse en el camino.
—No necesitas encajar. A mi también me preocupaban esas cosas cuando salía con tu padre. Su familia quería a alguien diferente para él, pero al final me di cuenta de que lo importante era que nosotros dos encajáramos bien y que nos hiciéramos felices.
—No es lo mismo —dije.
Yo ya me conocía la historia de memoria: papá era un chico de bien que estudiaba, hacía deporte, se llevaba bien con todo el mundo y venía de una familia promedio. Mamá era una chica malhablada que tocaba el bajo en un bar por las noches y tenía mala reputación.
Sí, eran diferentes. Y la familia de él no la aprobaba. Pero estábamos ignorando el elefante en la habitación: yo era una chica y los padres de Charlie eran conservadores y controladores.
Y no importaba qué tan bien pudiera llenar sus expectativas, eso jamás cambiaría el hecho de que yo era una chica.
—Eso no significa que yo no tenga razón —dijo mamá.
—Tampoco significa que la tengas.
Ella chasqueó la lengua.
—Qué contestona que estás desde que vas a la universidad.
El resto del viaje lo hicimos casi en un silencio. De vez en cuando alguna traía un tema para hablar, pero la conversación moría rápidamente y regresábamos al silencio.
Afortunadamente estábamos cerca del restaurante.
De no ser porque estaba yendo a un lugar que me aterraba, me habría sentido aliviada de finalmente salir del coche. En su lugar, sentí que estaba saliendo de mi celda en una prisión para entrar al cuarto de la silla eléctrica.
Abrí la puerta, me eché la mochila sobre la espalda y recogí la bolsa con el regalo. Ya tenía un pie afuera cuando mamá volvió a hablar.
—Llámame si quieres que pase a buscarte.
Asentí.
—No te preocupes —dije mientras iba saliendo—. Me quedaré en la casa de Charlie.
No tenía sentido volver a casa si en la mañana tenía que visitar a Noah para el trabajo grupal. Su casa quedaba a cinco minutos de la de Charlie.
Rodeé el auto y subí a la acera.
Los sábados por la noche la ciudad estaba más despierta que nunca, por lo que no me extrañó ver a tanta gente afuera. Estábamos en una avenida, por lo que los autos iban y venían con casi tanta regularidad como durante el día. La única diferencia era que llevaban sus luces encendidas.
Temblé bajo mi saco y recé para no doblarme el pie por caminar con tacos. Cuando llegué a la recepción y me recibió una de las empleadas no supe qué hacer. Mi idea era entrar y buscarlos, pero me suponía que esas cosas no se podían hacer en este tipo de lugares elegantes.
—Buenas noches —me saludó la empleada.
Estaba parada detrás de lo que parecía ser un atril, entre macetas que acompañaban la decoración del lugar. Con tan sólo una camisa blanca y un pantalón de vestir se veía mil veces más elegante que yo.
—Hola. Creo que tengo una reservación. —Miré a mi alrededor en busca de ayuda—. Con la familia Isaiev.
La muchacha revisó algo en su enorme cuaderno y asintió antes de acompañarme dentro del restaurante.
Sentí cómo todos me veían al entrar y eso me puso aún más nerviosa. De repente fui consciente de la enorme bolsa de regalo que llevaba y la mochila detrás de mi espalda. Tal vez pude haber llevado un bolso de mamá para poner mi cambio de ropa y los apuntes de la facultad, o pude haberme puesto unas sandalias con menos taco.
¿Y si me caía y me daba la cara contra el piso? ¿Y si caía sobre una mesa? ¿Y si chocaba contra un camarero? ¿Cuándo fue la última vez que fui al baño? Me estaba meando.
Mejor no pensar en líquidos.
Aguas termales, cataratas, arroyo, acuífero.
AAAAA.
Entonces, la vi.
Entre tantas mesas, Charlie volteó la cabeza y sonrió al verme llegar. Se veía genuinamente contenta de que estuviera ahí.
Y sentí que volvía a respirar.
Charlie se levantó de la mesa para abrazarme y la recibí.
Fue un abrazo cálido, pero moderado. Para nada similar al que me había dado unas semanas atrás cuando me visitó en la universidad. Era un abrazo amistoso, no el que le darías a tu novia después de no verla por casi una semana.
—Feliz cumpleaños —la saludé.
Charlie se separó, sonriente, aún sosteniéndome por los brazos. Bajó la mirada a mi vestido y de repente su sonrisa flaqueó.
—Gra-gracias, igualmente.
Levantó la mirada con los ojos abiertos de par en par antes de soltarme y volver a su asiento.
Durante un segundo pensé que se me había escapado una teta por el escote, pero cuando toqué para corroborar, todo estaba en orden. Entonces le presté atención a la ropa que llevaba Charlie y supe el por qué de su reacción.
Ella llevaba un lindo suéter de flores verdes y blancas y un pantalón de jean. Su cabello estaba recogido en una cola de caballo floja y su maquillaje consistía en un simple labial brilloso. Yo, por otro lado, llevaba un vestido rojo, tacones e iba maquillada como para tener una sesión de fotos.
—Qué lindo atuendo —dijo la madre de Charlie desde su asiento mientras se cubría la boca con sorpresa—. Muy elegante.
Sorprendentemente, no lo dijo con malicia. Pero eso sólo me hizo sentir peor.
—¿No tienes frío? —me preguntó el padre de Charlie haciéndome un gesto para que tomara asiento junto a mi novia.
Ya la cagué, ya la cagué, ya la cagué.
—No, no. Soy de sangre caliente —bromeé.
No tenía ni puta idea de qué significaba eso.
Tomé asiento sintiéndome un payaso. Incluso los padres de Charlie llevaban ropa más informal. Sí, iban bien vestidos, pero ninguno iba de gala como yo.
—¿Qué es eso? —preguntó mi novia cuando vio la bolsa de cartón en el suelo.
—Ah, esto. —Colgué mi mochila del asiento y le entregué la bolsa—. Es un estuche para tu guitarra. —Apoyé las manos sobre mi regazo y moví los dedos con nervios mientras ella examinaba el interior—. Es que el tuyo es de una sola tira y no está acolchado. Y tú siempre la dejas en cualquier lado. Tiene bolsillos ¡Pero no es necesario que lo saques ahora! —intenté detenerla—. Puedes verla cuando estemos en tu casa.
Charlie me compartió una mirada cómplice, como si sospechara que había algo adentro que sus padres no pudieran ver.
La verdad era que no.
O sí.
Bueno, en realidad yo también le había hecho una mezcla con canciones. Sentía que la que ella había armado el año pasado para mí, pese a haber sido una mezcla mía, necesitaba ser actualizada. Era una lista de canciones que en su momento me gustaban aunque a duras penas entendiera la mitad de las letras porque estaban en inglés.
Esta era diferente. Había pasado horas armándola y quería que la escuchara. Incluso intenté decorar el sobre que hice lo mejor que pude, con mi conocimiento básico de dibujo.
Estaba en el bolsillo delantero del estuche y no quería que sus padres lo vieran.
—Había olvidado que te quedabas a dormir —murmuró su madre.
—Sí, es que tengo que hacer un trabajo en la mañana cerca de su casa —me excusé, como si estuviera haciendo algo malo.
Ella levantó la mano para llamar al camarero.
—Eso está bien. Charlie también tiene que trabajar mañana.
Miré a Charlie, sentada a mi lado. Ella bajó la bolsa y asintió.
—¿Ya conseguiste trabajo? —le pregunté en voz baja.
Sus mejillas se encendieron.
—Sí, en un súper, como repositora.
Apoyé el codo en la mesa y la mejilla en mi mano.
—Ah ¿Entonces usas uniforme? —le pregunté con interés.
Intenté imaginármela con uno de esos suéteres rojos que usan los empleados en los supermercados.
Charlie asintió orgullosa y se me ablandó el corazón. Este era su primer trabajo.
—Me alegra saber que finalmente vas a devolverme todo el dinero que me debes.
Ella rio.
—En tus sueños.
¿Cómo podía ser tan linda mientras me mandaba a la mierda?
—No se lo celebres. —dijo su madre después de ordenar su plato—. Pude haberle conseguido algo mejor, pero prefiere acomodar latas.
El buen humor de Charlie se esfumó. Supe que se avecinaba una discusión.
—¿Y qué tiene de malo acomodar latas?
Aquí vamos.
—No tiene nada de malo acomodar latas —se metió su padre—. Lo que a tu madre le enoja, y tiene razón, es que pudo haberte conseguido un trabajo donde la experiencia te sirviera a futuro.
Abrí mi menú y llamé al mozo para ordenar.
—Ninguna de esas experiencias me va a servir, porque ya dije que me voy a dedicar a la música.
—Puedes estudiar algo relacionado a la música, pero eso no garantiza que puedas vivir de ello. Necesitas un plan B.
—¿Ya va a ordenar? —el camarero me apuntó con su bolígrafo.
—Es muy pronto para hablar de un plan B cuando ni siquiera he comenzado el plan A.
—Sí, quiero el risotto de hongos.
—Me encanta el risotto de hongos —dijo la madre de Charlie.
—Además ¿Con qué cara le voy a decir a la gente que trabajo en un puesto para el que no tuve nada de preparación gracias a los contactos de mis padres? ¿Qué van a pensar de mí?
—Ah, entonces se trata de Andy —dijo su padre.
El camarero y yo lo miramos, aterrados.
Charlie se cubrió el rostro con una mano, exasperada.
—No es sobre Andy, es sobre mí.
—Acabas de decir que es sobre lo que van a pensar de ti. —Se metió su madre— ¿Acaso crees que ellos saben lo que es mejor para ti? Andrea llegó con un vestido de fiesta a una cena en un restaurante.
Eso no debió dolerme tanto como lo hizo.
De repente los tres dejaron de discutir y me miraron apenados. Ni siquiera supe cómo reaccionar.
—Ay, lo siento mucho. —comenzó su madre al darse cuenta de cómo sonó lo que dijo—. No tiene nada de malo tu vestido. Lo que estoy queriendo decir es que...
—Está bien, mamá. —Charlie negó con la cabeza para que no continuara y levantó su menú—. Yo también voy a ordenar. Andrea ¿Tú pediste el risotto de hongos? Entonces voy a ordenar el pollo con champignones, para combinar —bromeó.
¿Andrea?
—¿Como dijiste que ibas a combinar tu atuendo con el mío? —le pregunté.
Charlie volvió a ponerse seria. Su mirada cargada con culpa volvió y eso me hizo sentirme aún peor.
No me estaba gustando esto. No me gustaba que me llamara Andrea, ni que me abrazara como si fuera sólo su amiga, y mucho menos que se compadeciera de mí porque me convertí en el objeto de burla de sus padres.
—Ibas a llevar mi color favorito, así que pensé que yo podía usar el tuyo. —Admitió y era cierto. Su suéter era verde menta, mi color favorito—. Jamás esperé que vinieras con un vestido.
Suspiré.
Por supuesto que no se lo iba a esperar.
Yo no usaba vestidos. No se imaginó que podría hacer este ridículo.
—Sólo ordena lo que quieras —contesté.
Charlie respondió con un débil "bueno" antes de ordenar una hamburguesa de quinoa. Quise decirle que no tenía que ordenar un plato vegetariano sólo porque yo era vegetariana, especialmente con lo mucho que le gustaba a ella la carne, pero temí que eso pudiera comenzar una discusión incómoda.
El resto de la cena nos la pasamos hablando de temas menos delicados. Aunque, con los padres de Charlie, era difícil saber qué cosas podrían detonar un conflicto.
Ella nos contó sobre sus ensayos con la banda, sobre cómo intentaba acoplarse a las chicas y las discusiones con respecto al nombre de la banda. Nos mencionó algunas opciones y sus padres sugirieron otras que sonaban horribles, pero Charlie fue lo suficientemente amable como para pretender que las consideraba.
Luego el tema de la conversación cayó en mí y su madre me preguntó el típico "¿Cómo te va en clases?" al que respondí con un "muy bien", siendo consciente de lo atrasada que iba con las lecturas y el dolor de cabeza que sería el trabajo de mañana con Noah.
—Por supuesto que le va bien —comentó el padre de Charlie, como si la pregunta ofendiera—. ¿No estuvo en el cuadro de honor el año pasado?
—Sí, sí estuvo. —Charlie asintió entusiasmada, como si le alegrara que finalmente pudiera presumir algo de mí—. Y en química le iba muy bien. Recuerdo que en un examen grupal tuve un error y ella lo corrigió y me lo explicó. ¿No te acuerdas de qué era el ejercicio?
¿Cómo iba a acordarme?
—No, en realidad no —respondí incómoda.
Afortunadamente, para salvarnos de ese momento incómodo, llegó un mesero con el pastel de cumpleaños en el carrito. Los cuatro nos giramos cuando lo oímos acercarse. El diseño era delicado, de flores, y con muchos detalles. Parecía uno de esos pasteles caros que harían en un programa de televisión.
Dos camareros levantaron la bandeja con el pastel y lo dejaron delante de mí antes de encender la bengala.
Para cuando nos dimos cuenta de que me habían confundido con la cumpleañera por culpa de mi ropa, ya era tarde. Todos estaban cantándome el feliz cumpleaños.
Ahora todos en el restaurante estaban mirándome.
Sentí un nudo en la garganta. No supe qué hacer. Busqué a Charlie con la mirada en busca de ayuda, pero ella estaba ocupada riéndose de este desastre.
Riéndose de mí.
No podía quedarme aquí.
Así que me levanté, recogí mi mochila y salí bajo la atónita mirada de todos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Holiii ¿Cómo están? ¿Qué tal les fue en la semana?
¿Qué tal les pareció el capítulo?
¿YA VIERON STRANGER THINGS?
Yo lo terminé anoche. No se preocupen, están a salvo de spoilers.
Bueno, todo lo que podía salir mal, salió mal (y estoy hablando del cap de hoy). Veremos qué es lo que sucede en el próximo. Si la cosa empeora o mejora JAJA
Hoy no tengo mucho que decir. Me despido porque ya estoy actualizando tarde.
Bai bai
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