Siempre pensé que el amor era algo simple. Encuentras a alguien, te conectas, luchas por ellos y, con suerte, ellos también luchan por ti. No esperaba que el amor llegara con tantos hilos enredados, tantas preguntas que no me dejan dormir. Pero aquí estoy, mirando el techo de mi habitación, cuestionando cada palabra, cada gesto, cada mirada que no se siente como mía.

Tory Nichols es mi novia. La chica que podría prender fuego al mundo con una sola sonrisa, que camina como si no temiera a nada, pero que guarda más cicatrices de las que jamás admitiría. Me enamoré de ella porque era feroz, porque desafiaba todo y a todos, incluyéndome. Tory no se rinde, nunca. Pero últimamente... siento que algo está cambiando.

No soy del tipo inseguro. Al menos eso me gusta pensar. Pero cuando Eli Moskowitz entra en escena, todo lo que creo saber sobre mí mismo se tambalea. Eli, con su actitud arrogante, sus comentarios llenos de burla y esa maldita confianza que parece desbordar cada vez que Tory está cerca. Ella sonríe de una forma diferente cuando él está ahí. Como si compartieran un secreto que yo no entiendo.

No me malinterpreten. Confío en Tory. Pero, ¿qué haces cuando la confianza no es suficiente? Cuando cada risa compartida, cada cruce de miradas, te hace sentir como si estuvieras perdiendo algo que nunca supiste que podías perder. Eli se mete bajo mi piel, no porque sea mejor que yo, sino porque él lo sabe. Y se divierte con eso.

No sé cuándo empecé a mirar a Tory como si tuviera que proteger lo que ya debería ser mío. No sé cuándo la competencia dejó de ser con los demás y comenzó a ser conmigo mismo. Todo lo que sé es que no voy a dejar que nadie, ni siquiera Eli, me la quite.

Porque ella es mía.