"4"
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"I'll wait for you, babe, that's all I do, babe
Don't come through, babe, you never do
Because I'm pretty when I cry"
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Reviso por tercera vez la hoja en los que va de mañana. Hace dos semanas que las clases dieron comienzo y todavía tengo la necesidad de revisar el horario para refrescarme la memoria. Bueno, para ser justa conmigo, el año anterior ni siquiera me esforzaba en levantar la hoja, seguía los grupos de caras conocidos y ya estaba.
Cierro la aplicación de música de mala gana, hoy me levanté de buen humor, con ganas de reventarme los oídos y caminar al ritmo de una buena canción pegadiza, como las películas. A mí me encantó el despertar, a mi hermano no. Me bajó del auto a patadas y no me dio dinero para pagar la malteada que me prometió.
En el pasillo saludo a varios compañeros y no es hasta que ingreso al salón y no consigo la cabellera ceniza de Hera ni los rizos de Hunter, que presto real atención a lo que ocurre al rededor. Todos están revueltos, hablan, ríen, incluso escuchan música.
Bueno, ¿pero qué hora es? Echo un vistazo a la hora, espabilo al ver el nueve menos cuarto marcado en la pantalla del móvil.
Declan debería ya debería estar aquí. La única de mi grupo presente es Lulú, tiene el cuerpo volteado en dirección a los asientos traseros, mientras juega al tic tac toe con Eros, ambos asientos junto a ellos vacíos.
Ver a Eros me abre un agujero en el pecho del que salen emociones desagradables en forma de pinchazos, el recuerdo de su intento de besarme aún perenne en la comisura de mis labios. Ambos levantan la mirada a la vez a mi cara, me concentro en Lulú y en su sonrisa que me da la bienvenida.
—¿Se te pegaron las sábanas como a Hera?—ríe, dando una palmadita en la silla a su lado—. Eros me decía trabalenguas en alemán, ¿quieres escuchar uno? Parece que esta invocando un demonio.
Niego con la cabeza, dejándome caer en el puesto.
Si quiero escuchar un trabalenguas alemán, pero no quería pedírselo a él. Lulú regresa a su posición, cerrando la libreta que usaba para el juego.
Carraspeo, examinándome las uñas. Cuando Hera note la falta de barniz en las puntas me mataría, debí quitármelo todo, pero la flojera me gano.
—¿Dónde andan los demás?
—Hera no quiso levantarse de la cama—menciona entre dientes—. Hunter ha ido a la cancha a tontear con Terry y Cosbey y los profesores están en reunión, dicen, pero a mí me parece que se han montado una celebración de cumpleaños secreta, vi a al profesora Agatha cargando una caja cuadrada, de esas de pastel.
Lulú en medio de su perorata, observa con de reojo a Eros con disimulo y saca su celular, en el me señala el chat grupal, ese que había estado sonando pero no presté atención por fastidiar a Martín en el trayecto.
En medio de la marea de mensajes, me señala el de mayor importancia: Hera informando que se vería a escondidas con Jamie. Comparto una mirada sugerente con Lu y devuelve el celular al bolsillo del abrigo.
¿Cuánto le durará la paciencia a Hera? Se la vive quejándose sobre Jamie y su falta de compromiso, creo que conociendo cómo es ella, ha durado demasiado. Lulú apunta a la libreta invitándome a una partida. La acepto, rebuscando en la mochila por mi bolígrafo.
—No vamos ni a mitad de semestre y ya te vas a quedar sin hojas.
—Esta la reservo solo para esto—anuncia, obsequiándome una sonrisa resplandeciente.
Detrás de mí, Claudine Masters, la virreina de la sección, se adueña del asiento contiguo al de Eros. El aroma de splash de vainilla me llena los pulmones, sacudo la cabeza ahuyentando el desagradable olor. Lulú dibuja el recuadro y coloca la X en el centro.
—¿Te molesta que me siento a tu lado?—pregunta Claudine.
Ruedo los ojos, dibujando una O al costado de la X. Por mucho que quiera ignorarles, la tengo pegada a mi espalda.
—Sí.
Enseguida volteo a ver a Lulú, enarco las cejas y muevo la vista un instante en dirección a la parejita, asegurándome si ha escuchado lo mismo que yo. Ella se muerde el labio retrayendo una sonrisa, asiente con disimulo, marcando una X encima de la anterior.
—¿No te gusto?—inquiere Claudine en susurros y mi medidor de vergüenza ajena estalla—. ¿Ni un poquito?
Coloco una O bajo la X del centro, sintiendo el bochorno ganar terreno en mis mejillas.
—Para nada—es la respuesta contundente de Eros.
—¡No tengo herpes!—exclama en un vergonzoso chillido, acallando las voces en el salón.
Joder, no, no un espectáculo tan temprano.
—No me interesa tu vida privada—concreta Eros.
Lulú se ha tapado la boca, impresionada por el tono hosco del chico.
—Que arrastrada, Claudie—Irina se incluye en la conversación que por lo visto, dejó de ser privada.
Lulú y yo hemos parado de jugar, esto ha tomado un matiz interesante y Hera se lo está perdiendo.
—Qué raro, Irina metiéndose donde no la llaman—proclama Paula, Irina le responde mostrándole el dedo medio, cosa que le saca una carcajada irónica a la chica—. Dios, que ruda, me orinaré encima del miedo.
—¿Qué pasa Paula? ¿El drogadicto de tu novio no te tiene contenta?—esta vez es Christina la que se mete en el lío en defensa de su amiga.
Pero lejos de parecer ofendida, Paula exhibe una sonrisa que amenaza con romperle la cara en dos.
—Cuando quieras te lo presto, así dejas de cogerte a tu mejor amiga.
Se oye un jadeo grupal. Para nadie es secreto la extraña relación que Christine e Irina llevan, más allá de una amistad muy unida, pero ninguno se ha atrevido a preguntarles, vaya, no es nuestro problema.
Irina se pone de pie empuñando las manos y lanzando dagas mortíferas a Paula que ríe histérica.
—¡Paula, cuida lo que dices!—grita Lorena exaltada y tan sonrojada como lo debe estar Claudine—. Desde que abandonaste la congregación te has convertido en una libertina.
Y Paula, tan desinhibida como siempre ha sido, contesta:
—La verga me cambio.
Lorena se cubre las orejas como si escuchar la palabra con V significara ir directo a las pailas del infierno. Para esto, Lulú ha escondido la cara en los brazos doblados sobre el escritorio, muerta de risa.
—¡¿Es qué no podemos pasar un día en paz?!—brama Patrick, cerrándole la boca a todo el mundo—. El próximo que hable lo saco a patadas del salón, que se las arregle con Declan después.
Todos parecen bajar los ánimos de pelea, vuelven a sus asuntos, incluidas Lulú y yo que continuamos con el segundo recuadro. Claudine resopla, y casi siento lástima por ella, casi. ¿Qué hubiese hecho cualquier otra persona en su lugar? Recoger la poca dignidad que le queda y largarse, pero no, decidió seguir abriendo la gran boca que tiene.
—¿Tienes como límite una chica por sección? ¿Es eso?—escucho como se remueve, esta vez ha hablado con su voz normal—. Porque ya te tiraste a Sol.
Creí escuchar mal, deseaba haberlo hecho. Toda esperanza cae muere cuando el resto de compañeros clavan la mirada como navajas en mi. La tensión sube de sopetón de nuevo, tocando su punto álgido, esta vez soy yo la que se lleva la atención.
Lulú rodea me rodea la muñeca con la mano, mis pulsaciones se detienen y un sentimiento de estar expuesta aunque no sea verdad, me aplasta la seguridad.
—¿Quién te ha dicho eso?—espeta Eros, su tono soez me pone a los vellos de punta.
—Todo el mundo lo sabe.
Pierdo el hilo de mis pensamientos coherentes.
—Pues te mintieron y de ser así no sería tu puto problema—mi voz tambalea a media frase, nerviosa sin razón—. Concéntrate en conseguir tu dignidad, la perdiste en algún punto cuando le rogabas por migajas de atención.
Siento los ojos de Claudine estrecharse en mi nuca.
—Te crees que por ser amiga de Hera tienes derecho sobre él, ¿alguien que la baje de esa nube?
Giro para encararla. Baja la cara profundizando la amargura que colma sus pupilas, me cuesta entender como alguien puede pisar fondo y seguir escavando.
—Cada vez que abres la boca te superas a ti misma, no dices más que tontería tras tontería—mascullo, el enojo calando hondo—. Haz lo que quieras, pero a mi sácame de tus asuntos.
—Y seguimos con el problemita...—Patrick arrastra las palabras con matiz cansino.
Dirijo la vista a él, harta de la situación.
—¿Pretendes que me quede callada?
Encoge los hombros, mirándome con tanto desdén que lo llego a sentir como un golpe en el pecho.
—No es como si no fuese verdad.
No tengo replica alguna, me ha dejado la mente en blanco.
Una silla detrás de mi chirrea, me encuentro tan estática que ni siquiera volteo a mirar a Lulú que me remueve por el hombro, mantengo la vista baja, clavada en el escritorio. Segundos después, un jadeo grupal se escucha, Lulú ahoga un chillido que me hace levantar la vista en el momento que el puño de Eros se estrella contra el pómulo de Patrick.
Como si lo hubiese recibido yo, busco apoyo en el brazo de Lulú que se ha quedado de piedra mirando la escena. López y Drew se inmiscuyen en seguida, se meten en medio, rebotando entre ellos cuando Eros intenta llegar a Patrick.
—¡Decoro, joder! ¡Tengan un poco de decoro!—grita alguien que no le presto atención, porque toda se la lleva y por mucho, el rubio de ojos celestes.
—¡Eso! ¡Se lo merece!—grita Paula, de pie sobre la silla—. ¡Eros, Eros!
Drew le pide bajar, ella se niega sacudiéndose la mano de la pierna.
—Paula, no te metas—ladra Lorena a punto de jalarse el cabello.
Pero Paula aplaude como si fuese un espectáculo de circo.
—¡Dale Eros, es un cabrón!
Patrick se recompone rápido, una rojez le cubre parte de la mejilla derecha. Sus ojos envían amenazas de muerte a Eros quién regresa la mirada con la misma intensidad mortífera.
—Si no aprendes a cerrar la maldita boca, entonces te la voy a cerrar yo de la mejor manera que sé.
—¿Tu a mi o yo a ti?—sisea Patrick, levantando la comisura de su boca en una sonrisa macabra.
Eros da un paso al frente que pone en alerta a los chicos que lo retienen. La tensión cae sobre el salón como un meteorito. Lulú se aferra a mi brazo, temor tomándole las delicadas facciones.
No le gusta ser testigo de estos enfrentamientos, siempre que Hunter se metía en una pelea, Lulú acaba con un ataque de pánico que nos dejaba al resto con los nervios en carne viva.
—¡Ya basta!—chilla Claudine.
Me cae un papelito en el escritorio, giro al lugar de donde vino, doy de frente con Christine, su ceja arqueada y labios doblados en una mueca beligerante.
—¡¿Ya ves lo que causas?!
Mi mente es un vaivén de pensamientos que no soy capaz de identificar. Lulú hinca las uñas en mi piel, deslizo la vista hacia ella y al verla hiperventilando el alma me cae al piso.
—¿Dónde está Hunter? Debería estar aquí—habla entre respiros, su pecho sube y baja a velocidad antinatural.
Sube las piernas contra su pecho y se las abraza, dificultando el poder respirar. Eros y Patrick dejan de importarme, los gritos pasan a segundo plano cuando Lulú se cubre las orejas y sella los ojos.
Mi corazón late apresurado, trato de recordar los pasos que mostraban en el video que Hera nos mostró en caso de que esto pase otra vez, así que empujo con un pie el escritorio, la libreta morada cae al piso junto al bolígrafo del mismo color de Lulú.
—Respira, tranquila—digo en susurro, estirando sus piernas para que los talones toquen piso. Envío una plegaria pidiendo por Hunter, él sabe cómo actuar mejor ante esta situación—. Inhala, exhala, inhala, exhala...
No lo hace.
—¿Qué le pasa?—cuestiona Lorena, llegando a mi lado.
—Un ataque de pánico—es lo único que sale de mis labios.
Lulú regresa las rodillas al pecho, no está escuchándome. Miedo me recorre las venas, un hormigueo me pica los brazos ante el pensamiento de no poder ayudarle. Le hablo, trato de hacer que baje las piernas, nada funciona. No puedo ver con claridad, la vista se me ha empañado, no soy consciente de la gente alrededor y menos de la pelea que se disputa a pasos de nosotras.
—Venga, Lu—mi voz se quiebra al pronunciar su nombre—, respira conmigo.
Su mente la ha absorbido los sentidos. Sus músculos, tan duros como el concreto, me impiden que siquiera pueda moverlos unos pocos centímetros.
Una sensación de agobio me acaricia el torso y me hace sentir como una completa inútil. Le digo unas cuantas palabras tranquilizantes más, un intento más por llevar su atención a otra parte, pero ella sigue tan ida que dudo pueda escucharme.
Pierdo la esperanza de poder ayudarle cuando una mano de nudillos ensangrentados se escabulle bajo sus rodillas flexionadas y la levanta de la silla como si pesara lo mismo que una pluma. Eros empuja con el pie el escritorio fuera de su camino y se encamina con Lulú en brazos fuera del aula. Estoy por recoger nuestras cosas para ir tras él cuando Paula se acerca a mí, posa una mano sobre la mía y apunta a la salida con el mentón.
—Ve, yo lo guardo por ti.
No pierdo tiempo llevándole la contraria, me lanzo detrás de Eros sin mirar a los lados. Lo consigo al final del pasillo, dirección a los jardines de la institución.
Sello los labios eliminando el grito que me asalta, lo último que deseo es alertar a Lulú, troto hasta ellos con el corazón atravesado en la garganta.
Detengo los pasos a poco más de un metro de Eros, continúa el camino a la banca bajo el un árbol, sin entender muy bien que hace, le sigo en silencio y vuelvo a detenerme cuando sienta a Lulú mirando al frente, se acuclilla a su lado, le estira las piernas mientras le susurra cosas que debido a la distancia, escapa de mi audición.
Adelanto un paso, enseguida, Eros levanta una mano indicando que me quede donde estoy. Con la otra, chasquea los dedos frente al rostro blanquecino de Lulú y luego apunta a la grama. Ella tiembla, el corazón me duele al verla así. La imagen que tengo en frente, la pelea de Eros, las falsas acusaciones... todo se me viene encima como un tsunami.
No tengo derecho a llorar cuando es Lulú la que amerita mi ayuda, sin embargo, las lágrimas se me escapan antes de siquiera procesar que me han nublado la vista. Me doy vuelta cubriéndome la boca, acallando los sollozos.
Limpio la humedad en mis mejillas con la manga del suéter, subo la cara, llenando los pulmones de aire. Cuento sesenta segundos antes de regresar los ojos a Lulú. Eros permanece murmurando, señala por aquí y por allá a un par de mariposas que parecen que compiten entre ellas por quien tiene mejores trucos en vuelo.
Sorprendida, observo a Lulú seguirle el ritmo, cabizbaja, relaja los hombros y libera una gran cantidad de aire.
Eros deja de hablar un minuto, mis ojos van de su perfil al cuerpo de Lulú, ansiedad rumiándome las venas. En ningún momento le pone un dedo encima, se limita a señalarle los insectos. Otro minuto pasa, sentados en lados opuestos de la banca, Eros carraspea.
—¿Ya?—inquiere una vez tiene la mirada de Lulú encima.
Ella afirma, fijando la vista en sus pies. Me atrevo acercarme, el sonido de mis pisadas le hacen girar hacia mí. Calma se apodera de mi cuerpo al verle trazar una débil sonrisa de medio lado, pero sonrisa al fin.
Eros se pone de pie, en cinco zancadas llega a mí, extrae la caja de cigarros del bolsillo, examinando mi rostro rojo a causa del llanto, palmea la cajetilla un tabaco salta y él lo atrapa con la boca sin dejar de escudriñarme la expresión.
—So hübsch, auch wenn du weinst.
«Tan bonita incluso cuando lloras»
—Lo que sea que hayas dicho, te lo regreso.
—Pues gracias.
Dibuja una sonrisa cínica antes de girar sobre su eje y tomar el camino que lleva al estacionamiento. Le sigo con la mirada unos segundos sorbiendo por la nariz. ¿No piensa volver a clase o qué?
No aprende. Rechisto acercándome a Lulú. Que asista o no, no es mi problema.
Tomo asiento junto a ella, digiriendo todo lo que acaba de pasar en cuestión de escasos minutos. Despacio, arropo su mano con la mía, ella desliza la vista hacia mí, inhalando profundo. El cielo despejado nos regala el calor que el vientecillo frío que de a poco trae el otoño, nos arrebata. Abro los labios para hablar, pero el sonido de los altavoces ser encendidos me interrumpe.
—Comunicado dirigido al cuerpo estudiantil perteneciente al último año: la charla de hoy tomará lugar en el auditorio John F. Kennedy, a las 15hrs. Se dará a conocer información de gran importancia, por lo que la asistencia es de carácter obligatorio. Sin más que añadir, su Directora Ariel Whitman les desea una feliz y productiva mañana.
Comparto una mirada con Lulú, hago el amago de hablar, otra vez, pero no es Whitman quien me interrumpe, es la misma Lulú que sacude la cabeza en una negativa que me hace cerrar la boca de tajo. Como un cachorrito en busca de calor, baja la cabeza a mi regazo y se acuesta a lo largo de la banqueta.
Y así, en total silencio, observamos por media hora más, las mariposas revolotear.
~
—¡Estuviste follando con Jamie!
El grito de Hunter se escucha por cada esquina del cafetín, Lulú enrojece al oír los silbidos del grupito de la mesa contigua que le hacen escupir el trago de malteada a Hera, empapándose el mentón y la blusa de diseñador. Profiere una maldición, cogiendo un puñado de servilletas para limpiarse el desastre.
—Baja la voz—rechista, inclinando la cabeza abajo—, estas pajarracas repiten cualquiera cosa que escuchan y esto es un secreto de estado—reprime la mayúscula sonrisa que amenaza en partirle la cara en dos—. Lo hice y no me arrepiento de nada.
—¿Se cuidaron?—demando saber, untando una papa frita en la malteada de Hunter.
Él mira la combinación con repulsa, contrario a Lulú, que repite la acción y la degusta con exageración solo para hacerle agraviar la expresión.
Hera vacila antes de responder.
—Sí pero no—tres pares de ojos confusos esperan por una explicación más concreta. Ella baja la bebida y haciendo alarde de toda la naturalidad del mundo, agrega—. Me los tragué.
Oh.
Lulú se ahoga con un pedazo de papa, Hunter simula tener arcadas en tanto Hera ríe a carcajadas, recostando el costado de la cabeza en mi hombro.
—Maldita sea, Hera, estamos compartiendo el mismo batido—reclama el de rizos alborotados, proyectando un viso de disgusto.
—Tiene buen, ¿no?
—Dios...
Ahora Hunter observa la bandeja de Lulú como si la combinación de papas y malteada de fresa, fuese mejor opción. Lulú le tiende una papa, pero Hunter la rechaza. Ella carraspea, buscando la atención de Hera.
—Ya que te has perdido de la charla que tenemos meses esperando por un pene, tome notas para que no se me olvide ni un detalle—Lulú escarba dentro de su mochila por la libreta purpura. La extiende frente a los ojos curiosos de Hera—. A partir de la semana que viene podremos empezar con las horas, son noventa en total. Nos enviaran al correo las planillas para llenar la solicitud, debemos enviar una copia a Whitman, otra se quedara en el lugar donde se hagan las horas y la tercera con nosotros.
—¿Cuántas horas por día serán?
—Eso hay que hablarlo con la persona que nos guie en el área de trabajo, lo que importa es que antes de la graduación se cumplan. Hay que tomar muchas fotos y adjuntarlas al correo final—finaliza Lulú, regresando la libreta al bolso—. ¿Tienes alguna duda?
—Sí, ¿qué pa...
—Pues pregúntaselo al pene de Jamie.
Hera expande la mirada, esa respuesta le ha dejado perpleja. No es común que nuestra Lulú bromee, y menos sobre cualquier cosa que involucre un tema sexual, se sonroja tan solo pensarlo, pero aquí esta, con la cara escondida entre sus manos de muñeca y el diminuto cabello cubriendo parte de su rostro minado de pecas.
—¿Le contaste a Hera lo que ocurrió esta mañana?—cuestiona Hunter, ahora, sorbiendo de mi café.
Lulú mueve su mirada precavida de Hunter a mí. Sé que se abstiene de hacerlo por el hecho de que también estuve involucrada y peor, con Eros. Pero se enterará de una forma u otra, esto es Varsity, el chisme corre tan rápido como el fuego en madera bañada en gasolina. Subo un hombro, dándole a entender que no me molesta, ella titubea un poco antes de hablar, pero después de una reconfirmación de mi parte, lo hace.
—Tuve un ataque de pánico—musita, bajando la mirada a sus dedos entrelazados sobre la mesa. La información le choca tan fuerte a Hera, al instante percibo la tensión de su cuerpo. Estática, tan inexpresiva como una roca. Así se mira justo ahora—. No fue nada, de verdad. Sol y Eros me ayudaron tan rápido como les fue posible.
Su expresión cambia radicalmente a una de confusión total. La imagino creando un sinfín de ideas confusas en su cabeza, ninguna sin desarrollo ni final. Me rasco la cabeza buscando las palabras adecuadas para decirle a tu amiga que se corre el rumor de que te acuestas con su hermano.
Y no fuese nada grave, se supone que es eso, un rumor, el problema recae en que no ha ocurrido, pero yo sí deseo que pase.
—¿Eros... como, Eros?─puntualiza, turbada—. ¿Mi hermano?
—¿Por qué haces esa cara? Incluso yo y me siento insultada—comento en un murmuro imperceptible.
Hera gira la cabeza, lenta y terroríficamente hacia mí. Sus orbes azulinas exhibiendo cuan atónita se encuentra.
—Porque es estúpidamente extraño, Sol. A Eros solo le importa su colección de relojes, su maldito carro y yo. En ese orden.
—Si te escucha decir eso...
—Ya lo ha hecho y me lo ha confirmado—recalca, volviendo los ojos a Lulú—. Pero, ¿qué paso? ¿Qué lo desato?
Lu oscila su mirada de Hera a mí, vulnerable.
—Es que, ¿por dónde comienzo?─rezonga con la voz grumosa, como si acabase de llorar—. Por el principio, ¿no? Bueno, Claudine quiso... intentar algo con Eros, él la rechazo, luego Irina se metió con ella, Christine con Paula, Paula con Lorena y Claudine con Sol. Sol se defendió, Patrick la mando a callar insultándola y allí Eros le atesto un golpe.
—Espera, espera. ¿Eros ha golpeado a quién?—cuestiona Hera demás de ansiosa, dejando de lado el batido para prestarle completa atención al relato de Lulú.
Hunter me da un golpecito en el hombro, recuerdo que esa parte del cuento él no la sabe, por lo que maldigo en mi interior antes de regresarle la mirada.
Sus ojos ámbar, filosos, queriendo saber más, pero finjo no saber nada, volviendo la vista a las chicas frente delante de nosotros. Que se entere por boca de Lulú, también, todo ese asunto se me hace tan extraño, tan ajeno, como si viviese una vida que no es mía, porque nunca tuve esta clase de problemas.
—A Patrick.
—¿Por qué insultó a Sol? ¿Eso dijiste?
Lulú rueda los ojos, comienza a exasperarse.
—¡Qué si!
Hera no escapa de la conmoción. Me señala a mí, luego a Lulú, y de nuevo a mí. Quiero entender, con todas mis fuerzas, el porqué actúa tan asombrada, pero no tengo respuesta alguna.
Caemos en un silencio engorroso, ninguno quiere rellenar el espacio mudo, simplemente dejamos que el bullicio del lugar lo haga por nosotros.
Hasta que Hunter decide que la conversación no puede morir así.
—¿Entonces qué? ¿No haremos nada contra ellas?
—No, ya se les olvidara la semana que viene—intervengo de inmediato.
Hera asiente múltiples veces, dejando de lado la malteada. Entonces, golpea la mesa con la palma de su mano y agrega con legítima amargura:
—Yo digo que hay que pegarles, así no tendremos que esperar a la semana que viene.
—Christine, Irina, Claudine y Patrick. Los cuatro se comportaron como unos imbéciles, yo estaba allí. Confíen en mí—asevera Lulú, le lanzo una mirada discriminatoria que ella evade de manera eficaz.
—Eso va a empeorar la situación, una de por sí muy estúpida—digo, bebiendo un trago de café.
Hera niega con la cabeza, sus mechones largos rubios moviéndose con ella.
—No, Hunter tiene razón, hay que hacer algo.
Hunter se inclina, como si fuese a contar el secreto mejor guardado de todos los tiempos.
—Pinchémosle las llantas del auto a todos.
—Claudine no tiene auto—le recuerda Lulú.
—Ya resolveremos con esa—increpa Hera—. Como diría Jack el destripador, vayamos por partes...
—¡Oigan!─grito, golpeando la mesa del mismo modo que Hera lo hizo—. Olvidemos el tema, ¿por favor?Ya tuve mi momento de ira y frustración, pasemos a la fase final: donde no me importa lo que digan.
—Pero no lo hace, Sol. Lo puedo ver en tus ojos de cordero degollado—Lulú pasea su mano de arriba abajo por la extensión de mi brazo.
¿Eso significa qué me veo muerta o triste? Supongo que depende del contexto y, en este, las dos posibles opciones quedan acorde al tema.
—Tendrá que hacerlo—sonrío a medias, bajando la cabeza hasta toparme con el hombro de Hunter—. Ya no quiero hablar del tema.
Los tres comparten miradas, inconformes con mis palabras, más no me contradicen, hecho que agradezco internamente. Horas después del pleito, analizando lo que pasó con cabeza fría, no hallo la razón de mi sentir, porque en realidad no me interesa que crean que me acosté con Eros, lo que me molesta en sí, es que lo digan y no haya ocurrido.
Me diese igual si fuese cierto, pero saber que él se ha encargado de forjarse una reputación de esa índole, solo me deja pensando en que hay algo mal en mí.
Descartó que sea por Hera, a Eros se le nota a leguas que hace lo que él desee y nada más.
—Si cambias de opinión, te dejo saber que tengo varias ideas en mente—añade Hera, apretando una sonrisa de tinte tenebroso.
Blanqueo la mirada, extendiendo las comisuras de mis labios en una sonrisa que intenta ser pícara.
—¿Por qué no nos hablas sobre Jamie? Lo único que sabemos de él, es que es hijo de tu nana.
Hera arruga la nariz, negando con ahínco.
—Y lo otro es que Eros no puede saber de mi cuestión, lo que sea que está pasando, con él. Nada—enfatiza, regresando a beber lo último del batido.
—¿Por qué? ¿Es clasista?—interroga Hunter.
Hera repite la sacudida de cabeza.
—No, solo es un imbécil.
Una ronda de risas ocupan la conversación. Tomo un trago del café, la larga hilera de mis pensamientos sin conexión coherente.
—Siempre tuve la duda de porque nunca hablas de tu familia.
La oración se escabulle de mis labios, enseguida la sensación de arrepentimiento se abre camino de mi pecho a la garganta. Hera detiene el bocado que planeaba darle a una papa, descomponiendo el rostro en una expresión desolada que me enterró un puñado de culpabilidad en el cuerpo.
—Cada vez que hablo de mi familia, algo ocurre—masculla como si se le dificultara hablar.
Guardo silencio unos milisegundos.
—¿Algo cómo?—cuestiona Hunter, interesado.
—El trato de la gente—farfulla, alzando la cara—. Para mí, la amistad va más allá de lo que tengo para dar; es apoyo en momentos dónde sientes que no puedes solo, es la suma de alegría cuando sabes que lo puedes todo. En el momento que conocen de mi familia, eso deja de importar, pesa más que yo pague las pizzas a preguntar cómo me va—deja salir una pequeña risa cargado de ironía—, entiendo que no soy buena ocultándolo, pero ya me había dado por vencida, hasta que los conocí a ustedes.
Su sonrisa se agranda hasta la desmesura, contagiándome una de igual tamaño. Bueno, me ha aclarado el panorama, solo un poco.
—Nosotros pagamos por tu pizza—bromea Lulú, Hera se echa a reír.
—Exactamente por eso lo digo—se refriega las manos, ansiosa—. Retomando el tema de las horas, ¿cómo vas con eso?
Resoplo retorciendo los labios. Ese es un tema que me ha sacado más de un grano, a pesar de que tengo la solución a mano. Pero quiero realizar las horas en un bufete, no con Martín y la posibilidad de ser rechazada en todos, me genera un estrés terriblemente pesado, la norma es aceptar pasantes que estén por culminar la carrera, no estudiantes de secundara.
No tengo más opción que intentarlo, si no lo hago, nunca lo sabré y quedarme con dudas no es algo que mejore mi problema de ansiedad.
—No ha cambiado nada y no sé si eso es bueno o malo.
Hera arquea una delgada ceja, relamiéndose los labios. Parece que esa era la respuesta que esperaba.
—Tengo la solución—decreta, levantando un dedo.
Hundo el entrecejo. No comprendo cómo podría ayudarme, pero de igual manera, le contesto:
—Te escucho.
Toma su cabello con delicadeza entrañable y se lo echa a la espalda.
—Irás al bufete del abogado de mi familia, ¿qué te parece eso?
Y mi cabeza explota en millones de pedazos, hipotéticamente, como diría Lulú. Jamás se me cruzó por la cabeza esa opción, porque nunca se me ocurrió que su familia fuese tan cercana a un abogado como para pedirle esa clase de favores, y menos para la amiga de su hija. ¿No es eso una situación incómoda? Porque me lo parece.
Hera me observa con las manos sosteniendo su mentón, expectante.
—No lo sé, Hera. ¿Tu familia está de acuerdo con eso?
—Ya lo conversé con Andrea, está más que feliz con aceptarte y servirte de guía—afirma, metiendo un mechón rubio detrás de la oreja—. Nunca ha tenido un pupilo.
Un nerviosismo precedente de la ilusión me recorre el pecho, la idea se forma a velocidad de la luz en mi mente y la emoción burbujea en mi pecho inflándole de júbilo.
Eso sería un paso inmenso, ¿quién tiene esa oportunidad? No conozco ni he escuchado de alguien que se convierta en aprendiz de un abogado sin ingresar a la carrera. No sin compartir ningún lazo sanguíneo. Miro a Hunter y luego a Lulú, como quién busca apoyo antes de tomar una decisión.
Ambos asienten hacia Hera, por lo que regreso mi atención a ella.
—¿Qué tan segura estás?
Rueda los ojos al cielo, tomando una larga exhalación.
—Tan segura como que este sábado iremos a la fiesta de Joaquín, ¿entonces? ¿Qué dices?
Dudo unos segundos. ¿Qué pasa si lo arruino? Quedaré como la amiga de Hera que no supo aprovechar la oportunidad de oro que se le brindó. Y aunque no conozco a sus padres, algún día lo haré, y no quiero cargar con ese martirio por siempre y para siempre. Pero en la otra cara de la moneda, si rechazo la oportunidad, también quedaré como la amiga de Hera que desaprovechó la ocasión de aprender de la mano de un abogado.
¿No es esto lo que quería? Entonces tengo mi respuesta.
—Acepto, pero promete que el primer día irás conmigo.
Hera sonríe mostrando su dentadura de anuncio. Me ofrece una mano para cerrar el trato, se la recibo y ella le da un sólido apretón, calmando el nerviosismo que súbitamente me hace temblequear de pies a cabeza, y con toda la honestidad que una persona pueda transmitir con sus palabras, decreta:
—Te lo juro—suelta mi mano para tomar el celular, deja escapar una exhalación—. No hay señales de vida, esperemos quince minutos más.
Me muerdo la lengua para no vomitar las palabras que me pican las cuerdas vocales desde que esperamos por él. Hera es su hermana, le tiene mucha fe.
—Cómo algo me dice que no va aparecer ahora mismo, voy un momento al baño—enuncio sosteniendo la correa de la mochila—. Y si aparece, que espere, como nosotras hacemos por él.
Me pongo de pie con dirección a la salida, detrás, las risas de los chicos desaparecen junto al sonido de los cubiertos.
Me impresiona como en cuestión de un rato, todo rastro de vida desaparece. Por supuesto, apenas el reloj cambia a la hora de salida, salimos corriendo lejos, si no fuese por la reunión, tampoco estaría aquí para atestiguar el cambio tan brusco que se vive, incluso da miedo la soledad y el silencio adosado a los pasillos que ahora, sin nadie en ellos, se me hacen eternos.
Apretujo el bolso contra el pecho, moviendo los pies a prisa al primer baño que consigo. Reviso que sea el de mujeres, empujo la puerta con el hombro, el gemido que me punza los oídos me enciende las alertas, pero es la imagen a mi costado lo que me paraliza.
Yo fui una vez la 'Noah Mírame😫' y me gane sendo coñazo.
Si me lo preguntan, merecido por showsera👺
-Mar💙
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