Capítulo 3

-¿Por qué estoy tomando química con honores? ¿Soy una sádica? -la albina gimió en su libro de texto, tirada en el suelo, rodeada por un mar de páginas sueltas.

Ranpo suspiró, moviéndose en su cama y colocando el bloc de papel en el que había estado garabateando a su lado.

-La palabra que estás buscando es masoquista. Y para responder a la pregunta, sí lo eres.

Fue una escena común. Midori a menudo acampaba en el dormitorio de Ranpo para estudiar en lugar del suyo, alegando que Dazai era un compañero de cuarto demasiado ruidoso para estudiar, y que extrañaba al azabache, incluso si ya habían pasado el día juntos. Nakahara siempre lo tomó como una excusa para salir del dormitorio que él y Ranpo compartían, y fue a visitar a Dazai.

No había ninguna razón por la que no todos hubieran solicitado el intercambio formal, pero era un hecho que ninguno de ellos estaba nunca donde realmente pertenecían.

La albina miró a Ranpo, tratando de procesar lo que había estado insinuando con una expresión de desconcierto.

-¿Por la química? ¿O algo más?

-Algo más -bromeó el azabache. Bromear con la chica había sido mucho más fácil que el año pasado, cuando estuvieron separados, la familiaridad regresó con tanta facilidad que era como si nunca hubieran estado separados.

-Cuida tu boca, Edogawa, o podría empezar a pensar que estás tratando de seducirme -se rio Midori, arrojándole la tapa de un bolígrafo en refutación.

Él esquivó la tapa del bolígrafo con facilidad, viéndolo caer sobre su cama deshecha antes de volverse hacia ella.

-¿Y si lo estoy?

Eso fue suficiente para que Konoe perdiera su sonrisa, y, en cambio, vio a Ranpo con los ojos muy abiertos. Él negó con la cabeza. Para alguien que siempre actuó con tanta suavidad, Midori era una idiota nerviosa cuando se trataba de acciones.

-¿Vienes aquí? -el azabache la llamó desde su posición en la cama. Fue todo lo que necesito la albina para abandonar su trabajo de química, en lugar de optar por unirse a Ranpo en su cama.

Él se deslizó, sentándose firmemente en el regazo de ella.

A su vez, la albina envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Ranpo, acercándolo más para que sus cuerpos estuvieran presionados uno contra el otro, la cama barata del dormitorio crujiendo bajo su peso combinado. Ninguno de los dos le prestó atención, en su lugar presionaron sus bocas en un beso acalorado, él con mucha timidez metió una mano debajo de la blusa de la chica.

Momentos como este fueron buenos para ambos, un descanso de su sobrecarga de trabajo universitario, en vez de una oportunidad de perderse en la presencia del otro.

Se separaron después de unos minutos, luciendo sonrisas a juego. Ella se inclinó hacia adelante para besar la parte superior de la nariz del chico.

-¿Qué hice para merecerte?

Él puso los ojos en blanco -Química de honor.

Un puchero falso encontró su camino hasta los labios de Midori- Solo me quieres por mi cerebro.

Eso hizo que él se resolviera en un ataque de risas, cualquier estado de ánimo que tenían antes de desaparecer tan rápido como había llegado. No pasó mucho tiempo hasta que ella se rio con él, tan fuerte que Ranpo no se habría sorprendido si Kunikida, la puerta de al lado y compañero de su novia, lo hubiera escuchado.

Cuando finalmente se calmaron lo suficiente, ambos se dejaron caer en la cama, la cabeza de Ranpo sobre el pecho de Midori -una costumbre que ha tenido desde que eran infantes-, escuchando el latido constante de los latidos de su corazón.

La calidez de ella casi arrulla a Ranpo para que se duerma, sus párpados se cerraron, cuando de repente se movió, agarrando el papel en el que él había estado garabateando anteriormente.

-Hey, ¿qué es esto? -cuestionó levantándolo.

El chico gimió ante los movimientos de la albina, amargado por haber sido interrumpido por lo que estaba a punto de ser una buena siesta.

-No es nada.

-No parece nada -empujó la página a la cara del azabache.

Él suspiró y se sentó. Tuvo que aceptar la derrota de no poder dormir la siesta en el pecho de su novia, algo que había estado muy contento de hacer.

-Logotipos potenciales.

-¿Por?

-No mucho, solo una nueva empresa en la que estaba pensando. Probablemente, únicamente una quimera -él había estado jugando con la idea de comenzar su propia compañía de detectives o de videojuego durante un tiempo, pero la idea parecía demasiado desalentadora, demasiado irreal, de que no podía clasificarse como nada más que un sueño.

Afortunadamente, para él, Midori estaba feliz de ser el empujón que necesitaba para convertir su sueño en realidad.

-Ranpo, gatito, escucha -comenzó, levantándose sobre sus codos para poder mirarlo-. Si crees que tienes una idea, maldita sea, síguela. Eres muy inteligente y muy talentoso, sé que podrías hacer cualquier cosa que te propongas.

Él le parpadeó un par de veces en un intento de procesar cómo una persona podía tener tanta fe en él.

-Midori, no lo sé...

-Lo sé -interrumpió la albina-. Te conozco y de lo que eres capaz. Así que analicémoslo, ¿no? No hay nada que perder al intentarlo.

Y eso parecía una razón suficientemente buena para que Rapo no siguiera discutiendo. Ella no lo engañaría con algo que fuera una mala idea, eso lo sabía.

Se inclinó hacia adelante, presionando un beso en la frente de ella- Gracias.

-En cualquier momento. Te amo.

Ambos ojos se abrieron en estado de shock cuando procesaron las palabras que salieron tan naturalmente de la boca de la chica.

-... tu gran cerebro. Sí. Amo tu gran cerebro -balbuceó Midori en un intento de corregirse.

Las cejas de Ranpo se juntaron con preocupación, habían estado juntos por más de dos años, y ni una sola vez ella había cometido ese error.

-Por favor, ten más cuidado.

-Mierda, Ranpo, lo siento. ¡Pero mira! Lo dije y no estoy muerta. ¿Ves? -hizo un gesto para sí misma-. Podría decirlo y hay un 99,95% de posibilidades de que no pase nada.

-No quiero arriesgarme -espetó-. No quiero arriesgarte.

Los rasgos de Midori se suavizaron ante el arrebato de Ranpo. Alzó una mano para acariciar la mejilla del contrario- Si te molesta tanto, seré más cuidadosa. Lo prometo.

Él se lanzó hacia ella, envolviéndola en un fuerte abrazo y hundiendo su rostro, su pecho.

Sabía que Midori lo amaba; y ella sabía que él también la amaba. No necesitaban decirlo con palabras.

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