IV.


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Las personas iban y venían por los pasillos, limpiaban cada lugar sin excepción y los murmullos llenaban todo Winterfell, la llegada del Rey Robert, su familia y su comitiva era de lo que todos hablaban. Catelyn Stark como buena señora del norte se encargaba de mandar y revisar que todo estuviese correcto, tarea que debía también llevar con sus cinco hijos, había enviado tanto a Robb como a Theon y Jon a estar presentables lo que significaba quitarse el bello facial, Sansa se había encargado de su vestimenta y peinados desde días atrás por lo que dolo pedía el consejo de su madre en ciertas ocasiones, pero de quienes debía estar al pendiente Catelyn era de sus tres pequeños, sobre todo Arya que era la más escurridiza y temía que mientras la estancia de los reyes esta hiciera de las suyas.

Por otro lado en ese mismo instante el rey y quienes le acompañaban estaban por llegar a Winterfell, Amira Baratheon veía todo con ojos curiosos y cautivados por lo que le rodeaba, sentía el aire frío golpear contra su rostro y podía ver el vapor salir de entre sus labios generado al exhalar, agradecía a los dioses el que le hubiesen permitido viajar los últimos tramos que es quedaba de camino junto a su tío Jaime, aunque hubiese preferido viajar sola a caballo, de esa manera no tendría que viajar sentada de lado siendo resguardada por los brazos de su tío, condición que había puesto su madre.

—Debiste viajar con tus hermanos y tu madre —su tío sonreía a pesar de que la chica no le miraba, Amira casi negó de inmediato ante tal idea, lo que ella deseaba desde que habían iniciado el viaje era ver y conocer más del norte con sus propios ojos y que mejor que cabalgando, pero no le fue permitido hasta ese momento.

—¿Por qué quedarse en el carruaje si puedo ver todo desde aquí? El norte es muy distinto a lo que he visto o siquiera leído, tío. Es más misterioso de lo que pude imaginar —Jaime quiso ver a través de los ojos de su sobrina solo por unos segundos, esta hablaba como si estuviese frente al lugar más hermoso de los siete reinos, pero él solo lograba ver barro y un lugar sin color alguno. Como cualquier sureño los climas del norte le eran molestos, a pesar de ello la castaña viajaba como si estuviese el sol a todo su esplendor, aunque Jaime sentía el cuerpo de Amira entre sus brazos tiritar ligeramente ante el frío a pesar de la capa que llevaba y el vestido anaranjado nada ligero a los que acostumbraba, pero está en ningún momento se quejó y mostró molestia, al contario.

—Tyrion no debió dejarte leer tanto, ves cosas donde no las hay.

—O simplemente no las ves desde otra perspectiva, creía que un caballero debía ver desde todos los puntos posibles para acabar con su enemigo —eso sí que había provocado la risa de Jaime, misma que tuvo que ocultar tosiendo levemente al estar tan cerca del Rey. Por unos segundos había olvidado su posición, era un guardia real y debía actuar como tal, aunque su sobrina lo ponía difícil por sus comentarios.

—Veo que te enseñé bien —aquello dio por terminada la conversación y Amira nuevamente se enfrascó en sus propios pensamientos, si bien no había nieve sentía el frío calar bajo su capa y si aquel lugar le parecía interesante no quería ni pensar cómo se vería este cubierto de un color blanco a causa de la nieve. Tenía tantas ganas de conocer cada uno de los rincones de Winterfell, desde muy niña el norte le parecía de lo más interesante y las leyendas solo avivaron su curiosidad, ahora que se encontraba ahí no podía evitar sentirse como una chiquilla nuevamente, misma que deseaba confirmar cada una de las leyendas que le fueron contadas por su tío y también aquellas de las que leyó.

Amira estaba tan sumida en su propio mundo que ignoraba las miradas que eran dirigidas hacia su persona, la chica era hermosa eso nadie podía negarlo y resaltaba a simple vista, su sonrisa provocaba un sentimiento reconfortante casi como si se tratase de los rayos del sol tras una fría noche, toda persona que cruzaban posaba su mirada en la chica, también estaba la cuestión que se encontraba cabalgando junto a un guardia real.

Jaime Lannister fue quien no pasó desapercibidas las miradas, no le sorprendió en lo absoluto, su sobrina nunca pasaba desapercibida, quien no le mirase seguramente era idiota o ciego, esta poseía la misma belleza de Cersei, misma que aún poseía la reina, aunque la diferencia entre madre e hija recaía en sus miradas y sonrisas, mientras que Cersei miraba a todos sobre el hombro y rara vez sonreía sinceramente, Amira miraba con amabilidad y era alguien risueña.

—Tío, un árbol corazón —Amira susurró cual niña apretando el brazo de Jaime, está a penas y lograba ver las hojas rojas características de este, nunca había visto uno, en el sur no había ni un árbol de estos, pero sabía que los trazos hechos en uno de los tantos libros que había leído no harían justicia—. Tío Tyrion... —sus palabras se apagaron en cuanto no encontró al nombrado, mordió su labio inferior al ver que tendría que aguantarse aquella emoción hasta que su tío hiciera acto de presencia.

—Arciano. Los antiguos dioses —Amira giró el rostro asintiendo emocionada, aquellos no eran sus dioses, pero se sentía emocionada, el solo ver las hojas de color escarlata hizo su corazón latir con fuerza y al parecer su tío lo había notado—. El norte sigue honrándoles, quizá logres verle de cerca —alentó a la chica y si fuera posible la sonrisa de la castaña aumentó.




La espera por fin terminó para los norteños, los abanderados del rey fueron los primeros en arribar a Winterfell siendo seguidos de cerca por el rey y su compañía, parecía casi ensayado Eddard Stark ya se encontraba junto a su familia con toda su gente tras ellos con tal de saludar de manera adecuada a los recién llegados, aunque por un momento la casa Stark estuvo incompleta, pero la pequeña Arya ya se encontraba con ellos. Todos estaban atentos a cada movimiento de los sureños, unos más que otros cabía mencionar, la hija mayor de Eddard y Catelyn Stark miraba completamente cautivada al recién llegado príncipe Joffrey y este a su vez no despegaba su mirada de la chica, hasta le había regalado una media sonrisa causando el sonrojo de Sansa, esto a Robb Stark no le gustó nada, como norteño desconfiaba de los sureños, pero como hermano mayor sentía celos ante las miradas que eran dirigidas a su hermana.

Aunque pronto la atención del chico Stark se desvió a la persona que se posicionaba junto al príncipe, una chica que viajaba junto a un guardia real, esta miraba los alrededores, su cabello castaño caía sobre sus hombros tenía un recogido que evitaba que este cayese sobre su rostro, por sus ropajes y porte supuso que se trataba de la princesa Amira Baratheon misma de la que había escuchado hablar, no sabía si todo lo que había escuchado era cierto, pero en verdad ninguna le hacía justicia a su belleza, desvió su vista en cuanto el Rey hizo acto de presencia y se arrodillaron de manera respetuosa ante este, Robb esperaba que nadie hubiese notado el tiempo que había visto a la princesa.

Amira dejó de lado su ensoñación con su alrededor para ver a su padre descender con ayuda del caballo y caminar "imponente" hacia los que supuso se trataba de los integrantes de la casa Stark, les vio arrodillarse ante su rey, su sonrisa disminuyó hasta ya no ser perceptible, le era difícil creer que aún las personas respetaran a su padre y no podían culparle tras vivir con él, ya no quedaba ni la sombra del guerrero que narraban las historias, la corona le quedaba demasiado grande a Robert Baratheon por ello necesitaba encontrar a otro quien fuera la mano del rey, Eddard Stark parecía perfecto para el puesto mientras el rey follaba y bebía hasta olvidar su nombre.

Una sola señal por parte de Robert bastó para que la cabeza de la casa Stark se colocara de pie al igual que su familia y el resto de los norteños, el miraba a Eddard Stark sin decir palabra alguna, hasta que él mismo rompió el silencio.

—Has engordado —todo se mantuvo en silencio ante tales palabras, al menos hasta que tanto Robert como Eddard comenzaran a reír para posteriormente abrazarse en forma de saludo, Amira admiró la sonrisa de su padre, misma a la que no estaba acostumbrada, pocas veces le vio sonreír con tal alegría y que Lord Stark lo lograra con tal simpleza le hizo sentir cohibida hasta cierto punto—. Cat —abrazó a la mujer con la misma alegría que al esposo de esta—.  Nueve años. ¿Por qué no te he visto? ¿Dónde estabas?

—Resguardando el Norte, su Majestad. Winterfell es suya —mostró su cortesía y puntualizó que eran bienvenidos en aquel lugar, Amira vio de reojo a su madre junto a sus hermanos bajar del carruaje cosa que fue como una señal para que Jaime le ayudase a bajar del caballo. Con elegancia caminó hasta su madre y junto con ella se acercó para saludar a quienes les acogerían bajo su techo por un tiempo, Amira era la primogénita del rey, se esperaban cosas de ella y debía actuar como lo que era, una princesa.

Mientras se acercaba observó a su padre saludar a cada hijo de Ned y Catelyn Stark, paseó su mirada discretamente por cada uno y le fue imposible no reparar en el mayor, de rizos rojizos, alto e imponente como su padre, Robb Stark era la combinación perfecta de sus padres, aunque vio más en el los rasgos Tully provenientes de su madre.

—Mi reina —despegó su mirada del chico para prestar la atención debida a los señores de Winterfell, vio de reojo el rostro de su madre mientras Lord Stark besaba la mano de esta y solo vislumbró la sonrisa que utilizaba para todo aquel que no pertenecía a su familia, una falsa.

—Mi reina —Catelyn realizó una reverencia, cuando Cresei estuvo por presentar a su hija se vio interrumpida por Robert.

—Llévame a las tumbas. Quiero rendir mis respetos.

—Hemos viajado por un mes, mi amor. Los muertos pueden esperar —Cersei intentó disimuladamente evitar aquella humillación, sabía de antemano a quién rendiría sus respetos su esposo, aquel fantasma que siempre le perseguía.

—Ned —solo eso bastó para que tanto Robert como Ned caminaran dejándoles a todos ahí. Amira hizo un esfuerzo para no soltar un suspiro ante las acciones de su padre, le molestaba cómo era tratada su madre, pero en aquellas circunstancias ¿Cómo podía replicarle o maldecir a su padre? No podía, no cuando ella conocía la verdad, su padre jamás amó a su madre, ni una pisca de cariño, ya que su corazón había sido dado a Lyanna Stark y este también había muerto con la mujer, era a ella a la que visitaría en las tumbas, Amira no era quien para reprocharle nada a un hombre que había perdido a lo que más amaba.

—¿Dónde está el gnomo? —miró a una pequeña de cabellos castaños, aquel apodo, aquella manera en la que hablaban de su tío y detestaba, pero no podía hacer nada para que cesara solo guardar silencio y no podía culpar a una niña por su curiosidad, Cersei se alejó solo para acercarse a su gemelo para preguntar sobre la desaparición de Tyrion.

—Amira Baratheon —se presentó realizando una reverencia perfecta misma que fue correspondida por la mujer—. Agradecemos su hospitalidad, Lady Stark —Catelyn sonrió ante los modales de la chica, modales dignos de alguien de alta cuna. Amira conocía bien que la presentación debió ser realizada por su padre, pero al ver que eso no sucedería ni siquiera dudó en hacerlo ella misma.

—Princesa, es un honor tenerles en Winterfell. Permítame presentarle a mis hijos —Catelyn intentó hacer que su hijo menor saliese de detrás de sus faldas, pero este negó con la cabeza solo para aferrarse más y ver escondido a la chica frente a ellos—. Mi hijo menor, Rickon —la castaña sonrió enternecida ante el pequeño que se aferraba a las faldas de su madre, este era seguramente más pequeño que Tommen.

—Un gusto, mi lord —se colocó a la altura del niño ante la atenta mirada de todos, Amira sonrió y estiró su mano con tal de que el niño le tomase, este miró repetidas veces a la chica y a su madre para después sonreír y aceptarla estrechándola ligeramente. Se separó del menor de los Stark colocándose nuevamente de pie, Catelyn aprovechó que su hijo menor ya no se aferraba a ella para guiar a la princesa del brazo, Amira se dejó guiar hasta el chico de rizos rojizos.

—Mi hijo mayor, Robb —en ese instante verde y azul se encontraron, ahora eran capaces de ver al otro sin que fuera de lejos, los primogénitos de cada casa enmarcaron con la mirada el rostro del otro, casi como si fuera la primera vez que viesen a un hombre o a una mujer, se causaban mutuamente curiosidad. Amira confirmó que el chico se parecía más a su madre, pero aun así vislumbraban los rasgos de su padre y la seriedad marcada por los norteños; Robb por otro lado solo pudo confirmar lo que sabía de antemano desde que vio a la chica, esta poseía una belleza que superaba a cualquier otra mujer que hubiese visto en su corta vida, aún más que la reina.

—Espero que su viaje haya sido tranquilo y sin contratiempos, princesa —se inclinó en una reverencia que fue correspondida casi de inmediato por la chica, los oídos de Amira gozaron aquella voz y quiso escucharle de nuevo.

— Agradezco sus buenos deseos, mi lord. Ciertamente ha sido un viaje largo, pero para alguien como yo que no había viajado tan al norte ha sido gratificante —sabían que todos les miraban y escuchaban por lo que no podían entablar más que aquella escasa conversación, aunque Catelyn sonreía intentado ocultar cuan satisfecha estaba con el comportamiento de su hijo, mismo que parecía no poder quitar su vista de la chica Baratheon. Aquella conexión formada entre el verde y el azul se vio interrumpida al pasar de Robb a Snsa que se encontraba a su lado.

—Mi hija Sansa, tiene la misma edad que el príncipe Joffrey —la mención del chico le hizo recordar a Amira que este se encontraba cerca, este no tardaría en hacer de las suyas escudándose tras el título que le había sido heredado, un título vacío, pero que sabía utilizar a su favor y claro estaba que Amira le retaría en más de una ocasión igual que en King's Landing.

—Es usted muy hermosa, lady Sansa —dijo aquello de corazón, la pelirroja era por mucho la más parecida a lady Catelyn y su cabello contrastaba perfectamente con lo que llevaba puesto y con su entorno. Sansa sintió sus mejillas arder ante tal elogio proveniente de la princesa, realizó una reverencia intentando que esta saliese perfecta para ocultar su nerviosismo.

—Gracias, princesa.

—Mi hija Arya y mi hijo Brandon —terminó de presentar a ambos niños, mismos que al ser aún muy jóvenes intentaron hacer una reverencia, pero no se asemejó ni por asomo a la de sus hermanos mayores.

—Es un placer conocerles —recibió sonrisas de ambos niños—. Nuevamente le agradezco su hospitalidad y me disculpo de antemano —esto último lo murmuró solo para que Catelyn Stark le escuchase—, sé cuan complicado es tener todo al gusto de la familia real y ciertamente tratar con mi familia llega a ser complicado —Catelyn no podía estar más sorprendida ante las palabras de la chica, sin duda era alguien peculiar, Amira Baratheon comenzaba a causar buenas impresiones y eso que no llevaba más que unos minutos en Winterfell.





Frío, sombrío y poco agradable, aquellas eras las palabras con las que Robert Baratheon describiría las criptas de la casa Stark, si bien respetaba estas no le parecían suficientes ni dignas para que yacieran ahí los restos de la mujer que amor con fervor. Para él Lyanna hubiese descansado en un lugar donde reinase la paz, rodeada de color y ciertamente con un clima totalmente diferente al que había en el norte.

—Cuéntame sobre Jon Arryn —Ned rompió el silencio mientras caminaban a la par del otro.

—Él estaba bien, y de repente... —soltó un suspiro al recordarle— lo quemó por dentro, fuese lo que fuese. Yo amé a ese hombre.

—Los dos lo amamos.

—Él no tuvo que enseñarte mucho, pero a mí... ¿Recuerda cuándo tenía dieciséis? —Robert miró a cada estatua situada en los restos de cada fallecido de la casa Stark—. Todo lo que yo quería era rajar cabezas y fornicar. Él me mostró qué era qué.

—Claro —ironizó levemente mirando al rey de reojo.

—No me mires así. No fue su culpa que no le haya hecho caso —los dos hombres rieron al empezar a recordar momentos, se detuvieron en cuanto Robert así lo decidió—. Te necesito, Ned. En King's Landing, no aquí donde no le sirves a nadie. Lord Eddard Stark. Te nombraré La Mano del Rey —A pesar de que Ned ya tenía conocimiento de que aquello ocurriría no pudo evitar quedarse sin palabras por un momento, se arrodilló ante el que era su rey.

—No soy merecedor de ese honor.

—No intento honrarte. Intento que manejes mi reino mientras como, bebo y fornico hasta que muera —miró a su amigo aún de rodillas, Robert no pensó si quiera que Ned Stark deseaba negarse, no deseaba separarse de su mujer e hijos, pero jamás lo diría abiertamente—. Maldita sea, Ned. ¡Párate! —se inclinó solo para ayudar al hombre a colocarse de pie, no podía hablar con él de esa manera, no tras todo lo que pasaron en la guerra, Eddard Stark no era solo su amigo, Robert le consideraba su hermano—. Ganamos el Trono de Hierro, ayúdame a mantener la maldita cosa. Estamos destinados a gobernar juntos —Ned se mantuvo en silencio lo que había temido se hacía realidad, nuevamente tendría que dejar el norte para ir a tierras sureñas, la última vez que había ido no había terminado nada bien—. Si tu hermana siguiera viva, estuviésemos unidos por sangre —ahí estaba nuevamente, su mente viajaba a la mujer por la que había arrasado contra ejércitos y aun así no había sido suficiente—. Todavía no es muy tarde. Tengo una hija y un hijo, tú tienes un hijo y una hija. Vamos a unir nuestras casas.

Robert siguió el camino sin esperar respuesta, nadie sabía sobre aquellos planes, planes que seguramente no pondrían felices a los integrantes de la casa de los leones, acababa de prometer a su hija mayor a nada más y nada menos que a un norteño, para él no implicaba molestia, pero para el orgullo de los Lannister sería como una patada en los testículos.

Ned caminó tras su amigo aun repitiendo las palabras de este, la princesa prometida con su hijo, eso era más de lo que alguna vez hubiese siquiera imaginado, quizá habría esperado sola la unión de Sansa con Joffrey, creía que siendo Robert el rey vería una unión aún más beneficiosa para la corona, pero no, tal parecía que no conocía ni por asomo lo que su viejo amigo tenía en mente.

Cuando por fin llegaron a la tumba de Lyanna todo se volvió más pesado y lúgubre, no solo por parte de Robert, sino que Ned también sentía aquel pesar, no importaban los años que hubiesen pasado, siempre lamentaría la pérdida de su hermana. Robert sacó de entre sus ropas una pluma, ni siquiera sabía el nombre del ave, ni si esta hubiese sido del gusto de Lyanna, pero era una manera de representar la libertad que nunca tuvo.

—¿Tuviste que enterrarla en un lugar así? —miró la estatua, no recordaba bien el rostro de Lyanna, este apenas era un fantasma, pero aun así sabía que aquella estatua no representaba ni la mitad de lo hermosa que fue—. Ha debido ser en una colina, con el sol y las nubes encima de ella.

—Ella era mi hermana —Ned decidió parar aquello—. Pertenecía aquí.

—Ella me pertenecía a mí —tocó el rostro de piedra, frío y sin vida. Ned tuvo que morderse la lengua, él era el único que sabía la verdad que hubiese llevado a la muerte a su amigo, su hermana nunca le perteneció—. Mi hija es igual a ella, Ned. Parece hasta un castigo de los siete, no tiene su rostro, pero es casi como si nunca se hubiese ido. Amira es tan testaruda como ella lo fue, tan salvaje, a pesar de ello tiene el porte y modales que cualquier dama envidiaría, como ya has de suponer no paso tiempo con mis hijos, pero Amira es mi primogénita, al ver el cabello castaño de la niña se me infló el pecho de orgullo a pesar de que no era un varón, por un momento imaginé que ella era mi hija con Lyanna, lo pensé hasta que abrió los ojos y mostró los malditos ojos verdes de los Lannister, desde ese día me alejé.

»Hubieses visto la primera vez que me plantó cara, apenas había pasado el quinceavo día de su nombre, ese día discutía con Cersei, ni siquiera recuerdo el motivo y Amira me plantó cara como si no fuese el rey y su padre, la ira me cegó y le abofeteé —abrió y cerró su mano casi sintiendo la mejilla de su hija contra esta, Ned se mantuvo en silencio—, los leones le protegieron, pero ella les protegió de regreso, me advirtió... no, ella me amenazó con demostrarme de lo que era capaz si lastimaba a quien quería —soltó una carcajada sin gracia—. Maldita sea, Ned. Ese día fue como si fuese Lyanna la que me plantaba cara, desde entonces no he podido evitar compararles, aunque es verdad que Amira sigue teniendo su lado Lannister.

—Debes dejarle ir, Rob —esta vez hablaba con su amigo, no con su rey—. No puedes seguir con los fantasmas del pasado.

—No puedo. En mis sueños, yo lo mato todas las noches.

—Ya se hizo, su majestad —no deseaba recordar aquello, no podía siquiera pensar en aquel destino que tuvieron los que llevaban la sangre Targaryen—. Los Targaryens se han ido.

—No todos.





Las horas pasaron con rapidez en Winterfell, los recién llegados había aprovechado el tiempo para descansar, asearse o acomodarse mientras estuviesen ahí, a la espera de que por fin llegase el momento de presentarse en el banquete que la casa Stark había preparado para sus invitados.

Amira movió ligeramente el agua de la tina en la que se encontraba, el agua caliente abrazaba su cuerpo de tal manera que estuvo a nada de caer dormida si no fuese porque Selena le hablaba o se encargaba de su limpieza, observó el cuarto de baño, ciertamente aquel no era King's Landing, no rebosaba de luz ni de cosas ostentosas, pero esto no le molestaba en absoluto, al contrario, sentía cierto aire hogareño.

—Nuevamente estás pensando de más, Amira —Selena tallaba su cabello librándole de cualquier suciedad, la castaña soltó una ligera risa lo que provocó una sonrisa por parte de la azabache.

—No puedo evitarlo, sigo sin creerme que estemos aquí. ¿Crees que podré ver el Bosque de los Dioses o si me permitirían ir al muro?

—Estoy segura que la reina no permitirá esto último y le doy la razón, el muro no es un lugar para una princesa, para ninguna mujer me atrevería a decir —con un cuenco se encargó de quitar el jabón del cabello de Amira, el silencio prevaleció hasta que terminó con ello para proceder a colocar en este tónico con tal de que este oliese bien durante lo que restaba del día.

—Mujeres indefensas querrás decir, pero nosotras sabemos defendernos —se encogió de hombros para restarle importancia, a ella jamás le parecería que le trataran como si una delicada flor se tratase, ella no era una flor, no era una Tyrell, ella era una Baratheon y una Lannister lo que generaba una combinación peligrosa a quien osase lastimarle.

—Es cierto, aunque no puedo tener la misma emoción que tú en cuestión de conocer el muro, al final de todo eres sureña, sientes emoción por conocer algo de lo que no estás familiarizada —le ayudó a colocarse de pie para tomar una toalla con la que envolvió el cuerpo de la chica y le ayudó a salir por completo de la tina—. Pero nosotros los norteños deseamos que los únicos que estén allá sean los Guardias de la noche, no lo olvide, el invierno se acerca.

—¿Los extrañas? —Amira cambió de tema al ver el gesto serio de Selena, no hablaban mucho de ello por petición de la de ojos azules, pero ahora estaban cada vez más cerca del que alguna vez fue el hogar de su doncella y única amiga.

—No se puede extrañar a quien no conoces, Amira —le hizo sentarse cerca de las brasas para ayudar con el secado de su cabello—. No conozco nada de ellos, solo lo que dicen, mi madre me dijo quiénes eran, crecí entre ellos en las sombras, ni siquiera tengo el apellido de los bastardos con tal de no encajar, aunque tiene referencia a la nieve. Nadie me buscó cuando mi madre me llevó al sur, ni cuando ella murió, no le importé a nadie, hasta que tú me salvaste —tomó el cepillo y pasó este con cuidado por el cabello de Amira, el calor del fuego secaba este con rapidez, Selene pensaba en distintas maneras de peinarle para que quedara perfecto con el vestido que había escogido para su amiga—. Si tu no hubieses evitado que aquellos guardias me violaran seguramente hubiese terminado en algún burdel o posiblemente muerta.

—Pero no pasó, eso es lo único que me importa. Has sido mi amiga desde ese día, me atrevo a decir que eres más mi hermana que Joffrey —se puso de pie provocando que Selena dejase de peinarle, giro y tomó las manos de Selena—. Nuestros apellidos no definen quiénes somos, nosotros forjamos nuestros propios caminos con nuestras acciones y tú, Selena White eres y serás mi mejor amiga, mi hermana hasta que dé mi último respiro, lo juro por los dioses nuevos y viejos —Selena sintió un nudo albergarse en su garganta ante las palabras y la mirada que Amira le brindaba, ella no mentía, ella era su familia.

—Te seguiré y procuraré a donde vayas, Amira Baratheon. Lo juro por los dioses nuevos y viejos —las dos chicas sellaron aquellos juramentos con un abrazo, habían estado juntas desde que tenían trece años, ambas siendo de la misma edad y ahora que tenían ya diecisiete casi dieciocho años eran inseparables—. Dejemos las cursilerías para después, debemos hacer que deslumbres en el banquete —Selena se separó intentando ocultar sus lágrimas caminando hasta la cama en la que había colocado un vestido verde con encajes dorados que estaba segura resaltarían los ojos de Amira, este era de mangas largas, el escote era circular cubriendo adecuadamente el busto de la castaña que comenzaba a ser bastante pronunciado, ceñido hasta la parte de la cintura y por último la falta suelta que le permitiría movilidad si es que deseaba bailar—. ¿Prefieres que trence tu cabello o lo recojo completamente?

—Ninguno —se movió con agilidad sabiendo al derecho y al revés la rutina al colocarse un vestido, ayudó a Selena a que este estuviese correctamente colocado para que esta pudiese amarrarle por la parte trasera y que por fin se amoldara a su cuerpo—. Me gustaría honrar a nuestros anfitriones, tengo entendido que el cabello acá es común mente utilizado suelto, ¿no?

—Es cierto.

—Pues le llevaré suelto, solo ayúdame con la tiara, por favor. Haces magia para que esta nunca se mueva o se me caiga —esperó un par de minutos más hasta que por fin el vestido estuvo adecuadamente sujetado, Amira se sentó nuevamente junto a las brasas dejando su cabello en manos de Selena, sintió los dedos de la azabache tomar delicadamente mechones de su cabello mientras sentía otro peso sobre su cabeza, nunca fue de accesorios deslumbrantes, la mayoría de estos le parecía inútiles y a veces molestos, pero seguía teniendo hasta cierto punto la vanidad del león.

El silencio se vio interrumpido por un par de golpes en la puerta, Selene terminó con cuidado el peinado y hasta que no vio que este estuviese perfecto se alejó hasta la puerta para revelar a quien se encontraba del otro lado, se trataba de un guardia real, este realizó un pequeño asentimiento hacia Selena que fue correspondido antes de ingresar solo unos pasos para realizar una reverencia para Amira.

—¿Qué ocurre, Ser Algood? —Amira se colocó de pie y se acercó a este, el hombre era de la edad de su tío o al menos eso creía, era callado y algo reservado, pero aun así Amira le conocía, así como a todos los guardias que se dedicaban a proteger a su padre día y noche.

—Princesa, el rey requiere su presencia en sus aposentos. Le guiaré hasta estos —Amira vio brevemente a Selena antes de asentir, tanto Selena como ella tomaron sus capas para colocárselas, a pesar de que la de ojos azules comento que aquel frío no era más que una brisa para los norteños Amira prefirió llevar consigo la capa al no estar acostumbrada. Ambas chicas salieron de la habitación tras el guardia siguiéndole de cerca, bajaron escaleras y giraron por un par de pasillos, Amira intentó aprenderse el camino de regreso, pero seguramente necesitaría ayuda para llegar nuevamente a su habitación.

—Solo espero que mi padre siga sobrio, no deseo que arruine mi primer día en el Norte —Amira miró de reojo a su acompañante mientras seguían a uno de los guardias reales que había enviado su padre—. El norte es mucho más misterioso de lo que alguna vez narraste, Selena —la nombrada sonrió ante el ligero tono de reproche de Amira.

—El tiempo lejos me hizo olvidar que debía enfatizarlo, princesa —una mueca se presentó en los labios de la castaña ante el título, estaba tan acostumbrada a que Selena le hablase por su nombre que olvidaba que frente a otro volvían a ser princesa y doncella, ante los ojos de los demás no podían ser amigas cercanas, menos siendo la de oscuros cabellos una bastarda perteneciente al norte. Tanto su plática como su andar se vieron interrumpidos al llegar a los aposentos en los que residía el rey.

—La princesa Amira, su majestad —el guardia real había tocado la puerta con suavidad esperando algún tipo de señal para darle acceso a la chica, aunque ciertamente no esperaron que el mismo rey abriese la puerta y este parecía no tener buena cara, Amira vislumbró a las espaldas de su padre tanto a su madre como a Joffrey, casi deseó dar vuelta de regreso al ver a este último, pero fue inútil en cuanto los ojos de Robert recayeron en ella.

—Tú, entra —señaló a su hija y dio media vuelta para regresar a su asiento.

—Espera aquí, Selena.

Tras recibir un asentimiento por la de ojos azules se adentró a la habitación sintiendo de lleno el calor de esta, ni siquiera había tomado en cuenta el frío que hacía por los pasillos hasta ese momento, la puerta fue cerrada tras de sí dándoles privacidad, caminó hasta el asiento que compartían su madre y hermano, se sentó junto a Cersei dejándole a ella en medio, tan pronto como se sentó Amira sintió su mano siendo atrapada entre la de su madre, aquella costumbre se había arraigado cada que se encontraban frente a Robert, como si con aquello sintiese que protegía a su hija.

—¿Qué es tan importante para no estar ya en el banquete? —como siempre Cersei no soportaba que le dieran vueltas a un asunto y más si se trataba de su esposo, mientras menos tiempo pasara en la misma habitación con él, mejor.

—No haré largo esto —Robert se sentó frente a ellos despreocupado mientras tomaba de golpe el contenido de su copa—. He establecido la unión de la casa Baratheon con los Stark. Joffrey se casará con Sansa Stark en cuanto tengan la edad suficiente —Cersei se tensó ante la idea, para ella su hijo merecía a alguien mejor, alguien que no perteneciera al norte y mucho menos a la casa Stark. Amira miró de reojo a su hermano y este había agachado la cabeza y apretaba sus manos en puños conteniendo seguramente su berrinche sabiendo que si se negaba su padre le haría retractarse.

—Tal parece que no puede haber negativa.

—No y será mejor que te hagas a la idea, Cersei. Soy el rey y todos deben hacer lo que yo ordene, se casarán y punto.

—¿Yo qué tengo que ver en esto, su majestad? —"su majestad" había dicho, desde que Robert se había atrevido a abofetearle no había vuelto a llamarle padre, siempre se dirigía a él como "rey" o "su majestad", cosa que Robert había notado y aun así no había hecho nada para remediarlo, por lo que Amira seguía con ello sin miedo alguno.

—No tienes nada que ver en eso. Tú te unirás a Robb Stark, su unión se anunciará la siguiente semana y se casarán ante los dioses antiguos en dos semanas, no regresarás a Kings Landing, serás la Dama de Winterfell —Robert no pensó en tener tacto alguno ante tal noticia, Amira dejó de escuchar lo que ocurría a su alrededor, soltó la mano de su madre al mismo tiempo que esta se levantaba furiosa y comenzaba una disputa verbal con su padre.

Bajó su mirada a su regazo, apretó su falta entre sus manos hasta el punto que la tela no evitaba que sus uñas se encajaran en sus palmas, se sintió impotente, allí estaba el destino del que siempre intentó huir, ser comprometida a un desconocido, ser objeto de una alianza beneficiosa para otros. Siendo la primogénita del rey quisa se creía que ella podría tener vos siquiera de con quién se casaría, pero era un dulce sueño que solo era eso, un sueño. Al final de todo era mujer y para su desgracia las mujeres solo eran vistas como un medio para entrelazar a las casas, un medio para dar herederos a quien fuese su marido.

Amira levantó la mirada sintiéndose mareada, ¿estaba respirando? eso esperaba ya que sentía el pecho arder, enfocó a sus padres con los rostros rojos por la acalorada discusión que tenían, entalló el rostro de su madre antes de mirar de reojo a su hermano que intentaba ocultar su sonrisa, Joffrey Baratheon disfrutaba de aquello, disfrutaba de ver a su hermana tan frágil en esos momentos, pero aquella mirada superior que le brindó el rubio a la castaña fue como un detonador. Se colocó de pie despacio, soltó su falda y deshizo cualquier sentimiento de inferioridad, dio dos pasos llamando la atención de sus progenitores, miró primero a Cersei y después clavó su mirada en Robert, estaba seria y a pesar de ello sus ojos parecían arder.

—Me casaré con Robb Stark —vio a Robert sonreír con suficiencia hacia Cersei, la mujer intentó decir algo, pero Amira siguió hablando dejándole con las palabras en la boca—, pero no me casaré en dos semanas. Quizá arreglaste mi compromiso, pero si deseas que me casé sin que me oponga, sin que utilice cada una de mis cartas para arruinar lo que has planeado, lo haremos bajo mis condiciones.

—Soy tu rey...

—¡Eres mi rey, pero también mi padre! —espetó con fuerza provocando que su voz resonara entre aquellas paredes—. Si tienes, aunque sea algo de cariño por mi dejarás que me case en un mes, quiero conocer a quien será mi marido, yo no deseo un matrimonio sin conocer con quien compartiré mi vida —claramente aquellas palabras eran referentes al matrimonio de sus padres—. Durante ese mes no podrás ordenarme nada ante tu posición como rey, pondrás a Jaime Lannister a la disposición de mis hermanos menores, fornicarás con cuanta mujer quieras lejos de los oídos de mis hermanos y si acepto este compromiso Myrcella tendrá la opción de escoger a su marido —saboreó cada una de las palabras dichas, sentía su pecho inflarse ante la ira que sentía, aquellas eran sus condiciones, las condiciones que prácticamente le condenaban al matrimonio.

Robert Baratheon retó a su hija con la mirada, pero ella no cedía ni cedería, la conocía hasta el punto de que sabía de lo que era capaz, para su desgracia la chica tenía la inteligencia de Tywin Lannister y también la capacidad de tener aliados, Amira Baratheon se había ganado a muchas personas en lo que llevaba de su corta vida, personas que con ella mover los hilos podrían generar un gran problema para él. Maldecía a los siete al notar cuan poderosa podría llegar a ser su hija, si tan solo esta hubiese sido varón podría haber sido un digno heredero de la corona.

—Largo —soltó un suspiro y un leve asentimiento, aquello fue la afirmación que Amira esperó para caminar hacia la salida—. Que te quede claro, Amira. Esta es la única vez que aceptaré tal rebelión hacia mi persona, no me importará que lleves mi sangre —la mencionada ni siquiera se giró a verle, le vio sobre el hombro sintiendo el control de la situación entre sus dedos, vio el rostro rojo de su padre y sonrió de lado.

—¿Alguna vez te ha importado, padre? —sin más abrió la puerta y abandonó la habitación con rapidez y sin rumbo con Selena siguiéndole como su sombra, sintió sus pies ligeros, su pecho subía y bajaba ante su respiración irregular intentaba tranquilizarse, intentaba mantener sus impulsos a raya, no deseaba actuar de mala manera ante nadie, mucho menos ante cualquier Stark ya que eran los menos culpables ante los caprichos de su padre.

—Mi lady —aquella voz le detuvo de golpe, justo a tiempo para no chocar con este, Robb Stark le miraba algo sorprendido, el chico se dirigía a la habitación de esta con tal de escoltarle hasta el comedor, pero en cuanto le vio prácticamente trotar en su dirección con la mirada perdida no pudo evitar detenerle.

—Mi lord —Amira realizó una ligera reverencia que fue correspondida, sintió sus mejillas arder ante lo penosa que pudo haber sido aquella escena, se preguntó por unos segundos si este ya conocía sobre su compromiso y una sola mirada avergonzada por parte del chico le contestó, él lo sabía—. Selena, ¿podrías buscar a mis hermanos, por favor? Estoy casi segura que Tommen no tardará en escaparse e intentar encontrarme —Selena asintió y se fue dejando a Robb con Amira, el silencio reinó, solo se dedicaron a mirarse por un par de minutos, frente a ellos estaba con quien unirían sus vidas y aunque no se conociesen esa idea no les desagradaba del todo.

—¿Me permitiría el honor de escoltarle hasta el banquete? —Robb agradeció a los dioses antiguos por no dudar al hablar.

—El honor sería mío, mi lord —Robb ofreció su brazo y este fue aceptado por Amira y ambos emprendieron camino uno junto al otro, sin prisa alguna y a sabiendas que posible había más de una persona mirándoles—. Lo sabe —afirmó sin dejar de mirarle, Robb quitó su mirada del camino solo para ver a la princesa.

—Padre me lo dijo tras hablar con el rey.

—¿Y está de acuerdo?

—¿Desea mi sinceridad? —Amira lo pensó por unos segundos, pero asintió—. Creo que nadie está de acuerdo con casarse con alguien que no conoce, no me malinterprete, sé que cualquiera es afortunado al casarse con usted, pero esperaba que mi esposa fuese siquiera alguien que conociera más que solo unas horas —esperó cualquier reclamo ante su sinceridad. "Debí morderme la lengua" se reprochó ante el silencio, pero dejó de pensar en ello al escuchar la risa de su acompañante, esta intentaba cubrirle con su mano cosa que a Robb le pareció innecesario, aquella era una risa bastante linda a su parecer.

—Tal parece que pensamos lo mismo, mi lord. Aunque discrepo ante que cualquiera sería afortunado de casarse conmigo, pero ese es otro tema —sonrió mientras realizaba un asentimiento de cabeza ante los sirvientes que realizaban alguna reverencia por su presencia—. Acaban de ponerme al tanto de nuestra próxima unión, mi padre mencionó el que nos casaríamos en dos semanas, pero he logrado algo que al parecer ambos queremos, tiempo. Un mes fue lo que logré, aunque pude decir más tiempo no quise tantear mi suerte, por lo que tenemos un mes para conocernos, no le pido que nos enamoremos, le pido que al menos seamos amigos. Lo menos que deseo es un matrimonio amargo y con odio en él, lo he vivido y prefiero evitarlo.

—Entonces debo agradecerlo, las palabras no son suficientes para hacerlo, pero no sé cómo agradecer su intervención ante el tema. Estoy de acuerdo con lo de al menos ser amigos, viví viendo el amor entre mis padres, por lo que espero conocerle mejor — por primera vez desde que Amira le conocía sonrió y la chica no pudo evitar pensar en lo joven que este se veía sonriendo.

—Enséñeme Winterfell —respondió casi de inmediato y esta vez provocó la risa de Robb, sintió sus mejillas arder ante lo infantil que sonó—. Lo lamento, ha sido un comportamiento impropio para una princesa.

—Oh no se disculpe, solo me ha tomado por sorpresa su interés por nuestro hogar, según sé el norte no es tan del agrado de los sureños sobre todo por el clima —Robb quiso agregar que posiblemente era lo mismo para los norteños como él al pensar en el sur.

—Se podría decir que no soy una sureña normal. Desde que tengo memoria fui criada para conocer cada uno de los siete reinos, pero debo admitir que el norte obtuvo mi completa atención, su clima me es extraño, pero fascinante y no tengo palabras para cada una de sus historias —Robb prestaba total atención a la chica y cada vez le parecía aún más interesante—. Si desea agradecerme podría enseñarme Winterfell y también podríamos conocernos más, aunque está en su derecho de rechazar tal propuesta, mi lord.

—Realmente es como pocos, pero no rechazo tal idea, le enseñaré Winterfell —los dos sonrieron sinceramente y por fin vieron a todas las personas entrar al lugar donde se llevaría a cabo el banquete, tal parecía que su conversación había llegado a su fin.

—Una cosa más, mi lord — se detuvo provocando que rizos se detuviese también, miró expectante a la chica junto a él—. Si seremos amigos y próximamente esposos, preferiría no ser tan formales.

—Estoy de acuerdo.

—Bien, será mejor que entremos antes de que salgan a buscarnos —apretó ligeramente el brazo del chico—. Será un gusto conocer el norte contigo, Robb.

—El gusto será mío al conocerte, Amira.











. . .

¡Buenas! Es bueno estar por acá de nuevo, espero que esta historia les guste tanto como a mí, si ya sé que tiene poquito, pero estoy muy emocionada con ella.

Como habrán notado es más largo que los capítulos anteriores, pero a partir de aquí todos serán así de largos o más por lo que espero entiendan que será algo tardado en que actualice, en verdad estoy cuidando cada detalle.

No olviden votar y también comenten qué les ha parecido este cap <3.





Pelirroja W

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