CAPÍTULO VEINTISIETE
[ THE FIRST WOMAN ]
CAPÍTULO VEINTISIETE
❛solo había polvo, llamas y cadáveres❜
NOS HABÍAMOS DESHECHO DE LAS ARMAS cuando cruzamos la frontera. Nuestro destino era Dublin y después seguir con Polonia. Sería un trayecto largo y pesado, pero con eso tendría tiempo de reflexionar, porque desde luego, la ocasión lo requería.
Había visto la misma muerte que Dugan me había explicado horas antes. Pero era una muerte despiadada y antinatural, una muerte que no aceptas porque es tu turno y estás preparada, si no una muerte dolorosa y obligada por la que pasar. Una muerte que, y sin duda esto era lo peor de todo, reflejada en los ojos de un hombre.
Seguía pensando lo mismo, pesándome todas las muertes que podían caer contra mi espalda, llevándose el llanto de miles de familias separadas e hijos quedándose huérfanos por haber decidido apretar un gatillo. Pero, desde luego, no iba a permitir que el gatillo lo apretara otro contra mí.
Había creído como una estúpida en la humanidad de la gente, en que, como yo, otro decidiría perdonarme la vida. Pero aquí, como Dugan había dicho, en la guerra, nadie mira por nadie salvo por sí mismo. Hay que sobrevivir. Hay que matar sino quieres que te maten. Y yo no quería matar ni morir.
Llevábamos unas horas de viaje, dejando atrás el pueblo, alejándonos lo más posible de éste para buscar una explanada escondida y recóndita para comer algo y descansar. No tenía sentido alguno de la orientación y por ende no sabía donde estábamos en ese preciso momento, pero lo único que pareció importarme fue que el vehículo se detuvo y todos salimos de él para estirar las piernas y poder respirar algo de aire fresco.
─Creo que me he dislocado un hombro -oí a Falsworth murmurar.
Steve estaba buscando algo de comida en la parte trasera del camión junto a Bucky y Jones, que habían sugerido hacer una hoguera y comer algo todos juntos, pasar la noche y al día siguiente marcharnos a primera hora de la mañana. Me parecía un buen plan, llevábamos horas sin dormir y el Comando estaba agotado.
Me acerqué a Dugan, que estaba recolectando algo de leña junto a Morita.
─¿Necesitáis ayuda? -pregunté, aunque sin esperar a cambio una respuesta.
Me uní a ellos y en silencio cargamos ramas y hojas secas para amontonarlas posteriormente.
─Oye, Dugan -lo llamé mientras recogía unos arbustos resecos que crujieron ante mis dedos- Gracias por lo de antes. Ya sabes, por haberme salvado la vida.
─No me las des. Somos un equipo -respondió mirándome con sinceridad- Además, eres la novia del Capitán.
─Vaya, eso es halagador -ironicé- Espero que mi integridad física no dependa de mi relación con Steve, porque si él y yo nos peleamos no quiero que el Comando me de la espalda.
Dugan carcajeó, lo cual me dejó algo confusa. ¿Se estaba riendo de mí o conmigo?
─Te has ganado un puesto en el Comando no por ser novia del Capitán, sino por ser la Agente 13 -dijo, conmoviéndome- De hecho, siempre has sido una Aulladora, no has tenido que ganarte ningún puesto. Desde el primer momento ha sido tuyo.
─Gracias -sonreí- En serio. No sólo por salvarme la vida, y por estas... palabras tan conmovedoras -carcajeé divertida- Sino por la lección que me has enseñado.
─Solo te hacia falta abrir un poco los ojos -dijo- No digo que no estés hecha para este mundo, solo que eres demasiado gentil e inocente. No dejes que nadie se aproveche de ti, porque desde luego que no tendrán ningún reparo en intentarlo.
─La ley del pez grande, que se come al pequeño -comenté, citando unas palabras suyas- Pero esta vez yo voy a ser el tiburón.
─Cuando Steve dijo que tenías carácter, le creímos, pero no sabíamos hasta qué punto -rio recogiendo la leña que llevaba en mis brazos y cargándolo él mismo hasta el montón que habíamos apilado- Desde luego, nos hacías falta en el equipo, Agente 13.
Darnier y Jones estaban curándose unas magulladuras y limpiando su armamento, al igual que Steve y Bucky. Habían sacado toda la comida y dejado a un lado para que cuando el Comando entero se juntara pudiera empezar a comer junto al calor de la hoguera. Pasé por al lado de Steve, sintiendo el peso de su mirada en mi espalda. Me dirigí hacia el camión y busqué mi equipaje, donde minutos antes había guardado ya mis armas y látigo, excluyendo una navaja de repuesto que escondía en mi cinturón.
Me miré en el espejo del retrovisor y suspiré al comprobar la suciedad de mi cara y cabello. Tenía chorretones de polvo e incluso sangre. Mis uñas estaban negras y mi cuello cubierto de marcas de dedos oscuras y plateadas. Las toqué, sintiendo la escozor en ellas, reprimiendo el dolor. Suspiré de nuevo, aceptando que esto era a lo que tendría que enfrentarme de ahora en adelante. La Sharon de la base militar con el uniforme limpio y el pelo perfectamente recogido había desaparecido. Sentí una presencia a mis espaldas, pero no me hizo falta girarme para saber quién era.
─¿Estás bien? -preguntó, su mano buscando la mía.
La atrapó entre sus dedos y cerré los ojos, suspirando ante el tacto de su piel. Apoyé la espalda contra su pecho y noté su barbilla en mi cabeza.
─Sí -susurré.
─Te he oído hablar con Dugan -comentó- Siento no haber estado ahí a tiempo, cuando...
─Tranquilo -le interrumpí. Inconscientemente me llevé la mano al cuello- Ni yo misma parecía estar ahí cuando me golpeó. No lo vi venir.
─No volverá a ocurrir -me aseguró, depositando un casto beso contra mi cabello, ignorando para mi sorpresa el hecho de que estuviese sucio- Tendré ojos en la nuca para ti.
─No quiero ser una carga, el peso con el que tengáis que ir siempre a cuestas y salvándole el pellejo -me quejé.
─No lo eres -dijo, cogiendo mi mano de modo que pudo darme la vuelta y hacerme quedar entre sus brazos- Pero de la misma forma que tengo especial interés en mantener a Bucky a salvo, lo tengo contigo. Quiero protegeros a todos, porque al fin y al cabo somos un equipo. Pero vosotros dos me importáis más.
─Vaya, el Capitán tiene favoritismos en el Comando -bromeé sonriendo.
─¿Tú no los tienes? -preguntó.
─Mhm, no -mentí- Yo soy parcial con todo el mundo.
─Ya, seguro -asintió riendo.
Lo miré y, Dios. Me dolía estar así con él. Me dolía de lo mucho que me gustaba. Fijó sus ojos en los míos y tuve que apartar la mirada porque estaba sintiéndome demasiado intimidada. Por favor, estaba más abrumada ahora entre los brazos de Steve que cuando estaban intentando asfixiarme.
Qué irónico sentirte más débil ante el amor, que en teoría te hace más fuerte, que bajo las amenazas constantes de la guerra.
°°°
─Se están acercando -anunció Falsworth.
Estábamos llegando a la frontera de Dublin cuando de pronto divisamos a lo lejos cómo un furgón alemán se acercaba hacia nuestra zona. Eran enemigos, nazis, así que ya sabíamos qué hacer con ellos. Retrocedimos, escondiéndonos entre el sendero y ocultándonos con los arbustos de éstos. Jim Morita, el experto en explosivos, tenía un plan.
─No estoy de acuerdo -rugí- Es de locos.
─Acabamos con los nazis y encima con un poco de fuegos artificiales -dijo Dugan- Dos por uno.
─Imaginad lo romántico que sería para ti y Steve -comentó Bucky, haciendo que su amigo le golpeara el hombro mientras yo ponía los ojos en blanco.
─No hay tiempo, se acercan -informó de nuevo Falsworth- O se hace ya, o se hace ya.
─No hay más opciones -murmuré yo.
─No -negó Morita, sacando se su bolsa el explosivo que tendría que adherir en la parte inferior de la camioneta alemana- Voy para allá.
─Suerte -le deseó Jones con una sonrisa, golpeándole la espalda amistosamente.
─La suerte es la excusa de los perdedores -escupió Morita con su singular e impasible tono de voz y su rostro totalmente inexpresivo.
Se preparó, escondido para que los nazis no lo vieran antes de tiempo y decidieran fusilarlo desde la ventanilla. El vehículo se acercaba gradualmente y cuando estuvo lo necesariamente cerca, Morita salió de su escondite.
─No quiero mirar -me quejé en un hilo de voz, nerviosa y expectante ante lo que le podía pasar a mi amigo.
Pero como yo, curiosa siempre, aún habiéndome tapado el rostro con las manos, dejé una rendija entre los dedos por la que mirar.
Morita saltó al camino y se agachó justo en el momento en el que el coche pasaba por delante de él, se coló entre sus ruedas y pegó los explosivos. El camión lo dejó atrás, completamente sano y salvo sin haber sido atropellado, y yo respiré aliviada mientras me destapaba la cara. Cuando el furgón avanzó un par de metros más, el detonante explosionó.
─¡Sí! -chilló Morita en júbilo.
Todos saltamos sobre él, contentos de que haya resuelto con éxito el problema alemán.
─Te dije que Jim sabía lo que hacía -me comentó Steve, sonriendo.
─Si nisiquiera has abierto la boca -carcajeé.
─Pero lo he pensado -murmuró con el ceño fruncido- Y muchas veces, para que lo escucharas.
─Pues no he escuchado nada -le dije rascándome la cabeza.
─A ver, prueba ahora -su rostro se volvió serio durante unos segundos y me esforcé en colarme por su mente, pero al comprobar que no había nada o que simplemente no podía, Steve alzó las cejas sorprendido- ¿Nada?
─Nada -negué- Puedo con todos menos contigo.
─Quizá sea el Suero, que me hace inmune -sugirió.
─Bueno, te hará inmune en ésto, pero no en que te gane a un pulso.
El Comando había empezado a movilizarse así que los seguimos.
─¿Aún sigues con eso? Ya te dije que te dejé ganar.
─Sí, seguro.
°°°
El cielo se tiñó de destellos celestes con los disparos de Hydra. Todo lo que aquella energía tocara, desaparecía. Teníamos que destruirlas ya o no sólo moriríamos nosotros, sino el mundo entero. Nos tenían acorralados y ni siquiera habíamos podido entrar en base. Eran demasiados y nosotros muy pocos. La situación empeoraba porque no sólo tenías que estar pendiente de cuidarte tú tus espaldas, sino la de los demás.
Golpeé con el codo a un soldado que intentaba atacarme por detrás y cuándo éste estuvo en el suelo le disparé en el pecho asegurándome de que no volviese a levantar. Cuando alcé los ojos otro de sus compañeros estaba apuntando su arma contra mí, pero antes de que apretara el gatillo y me hiciera desintegrarme, el escudo del Capitán voló hacia su cabeza y lo dejó inconsciente en el suelo. Cogí la esfera de vibranium y se la lancé a Steve de regreso, quien la cogió como si fuera una bola de papel. Asentí con la cabeza dándole las gracias y éste me guiñó un ojo para seguir luchando.
Hydra no se conformó con sus pistolitas de luces así que tuvo que sacar tanques y empezar a disparar, por lo que la cosa se nos estaba poniendo muy difícil.
No podíamos simplemente defendernos de los soldados cuando teníamos una máquina de matar de tropecientas toneladas. Teníamos que acabar con una de ellas de raíz, y eso era el tanque.
Corrí en dirección a él, esquivando los disparos de Hydra.
─¡Sharon! -oí que me gritaba Steve- ¿Qué demonios estás haciendo?
Lo ignoré, corrí más rápido e intenté colocarme detrás del tanque de modo que no pudiera atacarme directamente, aunque seguramente podría salir un soldado de sus escotillas secretas y dispararme en la frente tan rápido que ni podría darme cuenta. Lancé el látigo hacia un saliente del tanque y asegurándome de que estuviese bien sujeto a éste, me impulsé hacia arriba de un salto y abrí la escotilla, disparando al azar en el interior de éste hasta que se me gastó la munición. El tanque dejó de avanzar, de disparar, por lo que los soldados que lo manejaban debían estar todos muertos.
Me colé dentro y fruncí el ceño al pisar un pequeño charco de sangre. A mi al rededor había tres cuerpos con heridas de bala y aunque me incomodara el hecho de estar rodeada de cadáveres, lo dejé pasar. Tenía que hacer funcionar este trasto y la verdad es que no tenía ni idea, pero lo único que me importaba era averiguar cómo se disparaba. Encontré la manera de hacerlo y comencé a eliminar soldados de Hydra uno por uno. El Comando no podía pararse a averiguar cómo diablos me las había ingeniado para colarme en uno de los tanques de Schmidt, tenían que seguir luchando. Estaba tan concentrada en mi nueva tarea que no me había asegurado de comprobar que los soldados a mí lado estuviesen completamente muertos, por lo que uno de ellos, que al parecer había aguantado el fusilamiento anterior, intentó atacarme por la espalda.
─¿Pero qué mierda pasa que siempre salen de sorpresa? -gruñí cuando intentaba sacármelo de encima de una patada.
La suela de mi bota impactó contra su cabeza numerosas veces y cuando su cuerpo quedó inerte encima del mío, lo empujé lejos y sequé la sangre de mis manos en el traje. Justo cuando iba a empezar a suspirar aliviada, la escotilla de arriba se abrió y me vi obligada a alzar mi arma aún sin recargar hacia las persona que entraba.
─Eh, ¿necesitas ayuda? -preguntó la voz de Falsworth.
Solté el arma y me acomodé junto a los asientos de disparo e intenté ordenar un poco mi cabello.
─Tú haz que se mueva esta cosa -le pedí- Yo me encargo de esos buitres.
─Steve casi se vuelve loco, ¿lo sabías? -me informó tomando los mandos del tanque, haciendo que por fin avanzara.
─Él ya está loco -le dije.
Pronto íbamos acabando, uno por uno, de cada soldado. La zona se iba limpiando poco a poco y empezábamos a suspirar aliviados, pero aún quedaba trabajo por hacer. Las instalaciones no iban a desaparecer solas.
─Dirígete hacia la puerta norte, la haré detonar.
─¿Estás loca? Casi hemos acabado con esta avalancha de soldados, si irrumpimos así de golpe en las instalaciones, haremos que salgan más.
─¡Tú hazlo! -grité.
El sudor empezaba a deslizarse por mi frente y sienes y la sensación de ahogo crecía en mi interior. Estaba agobiada, ansiosa por terminar ésto ya, y nerviosa y asustada por si no salía bien. A medida que el tanque se iba acercando, cargué la munición de balas de pólvora por las que usaban las armas de los soldados, por lo que ahora la potencia de mis disparos sería mayor.
─¡Falsworth, Trece! -oí a Steve gritar por radio- ¿Qué demonios estáis haciendo?
─¡Aquí Trece, despejad la zona! -pedí mientras presionaba el botón de mi walkie talkie para poder hablar- ¡Vamos a detonar las instalaciones, repito, despejad la zona!
─¡Abortad la misión! -gritó Steve.
─Ya has oído al Capi -dijo Falsworth.
─¡Avanza!
─¡Sharon, deja de...
Pero no le dejé acabar a Steve, porque el tanque estaba irrumpiendo hacia la puerta y yo disparando hacia ella. El Comando se alejó de nuestra zona al ver que seguíamos con el plan, así que tuve vía libre.
La puerta se destruyó y tuvimos acceso a su interior, las luces celestes empezaron a iluminar el lugar, desvaneciéndose al mismo tiempo que surgían las llamas. Apuntaba a lugares clave, para que los cimientos del edificio se destruyeran más rápidamente.
─La base va a derrumbarse encima sino salimos ya de aquí -murmuró Falsworth.
─¡Retrocede, retrocede! -le pedí al comprobar que los escombros caían como una lluvia torrencial.
El tanque empezó a girar para dar media vuelta, pero de pronto éste se detuvo, y por la cara que puso Falsworth, la cosa no andaba bien. Directamente no andaba.
─Arranca -susurré en un hilo de voz.
─Esto no es un coche.
─Haz que se mueva, joder -gruñí comprobando cómo el fuego se propagaba y el lugar estaba apunto de caersenos encima.
─No puedo, está roto -dijo pulsando no se qué botones y tirando una palanca.
─¡El edificio va a desplomarse, salid de ahí! -gritó la voz de Morita desde radio.
Un estruendo impactó contra el tanque, haciéndolo perder el equilibrio e inclinarse ligeramente hacia un lado. Los escombros caían contra nosotros y pronto quedaríamos atrapados entre ellos sino conseguíamos salir pronto de ahí.
─¡Vamos, Falsworth!
Los dos salimos del tanque, topándonos con el auténtico infierno ahí fuera. Todo estaba en llamas y desapareciendo entre éstas. El Comando aguardaba por nosotros y cuando nos vio salir nos apremió con la mirada que nos diéramos prisa.
Y empezamos a correr, esquivando cadáveres en el suelo y evitando que nos diera en la cabeza un pedazo de techo caído. El polvo y las llamas se colaron en mis pulmones y los sentí arder como el edificio en sí. La planta de mis pies quemaban pero no podía permitirme pararme a descansar porque quedaría sepultada en escombros. Una columna empezó a desplomarse de su muro y de no ser porque la vi a tiempo y logré esquivarla habría muerto aplastada.
─¡Vamos, Sharon, maldita sea! -oí que me llamaban.
Falsworth y yo conseguimos esquivar los desmoronamientos del edificio y llegamos junto a Steve y los chicos.
─¡Venga, venga, hay que salir de aquí! -grité pasando junto a Steve y cogiéndole de la mano de un tirón, arrastrándole conmigo.
El Comando y yo corrimos, dejando el incendio y la base atrás, persiguiéndolos con su polvo y deshechos. Atravesamos la entrada y nos apresuramos por refugiarnos entre los árboles y matorrales que nos esperaban en el bosque de delante. A nuestras espaldas el edificio explosionó y cayó sobre sus cimientos; trozos de muro volando, cuerpos reducidos a cenizas, llamas de fuego extendiéndose por doquier.
Mis pies se enredaron entre sí con las prisas y antes de caer de cara y dejarme los dientes contra la raíz de los árboles, me tiré de costado contra los matorrales que nos esperaban delante.
Mi cuerpo cayó con dureza y levanté tierra y polvo tras el impulso, pero no me importó. El Comando se detuvo junto a mí, respirando agitadamente, inclinados hacia sus rodillas, pidiendo entre jadeos un poco de oxígeno. Dejé tirar hacia atrás la cabeza, enredándome el cabello con el montón de hojas secas que había debajo de mí.
Habíamos escapado de la muerte como un polizón lo hace con el capitán de un barco. Había visto la misma muerte llamar por mí numerosas veces ya y me seguía sorprendiendo salir airosa de ésta. Me eché a reír, no lo pude evitar. Los nervios aún estaban a flor de piel, el miedo y el frenesí. Mis emociones se habían vuelto locas y tenía ganas de llorar del alivio, pero me eché a reír, porque sinceramente no me apetecía formar una escena de drama y llanto.
Los chicos me miraron con el ceño fruncido y las respiraciones aún alteradas. Steve sonrió entre jadeos y acabó carcajeando ante mis gorgojeos graciosos, mi risa ahogada.
─¿Casi morimos y vosotros os echáis a reír? -preguntó Bucky mirándonos con el ceño fruncido.
─La verdad es que tiene su gracia -reconoció Dugan divertido al vernos reír.
─Estos americanos... -negó Darnier con su acento francés.
─De hecho, soy inglesa -dije encogiéndome de hombros y reposando la cabeza contra el lecho de hojas secas, dejándome cautivar con su olor a bosque y otoño- Pero qué más da, estamos vivos. Tomémonos un respiro antes de volver a conducir.
─Trece tiene razón -reconoció Morita tumbándose bajo un árbol.
─Siempre la tiene -asintió Steve quitándose el gorro de su uniforme y tumbándose a mi lado.
Él me miró, sus ojos azules resplandeciendo entre capas de polvo y sangre alrededor de su rostro. Su cabello estaba sucio y desordenado, pero eso no me impidió pasar los dedos entre ellos.
Él se volvió serio de repente ante mi tacto pero después cerró los ojos durante un segundo y respiró con lentitud, sonriendo levemente. Me acordé de pronto que nos estábamos solos y que no era momento de dejar florecer mis sentimientos, pero Steve agarró mi mano y entrelazó sus dedos conmigo.
─Me quedaría así una vida entera -oí decir a Falsworth con la voz ronca, seguramente por estar quedándose dormido.
─Yo también -contestó Steve mirándome.
Y así, entre llamas y cenizas, entre muerte y casquetes de balas por el suelo, me di cuenta que elegiría esta vida mil veces si podía tener a Steve a mi lado.
°°°
No podía creerme cómo de rápido pasaban los días cuando tu vida estaba constantemente expuesta al peligro, cómo las horas parecían más cortas y la vida te parecía una mísera broma.
No tenías tiempo a contar los minutos, los segundos. Pestañeabas y parecía que hubiese pasado media vida por delante. No podías darte el privilegio de cerrar los ojos, de dormir.
Casi parecía que fueran a matarte mientras durmieras.
Definitivamente había cambiado en tan sólo semanas. La guerra lo había hecho, la sangre, la despiadada mirada al apretar el gatillo, al dejar un cadáver atrás.
La guerra cambia a las personas.
Pero cuando no estábamos abducidos íntegramente en ella, cuando dejábamos nuestras armas y nos quitábamos el uniforme y dejábamos de ser soldados, seguíamos siendo los mismos de antes; cada uno con sus sueños y esperanzas, sus objetivos por cumplir y sus metas en la vida.
─¿Qué vais a hacer cuando todo ésto termine? -preguntó de pronto Falsworth, haciéndome levantar la mirada de mi lata de judías.
Las llamas doradas y escarlatas iluminaban, entre la oscuridad, el rostro de cada uno de mis compañeros. Los ojos de Steve resplandecieron ante las pequeñas chispas de la hoguera.
─Supongo que comer como un cerdo y dormir durante días -dijo Morita- Lo típico.
El Comando y yo carcajeamos al unísono. Jim tan predecible como siempre.
─Yo quiero ver a mi familia -respondió Darnier- Todos ellos siguen en Francia y hace años que no los veo.
─Debes echarlos de menos -puntualicé, removiendo las judías frías con la cuchara, haciendo ruido con las paredes de la lata.
─Muchísimo -reconoció el francés suspirando- Pero tengo fe en que ésto acabará pronto.
─Sí, seguro que sí -le animó Falsworth dándole unas cariñosas palmaditas en la espalda- ¿Qué hay de ti, Dugan?
El susodicho se pellizcó el extremo de su peculiar bigote y sonrió risueño, como recordando algo.
─Le pediré matrimonio a Cassandra -contestó, sorprendiéndonos a todos- Quiero casarme con ella.
─El grandullón nos ha salido romántico -bromeó Bucky riendo, haciendo carcajear a Dugan- Eso está bien, amigo.
─Espero que nos invites a la boda -comentó Steve sonriendo.
─Por supuesto -aceptó Dugan- Estaré encantado de tener al Capitán América entre mi lista de invitados. Y a su encantadora mujer, claro.
Me sorprendió el término que usó para mi persona. Estaba claro que entre Steve y yo había algo y evidentemente éramos "algo" el uno para el otro, pero no tenía un nombre concreto por el momento. Sentí las mejillas arderme y me alivió el hecho de no ser la única, pues a mi lado, el fortachón Capitán América también estaba sonrojándose. El sargento James, tan divertido como siempre, empezó a reírse de la vergüenza de su amigo.
─¿Qué hay de ti, Bucky? -le preguntó Ojos Azules- ¿Alguna desdichada que tenga que contraer matrimonio contigo?
─En un futuro, supongo -se encogió éste de hombros, sonriendo de lado- Al fin y al cabo, eso es lo que hace todo el mundo, ¿no? Casarse.
─No estoy de acuerdo -irrumpí.
─¿No tienes intenciones de casarte? -preguntó Bucky, aunque tras sus palabras estaban las de Steve.
Dejé a un lado la comida ya terminada y acomodé las piernas que anteriormente estaban cruzadas entre sí y ahora habían acabado durmiéndose en un molesto cosquilleo.
─Creo en la unión de dos personas, pero no en el matrimonio -dije- Al fin y al cabo es sólo un contrato.
─La Iglesia no estaría de acuerdo con tus palabras -refunfuñó Jones.
─¿Y qué van a hacer, quemarme en una hoguera? -bromeé, haciendo que la situación no acabara tensandose como siempre- Simplemente no creo en la doctrina de la Iglesia ni en el matrimonio en sí.
─No te entiendo -soltó Jones- Definitivamente no lo hago. Cualquier mujer estaría deseando casarse, ¿y tú simplemente estás diciendo que rechazarías la propuesta? -preguntó retóricamente- ¿Qué pasa si en un futuro el Capitán y tú decidís dar un paso más?
De pronto me ahogué con mi propia saliva y al parecer a Steve le ocurrió lo mismo, porque de su garganta empezó a salir una tos seca.
─Creo que ese asunto es entre Sharon y yo, Gabe -dijo Steve.
─Lo siento -se disculpó el moreno- No quiero parecer un entrometido o un desconsiderado, sólo estaba poniendo un ejemplo para que Trece se pudiera en situación.
Me enderecé, mirando de reojo a Steve, quien se había puesto un poco serio de repente.
─El matrimonio no es más que un papel en el que dos personas firman para abastecerse del dinero del otro -dije- Es un contrato financiero, un recurso para que la mujer pueda depender del hombre. Yo no creo en ello, lo siento.
─El verdadero significado del matrimonio no está en el dinero -comentó de pronto Steve.
─El significado que le das tú al matrimonio puede darse sin necesidad de éste -reproché- Por supuesto que hay parejas que se casan por amor, no lo niego. Yo creo en ello. Pero no hace falta firmar nada para corroborarlo.
El silencio creció entre el Comando y la noche, quién oscura como estaba, aulló a la luna avisándonos de lo tarde que era.
─Estoy muerto de sueño -se quejó Bucky bostezando, aunque pude ver que sus intenciones eran básicamente cambiar de tema y destensar el ambiente- Creo que me voy a echar una cabezadita.
─Deberíamos echarla todos -añadí- Han sido días duros.
─Dormid un poco, yo haré la primera guardia -dijo Steve.
─La haré contigo -propuse tirando el abrigo más contra mí para no dejar de privarme de su calidez.
─No, descansa -negó Steve con el ceño fruncido- Te vendrá bien.
─¿Estás seguro? -pregunté.
Él simplemente asintió y decidí dejar la conversación ahí. Me acomodé en el suelo, arropándome con la manta y usando mis propios brazos como almohada. La hoguera seguía chispeando y calentando, y el Comando ya dormía a su alrededor. Me sorprendió la facilidad que tenían en conciliar el sueño, pero claro, el agotamiento es atroz.
Cerré los ojos, pero me fue imposible descansar. No conseguía dormir, estaba demasiado centrada en el chisporrotear del fuego y los ronquidos de Jim y Dugan. Me removí en el suelo, sintiendo bajo los párpados la luz de la hoguera, aún intensa y calurosa.
─¿No puedes dormir? -preguntó una voz entre susurros.
Me acomodé, abandonando la posición horizontal y sentándome de piernas cruzadas. Steve me miró y gracias a la dorada luz del fuego pude apreciar el azul de sus playas de California, aunque esta vez con bolsas oscuras y somnolientas bajo éstas. Me acerqué a él, aprovechándome de su calor corporal y simplemente disfrutando de su compañía.
─¿Es verdad lo que has dicho antes? -inquirió ante el silencio que habíamos formado- ¿Que no tienes intenciones de casarte?
Suspiré, intentando buscar las palabras más adecuadas para tocar este tema.
Conocía a Steve y sabía de sobras que casarse y formar una familia eran una de sus prioridades al salir de la guerra. Él mismo me lo había dicho cuando no éramos más que dos simples soldados en la división de Phillips. Adoraba la idea de ver a un Steve casado y con niños rubios y ojos azules correr a su alrededor, y sinceramente, yo me imaginaba entre ellos. Pero me atemorizaba el mero planteamiento de ese futuro.
Además, volvíamos al tema de antes, el matrimonio sólo es un papel.
─He crecido con unos padres a los que lo único que les importaba era que sus dos hijas encontraran un buen hombre con el que pasar el resto de su vida -empecé- Peggy y yo hemos sido todo lo contrario a lo que esperaban y no se quejan de ello, han acabado acostumbrándose a que no somos lo que querían. Pero sin embargo sigue ahí vigente el objetivo de que el día de mañana estemos felizmente casadas con un hombre de buen ver y con una buena cartera.
Steve permanecía en silencio, atento a mis palabras y respetando cualquiera de mis comentarios. Era algo que apreciaba de él, su respeto.
─Es lo que nos inculcaban -dije- Encontrar un marido que nos mantuviese.
Suspiré con pesadez, molesta por ese simple pensamiento.
─Yo no soy como esas mujeres que necesitan a un hombre para que les llene la mesa de comida, ¿sabes? No necesito que ningún hombre me mantenga o me dirija a su antojo.
─Es evidente, Sharon, pero...
─Entiendo que tu visión no es esa, Steve -le interrumpí- Creo en el amor de dos personas, en querer compartir una vida junto a tu pareja, en vivir juntos y formar una familia... Pero no creo en la palabra del matrimonio.
Steve me miró con sus profundas orbes celestes y supe que algo no estaba andando bien con él, que quizá mis palabras lo estaban hiriendo.
─Quiero y creo en la posibilidad de poder compartir un futuro juntos, Steve -le susurré, pasando los nudillos por sus pómulos- Quiero que esta guerra acabe y poder marcharnos tú y yo a cualquier lugar, apartados de la ciudad y ser como una pareja normal.
─Yo también quiero eso, Sharon.
─Es muy pronto para decir esto, Steve -dije- pero si tuviera que demostrarte mi amor de alguna manera, o si tú tuvieras que demostrarme el tuyo, no haría falta que fuese celebrando una fiesta o haciéndome vestir de blanco.
Steve cogió mi mano, interrumpiendo el camino de caricias que estaba haciendo desde su mandíbula hasta sus sienes. Llevó mis dedos a sus labios y los besó uno a uno con suavidad. Me acomodé en su hombro, él todavía con mi mano entre la suya, calentándola con su aliento y privándola con el confort de sus besos.
─Te entiendo, Sharon -murmuró Ojos Azules- Eres una mujer diferente al resto y es lo que me gusta de ti, y aunque no esté del todo de acuerdo a lo que dices, te entiendo. Lo hago y lo respeto.
─Gracias -susurré, cerrando los ojos y disfrutando de su compañía.
─De todas formas, ¿qué hacemos hablando de matrimonio tan pronto? -bromeó, haciéndome mirarlo y sonreír divertida- Tan sólo hemos tenido una cita juntos y creo que tus padres no me conocen tanto como para aceptar que su hija se case casi con un desconocido.
─Créeme, si se diera el caso, mis padres no se opondrían a nada de lo que el Capitán Rogers les propusiera -comenté riendo en voz baja, procurando no despertar al resto- Y respecto a lo de las citas... no me hacen falta muchas más para saber que quiero estar contigo después de que todo esto acabe.
Steve sonrió y aún con nuestros dedos entrelazados, se inclinó hacia mí y depositó un corto pero casto beso en mis labios.
Nos habíamos besado otras veces, pero desde que habíamos salido de la base en Londres no habíamos podido compartir un momento así, por lo que se sentía tan mágico y especial como la primera vez.
Sonreí, enternecida por el nuevo Steve que estaba floreciendo.
─Eh, parejita -murmuró Bucky con la voz ronca y los ojos hinchados por el sueño- Me alegro que estéis tan bien juntos, pero aquí hay gente que intenta dormir.
─Entonces cierra el pico y duerme -le contesté, arrojándole un gorro que tenía detrás entre el montón de equipaje, haciéndole reír.
Bucky se desplomó contra su saco de dormir y se tapó el rostro con el gorro que le había lanzado.
─Siempre tan oportuno -susurró Steve, haciéndome reír.
Se inclinó de nuevo hacia mí y cuando estuvo apunto de presionar sus labios con los míos, un profundo y sonoro ronquido invadió el tan tierno momento que estábamos apunto de compartir.
─Mejor en otra ocasión -propuse divertida.
─Sí, tenemos todo el tiempo del mundo.
Y eso era lo que más deseaba de una vida junto a Steve; tener todo el tiempo del mundo.
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¡Hola!
Os traigo el capítulo que os debía de la semana pasada. No adelanta nada respecto a la trama, de hecho, no es más que relleno; al fin y al cabo es un extra que os debía por haberme ausentado, pero considero que es interesante para seguir cconociendo a la nueva Sharon y para saber cómo son las misiones del Comando.
Son la una de la madrugada aquí en mi país y mañana tengo examen, pero quería subiros el capítulo aparte de porque os lo merecíais, también porque cierta personita ha estado insistiendo en que subiera y subiera *ejem, ejem* mina_6546 *ejem, ejem*
Y bueno, nada más que decir. Espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado tanto leyéndolo como yo escribiéndolo.
Nos vemos el viernes.
Pd: ¿qué vais a pediros para Navidad? Yo supongo que a Chris Evans, pero veremos si Santa me lo trae este año JAJAJ.
¡Muchos besos!
-Mina Vega, xx
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