CAPÍTULO VEINTIDÓS
[ THE FIRST WOMAN ]
CAPÍTULO VEINTIDÓS
❛como un niño con su nuevo juguete❜
─La fondie solo es queso y pan, amigo -oí que le decía Howard a Steve una vez dentro del laboratorio.
─¿En serio? No pensé que...
─Es es el problema del Capitán Rogers, Howard -dije en voz alta, interrumpiéndolo- Que no piensa.
Steve me miró, sin decir nada, obviamente dolido. Me sentí mal por un momento, ¡pero él también me lo había hecho sentir a mí!
─En cuanto uno cree saber que se le pasa por la cabeza a una mujer, en se instante puede darse por perdido -le explicó Stak, haciéndome poner los ojos en blanco- Yo me centro en el trabajo, que en este momento consiste en procurar que no os maten.
Empezaron a caminar al rededor de largas mesas con distintos aparatos armamentísticos. Había desde equipo de defensa como para atacar. Cada cosa más rara que la anterior.
─Polímero de carbono -señaló golpeando la parte frontal de un escudo rectangular- Debería resistir la típica bayoneta alemana. Claro que Hydra no os atacará con una navajita.
Howard cogió el escudo patriótico de Steve.
─He oído que le tiene cariño -dijo sonriendo.
─Es más práctico de lo que cree -comentó Steve.
─Me he permitido incluir varias opciones. Lo he equipado con relés eléctricos...
─¿Y éste? -sugirió Steve sacando una pieza circular, diría que metálica.
─No, no. Es un prototipo -se excusó Howard.
─Bueno, no veo que eso sea un inconveniente -hablé, arqueando una ceja y haciendo a Stark sonreír de lado.
─¿De qué esta hecho? -inquirió Steve observándolo.
─De vibranium -contestó- Es más resistente que el acero y pesa la tercera parte. Absorbe completamente las vibraciones.
─¿Y por qué no se utiliza? -preguntó Rogers curioso, haciendo girar el escudo entre sus manos.
─Es el metal más raro de la Tierra. Ese escudo es todo lo que tenemos.
Miré mi reloj de pulsera. No sé cuánto le quedaría al tour de inventos Stark, pero yo había quedado con Peggy. Además, no veía mi presencia útil, puesto que no necesitaría ningún equipo ya que no iría a ningún lado.
─¿Ha terminado, Sr. Stark? Creo que el Capitán tiene asuntos pendientes -informé colocando mis brazos en jarra.
Steve, con su escudo entre las manos, lo colocó delante de él medio cubriéndose.
─¿Qué tal? -preguntó, queriendo saber cómo se veía.
Sonrió, ilusionado como un niño con su nuevo juguete. Me entraron ganas de reír y abrazarlo. También de matarlo. Mi mano recorrió la superficie de la mesa más cercana y agarró un arma, la cual alcé para apuntar y disparar hacia su escudo. Rápidamente Steve se protegió con éste y Howard se escondió debajo de una mesa. Las balas cayeron al suelo y el escudo no sufrió ningún rasguño, parecía que las balas fueran de plastilina y no de metal.
─Sí, creo que funciona -asentí dejando el arma en su lugar.
Steve y Howard se descubrieron y vi el mismo temor en sus ojos. Por un momento me hizo sentir poderosa. Después me sentí como un monstruo.
─Avísame cuando empecemos con las pruebas, Howard -le pedí, a lo que él asintió rápidamente con la cabeza y sin apenas pensárselo- Que tengan un buen día, caballeros.
Salí del laboratorio, el ruido de mis tacones irrumpiendo el inminente silencio de los pasillos. Detrás de mí se oyeron unos apresurados pasos y antes de que me diera tiempo a girarme, Steve ya estaba caminando a mi lado con la respiración un tanto agitada.
─Sharon espera, necesitamos hablar -me pidió sin dejar de aminorar su marcha.
─No tienes por qué darme explicaciones Steve -contesté mirando al frente- Es tu vida y este es del modo que quieres vivirla, yo no tengo por qué interferir en ella.
─El problema es que sí quiero que lo hagas -soltó, cogiéndome de brazo y haciendo que me detuviera abruptamente ante su tirón- Siento que hayas tenido que ver lo de antes pero quiero que sepas que en ningún momento se me cruzó por la cabeza besar a esa mujer.
─Sin embargo estabas haciéndolo -musité recordando la escena con cierto dolor- Pero repito, puedes hacer lo que te plazca.
─Yo no quería besarla, ella...
─Ella te besó a ti, sí -le interrumpí- ¿Y qué más Steve? ¿También vas a decirme que ni siquiera te gustó?
─Lo habría disfrutado sino fuera porque la persona no era la esperada.
Permanecí callada. Si bien segundos antes había estado deseando freírle el cerebro, ahora no podía evitar arrepentirme de mis instintos homicidas y querer abrazarlo.
A quién pretendía engañar. No podía estar enfadada con Steve. Por supuesto que me había dolido que esa lagarta de Molly Turner se lanzara a sus brazos, pero no es como si Steve me perteneciera. Desgraciadamente.
─¿A qué te referías sobre esas pruebas que tiene que hacerte Stark? -preguntó, cambiando de tema al ver que no decía nada.
Quise reír. Steve y su gran manera de destensar el ambiente.
─Mi suero era un prototipo, no estaba listo, pero aún así lo usaron. Quiere saber qué ha comportado en mi organismo y por qué.
─¿Tus poderes?
─No son poderes -carcajeé, empezando a caminar- He quedado con Peggy en una cafetería, no está muy lejos de la base. ¿Tienes algo que hacer o prefieres venirte?
Mi "¿tienes algo que hacer?" era sinónimo de "¿vas a besuquearte más con Turner?". Y al parecer Steve lo comprendió.
─No, no tengo nada que hacer -respondió rascándose la nuca con nerviosisimo- ¿Sigues enfadada conmigo?
─Nunca he estado enfadada contigo -dije sin dejar de caminar- De ser así ni siquiera te habría dirigido la palabra.
─Oh -musitó- Mhm, vale. De todas formas, yo no estaba interesado en...
─¿Molly? -lo interrumpí, acabando su frase- Ella por ti sí, sin embargo.
─Ya, bueno. No es mi tipo.
─¿Cuál es tu tipo, entonces?
Lo miré de reojo y su ceño estaba fruncido, seguramente tratando de encontrar las palabras adecuadas. Estaba ansiando su respuesta como un niño pequeño que espera al día de su cumpleaños. Los nervios incrementaron en mi interior, volviéndome totalmente frenéticamente impaciente. Me concentré en su voz, no la que dejaría escapar sus labios, sino la de su cabeza. Traté de escucharla como a veces me pasaba con otras personas. Pero no había nada. Era como si simplemente estuviese vacía.
─Creo que ya lo sabes.
─Créeme que no.
─Créeme que sí -insistió, haciéndome sonreír de lado.
─Qué enigmático te has vuelto -bromeé- ¿Ahora te haces de rogar?
─Simplemente hago que las cosas sean más interesantes -respondió mirándome con una ceja alzada.
─Oh, desde luego que lo haces -asentí imitando su cara.
Salimos de la base, cruzándonos con la persona a la que menos me apetecía ver: Molly. Ella llevaba una de sus sonrisas pintadas en carmín, tan astutas y pícaras. Era una víbora. Le enseñó los dientes a Steve y cuando estuvo a punto de guiñarle un ojo, su mirada se cruzó con la mía. La malicia reflejada en su forma de mirarme terminó de irritarme por completo y la radio a su lado chasqueó bruscamente, rompiéndose y asustando a la rubia.
─¿Has sido tú? -preguntó Steve cuándo estuvimos lo suficientemente alejados de ella.
─Puede.
─¿Puede? -preguntó.
─Puede -asentí-, que lo haya hecho aposta.
─Eso ya tiene más sentido.
Llegamos a la cafetería en la que había quedado con Peggy y para mi sorpresa, no estaba. Me acerqué a uno de los camareros para preguntarles si la habían visto y en su lugar me dieron una nota firmada por ella en la que había escrita una dirección.
─¿Qué ocurre? -preguntó Steve al verme comprobar la dirección una y otra vez- Sharon, ¿ha pasado algo?
─Es la casa de mis abuelos -respondí enseñándole la nota.
─¿Qué hace ahí?
─No tengo ni idea, pero será mejor que nos vayamos.
Lo cogí del brazo y prácticamente lo arrastré durante todo el trayecto hasta la casa de mis abuelos. Eran ya mayores y hacia años que no los veía. Cuando nos trasladaron a Londres me acordé de todos los familiares y amigos que aún me quedaban aquí, pero todo había sido han rápido que no me había podido permitir ir a visitarlos. Apenas desperté del suero de Zola, nos hicieron hacer las maletas y volar rápidamente al otro lado del océano. No había podido escribir a mis padres y tampoco creo que les hiciera falta saber que casi muero secuestrada por una asociación alemana nazi. No, definitivamente era necesario evitar ese tipo de información.
La gente nos miraba, no sabía bien si era porque nos reconocía o porque correr como si fuéramos ladrones les llamaba la atención. Aunque creo que la atención la llamaba más bien Steve. No me extraña que Turner se lanzara a sus brazos. Steve es realmente atractivo, y más cuando viste sus singulares uniformes militares que tan bien le sientan.
─¿Falta mucho?
─No te quejes -resoplé aminorando la marcha cuando un sinfín de coches pasaba por delante- Has peleado con Schmidt y no puedes seguir corriendo por unas manzanas más, menudo Capitán.
─No, si lo digo por ti -contestó señalando mis tacones.
─Ya, claro -asentí sarcástica- Admítelo, te falta el aliento.
─Aguantaría todo el día -contestó frunciendo el ceño.
─Sin embargo te gané en un pulso -le recordé, empezando a caminar cuando un agente de tráfico nos permitió avanzar- Y delante de todo el escuadrón.
─Perdí a propósito -comentó haciéndome reír- Lo hice para sacarte a bailar.
─Si hubieses ganado te habría sacado yo a bailar -le dije.
─Haber empezado por ahí -pidió riendo.
─Me gusta hacer que las cosas sean interesantes.
Cuando llegamos, la casa de hormigón y paredes blancas nos dio la bienvenida. Las ventanas estaban llenas de macetas con flores y las cortinas estaban corridas. No había indicios de haber nadie dentro, y más cuando no contestaron al llamar a la puerta.
─Quizá nos hemos equivocado de dirección -pensó Steve en voz alta.
─No -negué con la cabeza, observando el edificio ante mí y frunciendo el ceño- Es aquí.
─Llama otra vez.
Me acerqué de nuevo a la puerta y cuando fui a golpearla esta vez con algo más de fuerza, sorprendentemente se abrió y tras su abertura la madera chirrió contra el suelo.
─¿Ha estado abierta todo este tiempo? -preguntó Steve a mis espaldas.
─Ellos siempre la cierran -musité confundida.
Terminé de abrir la puerta para poder pasar por ella y una inminente oscuridad nos recibió. Palpé las paredes con las manos en la búsqueda de algún interruptor, pero fallé en el intento.
─Sharon, esto es allanamiento de morada -susurró Steve a mi lado.
─Es la casa de mis abuelos y la puerta estaba abierta, alguien ha entrado antes y eso sí que sería allanamiento de morada.
Adelanté unos pasos a tientas y mis vagos recuerdos me hicieron relacionar el suelo que pisaba con el del recibidor.
Seguimos avanzando, ya acostumbrados a la oscuridad y pudiendo ver mejor a través de ella gracias a las mejoras del suero.
El ruido de algo caerse contra el suelo me puso alerta y Steve se colocó rápidamente a mi lado, dejando la retaguardia libre. Unos siseos sonaron en la lejanía y avanzando hasta el lugar de los cuales provenía llegamos hasta la sala de estar.
─¡Sorpresa! -chilló una aguda y familiar voz entre la oscuridad.
─Oh por el amor de Dios, Madeline, ni siquiera hemos encendido la luz -se quejó otra más varonil.
─¿Qué está pasando aquí? -preguntó Steve tomándome del brazo
─¿Enciendo ya la luz? -preguntó la primera voz.
─Pues claro que sí, Sharon no es tonta. Ya se ha dado cuenta de todo.
Y entonces la sala se iluminó y las voces que tan familiar me resultaron acabaron siendo ni más ni menos que las de mi familia. Mis ojos se abrieron ante la sorpresa y mi corazón latió rápido y desbocado bajo mi pecho. No podía creer lo que estaba viendo. Ahí estaban mamá y papá, los abuelos, oh dios mío, ¡nana! Mis primos pequeños y mis tíos.
─Yo creo que no -comentó Peggy al ver mi cara de desconcierto.
─Oh Dios mío -musité con una mano en la boca, ahogando mi voz.
─¿Vas a quedarte ahí plantada o vas a darle un beso a tu abuela?
Me abalancé hacia ella, por un momento olvidando su precaria salud y el hecho de que estaba inmovilizada de cintura para abajo. La mecedora se sacudió ante mi efusivo abrazo y ella rió entre mis besos.
─¡Abuelo! -lo besé repetidas veces en la cabeza, rugosa y ya sin pelo tras la edad.
Seguí con mi prima pequeña, Madeline, quien había sido la culpable de estropear la sorpresa. Aunque para mí había sido perfecta. Mis tíos me acogieron en un caluroso abrazo y se sorprendieron al ver mi nuevo y mejorado aspecto.
─Sí, Sharon ahora es toda una mujer -comentó mi madre sonriendo.
─¿Es que antes no lo era? -pregunté alzando una ceja mientras me acercaba a ella.
─Bueno, el ejército ha influenciado mucho -sonrió abriendo los brazos para mí, los cuales acepté gustosa- Hola, cielo. Nos alegramos mucho de verte.
─Yo también -asentí besándolos a los dos- ¿Qué hacéis aquí?
─Bueno, te echábamos de menos y Peggy nos contó que has estado muy ocupada últimamente y por eso apenas sabíamos nada de ti -respondió mamá mirando a mi hermana.
Le devolví el gesto a Peggy, asintiendo con la cabeza agradeciéndole el favor de no haberle contado nada de Zola a mis padres.
─Sí, las cartas han estado escaseando mucho últimamente, ¿eh, jovencita? -me recriminó papá con tono burlón.
─Deja en paz a la niña, Harrison -le regañó mi abuela- Sharon, querida, ¿quién es este apuesto joven que ha venido contigo?
Entonces reparé en la presencia de Steve, de la cual me había olvidado completamente. Lo miré, parado en la puerta del salón, completamente incómodo y con las mejillas sonrojadas al notar toda la atención de mí familia puesta en él. Sonreí enternecida. Podía acabar con mil matones juntos vestido en mayas ajustadas y simplemente le atemorizaba ser el centro de atención.
─Oh, claro -asentí acercándome a él y tomándolo del brazo- Él es...
─¿Es tu novio? -preguntó mi abuelo con su ronca voz- Porque de ser así vamos a tener unas palabras serias tú y yo, muchacho...
─Abuelo, es el Capitán América -le interrumpió Peggy.
─¿Cómo? -preguntó el hombre confundido, acariciándose la barbilla- ¿Y dónde esta tu escudo, eh?
─Lo están reparando -respondí entre risas- Es Steve. Steve Rogers. Estuvimos juntos en el ejército y ahora trabajamos...
─Trabajamos juntos -me interrumpió, sorprendiéndome por su repentino arrebato envalentonado por tomar la palabra.
─¿Y cuál es vuestro trabajo exactamente?
─Mi amigo Tim tiene un cómic suyo -respondió Maddie, haciéndome reír- Tiene muchos dibujos y creo que sale Sharon.
─¿Y salimos peleando contra los malos? -pregunté sonriente.
─¿Qué clase de tebeos leen ahora los niños? -oí que susurraba mi tía Glenda.
─¡El Capitán América es un súper héroe, mamá! -le dijo la pequeña totalmente entusiasmada.
─¿Y qué pasa con la Chica América? -pregunté frunciendo el ceño- ¿Nadie se acuerda de ella?
─Al parecer no -me susurró Steve en el oído, haciendo que lo mire con fingida rabia.
─Pero bueno, eso ahora no es lo importante -interrumpió nana la conversación- ¡Vamos, vamos! No os quedéis ahí parados. Venid y sentaos con nosotros, tomaremos el té juntos.
°°°°
Estábamos todos sentados en los sofás y butacas -la abuela en su habitual mecedora- al rededor de la mesa de té. Steve estaba a mi lado, sujetando una taza de porcelana ridículamente pequeña para sus manos exageradamente grandes. Era realmente gracioso verlo tomar el té como una niña que simula jugar a las princesas. Sonrió agradecido cuando mi abuela le sirvió la segunda taza. Me aguanté la risa mientras bebía de la mía.
A Steve no le gustaba el té.
El abuelo, intentando disimular -aunque obviamente fallando-, se sacó la petaca del bolsillo y vertió en su infusión lo que seguramente sería un poco de anís.
─Abuelo, no creo que el té y el anís sean muy saludables juntos -hablé con la taza entre mis labios, alzando una ceja ante el hombre mayor que arrugaba el ceño al ser pillado
─Oh, no me hagas hablar -refunfuñó guardándose la petaca y dándole un sorbo a su bebida- Aquí donde la ve, Capitán Rogers, cada vez que me veía echarle unas gotitas de lo mío al té, venía corriendo y bebía y bebía. ¡Y con sólo cinco años!
─Después, claro, la veías riendo sin sentido y dando vueltas a su alrededor hasta caer al suelo mareada -explicó la abuela.
Steve carcajeó y su risa fue música.
Mi sonrisa se ensanchó divertida cuando todos rieron con él, y éste, sintiendo mi mirada insistente y enternecida, se giró a devolverme el gesto.
─Tan pequeña y con tan malas costumbres -negó mi madre con la cabeza- Espero que el alcohol no te sienta tan mal como cuando eras pequeña.
─Digamos que su cuerpo tolera muy bien el alcohol -musitó Peggy mirándome con una sonrisa torcida.
─No sé si alegrarme o enfurecerme por ello -recriminó mi padre llevándose la taza a la boca y sorbiendo la infusión.
Hablamos durante lo que parecieron ser horas. Le conté a mamá que estaba trabajando con Howard Stark y casi se cae de la silla por la emoción. Steve y yo explicamos como fue nuestro primer año en los escenarios y lo mucho que lo acabamos odiando.
─Sobretodo los trajes -había añadido, resoplando al recordar lo molestos que eran- Oh Dios mío, eran lo peor. Además de ser horribles, picaban, la tela era espantosa y encima me quedaban fatal.
─Bueno, tú al menos no llevabas mayas.
─Yo creo, Capitán, que le sentaban muy bien -le había halagado la abuela, palmeándole la pierna a Steve, haciéndolo sonrojar como nunca antes había visto.
Después de eso seguimos tomando más té y continuamos con la charlas hasta que se hizo tarde y tuvimos que volver a la base. Tras muchos besos, abrazos y amenazas para que esta vez sí escribiera con más frecuencia, pudimos irnos. La abuela le hizo prometer a Steve que vendría en más ocasiones conmigo a visitarlos y así él acabó aceptando. Peggy, que tenía que coger otro camino para parar antes en no sé dónde, nos dejó solos ir hacia la base. Sospeché en que su excusa había sido nada más que eso, una excusa para dejarnos solos.
─Parece que a mi abuela le has caído muy bien -dije rompiendo el sorprendente silencio de las calles.
─Sí, es una gran mujer -asintió sonriendo, con la mirada fija en una piedra que chutaba a cada paso que daban sus pies- Tienes una familia encantadora.
Lo dijo con una voz tan cargada de... nostalgia. Por un momento pude distinguir un deje de dolor que hasta ahora no había visto. Sí, lo había visto sufrir en los entrenamientos, las duras pruebas físicas del ejército, los matones, incluso cuando nos despedíamos cuando nos íbamos de gira para la venta de bonos. Vi dolor cuando encontramos a Bucky atado a una camilla y vi dolor cuando Schmidt me llevó con él y casi consigue acabar conmigo.
Pero este dolor era diferente.
Era un dolor cargado... de más dolor.
La piedra salió volando varios metros hacia delante con más fuerza de la necesaria.
Sabía en lo que estaba pensando. No me hacia falta leer su mente, básicamente porque no podía hacerlo. Pero Steve, para mi, ya era como un libro abierto.
Quizá se sentía solo en este mundo tan grande y lleno de gente que adoraba al Capitán América. Pero es que era simplemente eso. Gente que adoraba al hombre del escudo, no al chaval de Brooklyn.
A veces lo comprendía. Al fin y al cabo no soy más que una mujer como tantas otras que quiere ganarse un puesto como el del resto de hombres. Quería una igualdad imposible. Pero ahí se quedaba la cosa, porque después tenía a mi hermana, tenía a mi familia.
Pero Steve, ¿a quién tenía él?
Sí, estaba Bucky y obviamente estaba yo. Yo siempre estaría ahí. ¿Pero, y mientras yo no estaba? ¿Qué había del chaval de Brooklyn que lo había perdido casi todo?
No había nada, salvo un escudo y un traje de barras y estrellas.
─Eh -lo llamé, agarrando su muñeca.
Sus ojos viajaron hacia mi agarre, pero no se soltó y ni siquiera dijo nada. Simplemente me miró.
─Mi familia es tu familia -dije- Tú formas parte de la mía así que también de la de ellos.
Su respuesta fue un silencio. Pero fue lo único que me bastó, porque aunque no pudiese escucharlo, sabía que en su cabeza estaba gritando.
─No estás solo, Steve.
Mis dedos recorrieron su muñeca, tensa y rígida, para que en un momento, su mano inmovilizara la mía. El gesto al principio me asustó, pero después, sus dedos entrelazándose con los míos me relajaron.
─Lo sé -asintió- Sé que tengo a Bucky, que te tengo a ti... Y a veces me comporto como un idiota y siento que no merezco una amiga como tú y...
Estábamos en mitad de la calle, tomados de la mano, en medio de una catastrófica guerra mundial, pero aún así éramos personas y teníamos problemas ajenos a las balas y los uniformes. Sentíamos y eso nos hacía vulnerables, nos hacía débiles. Pero nos hacía humanos. Y Steve y yo lo éramos, como cualquier otro aunque en este no corriera un súper suero por sus venas. Sentíamos y teníamos miedo a todas horas. Gritábamos en silencio y llorábamos por dentro porque un soldado lo primero que tiene que hacer es a no exteriorizar sus sentimientos, porque al fin y al cabo, si saben que sientes, te matan.
─Nunca has hecho nada malo -le expliqué- Siempre te has comportado muy bien conmigo y -remarqué, interrumpiéndolo antes de que pudiese decir algo- si te refieres a lo que pasó con Turner... En serio, yo no me meto. Me fastidió porque...
Porque estoy enamorada de ti.
─Porque esa mujer simplemente no me caía bien y no la quería para ti, pero nada más. No estoy enfadada contigo ni podría estarlo.
Steve suspiró, apretando más mi mano y haciendo que mis piernas temblasen.
─Me alegro que no lo estés, entonces -murmuró, sentándose en un banco que teníamos apenas dos pasos a la derecha. Me senté con él, sus manos aún con las mías- No podría irme de aquí sabiendo que estás enfadada conmigo.
─¿De qué hablas? -pregunté confusa- ¿Irte adónde?
─El comando y yo nos vamos -respondió mirando hacia abajo, a sus zapatos, con el ceño fruncido- Nos han asignado ir tras las bases de Hydra.
─¿Cuándo os marcháis? -mi voz tembló en un hilo, teniéndome lo peor.
─En dos días, a primera hora de la mañana.
─Pero eso es muy pronto -me quejé.
─Cuanto antes empecemos antes acabaremos.
─¿Durante cuánto tiempo? -inquirí- ¿Cuánto tiempo estaréis fuera?
─No lo sé -contestó encogiéndose de hombros y suspirando con pesadez al mismo tiempo- Lo que duremos, lo que tardemos en acabar con ellos, o cuando Phillips nos pida que volvemos... No tengo ni idea.
Permanecí en silencio, básicamente porque sus palabras me habían callado con pena. Se iba, y esta vez ni era a vestir un traje de barras mientras bailaba para un público de doce años. Se iba de verdad, a disparar y a evitar que le disparen. Se iba a la guerra.
─Bueno, mañana entonces será un día duro -dije rompiendo el silencio, hablando si saber bien qué decir- Iré a despedirme de ti y de los chicos.
─¿Traerás pañuelos para las lágrimas? -preguntó intentando bromear.
─Claro, tendréis que tener un buen suministro si vais a estar alejados de mí. Sé que la distancia es dura pero... No separa corazones, tranquilos. Podréis vivir sin mí.
─No sé yo -oí que decía en voz baja, haciendo mi corazón aletear- En realidad esto será raro si tú no vas. Se supone que somos un equipo.
─Bueno, yo estaré detrás de los mapas, asegurándome que hacéis lo que toca y que todo va bien.
─Definitivamente te llevas la mejor parte -comentó con sarcasmo.
─Oye -refunfuñé, aunque escapándoseme la risa, golpeando su brazo.
─No, ahora en serio, Sharon -dijo Steve perdiendo progresivamente la sonrisa- Voy a echarte de menos.
─Aún no te has ido -le recordé encogiéndome de hombros-, así que ahórrate las despedidas para pasado mañana.
Se levantó, tendiéndome la mano para que la aceptara y así volver a emprender nuestro camino hacia la base. Tomé su mano y me levantó de un suave tirón, dejándome de pie delante de él.
─A propósito, creo que a mi abuelo casi le da un infarto cuando ha creído que tú y yo éramos pareja -le recordé carcajeando.
─¿Tan mala pareja hacemos? -preguntó frunciéndome el ceño, un surco de sonrisa asomándose de entre sus labios.
─No lo sé, ¿tú qué opinas?
Me detuve delante de la vitrina de una tienda. El reflejo del cristal nos permitió una clara imagen de los dos juntos, uno a lado del otro y con un uniforme parecido. Su pelo estaba perfectamente peinado hacia un lado, rubio y brillante. El mío caía en finas ondas castañas, haciendo que mis labios carmesí resaltaran ante la palidez de mi rostro. Steve sonrió y pasó un brazo por los míos, rodeándome la espalda y pegándome más a él. La gente que había tras la vitrina nos miraba, pero yo sólo tenía ojos para Steve.
─Yo creo que nos vemos muy bien juntos.
Y no sabía cuánta razón tenía.
_______
NO ES VIERNES, LO SÉ. ES LUNES Y VOY CON RETRASO. QUÉ RARO. Ya avisé en mi perfil que estas semanas serían un poco locas porque tengo exámenes hasta en la sopa, pero también dije que estaba acabando el capítulo y que seguramente lo subiría a final del día. Y AQUÍ ESTÁ.
No es la gran cosa, la verdad es que está un poco meh, pero bueno, lo he hecho un poco a prisas y porque no podía escribir la continuación ya que la necesito para el siguiente capítulo... En fin, las que lleven alguna novela sabrán como es eso de tener que escribir un capítulo de relleno porque lo importante os tiene que ocupar el siguiente y blablabla.
Sharon es un poco bipolar porque primero odia a Steve y ahora simplemente hace como si nada y lo perdona, pero también hay que comprendenderla: estamos hablando de Steve Rogers. Sinceramente, por mucho que me hiciera, no podría estar enfadada con él. Sharon tampoco.
Además, tampoco quería drama everywhere -lo cual es raro teniendo en cuenta que soy la dramaqueen- porque si están peleados la relación se estanca y shippeo mucho Staron, ¿okey? Staron manda.
Este viernes sí que no podré subir porque tengo el cumpleaños de una amiga y no estaré en casa, así que no podré escribirlo ni subirlo, so... No hay capítulo. PEEEERO intentaré ir adelantando estos días y el finde poder subir. Me va a petar la cabeza porque tengo que hacer mil cosas, pero bue.
No me enrollo más. Si os ha gustado dadle a la estrellita, comentad mucho mucho para animarme a seguir y, nada, ¡muchísimas gracias por seguir aquí!
Nos leemos, ¡besos!
-Mina Vega, xx
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top