CAPÍTULO VEINTICUATRO

[ THE FIRST WOMAN ]

CAPÍTULO VEINTICUATRO

❛no era como esperaba, pero había vuelto❜


    LOS DÍAS PASARON, y con ellos las semanas. Éstas, finalmente, se alargaron a meses. La comunicación entre Steve y yo era escasa. Apenas sabía noticias de él, y cuando lo hacía, me dejaban con mal sabor de boca. Las cartas llegaban con muchísimo retraso al igual que las mías, y tampoco podíamos escribirnos mucho porque éstas estaban controladas y revisadas antes de su posterior facturación, así que, si estáis pensando en largas cartas de amor, estáis equivocados. De vez en cuando me colaba, como ya le había prometido a Steve, en la torre de control. Hablábamos por radio hasta que me pillaban o él tenía que marcharse a la aventura.

─Ey, dile a los chicos que tengan cuidado -le pedí la última vez que había conseguido colarme en la cabina y hablar con él.

─¿Y a mí no vas a decirme nada? -preguntó, una carcajada interrumpiendo su voz.

─Tú salva el mundo y vuelve, ya te lo diré todo después.

─No puedes dejarme con las ganas, Agente 13. No por segunda vez.

─¡Agente 13, usted no puede estar aquí! -una voz masculina sonó a mis espaldas.

─¿Problemas? -inquirió Steve desde el otro lado. Oí risas a su alrededor, el comando se reía.

─Ya es la quinta vez este mes que se cuela, le hemos repetido por activa y por pasiva que es acceso restringido.

─Vale, vale ya me voy -dije cuando sus manos se posaron en mis brazos para hacerme salir- Me voy Steve, tengo cosas que hacer.

─Sharon, te vas porque te están echando.

─Bueno, volveré.

Pero no volví. Cambiaron la cerradura y pusieron un guardia en la puerta como si fuera un auténtico peligro para la base. Lo único que quería hacer era hablar con Steve y el comando. Más con Steve que con el comando. Pero bueno, que tampoco estaba haciendo nada malo.

El general Phillips y muchos otros peces gordos del comité quisieron que las aventuras del Capitán América y el Comando Aulladores estuvieran plasmadas en la gran pantalla, así que enviaron a un cámara y una vez cada muchísimo tiempo teníamos grabaciones de sus hazañas en el cuartel.

─¿No estás entusiasmada? -me preguntó Peggy- Vas a ver a Steve.

─Sí, gracias a un proyector -fingí alegría- Qué romántico.

─Si hubieses sido más cautelosa a la hora de colarte en la torre de control quizá ahora podrías hablar con él casi todos los días.

─Si el Coronel Phillips no fuera un cerdo machista me habría ido con él y no tendría que estar buscando maneras de mantener el contacto.

Peggy calló. Tenía razón y lo sabía.

─Touché -finalmente dijo.

Nos sentamos cada uno en su asiento; Peggy al lado del Coronel Phillips y yo al lado de ella. En una esquina de la sala estaban las secretarias del cuartel, entre ellas mi querida Molly Turner. Me vio y, sabiendo cómo la bilis corría por mi garganta al notar su presencia, sonrió con arrogancia. El proyector se puso en marcha y las primeras imágenes en blanco y negro empezaron a cobrar vida.

Steve y el Comando disparando, Steve y el Comando corriendo y disparando otra vez, Steve y el Comando maquinando un plan de estrategia sobre un mapa del mundo. Enfocaron a Ojos Azules y a la brújula que había abierto y en la cual yacía una pequeña fotografía sobre alguien que me resultaba terriblemente familiar.

Era yo.

El Coronel, Peggy, y, qué demonios, casi toda la fila de asientos se giró a mirarme. No pude hacer otra cosa que evitar sonrojarme y mantener la compostura. Steve, al otro lado de la pantalla, al percatarse cómo la cámara enfocaba sin disimulo mi fotografía en su brújula, frunció el ceño y la cerró al mismo tiempo que se alejaba.

Al menos sabía que Steve pensaba en mí aún estando a miles de kilómetros.

Estuve muy ocupada los siguientes meses. Stark y yo empezamos con las pruebas sobre mi suero y por ende nos vimos obligados a pasar mucho tiempo juntos en un mismo espacio. Sí, era un mujeriego y un vanidoso y un egocéntrico y un estúpido y... era mil millones de cosas. Pero era una buena persona y solo quería ayudarme. Y lo hacía. Conseguía que los días se me hicieran más cortos y que dejara de pensar en la marcha de Steve. Incluso hacía que me divirtiera.

─Vale -empezó Howard en una de las primeras sesiones para comprobar el uso de mis nuevas habilidades- ¿En qué estoy pensando?

─Howard, esto no funciona así -le expliqué- Yo no tengo la capacidad de...

─¿En qué estoy pensando? -me interrumpió, alzando las cejas, y haciéndome suspirar.

Me senté en la esquina de la mesa, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Intenté concentrarme, pero nada. No oía nada. Aunque quizá Howard simplemente no estaba pensando en nada.

No, imposible.

─¿En mujeres? -inquirí al azar. Howard hizo un gesto con las manos para que dijera algo más- Mujeres en bañador.

─De hecho, mujeres sin bañador -me corrigió- Pero bien, muy bien.

─¿Te das cuenta que eres tan predecible que ni siquiera me ha hecho falta leerte la mente?

─Ah, ¿que no lo estabas haciendo? -preguntó confundido.

─¡No! -rugí desesperada- Ya te he dicho que no puedo hacerlo así como así. Simplemente sale solo.

─¿Cuándo?

─¿Cuándo qué? -terminé por dejar todo el peso de mi cuerpo sobre la mesa, sentándome como si fuera una silla más.

─¿Cuándo puedes hacerlo?

─No lo sé -dudé, encogiéndome de hombros- Normalmente cuando estoy nerviosa, o atabaleada. Cuando hay mucha gente y me siento agobiada oigo el revuelo de todas sus voces, como si me gritaran en el oído.

─Sí, muy poético todo -asintió desinteresado- Especifica.

─Eres un incordio.

─Si vamos a estudiar a fondo los efectos secundarios de tu suero tengo que ser un incordio -me regañó, sentándose en la mesa de enfrente de la misma manera en la que estaba yo.

Suspiré de nuevo, esta vez cansada y aguantando las ganas de impactar mi pie en su rodilla. Me paré a pensar todas las veces en las que había oído dentro de mi cabeza otras voces ajenas a las mías. Habían sido pocas, pero las recuerdo perfectamente. Quizá en el momento en el que me estaba sucediendo no lo entendía, pero ahora, volviendo al pasado, sé de qué se trataba todo.

─La primera vez fue cuando Steve y yo superamos la inyección del suero -empecé- En cuanto salí de la cápsula todas las voces de la gente se mezclaron en mi cabeza cuando en realidad nadie estaba hablando.

─Ajá.

─Otra fue en un teatro viendo a Steve actuar durante su gira de venta de bonos -Howard asintió- Y no sé, más cosas así. La vez que Steve y yo rescatamos a los del 107, me guié hacia sus celdas por el sonido de sus pensamientos... Dios, suena como si estuviese loca, pero así fue, ¿sabes?

─Entiendo -lo miré confundida- Bueno, en realidad no, pero por eso estamos aquí.

Puse los ojos en blanco.

─Mañana a la misma hora -sentenció, levantándose y empezando a rebuscar más papeleo del suyo.

─¿Ya está? ¿Esto es todo?

─Mañana a la misma hora -repitió.

Y así fue. Al día siguiente me presenté en el laboratorio y mis ojos se abrieron con sorpresa ante lo que éstos vieron. La sala había sido despojada de todo su mobiliario. Las mesas, las estanterías... todo había desaparecido. En su lugar había una gran cabina blanca de dos metros y medio con un sistema de máquinas al lado en el que Howard y un técnico más estaban trabajando.

─Justo a tiempo, Agente 13 -me sonrió al verme llegar.

─¿Qué es todo esto? -pregunté acercándome.

─Sí, déjalo así -le dijo Howard al hombre desconocido- Si ocurre algo te lo haré saber, puedes irte.

El encargado obedeció sus órdenes y pasó por mi lado para irse por la puerta. Me acerqué más a Howard, hasta quedar delante de la extraña caja alargada. Él me miró y sonrió orgulloso.

─¿Qué es?

─Esto, querida Sharon, es lo que nos permitirá controlar tus súper poderes.

No me gustaba el término súper poderes. Sí, era algo extraordinario y mucha gente soñaba con tener alguno de ellos, pero me hacía sentir como un bicho raro. Y no me gustaba. Miré a Howard con el ceño fruncido y él simplemente se dedicó a abrir una extraña compuerta de la extraña caja. Me sugirió, con la mano, a que entrase, y aunque dubitativa e indecisa, acabé aceptando. Ya había pasado por eso casi tres años antes.

El espacio era estrecho, pero podía alargar los brazos y aun así no tocar las paredes. Había un cristal a la altura de mis ojos que me permitía ver el exterior. Me sentí un poco agobiada, no me gustaban los espacios cerrados, pero tampoco era claustrofóbica. Podría aguantarlo si me lo proponía.

─Bien -gritó Howard para hacer sonar su voz a través de las paredes metálicas- Esto es un condensador de calor. Una especie de sauna, pero mucho más potente. Cuando le dé al botón empezarás a sudar mucho.

─Vaya, tendría que haberme llevado el traje de baño -bromeé, apoyándome contra la pared que tenía a mis espaldas.

─Yo no me opondría, pero no quiero tener problemas con el Capitán -dijo Howard encogiéndose de hombros- A lo que iba. Cuando la máquina empiece a funcionar, tú tendrás que averiguar qué estoy pensando, ¿queda claro?

─¿Qué tiene que ver sudar con que trate de adivinar lo que piensas?

─No lo vas a adivinar porque esto no es un juego al azar, tienes que entrar en mi mente -explicó- Y lo de sudar, bueno. Más que sudar, vas a llorar. Llorar sudor. En serio, va a hacer mucho calor. La temperatura irá subiendo grado a grado cada dos segundos y tendrás que saber lo que pienso antes de que te quedes sin oxígeno.

─Sigo sin entender qué tiene que ver.

─Trabajas mejor a presión, esto te presionará. Y mucho -acotó.

─¿Qué pasa si no lo consigo y me muero asfixiada aquí dentro?

─No lo harás.

─¿Pero y si lo hago y me muero?

─Créeme, antes de que te mueras, sabrás qué hay dentro de ésta brillante cabecita -me aseguró golpeándose las sienes con las yemas de los dedos- Y ahora...

─Espera -le detuve antes de que pulsara el botón- Si no salgo de ésta...

─¿Le digo a Steve que lo amas? -solté unas carcajadas- Tranquila, estarás vivita y coleando para poder decírselo tú misma.

─De acuerdo, dale al maldito botón.

Entonces empezó a sonar el ruido de un motor. La caja estaba en funcionamiento y empezó a salir un aire caliente de cada pared. Me fijé y, sí, en cada una de ellas habían pequeños orificios del cual salía el calor. Cogí aire, llenándome los pulmones de éste. Howard estaba delante de mí, al otro lado del cristal. Tan solo podía ver la parte superior de su rostro, pero me era suficiente para poder concentrarme. Cerré los ojos y pensé en el vacío de mi mente, en cómo salir de ésta y meterme en la de Howard. No era tarea fácil. El calor empezó a aumentar y pronto sentí mi espalda húmeda de sudor. Fruncí el ceño y me quité la chaqueta, aún con los ojos cerrados y tratando de averiguar cómo colarme entre los pensamientos del científico. Podía probar suerte, pero esta vez no sería como el día anterior. No estaría pensando en chicas en paños menores o idioteces de tal calibre.

─¿Fiesta en un barco lleno de champán y mujeres? -sugerí mirándolo, alzando una ceja.

─Concéntrate, Sharon -me pidió Howard, diciéndome así que la respuesta no había sido la correcta- Puedes hacerlo.

Pero no podía, y me estaba agobiando. El calor, el espacio reducido, las prendas de ropa que se pegaban a mi piel. Mi cabello se enganchaba en la nuca, frente y sienes y apenas podía respirar con normalidad. Me costaba. Era como si la Sharon escuálida de hace dos años estuviese corriendo una maratón.

─Vamos, vamos -me rugí a mí misma.

Miré a Howard y me perdí en sus ojos. No en el sentido metafórico y romántico de la palabra. Sino que, realmente me perdí. Cerré los míos y aún así, sin ningún tipo de visión, seguía en ese extraño limbo en el que me encontraba. Era como caminar con un pañuelo cubriéndote los ojos. Ibas tanteando a tu alrededor para no chocarte con nada hasta que, por fin, tus manos encontraban el destino que esperabas.

No me di cuenta que mis piernas habían empezado a temblar de tal manera que tuve que sujetarme a las paredes de mi alrededor, pero éstas estaban ardiendo por lo que, frustrada y al borde de la inconsciencia, me mantuve de pie, centrada en ese camino a oscuras.

Venga, Sharon -le oí decir a Howard.

Pero, para mi mayor asombro, sus labios no se habían movido.

Maniobré los hilos invisibles que unían mi mente a la suya y, desprendiéndome de la venda imaginaria que cubría mis ojos, lo vi. Bueno, no lo vi. Porque no era algo físico que mi vista pudiera captar, sino, simplemente un pensamiento propio colado en mi mente.

El teorema de Fermat alaga que es imposible encontrar la forma de convertir un cubo en la suma de dos cubos, una potencia cuarta en la suma de dos potencias cuartas, o en general cualquier potencia más alta que el cuadrado, en la suma de dos potencias de la misma clase.

Rugí enfurecida. ¿Esto era lo que realmente el idiota de Stark estaba pensando? Sino fuera porque mis nervios habían ayudado a que hiciera posible colarme en su mente, habría muerto intentándolo.

─El... El teorema de Fermat, científico estúpido -escupí sin aire, apoyando las manos en mis rodillas entre jadeos.

─¿Cómo? -preguntó Stark, sin haberlo oído bien.

─¡El maldito teorema de Fermat! -grité golpeando el cristal, sintiendo un familiar cosquilleo recubrir cada parte de mi cuerpo- ¡Abre la maldita puerta!

Stark, conmocionado por mi acierto y a la vez alarmado por mi estado, le dio al botón que permitió abrirse la compuerta. Caí de rodillas al suelo, aunque podía haberlo hecho de bruces sino fuera porque Howard me sujetó por los brazos. Sentí el cosquilleo anterior hormiguear como cuando se te queda una mano dormida y la mueves de manera que cada dedo te duele como si te electrocutaras. Y Howard se electrocutó.

─¡Ah! -gritó soltándome, golpeándose con la mesa a sus espaldas.

Me dejé caer en el suelo, marmóreo y frío, apoyando mi mejilla húmeda en éste. Respire agitada y miré con los ojos entrecerrados los hilos violetas azulados que recorrían uniformes entre mis dedos. Oí el chispear de la electricidad y terminé por cerrar los ojos, agotada y completamente calada en sudor.

─Hay que mejorar eso también, chispitas -jadeó ante la sorpresa.

Y evidentemente, lo hicimos. Trabajamos mucho en el manejo de mis habilidades. La telepatía -pues así es como se le llamaba al don de leer mentes- la tenía más o menos bajo control y podía usarla bajo mi antojo. Pero el manejo de la electricidad se estaba haciendo rogar.

Howard y yo invertimos muchas horas en diferentes pruebas y experimentos mientras no trabajaba. Porque sí, tenía un puesto de trabajo junto a Phillips y mi hermana. Era su mano derecha, como Peggy, y supervisaba los entrenamientos de distintas divisiones militares. Sino era eso, estaba detrás de un escritorio, rodeada por pilas y pilas de documentos y mapas, buscando coordinadas y más bases ocultas. Los pocos ratos que tenía libres los invertía en visitar a mi familia, la cual se alegraba muchísimo ante mis visitas. Mis padres habían vuelto a Estados Unidos pero mis abuelos y tíos seguían aquí en Londres así que no perdía nada en coger un taxi e ir a visitarlos.

Como podréis ver, no tenía ningún momento para mí misma. Siempre estaba rodeada de trabajo. Con Howard, con los soldados, con Phillips, o entrenando, pues debía seguir en forma.

─Deberías tomarte un respiro -me sugirió Peggy al verme correr hacia mi mesa con un montón de carpetas para clasificar.

─¿Después de ordenar todo este maldito papeleo o cuando salga de mi maravillosa cita con Stark y sus juguetes?

─Habla con Phillips -me dijo- Estás trabajando muy duro últimamente, seguro que lo entiende.

─Escucha, la última vez que le dirigí la palabra a ese cerdo fue para pedirle que me dejara ir con Steve y el Comando tras Hydra y me ignoró como si fuera un pedazo de...

─Ha pasado mucho tiempo -me interrumpió- Inténtalo de nuevo.

─Steve ni siquiera ha vuelto. Anda de aquí para allá, por toda Europa, parando la guerra... Y yo aquí, como una secretaria más.

─Tienes un buen puesto como supervisora -me recordó.

─Se supone que soy una Súper Soldado -escupí- No tendría que estar supervisando nada, tendrían que estar supervisándome a mí, ¿no lo entiendes?

─Te entiendo, Sharon -asintió- Por supuesto que lo hago. Pero ser una mujer es difícil en este mundo, aunque tengas un suero de Súper Soldado corriendo por tus venas.

─Podría freírles el cerebro a todos si quisiera.

─Hablando de eso, ¿cómo lo llevas? -preguntó apoyándose en mi mesa, sentándose sobre los documentos que tenía que ordenar- Es irónico, vivimos y trabajamos juntas pero parece que no te veo nunca. Echo de menos a mi hermana, ¿sabes?

─Y yo hecho de menos tener tiempo libre, pero ya veo que no está disponible en estos momentos -suspiré con pesadez- Howard y yo vamos progresando. Él con sus teorías y estudios y yo en el control de mis... súper poderes, como lo diría él

─Veo que el científico y tú os estáis llevando bien.

─Bueno, pasamos mucho tiempo juntos y el roce hace el cariño -murmuré encogiéndome de hombros- Es un buen hombre, se ha comportado muy bien conmigo.

─Creo que le gustas -reveló, haciéndome reír- En serio, no lo he visto con ninguna mujer desde que empezasteis con las pruebas.

─Apenas tenemos tiempo ni para nosotros mismos, Peggy. A no ser que se lleve a sus citas al laboratorio no sé cuándo...

─Le gustas -insistió- Mi instinto de mujer lo intuye. Conozco a Howard desde hace años y sé cómo es alrededor de las mujeres y contigo no es así.

─Bueno -suspiré encogiéndome de hombros- Es un poco incómodo, porque yo no lo veo más que como un buen amigo. Pero somos personas adultas y podemos manejar nuestros sentimientos.

─Lo dice la chica que corrió tras el Capitán América para besarlo antes de emprender un viaje las fauces de la muerte.

─Steve y yo somos... diferentes.

Pensé en él y en cómo lo echaba de menos; en cómo estaba pasando el tiempo y yo seguía sonriendo el hormigueo en mis labios tras mi beso con Steve. Lo quería conmigo. No hacia falta que fuera en el sentido estricto de la palabra "pareja", me conformaba con tenerlo de vuelta y a salvo, saber de él más a menudo o simplemente oír su voz por radio. No pedía tanto.

Sólo quería saber cómo estaba.

En cuestión de días la base se volvió inquieta e intranquila. Todos iban de aquí para allá, pidiendo coordenadas y documentos, mapas y autorizaciones para acceder a tal sitio o hacer tal cosa. No sabía qué estaba ocurriendo y todos se negaban a explicarme qué pasaba, como si no tuvieran tiempo de hacerlo o como si no estuviera permitido. Mi corazón aleteó dolorosamente al pensar en que tal vez Steve y el Comando estaban en peligro. ¿Me habría enterado ya de ello, no? Pero al parecer, no lo había hecho. No podía colarme en la torre de control porque al parecer siempre estaba llena de gente, y tampoco podía preguntarle a Phillips porque nunca rondaba por la base y las veces que lo veía estaba de un humor de perros. También podía deberse a los bombardeos. Inglaterra había estado siendo amenazada por los constantes ataques alemanes. Los nazis habían obligado a la población londinense a restar bajo el miedo de la guerra. La ciudad estaba preparada para los ataques, habían búnkers y soldados rondando por las calles; la gente estaba avisada y sabían qué hacer en el momento en que se desatara un bombardeo. Todo estaba, más o menos, bajo control. Pero era imposible no sentir miedo. Yo lo tenía. Por mi familia. No les veía desde hacía días y tampoco quería arriesgarme a salir de la base, tal y como me habían pedido que hiciera. Prácticamente vivía aquí, entre soldados y generales. Estaba volviéndome loca.

─Venga, señoritas. ¡Más brío! -exigí, repitiendo las palabras que una vez mi hermana había dicho conmigo, años atrás, cuando yo ocupaba el mismo puesto que los hombres a los que entrenaba.

Los soldados obedecieron mi petición e hicieron sus ejercicios con la rapidez e intensidad exigida. Me acordé de Steve y de mí, haciendo esos mismos entrenamientos, sudando la gota gorda y suplicando con la mirada que nos diesen cinco minutos de descanso. Tampoco estábamos hechos para eso, para el ejercicio. No hasta que superamos el suero, claro.

Mis pensamientos fueron más allá de los entrenamientos que tenía que supervisar. Ya no prestaba atención a los soldados. Si alguno de ellos se había tenido el descaro de dejar de entrenar delante de mis narices, yo, perdida en la nada, no me habría dado ni cuenta.

Empecé a sentir que algo no estaba bien, como cuando ves a alguien que está haciendo algo estúpido y sabes que va a caerse, pero sin embargo no puedes evitarlo. Yo me sentía así. No sabía el qué, pero un extraño rumor se extendía entre los huecos vacíos de mi cabeza. Entendí entonces lo que pasaba. Estaba oyendo algo. Algo que mi súper sentido de oída no habría captado, pero sí mi mente.

No conseguía identificar las voces de mi cabeza ni saber qué decían, pero se acercaban y gritaban alborotadas. Los soldados no notaron la proximidad de éstos, por lo que troté hasta la entrada, donde media docena de guardias la protegían con armas.

─Agente 13, ¿qué hace aquí? -me preguntó uno de ellos, confuso, con rifle en mano.

─Estad atentos.

Obviamente no podía decirles que había escuchado voces en mi cabeza y que éstas se acercaban a la base a saber con qué propósito, pero estos obedecieron mi demanda e irguieron sus posiciones al verme sacar la pistola de mi cinturilla.

Pronto oímos un motor, unas ruedas pisar la tierra, los matorrales siendo arrastrados ante la velocidad del vehículo. Éste apareció salvaje en la lejanía y no era un vehículo que esperásemos con mercancía o provisiones, de hecho, no era ni inglés. Su matrícula, el extraño pero familiar logo en ella, me advirtió que era enemigo. Era Hydra.

─¡Vehículo enemigo acercándose! ¡Tres minutos para impactar contra la puerta de entrada! -avisé- ¡A mi señal, rompan fuego contra las ruedas!

Todos se prepararon, obedientes a mis órdenes, con las armas en alto y el corazón en un puño. Mi pulso tembló, pero al comprobar cuán cercana estaba la camioneta de la base, afirmé el agarre de mi pistola.

Podía oír el morro del vehículo romper contra el metal de la valla.

─¡Disparen!

Y se desató el desorden.

Las balas, rápidas y precisas, impactaron contra las ruedas del vehículo, el cual había irrumpido contra la puerta de entrada, llevándosela por delante. El camión perdió el control cuando sus llantas se vieron en mal estado y acabó chocándose contra un pequeño almacén. Les di una señal a los soldados para que dejasen de disparar y rápidos pero a la vez alertas nos acercamos a la zona del accidente. Del vehículo enemigo salía un humo espeso y oscuro, y los cristales de las ventanillas y parte del blindaje estaba abollado por las marcas de las balas.

Con la pistola aún en alto y unos hombres respaldándome, abrí la puerta del copiloto y apunté rápidamente hacia los intrusos casi inconscientes que se encontraban sangrando sobre el volante.

─Menuda bienvenida más hospitalaria, agente 13 -murmuró Dun Dun con la voz ronca y el labio y la ceja partidos.

En seguida bajé el arma y mi corazón se desbocó al darme cuenta de cómo casi provoco la muerte del Comando.

─¿Qué demonios? -musité, guardándome la pistola en la cinturilla del pantalón y acercándome al pelirrojo del bigote y al afroamericano- ¡Falsa alarma, son el Comando Aulladores, bajad las armas! ¡Llevadlos a la enfermería, ahora!

Entre unos soldados más y yo conseguimos sacarlos del vehículo.

─¿Qué ha pasado? -pregunté dejando que Falsworth reposara su brazo en mi hombro- ¿Dónde está el resto?

─Detrás, con Jim. Ésta herido.

─¿Qué? -farfullé frunciendo el ceño.

No tardé más de cinco segundos en pedirle a otro compañero que los ayudara a llegar a la enfermería y a volver al camión, donde el resto de soldados rodeaba la parte trasera. Corrí y levanté la capota, encontrándome a Jim en brazos de Steve, ambos sangrando y al resto del Comando.

─Santa mierda, Jim -musité.

Entre todos me ayudaron y Bucky, Darnier y Jones salieron de su sitio también colaborando.

─Rápido, a la enfermería -demandé cuando Morita estaba en brazo de los soldados- El resto, avisen al Coronel de lo sucedido.

─A la orden, Agente 13 -asintieron marchándose en una dirección opuesta a la de los heridos.

A paso firme y rápido seguí al Comando, que eran escoltados hasta la enfermería. Rogers iba a mi lado, con el uniforme sucio de barro y sangre -la cual deseaba que no fuera suya- y el cabello ligeramente despeinado y grasiento. Su rostro estaba magullado y los pómulos enrojecidos estaban hinchados con sangre seca sobre ellos. Un corte cruzaba su ceja y sien derecha y la chapa con mi nombre colgaba de su cuello.

─Steve, ¿qué demonios ha pasado? Pensaba que eráis de Hydra, casi os matamos.

─Nos atacaron -respondió con la voz agitada- Dos veces.

─¿Dos?

─Sabían que íbamos detrás de ellos y estuvieron esperándonos para atacar. Nos superaron, estábamos sin provisiones ni cargamento, así que decidimos volver -su respiración no conseguía encontrar la calma y el hecho de caminar medio trotando no facilitaba las cosas- Pero nos tenían controlados y nos siguieron. Estábamos cerca del cuartel aquí en Londres y no quisimos arriesgarnos a que llegaran hasta aquí, así que luchamos con lo poco que teníamos y dispararon a Jim.

─¿Los derrotasteis, no?

─Sí, claro -asintió- Pero Jim estaba perdiendo mucha sangre y necesitábamos llegar hasta aquí cuanto antes. Nuestro camión se había estropeado y andando nos arriesgábamos a que muriera por hemorragia, así que les robamos el suyo a los alemanes.

Analicé la situación. Dentro de todo el desastre abismal que se había formado, todo podría haber salido peor. Sí, Morita estaba herido y debíamos darnos prisa, pero alguien podría haber muerto y por suerte no había sido así. Además, Steve había vuelto. No cómo esperaba que lo hiciese, pero lo había hecho.

─No te preocupes, Jim se recuperará -le aseguré caminando al mismo ritmo acelerado de antes- Tenemos buenos médicos y Stark sabrá qué hacer.

─Stark... -dejé pasar su comentario porque no creía que este fuese el momento de provocar una discusión.

Me detuve abruptamente sobre mis pies, clavando los talones en el suelo. Steve me miró sorprendido, pero mantuvo el rostro serio e impasible como cualquier soldado de la base. Eso es lo que era él ahora, un soldado. Ya lo había conseguido definitivamente.

─¿Estás bien? -pregunté, de pronto, ganándome un suspiro por su parte.

─Ahora mejor que nunca -respondió, haciendo a mi corazón dar un brinco de emoción.

─Me alegro que hayáis vuelto, las cosas se estaban poniendo feas -sinceré.

─Yo también -dijo- Sobre lo de la última vez...

Se acercó lenta y peligrosamente, sus manos cogiendo mis brazos con suavidad y su corazón palpitante bajo el uniforme. Sentí su frenesí y los gritos desde la enfermería.

─Steve..., no -me separé- Tenemos que ir a avisar a Stark.

Lo oí murmurar algo en voz baja, pero de nuevo, decidí dejarlo pasar. Me moría de ganas por continuar lo que acabábamos de dejar a medias, pero la gente nos necesitaba después de todo el revuelo causaba. No era el momento, pero ya me encargaría de encontrar otro adecuado para compensar los meses perdidos.

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Hoy es viernes, y como cada viernes: ¡nuevo capítulo!

Hoy quería traeros un capítulo en el que se viera el transcurso del tiempo en Sharon y en su actitud, la cual no sé si os habréis dado cuenta, pero es más adulta y seria. Sigue todo lo que le dicta su corazón pero siempre esperando al momento adecuado.

He intentado compensar el capítulo anterior que fue súper corto y creo que lo he conseguido porque son casi 5k palabras.

Y por cierto, ¡ya somos 300 seguidores y 20k leídos! Impresionante. Entre eso y el tráiler de Civil War me habéis hecho la semana, el mes y el año.

¿Qué os ha parecido el tráiler? Yo con la pelea de Bucky y Steve contra Tony ya tengo bastante para mi pobre corazón. Lo tengo hecho pedazos y no sé si podré esperar hasta mayo.

En fin, no os entretengo más. Espero que hayáis disfrutado el capítulo y que comentéis y votéis :D

-Mina Vega, xx

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