CAPÍTULO VEINTICINCO
[ THE FIRST WOMAN ]
CAPÍTULO VEINTICINCO
❛quizá se había cansado de despedirse❜
─Bueno, lo importante es que todo ha salido bien -sentenció Stark cuando terminamos de contarle lo sucedido.
Lo miré arqueando una ceja, pues no estaba de acuerdo con su punto de vista. Habíamos sido atacados por Hydra de sorpresa y Jim casi muere desangrado. No sé qué concepción tiene sobre "todo ha salido bien", pero desde luego no la misma que la mía. Sharon me imitó, pero ambos pasamos desapercibidos por el científico.
─En fin, tengo cosas que hacer. El deber me llama -dijo Stark iniciando una despedida- Si necesitáis cualquier cosa hacedmelo saber. Y Sharon, acuérdate, mañana tenemos las últimas pruebas.
─Sí, lo sé. A la misma hora de siempre -asintió ella colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja.
─Se puntual, no me gusta que me hagan esperar.
─¿No te han dicho nunca que lo bueno se hace esperar? -le preguntó ella con una sonrisa burlona que el científico respondió con otra, haciendo mi estómago doler de celos.
─Cierto -asintió él elevando la comisura de sus labios- Hasta mañana.
Sharon se despidió de él con una sacudida de su mano y el multimillonario por fin abandonó la estancia. Sharon negó con la cabeza, sonriendo al mismo tiempo como si recordara algo, mientras rebuscaba unos documentos sobre su mesa de oficina.
Ella alzó la vista hacia mí, reparándose entonces en mi presencia como si hasta entonces no se hubiera dado cuenta de ella. Llevábamos rato rondando por la base porque habíamos tenido que hacer varias cosas antes de poder ser libres de tanto revuelo. Habíamos tenido que avisar a nuestros superiores y después buscar a Stark. Stark. Pensar en él y en Sharon pasando juntos todo el tiempo en el que había estado fuera me hacía temblar de rabia.
Llevaba esperando reencontrarme con Sharon desde hacía tiempo, pensando qué le diría cuándo la viera. Y ahora simplemente es como si el tiempo y la distancia nos hubiera vuelto completamente desconocidos el uno para el otro. Me sentía rechazado y utilizado porque estuve esperando un beso de bienvenida durante meses después de aquél que me dio antes de marcharme, y ahora simplemente me encontraba con que también rechazaba los míos.
Me sentía un idiota. Está claro, había pasado demasiado tiempo y sin saber noticias de mí, con un científico millonario y apuesto besando el suelo que pisaba y una relación asegurada. Conmigo, si la cosa seguía así, no llegaríamos a ningún lado, porque siempre estaríamos despidiéndonos y nunca reencontrándonos.
─Estás herido -dijo de pronto, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos- Iré a por el botiquín, espera aquí.
─Tranquila, no es nada -le aseguré- Me curaré pronto, ya sabes que el suero ayuda en estos casos.
─Sí, pero tiene pinta de infectarse igual -insistió- Así que espera aquí, vuelvo en seguida.
Desapareció, pero a medio minuto volvió con un botiquín entre las manos. Lo dejó en la mesa, a mi lado, donde yo estaba sentado.
─Así que, Stark y tú estáis trabando juntos -musité, algo incómodo, cuando ella se posicionó delante de mi trabajando en curar mis heridas.
─Está ayudándome a controlar mis habilidades y a sacar provecho de ellas. Vamos a crear un equipo armamentístico basado en lo que soy capaz de hacer.
─Vaya, eso es... Impresionante -dije- Se os ve bien juntos.
Ella frunció el ceño sin comprender a lo que me referiría.
─¿Qué quieres decir con eso?
─Bueno, es evidente que pasáis mucho tiempo juntos y que... yo no estoy nunca aquí. Y he visto como Stark te mira, ¿sabes? Yo lo hago de la misma forma.
─¿Estás sugiriendo que entre Howard y yo hay algo? -preguntó sosteniendo el algodón mojado en alcohol a varios centímetro de mi cara, expectante a mi respuesta.
─No te... no te culpo de ello. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos y, bueno, Stark parece un buen partido. Al menos él tendría tiempo para estar contigo no como yo que...
─Steve, ¿quieres callarte de una vez, por favor?
Su tono de voz, las líneas marcadas de su mandíbula y las arrugas en su frente me indicaron que no estaba muy contenta con lo que acababa de decir.
─Había olvidado que eres un completo idiota respecto a las mujeres -comentó limpiando la zona infectada de mi rostro con el algodón- Pero pensaba que conmigo era diferente.
─Sharon, yo...
─Estoy hablando yo -me interrumpió mojando más el algodón de alcohol- No sé de dónde sacas esa teoría. Comprendo tus argumentos pero son totalmente estúpidos teniendo en cuenta la clase de persona que soy.
Ella me miró y me sentí realmente intimidado. ¿Qué me había perdido todos estos meses? Parecía que, no sé, de repente hubiera crecido diez años más.
─Quizá otra hubiera intentado rehacer su vida con otra persona cuando la primera se hubiese ido, pero yo no soy así -continuó hablando, con el ceño fruncido y los labios reprimidos en una fina línea rosada- No sé si debería sentirme ofendida por tu suposición, pero estoy defraudada por la imagen que tienes sobre mí. ¿Acaso parezco la típica que usa a la gente como pañuelos?
─Yo no, yo no quería decir eso, Sharon -titubeé, de pronto sintiéndome un completo idiota- Es sólo que, después de tanto tiempo sin vernos, tu reacción ha sido tan fría y Stark y tú parecíais tan... unidos que...
─Teniendo en cuenta que nuestro romántico reencuentro se ha basado en casi un accidente de coche y en Morita siendo atendido por una hemorragia, pues, bueno, lo siento. No me ha dado tiempo a poner las velas y los pétalos de rosa.
Solté una baja pero dolorosa risa, porque al parecer Sharon estaba siendo seria y no se tomó a bien mis nerviosas carcajadas, pues presionó el algodón contra mi herida fuertemente hasta el punto de hacerme escocer el alcohol.
─Stark es un buen hombre y un gran amigo -dijo, suavizando esta vez su tono de voz- No tendrías que estar celoso.
─No estoy celoso -mentí, intentando salvar un poco mi orgullo.
─Tampoco tienes por qué engañarte a ti mismo, Steve -rio- No hay ningún hombre ni tampoco lo habrá sea cuál sea el tiempo que estés fuera. Sólo tengo ojos para ti.
Alcé una ceja ante el giro que había cobrado la conversación. De repente parecía que quisiese matarme y ahora estaba, bueno, diciendo que era el único hombre para ella.
─Además -añadió frunciendo los labios y pareciendo evitar el contacto directo con mis ojos-, después de todo el tiempo que hemos tardado en dar el paso, no dejaría escapar tan fácilmente las pocas oportunidades que tenemos de estar juntos.
Su mano, alzada hasta la altura de mi sien herida, acariciaba levemente la piel magullada. Su otra mano, reposada contra su cintura, se apretaba en un puño nervioso e incómodo. Me miró durante unos segundos pero acabó apartando la mirada, como si de repente la Sharon firme y contundente se hubiese encogido en su caparazón de timidez e inseguridad.
─Bien -murmuré, armándome de valor, decidido a actuar, cogiendo su mano y acercándola hacia mi pecho-, porque tampoco te dejaría escapar.
Tiré de ella con suavidad hacia mi y así acabar con la infernal distancia que nos separaba. Entre abrió los labios, sorprendida seguramente por mi arrebato de valentía. Entre los dos siempre ha habido una clarísima distinción de carácter y personalidad. Mientras ella era la impulsiva -lo cual demostró muy bien la última vez antes de marcharme con el Comando-, yo me dedicaba a razonar las cosas y a hacer lo correcto en cada situación.
Y ahora, con ella, tenía que hacer lo que tanto tiempo llevaba esperando.
La acerqué más a mí -como si eso fuese posible-, colocando casi con su permiso la mano en su baja espalda, la cual se arqueó ante mi caricia. Inclinó el rostro hacia mí y ante el mínimo roce de nuestros labios, expectantes y entre abiertos, mi corazón de desbocó de mi pecho. Noté cómo sus dedos presionaban la tela de mi traje y el colgante de mi cuello tintineaba entre ellos. Ya no podría, nunca más, mantenerme alejada de ella.
─¡No voy a permitir ninguna clase de besuqueo en mi base!
Nos separamos abruptamente ante la autoritaria y grave voz que nos había llamado la atención.
Me enderecé y estiré las arrugas imaginarias de mi traje al mismo tiempo que Sharon recogía los bártulos del botiquín. Pero en cuanto caímos quién era la persona de la que provenía la anterior regañina, mi rostro se crispó y Sharon lanzó el tapón del desinfectante a la cara del susodicho.
─¿Eres idiota, Barnes? -le pregunté retóricamente, empujándolo por el hombro cuando se acercó a nosotros sin dejar de reírse.
─Deberíais haberos visto la cara -se burló con una sonrisa en los labios.
─Ya -escupió Sharon, guardando el botiquín- ¿Qué pasa, James? ¿Las enfermeras te han dado calabazas?
─Phillips quiere reunir al Comando -informó- Hay que aclarar un par de asuntos.
─¿Cómo está Jim? -pregunté cruzándome de brazos.
─Mejor, se recuperará pronto.
─Pasaré a verlo mientras estáis con el Coronel, no quiero que esté solo.
─Phillips también te quiere en la reunión -aclaró Bucky.
─Oh -exclamó Sharon sorprendida- Bueno, seguramente necesitará a alguien que redacte el acta de la reunión.
─Eso ya no lo sé -se encogió mi amigo de hombros- Pero vamos, ya continuaréis vuestra sesión de besuqueo más tarde, ya sabéis que a Phillips no le gusta que le hagan esperar.
Sharon y yo nos miramos, ella con una leve capa de rubor cubriéndole las mejillas y yo con una mirada significativa llena de odio hacia mi amigo.
─¿Tenías que interrumpir justo ahora? -le pregunté entre dientes para que Sharon no me oyera.
─Te he hecho un favor -musitó- ¿Vuestro primer beso después de meses en una oficina? Podrás ser el Capitán América, pero desde luego no el Capitán Romántico.
Puse los ojos en blanco y me giré para comprobar si Sharon seguía detrás, pero ella ya estaba a mi lado, con el rostro impasible y su singular seriedad. Los talones de sus botas resonaron contra el suelo y las ondas de su cabello saltaban sobre sus hombros a cada paso que daba. Sharon era otra mujer.
Al día siguiente, después de estar ocupado en más reuniones con el Comando para concretar mejores planes de ataque y supervisar las bases escondidas y activas por Europa, salí a buscar a Sharon. No la veía desde el día anterior al terminar la reunión y al parecer ésta no había salido muy bien para ella. El Coronel Phillips, por suerte, se había negado a aceptar la propuesta de Sharon en cuanto acompañarnos a la expedición tras las bases de Hydra. Había visto lo que se escondía tras estos muros y desde luego no era algo que quisiese para Sharon. Y no es que no la viera capacitada para afrontar cualquier clase de peligro que se le pusiera por delante, pero simplemente, si podía evitar que se inmiscuyera en ellos, mucho mejor.
─No me malinterpreten, soldados -pidió el Coronel con la voz cansada cuando Sharon azotó la puerta tras marcharse- La Agente 13 es la persona idónea para esta misión, pero no puedo permitirme... no podemos permitirnos una baja en la base tan importante como ella. La necesitamos aquí.
─Entonces explíquele el motivo aparente por el que no se le deja partir porque sino lo único que parece es que rechace sus servicios por la mera condición de ser mujer -dijo Peggy, alzando la voz más de lo necesario.
Al Coronel no le importó que usara un tono poco apropiado con él. Simplemente se levantó, clavó las palmas de sus manos sobre la mesa y miró la superficie de madera.
─Sharon Carter me recuerda a mi hija -comentó aún sin mirarnos- Maggie era como ella. Era impulsiva, orgullosa, malditamente terca e insistente -el Comando y yo nos miramos ante el pasado empleado para referirse a ella- Pero valiente. Tenía más coraje que todos los aquí presentes.
Se quedó callado unos segundos y exhaló profundamente, llenando de aire sus pulmones. Las arrugas de su rostro de pronto se acentuaron más y las bolsas bajo sus ojos parecieron pesar como sacos de cemento. Había envejecido quince años recordando sus memorias.
─Veo a su hermana y a la vez veo a mi hija -le dijo a Peggy, la cual había presionado sus labios hasta hacerlos desaparecer en una fina línea color carmesí- Era supervisora armamentística en la flota naval. La llamaron porque querían sus servicios en Pearl Harbor.
Su voz murió ante sus últimas palabras. Lo habíamos entendido todo, no necesitábamos más información. El ataque sorpresa de los japoneses del último año se había llevado miles de vidas, incluida aparentemente la de la hija del Coronel. Éste se marchó de la sala y el Comando y yo, junto a Peggy, nos quedamos en silencio. Ella y yo nos miramos, comprendiendo el mensaje de Phillips. Veía en Sharon la figura de su hija y no permitiría perder a quien le anclaba al único recuerdo que le quedaba de ella.
Así pues, como había dicho anteriormente, salí a buscar a Sharon para asegurarme de que estaba bien. Me dijeron que la encontraría con Stark en el laboratorio y ahí fue donde me dirigí. A medida que me acercaba podía percibir la cantidad de ruido que estaban haciendo ahí dentro, y eso que estaba varios pasillos alejado. Pero cuando la distancia fue relativamente corta pude concretar qué era exactamente lo que estaba llamando mi atención auditiva y se trataba de algo siendo electrocutado; pero algo grande. Pensé en Sharon y en sus rarezas y mis pasos se volvieron más rápidos y apresurados.
Cuando crucé las puertas del laboratorio, Sharon estaba haciendo chasquear su látigo contra un maniquí de primeros auxilios, el cual se sacudió ante el latigazo y el choque eléctrico que éste provocó. Fruncí el ceño sin entender lo que veía. ¿Ese látigo acababa de soltar chispas?
─¿Qué demonios es eso?
En cuanto Sharon y Stark se depararon en mi presencia, intentaron disimular que querían ocultar algo. La sonrisa nerviosa de Sharon me demostró que lo que estaban haciendo no era algo que quisieran que viera.
─Estamos practicando -respondió ella- Ya sabes, para controlar mis habilidades.
Arqueé una ceja y mi mirada dejó de posarse en Sharon para pasar alas mesas llenas de equipo armamentístico y protecciones que Stark estaba tratando de ocultar tras de él.
─¿Y todas esas armas y municiones?
─Oh, prototipos -contestó el científico- Sharon estaba probándolos.
Ella y Stark se miraron de reojo, haciéndome reír internamente. No sé qué estaban tramando, pero los acababa de pillar con las manos en la masa.
─¿Necesitáis ayuda? -propuse.
─No, no.
─No hace falta, tranquilo.
─Sí, estamos bien.
Me sorprendió la rápida negativa por parte de los dos. Sharon llevó las manos a su espalda, escondiendo el látigo que aparentemente parecía uno normal, como el que usaba ella para las funciones; pero estaba claro que ese no era un látigo de cuero normal y corriente.
─¿Querías algo en concreto? -preguntó Sharon arqueando una ceja al ver que no me iba.
─De hecho, sí -asentí enderezándome, irguiendo mi postura- ¿Tienes algo que hacer esta noche?
─Eh -arrastró el monosílabo, mirando de reojo a su acompañante, al parecer algo incómoda- No.
─Bien -sonreí- ¿Te gustaría cenar conmigo?
─¿Los dos solos?
─Eh, sí. Esa es la idea -asentí riendo.
─¿Como una cita? -preguntó cambiando el peso de su cuerpo en la otra pierna.
─Bueno, te dejaré llamarla como tú quieras -bromeé- Entonces qué, ¿aceptas?
─Claro -sonrió, ladeando la cabeza, mandando algunas hebras de su cabello hacia sus hombros.
─Pasaré por ti a las ocho.
Y así hice. Para cuando estaba esperando por ella, el cielo se había teñido de azabache y las pocas luces que alumbraban la calle parecían motas de pintura dorada esparcidas por doquier.
Le pedí al taxi que me había llevado hasta el apartamento de las Carter que se marchara, pues como la última vez, prefería ir andando con Sharon hasta el restaurante.
Había reservado mesa en uno muy bueno, el mejor de la ciudad. Ahora que podía permitírmelo, no pensarla desaprovechar la oportunidad de darle a Sharon lo que realmente se merece. Y eso es lo mejor.
De repente las puertas del edificio se abrieron y el portero de éste las mantuvo sostenida para la mujer que pasaba por ellas. Me enderecé, pasando las manos por el traje y sonriendo hacia una flamante Sharon fundida en un abrigo color marrón que ocultaba a medias un vestido de color beige con bordados. Su cabello estaba recogido en un moño alto y varios mechones caían despreocupados y rebeldes por su cara. Apenas llevaba maquillaje, pero incluso sin él seguía estando preciosa. Siempre me lo había parecido. La primera vez que la vi, lo único que pensé fue "vaya, menuda mujer". Y miradme ahora, a punto de tener una cita con ella.
─Hola -me saludó acercándose hasta a mí- ¿Llevas mucho rato esperando?
─Para mí siempre será mucho rato esperarte.
─Vale, Capitán Cupido -rió, tomándome del brazo- Tú me guías.
─Espero que no te importe ir caminando.
─Tranquilo, ésta vez voy preparada -alargó la pierna hasta mostrarme el tipo de calzado llevaba y reí al ver que ya no usaba tacones sino un zapato más plano.
─Entonces, vamos.
Caminamos por las calles oscuras y doradas, llenas de miedo y a la vez magia. Londres seguía en bombardeos pero los alemanes habían tenido un paréntesis en estos últimos días así que estábamos fuera de peligro. No éramos la única pareja transitando las calles. Habían más como nosotros. Soldados que aprovechaban su tiempo libre en sacar a bailar a sus mujeres, matrimonios que paseaban a la luz de la luna, e incluso algún que otro grupo de chavalines jóvenes divirtiéndose. Aún había vida entre tanta guerra y eso era lo que me gustaba.
Cuando llegamos al restaurante, Sharon silbó con asombro. Me reí y aparté la silla para que pudiese sentarse mientras se quitaba el abrigo, y mis ojos no pudieron evitar posarse en el cuello de su vestido, el cual un poco ancho, descubría cierta parte de sus hombros. Me obligué a apartar la vista de ahí y le sonreí.
─Este lugar es impresionante, Steve -comentó vagando los ojos a su alrededor- Pero tiene pinta de ser exageradamente caro. Me conformo con cualquier cuchitril mientras esté contigo.
─Hoy no quería que te conformaras con cualquier cosa -le dije- Hoy quería que tuvieras lo que realmente te mereces.
Ella sonrió, una ligera capa de rubor tiñendo sus mejillas, lo cual por cierto -casi- supo disimular mientras hacia ver que se peinaba los mechones sueltos de su lugar. Creía que el tímido era yo y la impulsiva ella, pero veo que los papeles esta noche se han intercambiado.
Pero no, eso fue el brumor de estar en una situación nueva y diferente. Esto lo era para ambos, nuevo, y también diferentes. Sí, habíamos estado juntos comiendo o cenando, habíamos salido a pasear numerosas veces y habíamos disfrutado la compañía el uno del otro en un tímido silencio, pero ésto era distinto.
Sharon pronto volvió a ser la misma alocada de siempre y llenó el ambiente con sus desenfrenadas risas. Manifestó en voz alta cuán deliciosa estaba la comida y me hizo darle parte de la mía porque según ella, ahora los platos de las mujeres llevan menos ración que la de los hombres. Compartimos un vino exquisito y deseamos por un momento poder sufrir las consecuencias del alcohol, pero
─Ese maldito súper suero no me deja disfrutar estar ebria.
Había dicho Sharon con frustración mientras dejaba la copa vacía sobre la mesa.
Y así disfrutamos la cena, entre risa y risa y alguna que otra mirada que decía más que "me lo estoy pasando bien contigo". Llegó el postre y los ojos de Sharon casi se salieron de órbita.
─No me juzgues, ¿vale, Steve? Pero... -pidió mientras le daba el primer bocado a la tarta de chocolate. Sus ojos se cerraron ante el placer y le dio a la cuchara unas vueltas en el aire- Madre del amor hermoso, pregúntale al camarero si nos podemos llevar un poco más a casa.
─Lo que quieras -reí comiendo también de la mía- ¿Qué ibas a decir antes?
─Ah, sí -asintió con la boca llena de chocolate, haciéndome negar con la cabeza, y ocultando una carcajada- Que no me juzgaras por parecer una loca comiendo tarta. Llevo meses comiendo en la cafetería de la base y lo más parecido que tienen a un postre decente es yogur de manzana.
─Yo llevo meses comiendo de latas en conserva, no te quejes -le recordé riendo.
─Bueno, yo aceptaría comer latas de conserva si también fuera a patearles el culo a los de Hydra.
─Hablando de eso -dejé que la cucharilla tintineara sobre el plato y apoyé la espalda contra el respaldo de la silla- Me marcho en dos días.
Sharon se quedó callada, como analizando la situación. Dejó también la cuchara en el plato y se limpió con la servilleta las comisuras de la boca. Frunció el ceño, con la vista en la ya acabada tarta, y suspiró.
─Lo siento mucho, Sharon -dije- Por eso quería invitarte a cenar, para poder hacer algo juntos antes de tener que irme de nuevo a saber para cuánto tiempo.
Ella permaneció callada.
─Sharon, por favor. Di algo -le pedí.
Finalmente, después de un largo silencio y una exhalación de su parte, habló.
─Lo entiendo.
─¿Lo entiendes? -pregunté confuso.
Esperaba algún arrebato por su parte, que tirara el plato por los aires y maldijera a diestra y siniestra, pero al parecer su actitud había sido domada todo este tiempo. No me equivocaba cuando dije que Sharon parecía otra mujer.
─Sí, lo entiendo -repitió, asintiendo con la cabeza- Pasado mañana te marchas, no puedo hacer nada, así que dediquémonos a disfrutar del tiempo que nos queda. ¿De acuerdo?
Asentí sonriendo y tomé su mano por encima de la mesa, entrelazando nuestros dedos y dándoles un ligero y cariñoso apretón.
Como ya se hacía tarde y mañana teníamos trabajo por hacer, decidimos volver a casa. El problema se presentó cuando fuera estaba cayendo una lluvia torrencial que nos hizo quedarnos bajo el porche del restaurante.
─Vaya, Capitán -murmuró Sharon fingiendo decepción en su voz, como una niña pequeña. Me giré a mirarla y tiré de ella más hacia atrás para que no se mojara- La cita estaba yendo de maravilla y estabas quedando como un auténtico caballero, ¿pondrás tu abrigo sobre cada charco para que pueda pasar por encima o nos quedaremos aquí toda la noche hasta que acabe de llover?
Vi la malicia en sus ojos. No me malinterpretéis, era una malicia buena. Sus ojos tenían ese brillo peculiar que avisaban a cualquiera de: eh, alerta. Sharon quiere hacer una de las suyas. Así que antes de que me tomara por sorpresa alguna de sus descabelladas ideas, me adelanté a sus movimientos.
─De hecho...
Tiré de su mano hacia el exterior, dejando que entre sus labios escapara un grito de sorpresa. Pronto estuvimos bajo la cortina de lluvia, la cual caía con furia sobre nosotros. Sharon gritó entusiasmada, su sonrisa casi rompiendo las comisuras de sus labios. Con su mano firmemente agarrada, la llevé al centro de la carretera, la cual estaba mojada y libre de tránsito.
─Madame -hice una pequeña reverencia y alargué la mano hacia ella.
─Monsieur -respondió, correspondiendo a mi gesto.
Rodeé su espalda con una mano y ella hizo lo mismo con mis hombros mientras que con la otra mano libre entrelazábamos nuestros dedos.
Su sonrisa no cesó en ningún momento, las carcajadas resonaban a cada paso de baile en el que me equivocaba y por cada vuelta en la que le hacia girar. Parecía una niña pequeña entre mis brazos. Era la primera vez en mucho tiempo que la veía tan contenta y despreocupada. Era como si hubiese dejado de ser una adulta. Y qué irónico. Qué irónico era esta situación en general. Hace cosa de dos años hablábamos de salir a bailar con nuestras parejas cuando la guerra accabara. La guerra ni siquiera había acabado, no sabíamos bailar y para colmo estábamos haciéndolo en mitad de la calle, lloviendo y ante decenas de ojos curiosos mirándonos. Y encima, las parejas que teníamos en mente eran otras, no nosotros mismos. Aunque bueno, para seros sinceros, yo sí pensé en Sharon desde el primer momento. Siempre pensé en ella.
Y ahora estaba a dos días de volver a perderla. No me podía creer lo rápido que estaba pasando el tiempo. Puede que esta vez no tardemos tanto en acabar con Hydra, porque además de haber hecho ya medio trabajo, estábamos mejor preparados. Pero no es lo mismo, parece que el reloj mienta; porque no es lo mismo una hora con Sharon que una hora sin ella. Imaginaos, pues, un mes, o dos. Un infierno.
─Esto es una locura -rio mientras la hacía girar después de estar sumido en un mar de pensamientos.
─¿Por qué? -pregunté.
─¡Míranos! -nos señaló a nosotros mismos- Empapados, bailando bajo la lluvia como dos dementes. Estoy hecha un desastre, mírame.
Soltó unas carcajadas e intentó arreglar el estropicio de cabellos sueltos de su peinado. La miré y, Dios mío... Dios mío.
─¿Qué? -preguntó sonriendo de lado.
─Te miro -me encogí de hombros, colocando detrás de su oreja una hebra de pelo empapado- Y eres preciosa.
Ahuequé su mejilla con mi mano derecha, dejando que mis dedos se enredaran entre el cabello de su nuca. La acerqué a mí mientras dejaba que su sonrisa se ensanchara.
─Lo sé -soltó de repente, haciéndome poner los ojos en blanco.
─No estropees el momento, Sharon -le pedí intentando reprimir una risa, pues quería parecer serio.
─Perdón -se disculpó, frunciendo los labios.
Sonreí por debajo de la nariz y proseguí con la misión de reducir la distancia entre nosotros. Cuando nuestros labios por fin se rozaron, enviaron una descarga eléctrica que sacudió todo mi cuerpo. No supe si había sido mi propio nerviosismo o Sharon de por sí.
─Espera -me detuvo- ¿En serio vas a besarme en mitad de la carretera? ¿Estás loco? ¿Y si viene un coche?
─Sharon...
─Es broma, es broma -rio jocosamente, abrazándome por el cuello y sonriendo sobre mi boca- Es una broma, Capitán.
Y así finalmente se dejó besar. Aunque creo que desde el principio lo habría hecho, pero como estamos hablando de Sharon, pues es imposible saber por dónde te va a salir. La abracé por la espalda, acortando más, si es que era posible, la poca distancia que quedaba entre nosotros. Noté cómo Sharon jugaba con mi cabello entre sus dedos, mojados por la lluvia. Ambos empapados, sin importarnos la tormenta que se desataba arriba en el cielo, porque teníamos una propia en nuestro interior. Sus labios se movieron, después de estar paralizados durante unos segundos, sobre los míos. Y aunque supe que este no era mi primer beso, sentí que sí lo era. Y era con Sharon, la primera mujer en la que me había fijado antes de ser el famoso Capitán América, y ella, la primera mujer en fijarse en el verdadero Steve Rogers de Brooklyn.
Los dos días restantes para partir de nuevo hacia Occidente para acabar con Hydra pasaron rápidos. El día después de la cita con Sharon apenas pudimos vernos, pues ambos estuvimos ocupados. Pero las veces que coincidíamos entre pasillo y pasillo, la más mínima mirada estaba cargada con las memorias de la noche anterior. Ella estuvo saliendo y entrando del laboratorio, tanto con la compañía de Stark como sin ella. Estuvo fuera de la base durante un par de horas y cuando la vi entrar de nuevo tenía los ojos rojos, pero no pude preguntar qué le pasaba porque rápido volvía a encerrarse con Stark en su típica sala y yo tenía que volver a trabajar las coordenadas, las estrategias y hacer recuento del equipamiento que llevaríamos.
Sólo pude verla por la noche, horas antes de que el Comando y yo nos fuéramos. Hablamos, nos reímos y la besé para despedirme, aunque estaba seguro de que a la mañana siguiente ella vendría a decirme adiós.
Pero no lo hizo.
─No te preocupes, vendrá -me aseguró Barnes cuando estábamos haciendo el último y rápido recuento sobre el cargamento del camión- No va a dejar que te vayas sin su besito de despedida.
─No lo sé, Buck -musité suspirando, subiéndome la cremallera de la cazadora- Ayer estuvimos bien juntos, pero creo que se ha cansado de tener que despedirse.
Mi mejor amigo me miró y apretó mi hombro, sin decirme nada pero a la vez diciéndomelo todo.
─¿Quieres esperar unos minutos más a que venga?
─No -me negué- Supongo que las cosas están mejor así, tampoco quiero hacerla sufrir. Tiene que ser duro para ella, también lo sería para mí.
─Muy bien, soldados -dijo Phillips, acercándose a nosotros junto a la Agente Carter a su lado. La miré y le pregunté con los ojos si sabía dónde estaba su hermana, pero simplemente me giró la cara-Quiero las bases de esos sucios alemanes reducidas a escombros. No volváis hasta que todo esto haya terminado, ¿me entendéis?
Todos asentimos.
─Por cierto, Agente 13, usted tiene que... -el Coronel se giró a buscar al notar que su presencia brillaba por su ausencia- ¿Dónde está la Agente 13?
─Oh, ehm... Ella no se encontraba bien, Coronel.
─Vaya -murmuró confundido- En ese caso, no tengo nada más que añadir. Buena suerte, soldados.
─Gracias, Coronel.
Él asintió y se giró, dispuesto a marcharse junto a Peggy, pero detuve a ésta última y abrió los ojos sorprendida ante mi arrebato.
─Dile a Sharon que no estaremos mucho tiempo fuera, que acabaremos pronto -le pedí- ¿Se lo dirás por mí?
Ella asintió, pero creo que pude escuchar un "creo que no hará falta" en cuanto se dio la vuelta.
─Vamos Capitán, esos nazis nos esperan.
Nos montamos todos en el camión y empezamos el viaje. Para pasar a Países Bajos tendríamos un avión esperándonos en el límite de la frontera, pero para ello habían horas y kilómetros de distancia. El camino se presentó complejo e intrincado, lleno de baches, pendientes y laderas. Se nos hizo complicado seguir, pues la superficie por la que conducíamos era bastante desnivelada y el terreno frondoso y lleno de arbustos tampoco ayudaba.
Después de muchas horas y turnos entre nosotros para conducir o descansar, algo obstaculizó el camino de manera que el camión perdió el control y Morita, que en su momento tenía a mano el volante, se vio obligado a girar y frenar de golpe antes de chocarnos contra un árbol. El impulso del camión hizo que nuestros cuerpos fueran arrojados con violencia hacia el frente, al igual que todo el cargamento de la parte trasera, que resonó con violencia entre las paredes del vehículo.
─¿Habéis oído eso? -preguntó de pronto Dum Dum.
─¿Nuestras casi inminentes muertes? -ironizó Morita.
─No, un grito -le corrigió.
─¿Nos han seguido? -preguntó Falworth.
─Imposible, lo habría notado -dije sacando el arma de mi cinturón y asegurándome que el escudo estaba sujeto en su sitio- Saldremos a comprobar quién ha sido. Morita y Darnier, os quedáis aquí por si tenemos que salir rápido de aquí. Los demás, coged vuestras armas y seguidme.
Saltamos del vehículo, todos con las armas cargadas y apunto para ser utilizados en caso de que la ocasión lo requiriera.
─Viene de aquí -susurró Dugan señalando la capota del camión con el pulgar.
Nos acercamos con sigilo a la parte trasera del vehículo y a la cuenta de tres la destapamos, dejando a libre vista todo el material que llevábamos.
─Aquí no hay nada -escupió Jones.
Pero entonces me percaté de la lona extendida en una de las esquinas más apartadas y me subí para llegar hasta ella y recogerla. Cuando lo hice, todos apuntamos con nuestras armas, la munición de ésta sonando en cada uno de sus compartimentos, hacia el sujeto que había encogido de piernas y brazos, casi hecho una bola contra el baúl de las armas.
─¡¿Sharon?! -grité, haciendo que todos suspiraran entre aliviados y molestos al percatarse que no había peligro.
─Falsa alarma, chicos, sólo es la Agente 13 -les avisó Dugan a los que restaban en la parte del piloto.
─¿Se puede saber qué demonios haces aquí? -le pregunté cogiéndola del brazo, ayudándola a ponerse en pie.
─Pues, ehm, revisando que lo llevarais todo -dijo sacudiéndose el polvo de su uniforme, uno nuevo que hasta ahora no había visto- Sí, muy bien. Está todo.
─En serio, Sharon. ¿Te has escapado? Tu hermana y tu familia deben estar como locos buscándote.
─Ya lo saben.
─¡¿Ya lo saben?! -exclamé- ¿Y por qué te han dejado ir?
─Me despedí de todos. De Peggy, de mis abuelos, de Stark. Y además, ¿qué me van a hacer? ¿Atarme a la cama?
─Yo lo habría hecho si de esa manera hubiese evitado que vinieras -murmuré entre dientes.
─Sí, claro. Y te llevas tú toda la diversión. Soy la Chica América, Capitán. Me merezco un poco de adrenalina.
La miré y quise gritarle, regañarle, preguntarle si estaba loca y si quería que la matasen.
Pero de nuevo, recordé que estábamos hablando de Sharon Carter, y que como siempre, nunca sabríamos por dónde te podría salir.
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Hoy es viernes, y como cada viernes: ¡nuevo capítulo!
Realmente tenía muchísimas ganas de subíroslo, no sé por qué. Me ha encantado escribirlo de tal manera que yo, tan lenta en acabar los capítulos, ya lo tenía listo desde el miércoles por la tarde. Un tiempo récord teniendo en cuenta que siempre que subo es porque los he terminado corriendo y a última hora.
Como veis, es muy Staron. Es un poco, creo, moñas. No sé, odio lo empalagoso y me mataré si éste ha quedado así. Decidme si os ha parecido muy cursi porque me he matado escribiéndolo intentando que no quedara en plan puke rainbows.
¡Staron es amor! Los shippeo fuerte.
Bueno, antes de seguir enrrollándome... ¡mil gracias por los 300 seguidores! Bienvenidxs lxs nuevxs y muchas gracias por acabar en mi perfil y darle al botón de seguir :'-)))))))) *llora descontroladamente*
También mil gracias por los comentarios tan pero tan súper bonitos que me dejais algunas tanto por aquí en los capítulos, como en el tablón o privado. Sois lo mejor.
Y por último..., ¡no os olvidéis de comentar y votar!
¡Nos vemos el viernes que viene!
Muuuack.
-Mina Vega, xx
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