CAPÍTULO TREINTA Y UNO
[ THE FIRST WOMAN ]
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
❛solo cumplía órdenes❜
EL TIEMPO PARECIÓ CONGELARSE. Y yo lo hice con él. La guerra acabó a las semanas de dejar la base de Hydra reducida a cenizas, pero no tenía ganas de unirme al júbilo y a las celebraciones de la gente. Volvimos a Estados Unidos y mi familia me acogió con los brazos abiertos y los hombros preparados para tenderme a llorar sobre ellos.
La noticia de Steve había volado por el mundo entero y pronto su nombre pasó a ser el de un auténtico héroe. La gente lloraba la muerte del valiente Capitán América, del bravo soldado que dio su vida por la de los demás. Yo lloraba por Steve, el hombre al que amaba.
Me centré y volqué de lleno en la búsqueda de Steve y el Tesseracto, el cual también había caído al océano a Dios sabe cuántos metros de profundidad junto a Steve. Howard y yo sabíamos de sobras que juntos formábamos un gran equipo, pero necesitábamos a más gente. Reclutamos a un selecto y variado grupo de científicos y agentes del gobierno que habían abandonado su puesto al terminar la guerra. Como nosotros, estos estaban dispuestos a encontrar al Capitán. No sólo era un héroe de guerra sino un gran hombre, y aunque no pudiéramos devolverlo a la vida, merecíamos un cuerpo al que llorarle y traerle flores. O al menos, eso es lo que yo quería.
Trabajábamos independientemente del gobierno, por lo que poco a poco nuestro pequeño grupo se fue ampliando y transformándose a una asociación. Ya no sólo tratábamos el tema de Steve, sino otros asuntos que ni la policía podía resolver porque los casos se les quedaban un poco grandes. Teníamos a los mejores espías y agentes, al mejor equipo científico y a los mejores recursos gracias a Stark. Desde luego, estábamos haciendo algo nuevo.
─Necesitamos un nombre -dijo Howard mientras avanzábamos los pasillos hasta mi despacho.
Si bien habíamos empezado ocupando una pequeña sala con un par de escritorios y estanterías, ahora habíamos necesitado rentar una planta entera de edificio.
─¿Un nombre para qué? -pregunté distraída, no entendiendo a qué se refería.
─Para esto -contestó Stark abriendo sus brazos y señalando la estancia en general- Lo que hemos creado.
─No tengo tiempo de pensar un nombre -le dije ya una vez en mi despacho, inclinándome hacia el escritorio y buscando unos papeles- Hay que encontrar a Steve.
─Estamos haciendo todo lo que podemos, Sharon -me recordó a mis espaldas.
─No es suficiente -rugí frustrada, cerrando el cajón con fuerza al no encontrar lo que buscaba.
Oí a Howard suspirar y noté su mano apretar con cariño mi hombro. Cerré los ojos y durante unos segundos dejé que el peso de la nostalgia y la tristeza cayera sobre mí. Estaba cansada.
─Sé que lo echas de menos -comentó Howard en un susurro- Todos lo hacemos.
─La mayoría sólo piensa en él como el Capitán América -escupí con rabia- Steve...
─Lo sé -me interrumpió- Y créeme, yo también lo extraño. Él era un buen amigo.
Asentí, dándole la razón. Respiré para tratar de calmarme, pues en cualquier momento podría volver a perder la cordura y entrar en un ataque de pánico. No sería la primera vez que ocurriera. Estos episodios se repiten sobre todo por las noches, cuando estoy totalmente vulnerable al recuerdo de Steve y mi mente puede jugar sucio en mi contra.
─¿Directora Carter?
Me recompuse en seguida al escuchar una voz al otro lado del despacho. Alcé la vista y me erguí, asintiendo al agente que esperaba en el umbral de la puerta.
─Agente Soussa, ¿qué ocurre?
─Tenemos algo, la necesitamos.
Lo seguí con Howard a mi lado. Acompañamos al agente a lo que pareció ser la sala de interrogatorios, decepcionándome pues por un momento llegué a pensar que se trataba sobre el rastro de Steve.
─Ha confesado -dijo Soussa manteniendo la puerta de la estancia abierta para mí.
─Muy bien -asentí, alisándome el traje- Avisa a Peggy Carter, vamos a ver qué tiene ese cerdo por decir.
Cerré la puerta tras mis espaldas, encarándome al hombre esposado que yacía sentado delante de una mesa de madera.
Era un contrabandista alemán que exportaba todo con lo que los nazis habían estado experimentando durante estos últimos años. Sueros, armas, bombas, prototipos electrónicos. Un sinfín de virguerías estaban en las manos de este hombre.
Me senté delante de él, frunciendo el ceño y evitando a toda costa que mi boca se abriera para bostezar. Seguro que las bolsas bajo mis ojos me delataban, pero no quería demostrar que estaba cansada, que por ende era débil.
─Bien, kartoffel -suspiré pesadamente, juntando las manos sobre la mesa- Suéltalo todo.
°°°
El día se alargó hasta casi las treinta horas. No veía el momento de llegar a casa. Estaba agotada y lo único que quería era tumbarme en la cama y no despertar hasta pasada la semana. Pero por desgracia tenía que ir al día siguiente a la agencia y repetir lo mismo de siempre.
El frío de la noche golpeó mi rostro con fuerza al salir del edificio. Un vehículo negro y extrañamente familiar aguardaba aparcado en la cera de enfrente.
─Señor Jarvis, ¿qué está haciendo aquí? -pregunté en voz alta al ver salir al hombre del coche- Howard ha salido ya hace unas horas.
─Sí, pero no iba a dejar que fueras sola hasta casa -contestó el susodicho, asomando la cabeza por la ventanilla del asiento trasera.
Sonreí, negando con la cabeza al mismo tiempo, acomodándome el abrigo y tirando más de éste para cobijarme del frío.
─Qué considerado por su parte, señor Stark.
─Siempre a su servicio -contestó dándole un ligero toque a su sombrero, haciéndome reír- Anda entra, te vas a congelar.
No me lo pensé. Tardaría un buen rato en conseguir un taxi y caminar no era una buena idea. El frío y mis cansadas piernas no me lo permitirían. Así pues, con el señor Jarvis -siempre tan servicial- abriéndome la puerta, entré junto a Howard y me senté a su lado.
─¿Y Peggy? -preguntó el millonario.
─Se ha ido antes, ha cogido un taxi.
─La jefa haciendo horas extras -bromeó Howard- Qué disparate.
─A diferencia de ti, yo trabajo.
─Perdona, pero todos esos inventos no se hacen solos. Hay una mente brillante detrás de ellos. Y es la mía.
─Pues esa mente brillante tuvo la genial idea de crear una agencia de defensa y espionaje, no yo.
─Bueno, yo ideo y tú diriges. A mí se me da bien poner el dinero y a ti dar órdenes.
─No sé cómo tomarme eso, no soy una tirana déspota.
─Pero serías una tirana déspota bastante atractiva.
─No me coquetees como al resto de mujeres -le reprendí- Soy tu jefa.
─Técnicamente somos socios, así que yo también soy el jefe.
─Sí, pero es a mí a quien llaman directora, no a ti.
Howard rio, acariciándose el bigote y sonriéndome con diversión.
─Touché, Trece -contestó palmeándome el brazo con cariño.
Pronto llegamos al vecindario y el edificio en el que me hospedaba se alzó con magnificencia detrás de la ventanilla.
─Muy bien, es aquí -informé cuando el coche se detuvo- Gracias por traerme.
─Un placer, señorita Carter.
─Te acompaño hasta la puerta -se ofreció Howard saliendo de su asiento y rodeando el coche para abrirme la puerta.
─No voy a perderme -le hice saber riendo aunque aceptando su mano de todas formas.
Me despedí del señor Jarvis por última vez y salí del coche. El guardia del edificio nos recibió con una sonrisa y abrió la puerta principal para nosotros. Al estar en un segundo piso rehusé la idea de subir en ascensor, así que Howard y yo tomamos las escaleras.
─Gracias por acompañarme, esas escaleras se veían muy peligrosas sin ti -bromeé jocosamente mientras sacaba las llaves del bolso.
─Solo era una excusa para pasar algo más de tiempo contigo.
Su respuesta me tomó desprevenida. No es como si no hubiese visto a Howard coquetear. Es más, no es como si no lo hubiese visto coquetear directamente conmigo, pero en ese momento me sorprendió su comentario. Recordé que hacía tiempo Peggy me había advertido sobre los sentimientos de Stark hacia mí, pero no queriéndomelo creer, la ignoré. Era imposible que Howard, teniendo a miles de mujeres a sus pies, buscara algo conmigo.
Simplemente no era su tipo. Y desde luego, él tampoco era el mío. Era atractivo y carismático, dinámico y divertido. Sabía como tratar a una mujer. Sabía cómo usarla.
Desde luego eso no pasaría conmigo.
No tenía nada en contra de Howard, ni mucho menos. Con esta declaración no quiero que malinterpretéis mis palabras. A mí me tenía el respeto que al resto de mujeres no les tenía. Me daba completamente igual el número de encuentros que hubiese tenido con el género femenino, porque eso no afectaba a mi amistad con él. Pero sinceramente no podría verlo con otros ojos porque no puedo asimilar a Howard en una relación sería y menos conmigo.
─Escucha, hay algo que tengo que contarte.
Fruncí el ceño.
¿No estaría...? No. Imposible. Quiero decir, ¿en serio iba a declararse? ¿Ahora? Qué desfachatez, tan sólo han pasado un par de meses de lo de Steve, sigo de luto. Aunque fuera a rechazar su propuesta, no estaba preparada para oír lo que estuviera a punto de decirme.
─¿Ahora? -le pregunté intentando esquivar la conversación- Es un poco tarde y quiero ponerme cómoda.
─Es sobre Steve.
No supe si respirar aliviada porque su declaración de amor no iba a suceder esa noche o llorar porque seguramente lo que estaba por venir no serían noticias buenas.
─Entra -le propuse- Prepararé té.
Mi casa nos dio la bienvenida y en cuanto nos despojamos de nuestros abrigos y bufandas procedí a preparar el té que había ofrecido. Cuando la tetera chirrió, serví su contenido en las tazas y me dirigí hacia el salón donde Howard se encontraba sentado.
─Sé que han sido días duros -empezó, tomando la taza entre sus manos pero sin darle aún el primer sorbo- Semanas, incluso.
─Meses -añadí.
─Pero ya te ves mejor -dijo- Desde aquél día no volviste a ser la misma.
─Steve ha muerto, Howard -le recordé con dolor- Claro que no voy a volver a ser la misma.
─Lo que quiero decir es -suspiró, tomando aire para seguramente pensarse mejor sus palabras. No sabía por dónde quería ir pero desde luego el tema de esta conversación no me estaba sentando bien- han pasado ya unos meses y aunque es evidente que el dolor sigue presente, has continuado con tu vida.
─¿No es eso lo que tendría que haber hecho de todas formas?
Howard sonrió con pesar.
─Steve estaría orgulloso de ti -comentó, dejando la taza y colocando su mano sobre la mía- Eres una mujer maravillosa.
Sus palabras hicieron temblar mis labios. Las lágrimas amenazaban con brotar de mis ojos, pero no podía permitirme hacer el ridículo de esta manera. Se suponía que era la directora de una agencia de espionaje llena de agentes valerosos que daban su vida por el resto, no que se quedaban en casa llorando como niños pequeños.
─Howard -le reprendí- Ve al grano.
Sin poner objeción, y para mí sorpresa, se metió la mano en uno de los bolsillos interiores de la americana y sacó una pequeña caja negra envuelta en un lazo plateado.
─Steve me lo dio antes de ir tras Schmidt a los Alpes -dijo teniéndome el obsequio- Se lo guardé en caso de... No poder dártelo él en persona.
Mi frente se pobló de arrugas y el temblor de mis labios pasó a las manos, las cuales aceptaron la cajita entre sacudidas no muy bien disimuladas. Al abrirla, un grito ahogado escapó de mis labios.
─Tranquila, no iba a pedirte matrimonio, si es lo que estás pensando.
No supe que había estado conteniendo el aire hasta que un inesperado soplido revolvió los cabellos de mi rostro. Con las manos aún temblando, miré el anillo con confusión y no me atreví a sacarlo de su recipiente.
─Él ya sabía que eras un tanto reacia en cuanto a estas cosas -dijo- Pero quería que lo tuvieras.
Cerré los ojos con fuerza para retener las lágrimas, pues éstas sin ningún tipo de compasión ya ardían en ganas por salir. Me fue imposible contener el llanto, ni siquiera tapándome la boca con una mano pude reprimir los sollozos.
─Lo siento -murmuró la voz de Howard- Te lo habría dado antes, pero sólo habría empeorado tu situación. La cosa estaba un poco difícil.
─Lo sé -asentí- Está bien así, tranquilo.
Seguí mirando el anillo mientras notaba las lágrimas empapar mis mejillas. La joya era simple. Pero preciosa. Una piedra pequeña y blanca destacaba en el centro. Un diamante, quizá.
Las manos de Howard aprisionaron las mías al mismo tiempo que cogían la caja, haciéndome alzar la mirada hacia él.
─¿Puedo?
Sin saber a qué se refería, asentí con la cabeza, aceptando lo que tuviese en mente hacer. Sacó el anillo de la caja, sosteniéndolo entre la punta de sus dedos índice y pulgar, y tomando el anular de mi mano izquierda, pasó el anillo por éste.
─Steve habría sido muy afortunado de tenerte.
─Yo lo fui -comenté mirando el anillo brillando en mi mano.
Howard la tomó y la apretó entre las suyas, dándole una ligera y cariñosa caricia.
─Gracias -murmuré.
Él me soltó, levantándose y tomando sus cosas.
─Siempre a su servicio.
Salió por la puerta, sonriéndome por última vez antes de cerrarla y perderse por los pasillos de vuelta a su casa.
Suspiré, limpié en vano las lágrimas y me hice un ovillo sobre el sofá. No me quité la ropa ni los zapatos, no me limpié la cara de maquillaje ni deshice el peinado. Simplemente me encogí en el sofá y contemplé la piedra que decoraba mi dedo anular con elegancia.
Rememoré la escena de Howard poniéndome el anillo y traté de imaginarme a Steve en su lugar. En ese momento me habría casado con él si de esa forma hubiese asegurado conservarlo a mi lado para siempre.
Pero ninguna de esas cosas iba a suceder jamás, porque él ya se había ido y yo me quedaría aquí por un largo tiempo.
°°°
Al día siguiente me llamaron para que acudiera a la agencia unas horas antes de lo que solía entrar normalmente.
Howard y sus chicos habían encontrado el Tesseracto.
─¿Qué hay de Steve? -pregunté en seguida.
─El cubo cayó kilómetros antes de que la nave se estrellara, Sharon -me explicó Howard- Steve sigue perdido en el hielo.
Asentí, analizando cuán duras habían sido sus palabras y acaricié con el dedo índice la piedra que decoraba mi anillo.
─Muy bien, ¿cuándo partimos?
─Deberías quedarte aquí, Sharon -propuso Peggy, que también se encontraba ahí- Si Howard se marcha y tú también, ¿quién estará al cargo?
─Tú -indiqué- Junto al agente Soussa.
El susodicho me miró, alzando una ceja por la impresión.
─Sharon -Howard colocó su mano sobre mi hombro- Te necesitan aquí.
No tenía nada que hacer, salvo aceptar a regañadientes. De todas formas, el Tesseracto ni si quiera me importaba.
Pasaron las semanas más rápido de lo que pensaba y pronto estuvieron de vuelta a la agencia Howard y su equipo de científicos. Pronto estuvieron reunidos con sus aparatejos y enfundados en sus singulares batas blancas. Me dirigí al laboratorio donde Howard me había hecho reunir junto a él. Crucé las pesadas puertas dobles que me separaban de la equipada estancia y una vez en su interior todas las miradas se posaron en mí.
─Qué placer tenerte de vuelta, Howard -ironicé acercándome a él. Éste sonrió con arrogancia, colocándose correctamente el cuello de su bata- Buen trabajo, caballeros.
─Gracias, directora -asintió Rupert, uno de los trabajadores de Stark.
Mis ojos escanearon al personal y pronto depararon en la presencia desconocida que se encontraba entre Howard y yo. Era rubio, su cabello dorado peinado perfectamente hacia un lado. Su tez, pálida, casi parecía tan blanca como las paredes, y sus ojos, azules, tenían la misma fuerza que el color que irradiaba el Tesseracto.
─¿Quién es éste? -pregunté frunciendo el ceño, gesticulando la cabeza en dirección al desconocido.
─Sharon, permíteme presentarte a mi nuevo y especial ayudante, Adam Roth.
El susodicho me sonrió, una sonrisa que me erizó la piel. A simple vista no parecía ser alguien en quien desconfiar, todo lo contrario. Era delgado, por lo que su fuerza se vería escasa y rápidamente superada si intentara hacer algo en su contra. Pero no era el físico lo que me preocupaba, sino su cerebro.
Era listo, podía verlo. O más bien leerlo. Su mente era interesante para curiosear. Me llamó la atención todo sobre él. Intenté buscar algún indicio de desconfianza, algo que me dijera que no podía fiarme de él, algo que me alertara. Pero no había nada. Era singularmente... bueno.
─Alemán -comenté, ignorando la mano que tendía hacia mí.
Su sonrisa tembló en una mueca.
─Entiendo su desconfianza, agente Trece -asintió- Cualquiera se sentiría amenazado, sobretodo en estos tiempos que corren.
─No me siento amenazada de un kartoffel -gruñí- Ganamos la guerra.
Howard rió con nerviosismo al ver cuán tensa se estaba volviendo la situación.
─El señor Roth es un experto en lo que se refiere al uso del Tesseracto.
─¿Y por qué? El cubo ha estado durante estos últimos años en manos de Hydra. Nadie salvo ellos...
Entonces lo entendí todo.
Saqué mi arma.
─¡Sharon!
Un revuelo de gritos rompió la tranquilidad del laboratorio y Adam Roth alzó sus manos en señal de rendición e inocencia mientras Howard intentaba hacerme bajar el arma.
─¡Sharon por favor, baja el arma!
─¡Trabajaba para ellos! ¡Es de Hydra!
─Yo sólo cumplía órdenes, señora -se excusó Roth- Schmidt requería mis servicios para el uso del Tesseracto.
─Eres tan culpable como él -escupí, quitándole el seguro a la pistola.
─¡Sharon!
Howard me arrebató el arma de las manos, lanzándola lejos de mí.
─¡Me tenían amenazado! -grito Roth viendo que aunque el arma estaba lejos podía seguir usando mi fuerza personal- ¡O trabajaba para él o mataban a mi familia!
─¡Sharon, por favor, basta! -me pidió Howard intentando retenerme entre sus brazos para no lanzarme contra el alemán- ¡Traed refuerzos, venga!
─¡Nunca he estado de parte de Schmidt! ¡Nunca he estado de acuerdo en los ideales de Hydra! ¡Me obligaron!
Se arrinconó entre los estantes metálicos de la estancia, lejos de mis garras. Mi respiración se había agitado ligeramente y Howard se había dado por vencido a mis pataletas justo en el momento en el que la puerta se abría con varios agentes armados contra mí.
─Directora Carter, le pedimos que por favor mantenga la calma o nos veremos obligados a sedarla -informó uno de los agentes.
No me di la vuelta a encararlo. Sabía quiénes eran y sabía que aún así no tendrían el valor de dispararme el tranquilizante con el que me amenazaban. Howard estaba a mi lado, Roth seguía alterado por mi estado de descontrol y frenesí. Yo, esta vez algo más calmada, me acerqué al alemán.
─No confío en ti -le dije señalándole con el dedo índice- Pero Howard sí. Puede que le seas útil, pero yo no lo creo. En cuanto termines lo que él tenga en mente te irás de aquí, pero de mientras no voy a sacarte el ojo de encima.
Adam Roth, más pálido de lo que ya era, me miró sin decir nada.
─¿Ha quedado claro?
Tembló, sacudió la cabeza en lo que pareció ser un asentimiento y lo escuché tragar saliva.
Me giré, dándole la espalda y encarándome al resto de agentes que aunque seguían conservando sus armas ya no me apuntaban con ellas. Howard me miró con confusión y me acerqué a coger mi pistola tirada en el suelo.
─Tú y yo tenemos que hablar, Stark -rugí pasando por su lado, guardándome el arma en la cinturilla del pantalón- ¡No le quiten el ojo de encima a ese kartoffel! Aún no sabemos de qué lado está.
Con Howard a mi lado, cerré las puertas tras mi paso con demasiada fuerza de la requerida y al quedar aislados del laboratorio, me encaré al científico millonario con el rostro crispado.
─¡Cómo te atreves a traerme a ese traidor! -grité enfurecida, golpeándole la cara con la palma de mi mano- ¡Estaba con Schmidt, el mismo que mató a Steve!
Howard no dijo ni hizo nada. Simplemente me miró como si la bofetada no le hubiese afectado para nada. Quizá estaba tan acostumbrado a recibirlas por parte del género femenino que se había vuelto inmune a ellas.
─Ya le has escuchado, está de nuestra parte. Sabe cómo manejar el Tesseracto. Lo necesito.
─Eres el mejor científico del país, ¿y necesitas que te ayude un alemán que trabajaba para Hydra? Nos traicionará.
─Sharon, la gente cambia.
─No los que son como ellos.
─¿Y cómo sabes como es él? ¿Te has metido en su mente?
─Pues, de hecho, sí -asentí.
─¿Y qué? ¿Has visto todas esas oscuras intenciones de las que hablas?
─No, no he visto nada -dije- No estaba pensando en nada, lo que lo hace aún más sospechoso.
─¿A qué te refieres?
─¿Y si sabe que soy capaz de leerle la mente y no ha pensado en nada a propósito? ¿Y si está escondiendo algo?
─Sharon...
─Howard, sólo... Piénsalo. Tiene sentido.
─Tan sólo el Comando, tu hermana, Steve y yo sabemos de tus habilidades.
─Hydra estaba al tanto de que mi suero era un prototipo.
─No sabe tanto como nosotros.
Bufé, frustrada y enfadada, con los nervios a flor de piel y los puños blanquecinos de cerrarlos por la rabia.
─No quiero su amistad, sólo su cerebro -dijo Howard- Tú lo has dicho, en cuanto termine, se irá.
Las puertas entonces se abrieron, con Roth y un par de agentes escoltándolo tal y como había pedido.
─Más te vale -le indiqué a Stark, señalándolo con el dedo índice.
Ahora tendría que tener ojos en la nuca.
__________
Ya sabéis que os quiero, que adoro esta novela y que no me gusta dejar las cosas a medias ni abandonadas, pero el mundo siempre se pone en mi contra para que no suba capítulo.
Sí ya de por sí no tengo vida social, por culpa de los estudios pues mucho menos. No he tenido tiempo para escribir y el poco que tenía o lo pasaba con mis amigos o directamente no sabía qué escribir.
He estado bloqueada con este capítulo y no sé por qué me ha costado tanto escribirlo, pero el caso es que acabo de terminarlo hace un par de minutos.
Lo siento si parece que las cosas avanzan mucho o van rápido, me da la impresión que no estoy reflejando bien el carácter de Sharon en cuanto a la pérdida de Steve. No sé, no me ha gustado mucho como ha quedado el capítulo. Pero me preocupa más que no sepáis ver el punto de vista de Sharon.
¿Qué opináis sobre su arrebato contra Roth? Y sobretodo, ¿qué pensáis de él? En multimedia tenéis un actor que me recuerda al que me he estado imaginando. No sé cómo se llama, pero sale en una serie que veo, "the man in the high castle". Es genial, momento especial para recomendarosla.
En fin, que me voy del tema.
Decidme qué opináis sobre el capítulo en sí, sobre Sharon, sobre su desconfianza hacia Roth y sobretodo del momento cute cuando Howard le da el anillo que tenía guardado de Steve.
No sé si os habréis dado cuenta, pero en la portada, Sharon lleva un anillo. Ahí lo dejo.
Y bueno, ya está.
Dejadme muchos comentarios felicitándome aunque sea atrasado porque mi cumpleaños fue el jueves e.e y comentad también del capítulo no os olvidéis.
¡Muchos besos!
*kartoffel: manera despectiva de dirigirse a un alemán.
-Mina Vega, xx
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top