CAPÍTULO SEIS

[ THE FIRST WOMAN ]

CAPÍTULO SEIS

❛les iba a mandar una militar británica❜


    SALIMOS DE LA CAFETERÍA EN CUANTO mi bandeja se vació por completo de aquella asquerosa comida. Tuve que compartirla con Steve porque al pobre solo le quedaba una simple manzana y un cacho de pan. No me molestó darle la mitad de mi menú, pues la comida estaba malísima, aunque a él pareció gustarle pues se la comió tan rápido que insistí en darle un poco más de mi parte a pesar de sus negaciones.

─Por mi culpa vas a ser tú quien te vas a quedar sin cena -había dicho cuando le estaba apartando un poco más de puré para él.

─De todas formas prefiero comer piedras que ésto.

Nos mantuvimos en silencio hasta que volvimos a las habitaciones, siendo casi los únicos ahí. Por suerte Hodge y su tropa no habían vuelto, así que pudimos hablar de lo sucedido en la cafetería perfectamente.

─Menudo primer día -musitó abatido Steve apoyándose en los barrotes de la litera.

─Mañana será uno mejor, no te preocupes -me apoyé en el alféizar de la ventana y observé el oscuro exterior, no tardarían mucho en apagar las luces y mandarnos a la cama como niños pequeños.

─¿Cuál prefieres? -le oí de repente preguntar. Me giré confundida por su pregunta, pues no entendía a qué venía- La cama. ¿Arriba o abajo?

─Oh -asentí entendiéndolo todo- La de abajo, la de abajo -respondí- Me dan miedo las alturas, ¿sabes?

Steve rió por mi broma y dejó su maleta encima de su colchón, abriéndola para seguramente sacar la ropa de dormir, pues era lo que estaba haciendo ya prácticamente todos los que estábamos aquí. Poco a poco iban llegando más compañeros, incluso Hodge estaba ya en su litera, pero como si no hubiese pasado nada, ni nos miró.

─Voy a ir a cambiarme a los baños -dije cogiendo la ropa y un neceser- Vuelvo en seguida.

─Claro -asintió él complacido por mi elección. Lo había visto un poco incómodo en cuanto a desvestirse delante de mí y solo se había desatado los cordones de las botas.

Tuve que pasar por delante de todas las literas para llegar a los baños, y durante todo el camino, cada par de ojos se detuvo en mí. Me sentí completamente intimidada y no pude hacer más que acelerar mis pasos hasta encerrarme en uno de los pocos cubículos que había.

Me desvestí y vestí a la velocidad de un rayo y miré mi atuendo en el espejo. Llevaba una simple camiseta de algodón y unos pantalones cortos grises. Recogí mi cabello -de momento- largo en una coleta y me lavé los dientes.

El problema de las miradas empeoró cuando salí con el pijama puesto y tuve que atravesar de nuevo toda la estancia hasta llegar a mi litera con Steve. Él ya estaba vestido con ropa de dormir para cuando llegué, sentado en la cama de arriba y con un libro abierto sobre el regazo. Cuando me vio me sonrió y paseó su vista disimulada y tímidamente por mi atuendo, aunque rápidamente volvió a mirarme a la cara como si estuviese cometiendo un delito.

─¿Qué leías?

─Algo básico para estar enterado estos días -respondió encogiéndose de hombros- Estoy ansioso por empezar, ¿sabes?

─Yo también, solo espero que...

Las luces de pronto se apagaron. Todo el mundo refunfuñó, pero aún así el crujir de las literas y los colchones avisó que todo el mundo se estaba yendo a dormir, así que hice lo mismo. Steve se subió a la cama de arriba y yo me tumbé en la de abajo. Aún podía oír a algunos susurrando y cuchicheándose cosas hasta bien entrada la noche, parecían emocionados por estar aquí. Yo lo estaba, pero no tenía con quién compartirlo. Bueno sí, Ojos Azules; pero se le ve bastante tímido, sobre todo con las mujeres, así que no espero que se abra totalmente a mí. A pesar de ello, prefiero tenerlo a mi lado callado que no estar completamente sola. No sé que habría hecho si no lo hubiesen reclutado en mi misma división.

A las pocas horas una trompeta empezó a sonar para avisar a todo el cuartel que la jornada empezaba ya. No me costó levantarme, ya estaba despierta cuando empezó a sonar la marcha, no había podido conciliar el sueño en toda la noche. Me levanté en seguida y fui corriendo al baño con el uniforme, aprovechando que no habría nadie en el cubículo y así poderme cambiar tranquila.

Aún no me acostumbraba a las extrañas miradas que me daban algunos compañeros, muchas incluso eran dirigidas con desprecio. Pero yo no estaba aquí para hacer amigos si no para luchar por mi país, por el mundo entero. Cuando llegué Steve ya estaba completamente cambiado.

─¿Hay que ir directamente a la cafetería o esperar a que nos den órdenes? -preguntó mientras nos dirigíamos a la salida.

─Esperar -respondí apretándome más firmemente la goma para el cabello, quedando así la coleta más alta- Veremos que nos depara el día de hoy.

Para empezar, lo primero que nos habían mandado a hacer había sido cortarnos el pelo. Tuvieron un par de problemas cuando llegó mi turno, pues, "yo solo sé cortar cabello de hombre, no de mujer" había dicho el encargado. Así que no me quedó otra que tener que cortármelo yo; no me fiaba de lo que aquél hombre pudiera hacerle a mi melena. Tenía práctica cómo peluquera, normalmente lo hacía con mi padre y hermana, y a veces conmigo misma. Me aguanté las ganas de llorar cuando el sargento que supervisaba me advirtió que, una vez que corté más allá de los hombros, el cabello debería quedar un poco más corto. Finalmente me llegó un poco por debajo del cuello.

─No te queda mal -había dicho Steve mientras jugaba con las puntas, apenas podía vérmelas si las estiraba. Lo miré y alcé una ceja, no con disgusto, si no con sorpresa- Quiero decir, te queda bien. No es que antes estuvieras mal con el pelo largo pero ahora... ahora te queda bien y...

─Gracias, Steve -reí mientras nos dirigíamos a la cafetería para desayunar.

Busqué rápidamente a Hodge con la mirada pero por suerte no estaba ahí para molestar. No es que le tuviera miedo, pero me conocía a la perfección y sabía que si volvía a hacerle algo a mí o a Steve le daría bandejazos en la cabeza hasta quedar inconsciente. Pero que quede claro que soy una persona pacifista anti-violencia.

─Estoy nervioso -comentó Steve dejando la cuchara a un lado del plato de avena, la cual, por cierto, estaba asquerosa.

─¿Por qué?

─No lo sé -se encogió de hombros- Los entrenamientos, las pruebas... ¿Y si no soy suficiente para ellos?

Fruncí el ceño y suspiré. En el fondo yo también tenía miedo de eso, pero no quería admitirlo. Solté también la cuchara y le di un pequeño apretón en el hombro.

─Todo va a salir bien -le aseguré.

Steve sonrió, sus labios hacia arriba con unos pequeños y adorables hoyuelos en las mejillas, que hicieron cosquillear mi estómago.

─Gracias.

No tuvimos mucho tiempo para desayunar, nos reclamaban fuera, en el centro de la base, seguramente para empezar la instrucción. Toda la división formamos filas y esperamos a que nos dieran órdenes. Steve estaba a mi lado, con su casco casi un poco más grande que su cabeza y mirando fijamente al frente. Estaba detrás de Hodge, creo, por lo que su cuerpo tapaba el mío con completa totalidad.

El ruido de unas botas pisar el suelo arenoso nos advirtió de la presencia del sargento.

─¡Reclutas, firmes!

Pero para mi sorpresa no era de un sargento la voz que había resonado entre el silencio sepulcral de tantos hombres, si no el de una mujer. Mi cuerpo hormigueó sin motivo aparente, me sentía excitada sabiendo que no sería la única aquí.

─Una mujer -susurré sin poder evitarlo, emocionada. Steve me miró de reojo y aunque estaba serio, pude verlo sonreír.

Me alcé de puntitas para comprobar quién era, pero no alcancé a ver muy bien su rostro, pues estaba hojeando una lista, seguramente con nuestros nombres. Su cabello, en ondas, tenía un color castaño oscuro, y sus labios, de un rojo carmesí, resaltaban a distancia. Alzó la vista de la carpeta y mi rostro empalideció por completo.

Empujé mi cuerpo hasta el suelo, casi con las rodillas flexionadas, impidiendo que pudiese verme ni siquiera el pelo o los hombros entre los de Hodge. Me pellizqué el puente de la nariz con tanta fuerza que seguramente me habría dejado la marca de las uñas en la piel.

─Caballeros, soy la agente Carter -anunció con su familiar voz y haciéndome temblar más de lo que ya estaba.

─Mierda, mierda, mierda -susurré encogiéndome más en mi posición.

─Yo superviso todas las operaciones de esta división -informó mientras se paseaba de lado a lado.

─¿Qué pasa? -preguntó Steve en voz tan baja que casi se me hizo imposible el escucharle.

Hice un gesto con la cabeza hacia la agente y él asintió para que continuara.

─Es mi hermana -gesticulé con los labios sin hablar. El rostro de Steve también empalideció.

─¿Nos va a mandar una militar británica? -la voz de Hodge de repente interrumpió a la agente- Esto es el ejército de los Estados Unidos.

─¿Cómo se llama, soldado? -uh, esto no me daba buena espina. Conocía ese tono de voz.

─Gilmore Hodge, majestad -apreté los puños de la rabia. ¿Qué demonios le pasaba a este hombre? ¿Es que no podía tener un mínimo de respeto?

─Un paso al frente, Hodge. Adelante el pie derecho.

─¿Vamos a bailar? -preguntó siguiendo los pasos instruidos- Conozco algunos movimientos que le van a gustar.

Y entonces sonó el impacto de un puñetazo contra su rostro. Hodge calló al suelo de bruces y quedé completamente al descubierto. Sus ojos se clavaron furiosos sobre el cuerpo en el suelo de Hodge y ascendieron con lentitud por el mío, frunciendo el ceño seguramente ante mi pequeñez, pensando que se trataría de un hombre escuálido. Cuando su mirada se topó con la mía me observó detenidamente con confusión. Alzó la carpeta hasta casi chocar su nariz con ella y su boca se abrió de estupor.

─Carter..., Sharon Elisabeth -leyó- Sharon Elisabeth -murmuró como si estuviera analizando las palabras. Entonces como si se le hubiese encendido la bombillita sobre la cabeza, me miró con furia- ¡Sharon!

─Hola, hermanita -la saludé sacudiendo la mano.

Me gané todas las miradas de los ahí presentes, y cuando Peggy fue a hablar, una voz procedente de un coche que recién aparcaba a sus espaldas, la hizo girarse.

─Veo que ya ha empezado con los candidatos. Me alegro -habló un hombre dirigiéndose a mi hermana. Se inclinó hacia Hodge, que estaba aún tendido en el suelo tapándose la nariz con ambas manos-Levante el culo del suelo y póngase en la fila hasta que alguien venga y le diga qué hacer.

─A la orden -musitó levantándose rápidamente del suelo y con la voz temblorosa.

Volvía a quedar delante de mí y, por lo tanto, eclipsándome por completo.

─El general Baton ha dicho que las guerras se hacen con armas, pero las ganan los hombres -empezó a hablar con un tono firme y autoritario- Y vamos a ganar esta guerra porque tenemos los mejores hombres.... -y entonces se detuvo delante de Steve y de mí- Y porque van a ser aún mejores, mucho mejores -Ojos Azules y yo nos miramos y contuvimos la sonrisa- La reserva científica estratégica es una iniciativa de los aliados que reúnen las mejores mentes del mundo libre. Nuestro objetivo es formar el mejor ejército de la historia. Pero todo ejército empieza con un hombre. A finales de semana elegiremos a ese hombre. Él sera el primero de una raza de súper soldados; quienes escoltarán a Adolf Hitler hasta el infierno.

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Y aquí os dejo un nuevo capítulo. que no es la gran cosa, pero lo interesante empieza en breve. Gracias por los votos y los comentarios del capítulo anterior, sois un encanto.

¡Muchísimos besos a todas!

-Mina Vega, xx

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