CAPÍTULO OCHO
[ THE FIRST WOMAN ]
CAPÍTULO OCHO
❛él seguía siendo un canijo y ella una mujer❜
─¡Vamos señoritas más brío! -exigió Peggy caminando de un lado a otro observando el ritmo en el que hacíamos las flexiones- Mi abuela tiene más vitalidad -dejé de hacer flexiones para mirarla con mala cara, a lo que ella añadió para arreglar:- Dios la tenga en su gloria.
Negué con la cabeza y continué, a pesar de que ya me ardían los brazos, con los ejercicios. Peggy no tenía ningún reparo en que fuera su hermana, creo que ya había dicho eso con anterioridad, pero me apetece remarcarlo. Que su hermanita pequeña estuviera sudando la gota gorda solo hacía más que querer acentuar las ganas de ella de forzar la intensidad de los ejercicios. No se lo echaba en cara, al fin y al cabo era todo por mi bien.
─¡Vamos! -gritó de nuevo.
A un par de metros vi al Coronel Philips y al Dr. Erksine conversar, y aunque estuvieran un poco apartados del grupo, podía seguir perfectamente la conversación. Tenía un buen oído. Años de práctica queriendo escuchar a hurtadillas a mis padres hablando sobre los regalos de Navidad o a mi hermana con sus amigas sobre supuestos novios o escapadas a bailar.
─¿No piensa elegir a Rogers, verdad? -preguntó Chester.
─No solo pienso elegirlo a él, también a Carter. Son la mejor opción.
─No hablamos nada sobre añadir una mujer al experimento -¿experimento?
─¡Venga Carter, mueve ese culo! -gritó mi hermana. No me había dado cuenta de que había aminorado la velocidad de las flexiones.
─Si hemos visto capacitada a una mujer para entrar en el ejército, también lo será para esto -dijo el alemán.
─Cuando me trajo a ese asmático de cuarenta quilos y a esa loca impertinente, pensé que quizá le resultaría útil como hámster, pero no creí que los escogería -mi respiración se volvió agitada, me estaba resultando difícil prestar atención a la conversación y aún así continuar moviéndome- Si les clava una aguja en el brazo lo atravesará. Mire a Rogers, dan ganas de llorar.
Caí de bruces al suelo y levanté una capa de arena, la cual entró en mis ojos y boca y me provocó un ataque de tos. Apuesto a que el Coronel ya estaba comentando algo no muy positivo sobre mí.
─¿E-Estás bien? -preguntó Steve sin dejar de moverse.
─Sí, muy bien -asentí volviendo a flexionar mis brazos.
─¡Arriba, arriba! -gritó Peggy.
Empezamos a saltar y a mover los brazos de arriba abajo al mismo tiempo. La placa que colgaba de mi cuello se sacudía y chocaba contra mi barbilla y pecho cada vez que me movía.
─¿Sabe lo que ha costado montar este proyecto? -continuaba diciéndole el Coronel al Dr. Erskine- ¿Cómo tuve que arrastrarme ante el comité del senador como se llame? -el alemán asintió con pesadez- Hodge ha pasado todas las pruebas; es fuerte, rápido, sabe obedecer. Es un soldado.
Es un idiota.
─Es un matón -bueno, también eso.
─¡Carter no sé qué te causa tanto interés pero desde luego no son los ejercicios! -gritó mi hermana- ¡O te mueves ahora o lo harás durante toda la mañana!
Contuve las ganas de poner los ojos en blanco, si lo hacía me haría el peor de los castigos y mi cuerpo no estaba para tolerar más ejercicio. Miré a Steve de reojo, que sudaba y controlaba la respiración. Parecía que lo llevaba peor que yo, pero no se quejaba tanto.
─¡Granada! -de repente oí al Coronel Philips gritar.
La pequeña bomba de mano rodó justo hasta mis pies. Con un profundo alarido, todos los ahí presente se alejaron varios metros, pero yo, momentáneamente paralizada, me quedé ahí y sin pensármelo dos veces me tiré encima de ella.
─¡No! -gritó Steve.
Él se tiró con cuidado encima de mí, cubriéndome de la granada.
─¡Fuera!
Su peso no molestaba, pero al estar contra el suelo me clavé la cadera en éste y que él estuviera encima de mí haciendo presión no mejoraba. Pero era eso o dejar que explotara la bomba e hiriera a mi hermana.
─Tranquilos, tranquilos -dijo Peggy acercándose a nosotros- Era una granada de mentira.
Steve se levantó del suelo y por ende pude hacerlo yo también. Aún con las piernas temblando y los nervios a flor de piel, apoyé mis manos contra el suelo polvoriento y busqué el equilibrio suficiente para mantenerme en pie, aunque contaba con la ayuda del brazo extendido de Steve para levantarme. Me sostuve a él y suspiré aliviada, mirándolo detenidamente y asintiendo con la cabeza como gesto de agradecimiento ante su reacción al querer protegerme con su cuerpo de la granada.
─¿Es una prueba? -le preguntó jadeando a mi hermana, mirándome de reojo al ver que seguía apoyada en él.
Dirigí mi mirada, furiosa y aún alterada, al Coronel Philips, que justo en ese momento nos miraba junto al Dr. Erskine.
─Él sigue siendo canijo y ella una mujer -puntualizó para dar media vuelta y marcharse.
°°°
Habíamos terminado el entrenamiento por hoy, lo cual mi cuerpo agradeció. Había devorado la comida, aún habiendo estado realmente asquerosa, como si no hubiera un mañana. El puré y las alubias no son mi plato favorito, pero el hambre me superaba. Incluso Steve se sorprendió de que me acabara el plato entero y no le ofreciera la mitad a él.
─Tengo que decirte una cosa -dije cuando hubimos terminado de hablar.
─¿Qué ocurre? -preguntó Steve alarmado.
─Durante el entrenamiento de esta mañana he oído al Coronel Philips y al Dr. Erksine hablar sobre un experimento.
─Espera, ¿conoces al Dr. Erksine? -preguntó frunciendo el ceño.
─Él fue quien me hizo apta en mi alistamiento.
─A mí también -respondió señalándose a sí mismo con el dedo índice.
─Pues esto ya me empieza a cuadrar más, porque justo estaban hablando de meternos a los dos en un experimento, o algo así.
─¿Un experimento? -inquirió bajando la voz y acercándose a mi- ¿De qué?
─No lo sé -respondí imitándolo. Las puntas de su cabello hacían cosquillas en mi oreja. Al parecer se percató de lo mismo que yo, y a demás, de la repentina cercanía entre los dos, pero al contrario de alejarse se mantuvo quieto aunque con una leve capa de rubor en sus mejillas- Pero Chester no estaba muy de acuerdo con eso, él quería a Hodge.
─Oh bueno, no me sorprende -musitó Steve poniendo los ojos en blanco.
─La pregunta es, ¿de qué va todo eso del experimento? -pregunté frunciendo el ceño- ¿Quieren convertirnos en ratas de laboratorio por ser los más... pequeñines?
─Bueno, no nos han dicho nada, así que no podemos sacar conclusiones todavía -dijo Steve encogiéndose de hombros- Lo mejor será que hagamos como si no supiéramos nada y continuemos con el entrenamiento.
─Pues yo no puedo dejarlo pasar por alto -comenté cruzándome de brazos, haciendo sonreír a Steve- ¿Qué te hace tanta gracia?
─Así pareces una niña pequeña -dijo bebiendo un poco de su vaso de agua.
─Bueno, esta niña pequeña te reta a un pulso -propuse alzando una ceja y colocando ya mi brazo flexionado hacia él con el puño cerrado.
─No me humilles en público de ésta manera, Sharon -pidió haciéndome reír.
─Está bien, lo siento Stevie.
─¿Stevie? -preguntó alzando un poco la voz, las carcajadas rompiendo de su boca.
Los dos empezamos a reírnos desmesuradamente y no fue hasta que notamos una presencia tras nosotros cuando detuvimos las risotadas. Giré levemente mi rostro y tuve que carraspear varias veces para hacer bajar la bola que se había formado en mi garganta. A Steve se le drenó el rostro de sangre y me miró tragando saliva.
─Buenas noches, Dr. Erskine, ¿qué se le ofrece? -pregunté tratando sonar lo menos atemorizada posible.
─Buenas noches, soldados -nos saludó con su peculiar acento alemán- ¿Puedo sentarme con vosotros un momento?
─Oh sí, por supuesto -asintió Steve haciéndose a un lado y dejándole espacio entre él y yo- ¿Qué es lo que ocurre?
─Veamos, debo ser breve y preciso -miró a sus lados, comprobando la cafetería y la gente que había ahí. Éramos pocos, y algunos estábamos muy dispersos; apenas notábamos la presencia los unos de los otros- Y cauteloso.
─¿Dr. Erskine? -inquirí confusa.
Miré a Steve y mis ojos se lo dijeron todo. Venía a hablarnos del experimento del cual estábamos comentando antes. Tenía razón, era buena escuchando conversaciones ajenas.
─Veréis -empezó sacando de su brazo dos carpetas de cartón marrón. En ellas había un sello de algún departamento oficial y secreto, pues no conocía las siglas de éste- Estamos llevando a cabo un proyecto en el que necesitaremos un sujeto de prueba masculino y otro femenino.
Steve y yo nos miramos comprendiéndolo todo. Íbamos a ser sus conejillos de indias.
─Puesto que no conozco a otra mujer aquí, me temo que no tengo otro remedio que pedírselo a usted, señorita Carter -comentó mirándome a mí, yo asentí con la cabeza- Pero respecto a usted, señor Rogers, la elección estuvo clara por mi parte desde el primer momento. Los dos son los soldados perfectos para el proyecto.
─Mhm, y si se puede saber, más que nada para estar informados, ¿de qué va todo esto? -pregunté.
─Sí, ¿qué es exactamente lo que buscan de nosotros?
─Creo que esto responderá vuestras dudas -dijo dejando las dos carpetas delante de nosotros- Y recordad, aceptéis o no, este es un tema completamente confidencial. No compartáis la información salvo mutuamente.
Y sin más, se marchó de ahí, dejándonos con las dos carpetas delante de cada uno. Steve y yo nos miramos sin saber bien qué hacer. Mi mano picaba de curiosidad por ojear los expedientes que hubiesen en el interior de la carpeta, pero por algún motivo u otro no me atrevía a cogerla.
Steve hizo el primer movimiento y, como si hubiese comprendido mi estado de nervios, me pasó la siguiente, haciendo rozar nuestros dedos brevemente. Aquella era la segunda vez que teníamos un contacto tan... diferente. Ignoré el rubor que seguramente estaría cubriendo mis mejillas y abrí la carpeta, encontrándome con la información que necesitaba.
─Operación Renacimiento -susurró Steve.
─Inyección Suero Súper Soldado -leí en voz baja.
─Exposición Vita-Rayos -continuó- ¿Qué demonios es eso?
─Aquí dice que mejoraría nuestra fuerza y velocidad, aumentaría el metabolismo y tendríamos un alto sistema inmunológico -murmuré siguiendo con el dedo la línea que estaba leyendo.
─Súper Soldado -leímos los dos a la vez. Ambos nos miramos y me sentí, no solo mareada por lo que acababa de leer en el informe, sino por la intensa mirada de Steve. Aparté los ojos de él cuando noté una concentración de calor acumulada en mi rostro.
─¿Qué hacemos con ésto? -pregunté cerrando la carpeta.
─Aceptarlo, ¿no?
─¿Así sin más? ¿Ni siquiera te lo vas a pensar? -inquirí alzando una ceja- ¿Es que no tienes miedo de lo que pueda pasar?
─Nos alistamos para ayudar a combatir la guerra -dijo- Esta es una forma de hacerlo.
─No sé, Steve -suspiré sujetándome la frente con una mano y apoyando el codo en la mesa- ¿Qué sino funciona?
─Seguiremos adelante -respondió- Se aprende de los errores, si fallan con ésto sabrán qué han hecho mal y qué hacer para solucionarlo.
─No me estás convenciendo, Rogers.
─Oye, si nos han pedido esto a los dos, es por algo, ¿no?
─¿Pero por qué?
─Eso no lo sé -respondió negando con la cabeza- Pero si han confiado en nosotros no voy a desaprovechar esta oportunidad. Podemos ayudar a parar esta guerra, vamos, Sharon.
─Steve, yo...
─¿Estamos juntos en esto, o no? -preguntó cogiendo mi mano.
Me sorprendió, no solo el hecho de éste repentino acercamiento, sino de que él fuera quien lo provocara. Steve era tan tímido que hasta cuando mi hermana se acercaba a saludarnos él se trataba con su propia lengua y apenas formulaba la mitad del "buenos días". Era nuevo para mí, y supongo que para él también. Según tenía entendido, no tendía mucho a relacionarse con mujeres. Se percató de mi insistente mirada sobre mis manos, por lo que apartó la suya de la mía.
─Sí -asentí volviendo a coger su mano y dándole un leve apretón- Estamos juntos en esto.
_________
Aquí os dejo un nuevo capítulo. He de dar las gracias de nuevo a aquellxs que llevan aquí desde el principio y la bienvenida a lxs nuevxs, porque cada vez veo que son más personas las que leen esta historia y eso me encanta.
Espero que os haya gustado y si es así que votéis y comentéis exactamente el qué. Si tenéis también una novela sobre Steve Rogers no dudéis en decírmelo porque me pasaré encantada a leerla y opinar de ella, y sino es así, podéis igualmente recomendarme alguna.
Lo dicho, muchas gracias a todxs y ¡hasta el próximo capítulo!
-Mina Vega, xx
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top