02;
Cielo,
antes.
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Frente a ellos extendía un campo verde, a lo lejos se podían ver algunas colinas y un río pasando justo en medio de ellas, el paisaje era hermoso, perfecto, al igual que las criaturas que se encontraban en el lugar.
Vestidos de blanco para demostrar su pureza, con un aura que gritaba poder y superioridad, los arcángeles ocupaban parte del hermoso campo verde que muchos ángeles admiraban, aunque no se les permitiera la entrada cuando los arcángeles estaban entrenando siempre había quienes lograban colarse para admirar a los ángeles de alto rango.
Por fuera eran seres perfectos, sin ninguna falla, así mismo se esperaba que fueran en su interior, perfectos. Claro que lo eran, Miguel siendo el más perfecto de todos, siempre haciendo hasta lo imposible para complacer a su padre, lame botas.
Mientras Miguel era el soldado perfecto, Lucifer fue el hijo rebelde, el que se salió de las manos. Aunque Aurora no pensaba de esa manera y el destierro de su hermano favorito le había molestado, no había nada que pudiera hacer, si su padre decidía algo no había nadie que lo hiciera cambiar de opinión, por eso se dedicó a ser una buena hija y seguir las órdenes de su padre aun si algo le parecía injusto.
—Aurora, ¿Entrenas conmigo?—la voz de Miguel hizo que apartara la mirada del paisaje frente a ellos.
—No quisiera dejarte mal frente a nuestros hermanos, pero si insistes—la rubia sonrió dulcemente contagiando a su hermano.
—Ya lo veremos.
Ambos se alejaron de sus hermanos, con sus espadas en manos, Aurora respiro profundo y se preparó, siempre que entrenaba con Miguel tardaban más tiempo del debido y más de una vez se llevó regaños de su padre por eso. Miguel fue el primero en atacar, como siempre, Aurora logró bloquear el golpe de su espada, sus ojos hicieron contacto visual por un segundo antes que ambos dieran un salto hacia atrás.
La rubia elevó su espada y la utilizó para bloquear otro ataque de su hermano, el sonido de las espadas chocando se escuchaba en todo el campo, los destellos de luz que emiten las mismas al tocarse cegar a cualquiera que se atreviera a ver por más de unos segundos. El poder que desprendían los arcángeles era mucho, tanto que hasta sus hermanos se vieron afectados por eso.
Aurora empujó su espada hacia el frente, tal vez usó demasiada fuerza en su ataque o no cuido su equilibrio, sólo sabe que en lugar de chocar con la espada de Miguel, su espada dio con el brazo de su hermano causando una herida que enseguida se torno negra. Dejando caer la espada a un lado Aurora se arrodillo junto a su hermano que sostenía la herida y se quejaba, eso nunca había pasado.
La herida de Miguel no curó hasta semanas después, Dios la había castigado encerrándola en una habitación sola, sin saber si su hermano estaba bien o no.
Sin saber que ese encierro haría crecer el odio de Aurora.
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Tierra,
ahora.
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En la oscura y, una vez silenciosa, cabaña se escuchaban los gritos desesperados de una mujer, si alguien pasaba frente al lugar seguro se asustaría y llamaría a la policía pensando que están matando a alguien.
Aunque eso es lo que está sucediendo, pero nadie tenía porqué saberlo.
Cuando había llegado al lugar todo estaba frío y sucio, se notaba la ausencia de cuidado, claro que ahora hacía algo de calor gracias a las llamas que consumían a la mujer atada a la silla y el lugar estaba aún más sucio por la sangre que cubría el suelo, pero se veía mejor que antes.
—Por última vez, ¿Dónde está Lucifer?—la rubia estaba perdiendo la paciencia.
—No...—una pausa—nadie sabe dónde está.
Una carcajada amarga se escuchó por todo el lugar, ahora si había perdido la paciencia.
—¿Me vas a decir que ni los demonios saben dónde está su señor?—elevo una ceja cruzándose de brazos—Aunque no me sorprende, si ni siquiera sabe quien es su creadora.
—¿Qué...
La pregunta de la mujer quedó inconclusa cuando las llamas volvieron a arder consumiendo su cuerpo, arrancándole gritos de dolor, la rubia ladeo la cabeza y pensó bien que haría con la mujer. Había secuestrado a más de diez demonios y ninguno sabía del paradero de Lucifer, por lo menos sabía que Miguel estaba en la jaula.
—Después de todo resultaste ser tan inservible como los otros—un fingido suspiro de decepción—, me agradabas.
Tomó la espada de ángel que tenía sobre la mesa y se acercó al demonio cuando las llamas se extinguieron por completo, podía ver el miedo en los ojos de la mujer, su cuerpo débil se sacudió con fuerza en la silla tratando de escapar y evitar su muerte, pero era imposible. Aunque sabía algo.
—¡Los Winchester!—grito al ver la espada cerca de ella.
—¿Quien?
Aurora se notaba confundida, nunca había escuchado de algún Winchester y al parecer le interesaba saber la relación de estos con el paradero de Lucifer pues bajo la espada y curó las heridas del demonio.
—Háblame de esos Winchester.
Tal vez aquel demonio resultaría ser más útil de lo que pensaba.
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Bunker de los hombres de letras.
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El bunker estaba tranquilo, las cosas transcurrían como debían, Jack había ido por las compras como cada semana, Dean estaba durmiendo hasta tarde como siempre y Sam estaba en busca de un caso en el que trabajar. Castiel estaba sentando en una silla al otro lado de la mesa leyendo algún libro que encontró tirado cuando llego a hacerle compañía al menor de los Winchester.
Desde hace unas semanas atrás el ángel estaba actuando de forma extraña, según les había dicho estuvo tratando de comunicarse con el cielo desde que hubo una especie de alarma, que no les explico, y aún no tenía respuesta.
Cortaron toda comunicación, al parecer están en encierro total. Eso les había dicho el ángel después que lo llevaran a la puerta del cielo y no encontraran a nadie como era costumbre.
A los hermanos les preocupaba aquel asunto, después de todo la última vez que sonó una alarma en el cielo fue porque liberaron a Amara. Sam se había dedicado a investigar si algo que involucre ángeles o crisis apocalípticas estaba sucediendo en algún lugar del mundo, pero hasta ahora no había encontrado nada.
—Creo que encontré algo—Sam giró la computadora en dirección al ángel—, ¿Crees que sean ángeles?
Las imágenes que se mostraban en la pantalla de la computadora eran horribles, habían cuerpos quemados y otros con quemaduras en donde se supone que debían estar sus ojos. Castiel cerró el libro que estaba leyendo y se puso de pie, aquello era una masacre y dudaba que el cielo tuviese algo que ver.
—Iré por Dean—aviso Sam al ver la reacción del ángel.
—Tengo que ir al cielo, ustedes vayan a investigar.
—Creí que el cielo estaba en cierre, o algo así—Sam siguió al ángel hasta la escalera que guiaba a la salida del bunker.
—Debo intentarlo nuevamente, algo no está bien.
Sin saber qué más decir Sam dejó que Castiel se fuera, si iban a enfrentarse a lo que estaba matando personas de aquella manera necesitarán toda la ayuda posible.
Minutos después que Castiel se fuera y Jack regresara al búnker los Winchester abandonaron su hogar acompañados del nefilim, en el camino Sam le contó a Dean lo que había leído sobre el caso y el paradero de Castiel, el mayor parecía confundido con todo lo que estaba pasando, deseaba saber qué era lo que sucedía pero algo le decía que era mejor quedarse fuera de todo, pero ¿Cuándo se quedó fuera de algo?
Llevaban menos de cinco minutos en la escena del crimen y ya sabían que había sucedido, más de diez demonios asesinados a manos de un ángel. Sam había llamado a Castiel para contarle lo que habían descubierto y este le contestó justo cuando logró que abrieran las puertas al cielo, algo que le había tomado más tiempo del necesario.
El cielo era un caos, los ángeles pasaban de un lado a otro con prisa cargando papeles que parecían más antiguos que ellos mismos, Castiel intentó detener a alguien para que le contara que sucedía, pero todos parecían ignorarlo, más concentrados en transportar las valiosas escrituras de un lado a otro.
—Castiel—una voz suave lo llamó detrás suyo.
—Duma—el ojiazul se acercó a ella con pasos rápidos—¿Qué sucede?
—Debiste sentir la alarma que se activó hace unas semanas—el ángel asintió en confirmación—, después de eso decidimos que lo mejor era cerrar comunicaciones con la tierra, la prioridad era encontrar la causa.
—¿Encontraron algo?
—Encontramos el templo de las gracias—Castiel se mostró sorprendido ante la información nueva—, al parecer algo, o mas bien alguien, salió de ahí, no sabemos quien.
—Más de diez demonios fueron asesinados por un ángel—informo él ahora—, la persona que salió del templo...
—Sea quien sea debemos encontrarla, si no encontramos a quien salió del templo todos estaremos en peligro.
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Algún lugar de Kansas.
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Aurora observaba desde lejos a un grupo de adolescentes que se reían y fumaban en la acera, a la rubia le parecía curioso cómo iban por ahí sin saber los peligros que acechaban en las sombras, como actuaban como si fuesen seres superiores cuando claramente no lo eran.
El cielo estaba oscuro, pocas estrellas se podían distinguir en el oscuro lienzo que era el cielo, la vista le recordaba las veces que se escapaba al bosque encantado para visitar a las ninfas y jugar con ellas, como extrañaba aquellos días. No los extrañaba por sus hermanos o por su padre, los extrañaba por ellas, las pobres ninfas que habían pagado por los pecados de su padre.
Pobres criaturas inocentes, pensó suspirando.
Con pasos calmados decidió alejarse de donde estaba, había llegado a Kansas para buscar a los dichosos Winchester, no para perder el tiempo observando a los humanos ser idiotas. Mientras caminaba por la acera pensando dónde comenzar a buscar, una ola de poder la golpeo, un poder tan grande que solo había sentido una vez en su vida.
Solo había una persona con un poder tan grande como el que sintió, pero era casi un mito, nadie sabía dónde estaba o si aún existía, Aurora había visto a la persona poseedora de aquel poder una vez en su vida. Cuando hirió a Miguel, justo antes de ser encerrada.
—Interesante—una sonrisa cínica se formó en su rostro.
Si conseguía aquella fuente de poder podría llevar a cabo todos sus planes en menos de lo que esperaba.
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