Capitulo 7: Eco del horror

El laboratorio ya no se sentía como el refugio de ciencia y razón que había sido

Lo que una vez fue un bastión de conocimiento y lógica ahora era un lugar donde lo inexplicable se filtraba por cada grieta, corrompiendo la percepción y las mentes de los que trabajaban dentro

Los días y las noches ya no se distinguían; el tiempo parecía haberse disuelto en una masa informe de desesperación y caos

El eco, ese sonido incesante y omnipresente, reverberaba por los pasillos del laboratorio

No era un eco común, no provenía de las paredes, ni del suelo metálico, ni de los equipos que todavía funcionaban a duras penas

Era algo más profundo, más íntimo, como si surgiera desde el interior de los propios científicos

Una vibración que no era física, sino mental, invadiendo sus pensamientos y fragmentando sus ideas con susurros indescifrables

Kaspar Asimov fue el primero en notarlo, o al menos el primero en hablar de ello

Estaba sentado en su escritorio, revisando las lecturas de las últimas horas, cuando sintió una presión en su pecho, como si algo lo estuviera observando desde dentro

Al principio pensó que era la fatiga o el estrés acumulado, pero cuando el eco comenzó a resonar en su cabeza, supe que no era solo su mente jugando trucos

—¿Lo escuchas?— Preguntó en voz baja, su mirada fija en el vacío

Elara Volkov levantó la vista del monitor, sus ojos aún doloridos por las llamas negras que persistían en su visión

Le tomó unos segundos procesar lo que Kaspar decía

—¿Qué cosa?— Respondió, su voz sonaba tensa, como si temiera la respuesta

Kaspar frunció el ceño, su respiración volviéndose más irregular

—El eco... No proviene de ningún lugar en particular, es como si...— Se interrumpió, cerrando los ojos por un momento, intentando concentrarse —Está dentro de nosotros, como si algo estuviera intentando comunicarse—

Elara lo miró con creciente inquietud, sabía que todos en el equipo estaban sufriendo el impacto del aislamiento y la extrañeza de los fenómenos que rodeaban al asteroide, pero esto sonaba diferente, sonaba más... profundo

—Kaspar, estás cansado, todos lo estamos, este lugar...— Comenzó a decir, intentando calmarlo, pero Kaspar la interrumpió bruscamente

—No es cansancio, lo sé, lo siento aquí— Dijo, golpeando suavemente su sien con los dedos —Y no soy el único— Su voz tembló levemente —Elara, esto... esto nos está destruyendo desde adentro—

Mientras hablaban, Halvorsen, que estaba sentado en la esquina de la sala con la mirada perdida, comenzó a murmurar en voz baja, al principio nadie lo notó, pero el tono de su voz creció, y las palabras que salían de su boca eran ininteligibles, pero llenas de una desesperación palpable

—No, no puede ser... no puede ser...— Repetía mientras su cuerpo se balanceaba ligeramente hacia adelante y hacia atrás, como si estuviera en trance

Mikhailov, que había estado revisando algunos instrumentos a un lado de la habitación, se acercó a Halvorsen, alarmado por su comportamiento

—¿Halvorsen? ¿Qué demonios te pasa?— Preguntó, colocando una mano en su hombro, pero en cuanto lo tocó, Halvorsen dio un grito gutural, alejándose de él con una fuerza inesperada

—¡Lo escuché!— Gritó, sus ojos desorbitados y llenos de terror —¡Escuché mi muerte! Me dijo cómo iba a morir... cómo todos vamos a morir—

La habitación quedó en silencio

El eco seguía vibrando en el aire, envolviendo a todos, pero las palabras de Halvorsen dejaron una impresión mucho más oscura

Los científicos intercambiaron miradas, sabiendo que algo irreversible estaba sucediendo

Mikhailov intentó acercarse de nuevo a Halvorsen, esta vez con más cautela

—Tranquilo, Halvorsen, has estado bajo mucha presión, no dejes que esto te domine, estamos cerca de encontrar una solución...—

Pero Halvorsen lo interrumpió con una carcajada amarga y quebrada

—¿Solución?— Escupió con desdén —¡No hay solución para esto!— Señaló hacia la cámara de contención donde el asteroide estaba confinado —¡Ese maldito pedazo de roca nos está matando! No solo el frío, no solo las llamas... sino lo que está dentro de nuestras mentes, nos susurra... y nos dice cosas... cosas que no deberíamos saber—

Elara dio un paso adelante, su rostro tenso

—¿Qué cosas, Halvorsen? ¿Qué es lo que has escuchado?—

Los ojos de Halvorsen se llenaron de lágrimas, su voz se quebró al responder

—Nuestro futuro, lo vi todo, como si fuera un recuerdo, me escuché gritar... y vi el vacío, sentí el frío, pero no era solo el frío... Era el fin, todo se desintegraba, mi cuerpo, mis pensamientos... No había nada después, solo oscuridad—

Elara sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal

Las palabras de Halvorsen resonaron en su mente, y, aunque luchaba por no creerlo, había algo profundamente perturbador en la claridad con la que hablaba, como si lo hubiera vivido

De repente, un nuevo sonido invadió la sala

Era un chirrido metálico, como si algo rascara desde el interior de la cámara de contención

Los científicos se giraron al unísono hacia la fuente del ruido

El asteroide, que hasta entonces había permanecido quieto, comenzó a vibrar ligeramente, como si algo estuviera despertando dentro de él

Kaspar dio un paso hacia atrás, con el rostro pálido

—Está... respondiendo al eco— Murmuró —Como si lo estuviera... activando—

Mikhailov frunció el ceño, intentando mantener la calma, aunque su voz traicionaba su miedo

—¡Tenemos que aislarlo mejor! Si está interfiriendo con nuestra percepción, tal vez podamos...— Su voz se interrumpió cuando las luces del laboratorio parpadearon violentamente

La oscuridad llenó la sala por unos segundos interminables, hasta que las luces volvieron, pero esta vez más débiles, como si una presencia invisible drenara la energía

—No va a funcionar— Dijo Halvorsen, más tranquilo ahora, pero con una fría certeza —No puedes aislar algo que ya está dentro de ti—

El eco se hizo más fuerte, y los susurros se tornaron más claros, aunque seguían siendo incomprensibles

Era como si una conciencia ajena estuviera intentando comunicarse, pero a través de un idioma que ningún humano podía comprender

Los murmullos arañaban las mentes de los científicos, llevándolos al borde de la locura

Elara sintió que su visión comenzaba a distorsionarse

Las llamas negras que veía en el asteroide parecían danzar más rápidamente, multiplicándose en los bordes de su campo de visión

Cada vez que parpadeaba, las llamas se acercaban, consumiendo más de su realidad

Ya no podía distinguir el laboratorio con claridad

Todo estaba cubierto por sombras y fuego oscuro

—No hay escapatoria— Dijo Halvorsen, su voz sonaba hueca, perdida —El asteroide es solo el principio, algo está... viniendo, algo inmenso, no lo veo, pero lo siento, está más allá del espacio y del tiempo, y cuando llegue... ya no seremos nosotros—

El horror en el rostro de los demás era palpable

Ninguno de ellos podía explicar lo que estaba ocurriendo

Las teorías científicas que habían sustentado sus vidas y carreras se desmoronaban ante lo que enfrentaban

El universo mismo parecía haberse convertido en un lugar hostil y alienígena

Kaspar se dejó caer en una silla, derrotado

—Entonces... ¿Qué hacemos?— Preguntó, aunque sabía que nadie tenía una respuesta

El eco volvió a retumbar, más profundo, más cercano

Y todos, en ese momento, comprendieron que no había escapatoria

Lo que habían traído a la Tierra no era solo un asteroide; era una puerta a algo mucho más vasto y terrible, una conciencia que estaba observando, esperando... y comenzaba a hablar

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