Capitulo 3: Frio
El sueño llegó a los científicos de manera inusual esa noche
La fatiga acumulada por los largos turnos y el constante análisis de los fenómenos alrededor del asteroide les arrastró a un estado de inconsciencia profundo y desconcertante
Pero este sueño no era reparador
Era denso, impenetrable y, sobre todo, compartido
Ninguno de ellos había experimentado algo así antes
Sueños tan vívidos y extraños, como si estuvieran entrando en una región del universo que no estaba hecha para ser observada
En su mente, las imágenes eran imposibles de describir con palabras
Un mar de hilos oscuros y luminosos a la vez, extendiéndose hacia un horizonte que no existía
No había cielo ni suelo, solo la sensación de infinitud
Cada hilo parecía estar compuesto de millones de pequeños puntos fluctuantes, como si fueran partículas de luz y sombra, entrelazándose en un patrón que desafiaba la geometría conocida
Los científicos se veían flotando, sin cuerpos, sin un lugar fijo, testigos de lo que parecía ser el esqueleto del cosmos, el entramado que mantenía en pie la estructura de la realidad
Kaspar Asimov fue el primero en percibir el horror, aunque no podía explicar exactamente qué era
Algo en el modo en que los hilos se entrelazaban y se movían, en la vastedad sin fin de aquella red, le hizo sentir una diminutez más allá de lo concebible
Era como si todo lo que alguna vez supo, todo lo que él y sus colegas habían dedicado su vida a entender, no fuera más que un leve zumbido en comparación con la insondable magnitud de lo que estaba viendo
Intentó apartar la mirada, pero no podía
Los hilos seguían danzando, acercándose y alejándose, como si respiraran una vida propia
En algún lugar, o al menos lo que su mente intentaba interpretar como tal, oyó un susurro
No era una voz humana
No era una voz de ningún tipo conocido
Era más como un eco, una vibración que resonaba en las mismas fibras de su conciencia
—"Los campos..."— decía el eco, extendiéndose a través de las oscuras hebras —"Los campos son todo..."—
Volkov también estaba allí, en algún lugar de ese infinito
Podía sentir la presencia de sus compañeros aunque no podía verlos
Flotaba entre los hilos, viendo cómo todo se entrelazaba con una precisión aterradora
En ese momento, todo su conocimiento científico parecía inútil, sus ecuaciones y teoremas simples garabatos de un niño ante la complejidad descomunal de aquel entramado
El horror no venía de una amenaza explícita, sino de la comprensión lenta e inevitable de que todo lo que alguna vez creyeron conocer sobre el universo era insignificante, un simple fragmento en una inmensidad incognoscible
Volkov intentó gritar, pero no tenía boca
Intentó huir, pero no había espacio ni tiempo donde pudiera moverse
Solo los hilos, los campos, y el vacío sin fin
Al despertar, lo primero que sintieron todos fue el frío
No el frío normal de la estación, sino un frío que parecía emanar desde su propio ser, un frío que nacía de lo que acababan de soñar
Como si esas visiones se hubieran infiltrado en sus cuerpos, dejándolos marcados de una manera que aún no comprendían del todo
Kaspar se levantó del catre improvisado que había colocado junto a los monitores, con el corazón palpitando de manera irregular
El sudor frío le empapaba la frente, aunque su cuerpo temblaba de una manera que ninguna cantidad de calor podría detener
Los otros también estaban despiertos, Volkov parecía el más afectado
Estaba en una esquina, con los ojos desorbitados, murmurando para sí mismo
—No son hilos...— susurraba, mientras su mirada se perdía en algún punto fijo de la pared —No son solo hilos...—
Kaspar se acercó lentamente
El brillo metálico de los equipos científicos iluminaba a Volkov, quien ahora se mecía hacia adelante y hacia atrás, cubriéndose la cabeza con las manos
—Volkov... ¿Qué estás diciendo?— preguntó Kaspar con cautela, aunque sabía que algo en su colega ya no estaba bien
Volkov levantó la cabeza bruscamente, con los ojos enrojecidos, como si no hubiera dormido en días
Una sonrisa nerviosa y torcida apareció en su rostro
—¡Los campos!— gritó, su voz quebrándose entre la histeria y el terror —¡Los campos! Lo vi, Kaspar, lo vi todo ¡El universo es solo un campo! Solo... una pequeña parte de algo más ¡Esos hilos no son materia, no son energía! Son... son...— Su voz temblaba, como si la simple idea de describirlo fuera más de lo que podía soportar —Son las raíces de algo que está más allá de nosotros y nosotros... nosotros no somos nada, solo partículas flotando en su periferia... ¡Nada!—
Calder y Halvorsen también estaban de pie, aunque se mantenían alejados
Ambos sabían que Volkov siempre había sido el más racional, el más duro
Verlo en ese estado era una prueba palpable de que algo, algo inhumano, estaba empezando a afectarlos
—Tómalo con calma, Volkov— intervino Calder, su tono intentando ser tranquilizador —Fue un sueño, una reacción al estrés, como dijimos antes, el asteroide ha alterado nuestras percepciones, pero no podemos perder la cabeza ahora, necesitamos analizar esto desde una perspectiva científica—
Volkov lo miró con furia en los ojos, su rostro torcido por una expresión de miedo y desprecio
—¿Científica? ¡Esto no tiene nada que ver con la ciencia que conocemos, Calder!— escupió —No podemos comprenderlo ¡Estamos viendo algo que no deberíamos estar viendo! ¡Es demasiado! ¡Los hilos... los campos... ellos hablan!— Se llevó las manos a la cabeza —¡Lo oí! ¡Una voz, tan fría como el vacío, susurrándome al oído! Nos están observando, nos están... cultivando—
Esas últimas palabras cayeron como una losa sobre todos en la sala
La desesperación de Volkov era palpable, y aunque Kaspar trataba de mantener la calma, algo en su interior se revolvía con horror
Las palabras "nos están cultivando" resonaban en su mente, imposibles de ignorar
—¿Quiénes?— Susurró finalmente Kaspar, casi sin querer oír la respuesta
Volkov se encogió, como si la simple idea de responderle le produjera un dolor insoportable
—No... no sé quiénes— Murmuró, la voz quebrada —Pero son antiguos, más antiguos que las estrellas, son los dueños de los campos y nosotros somos... como las semillas, no somos más que una fracción de algo que apenas puedo comprender y el asteroide...— Hizo una pausa, mirando con ojos enloquecidos hacia la cámara donde el objeto reposaba en su contención —El asteroide es una grieta, un punto donde nuestra realidad y la suya se rozan y están... están esperando, esperando algo—
El silencio que siguió fue pesado, denso
Nadie se atrevió a contradecir a Volkov en ese momento, aunque la desesperación en sus palabras provocaba el impulso de negarlo todo
Sin embargo, algo dentro de ellos sabía que sus miedos más profundos estaban empezando a confirmarse
Los hilos, los campos, las voces susurrantes
Todo lo que creían saber estaba comenzando a desmoronarse, y lo que se avecinaba era mucho más oscuro y aterrador
Kaspar cerró los ojos, tratando de calmar su mente, pero en el borde de su conciencia todavía resonaban aquellas palabras
"Los campos son todo"
Y eso solo era el principio del horror que estaban por descubrir
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