Kaspar caminaba tambaleándose por los corredores destrozados del laboratorio
El frío ya no lo afectaba; era solo una presencia constante, como un susurro en el fondo de su mente, una voz que se había instalado ahí desde hacía días, o quizás semanas
El tiempo no tenía sentido
No sabía si aún quedaban días, horas, o solo segundos
Todo lo que sabía es que el asteroide estaba llamándolo
Siempre lo había hecho
—Ven... ven...— Una voz resonó a su alrededor, suave, casi maternal, se detuvo en seco, los ojos muy abiertos
—¿Viktor?— Preguntó, girando la cabeza hacia el pasillo vacío, su corazón palpitó con fuerza —¿Eres tú?—
Silencio
Pero entonces, en el rabillo del ojo, una sombra familiar se asomó, Viktor estaba de pie, con la misma bata blanca y su mirada calculadora, aunque sus ojos brillaban con una intensidad extraña, como si algo detrás de ellos lo hubiera reemplazado
—Claro que soy yo, Kaspar— Respondió Viktor, su voz retumbaba como el eco de una campana rota —Siempre he estado aquí, todos lo hemos estado—
Kaspar parpadeó, intentando comprender
Su mente estaba fracturada, rota en mil piezas, pero ver a Viktor frente a él lo reconfortaba... o al menos, le daba la ilusión de normalidad
Dio un paso hacia él, inseguro
—Tienes que tocar el asteroide, Kaspar— Ahora era Elara quien hablaba, apareciendo detrás de Viktor, su rostro no era el mismo de antes, su piel parecía más oscura, como si estuviera cubierta por las sombras que habían estado invadiendo el laboratorio, pero su sonrisa era cálida, casi invitante —Solo entonces lo entenderás, solo entonces verás lo que nosotros hemos visto—
Kaspar negó con la cabeza, temblando, algo en él sabía que esto no era real, que Viktor y Elara estaban muertos, devorados por el asteroide, por las sombras, por algo más profundo
Pero las voces eran tan seductoras, tan cercanas ¿Qué más le quedaba?
—No... no puedo...— Susurró, intentando alejarse, pero sus pies se negaron a moverse, algo en su interior se agitaba, una parte de él quería escuchar, quería hacer lo que le decían
Elara avanzó hacia él, su figura casi flotando
Su rostro se deformaba en algo más allá de lo humano, pero su voz seguía siendo suave
—Kaspar, ya no importa, el frío, la oscuridad, no son enemigos, son... puertas— Se detuvo a unos centímetros de él, inclinándose para susurrarle al oído —Nosotros ya cruzamos... y te estamos esperando del otro lado—
Las palabras perforaron lo que quedaba de su cordura, Kaspar se llevó las manos a la cabeza, apretando con fuerza, tratando de detener los pensamientos invasivos, pero era inútil
Estaba rodeado
Las sombras lo habían alcanzado
Sus "amigos" ahora eran parte de algo mayor, algo que lo observaba a través de ellos
—No... ¡no!— Gritó, pero su voz sonaba débil, casi un eco de lo que una vez fue
Empezó a caminar, tropezando hacia la cámara del asteroide, sintiendo una urgencia incontrolable por estar cerca de la "semilla", como ellos la llamaban
Al llegar, el asteroide lo esperaba en su pedestal, silencioso y oscuro
Las luces parpadeaban a su alrededor, haciendo que las sombras bailaran en la sala, como si tuvieran vida propia
Viktor apareció junto a él, una sonrisa desquiciada en el rostro
—Es el principio y el fin, Kaspar— Su voz era un susurro rasgado, cargado de una sabiduría que ninguna mente humana podría soportar —Solo toca la superficie, solo por un momento... y lo verás todo—
Kaspar alargó la mano, su cuerpo moviéndose casi por sí solo
En lo más profundo de su mente, una parte de él gritaba en contra, rogándole que se detuviera, pero estaba demasiado lejos para oírla
Sus dedos temblaron al tocar la superficie helada del asteroide
El frío lo golpeó instantáneamente, pero no era el tipo de frío físico al que estaba acostumbrado
Este frío lo atravesaba, invadiendo no solo su carne, sino su mente, su alma
Era el frío del Vacío
Y entonces, todo se rompió
Su conciencia se desgarró en mil pedazos, como un espejo hecho añicos
Por un instante, no era Kaspar, ni humano, ni nada de lo que alguna vez había sido
Era parte de algo más grande, algo que se extendía más allá de lo imaginable
Vio el inicio del universo, una explosión de energía pura que dio lugar al caos y el orden, a la luz y la oscuridad
Vio los campos de multiversos, creciendo como vastos jardines cósmicos, donde cada realidad seguía sus propias reglas, torciendo las leyes de lo que era posible
Pero no solo vio la creación
Vio lo que estaba más allá, el Vacío que envolvía todo, un abismo que no tenía fin ni principio, donde el tiempo y el espacio no tenían significado y allí, en medio de ese infinito, vio la Sombra, la misma que lo había acechado en sus sueños
La sombra que miraba con ojos infinitos, observando cómo las realidades nacían y morían
—Esto... esto es...— Kaspar intentó hablar, pero las palabras no salían, no tenía voz, no tenía forma
Era solo un fragmento de algo más vasto, algo incomprensible
El frío siguió apoderándose de él, devorando todo lo que alguna vez fue
Sintió cómo sus pensamientos se diluían, cómo su identidad se convertía en polvo cósmico
La risa de Viktor resonaba en su mente, pero ya no importaba. No había risa, no había dolor, solo la eternidad
—Bienvenido, Kaspar...— La voz de Elara sonó por última vez, antes de que todo se desvaneciera
Y entonces, ya no había nada
El laboratorio quedó en silencio
Las luces parpadearon una última vez, y el asteroide, inmóvil, parecía haberse tragado el último vestigio de humanidad que quedaba
El fin había llegado
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