Capitulo 11: La Entrada al Principio

El laboratorio estaba sumido en una penumbra antinatural

Las luces de emergencia apenas emitían un resplandor tenue, insuficiente para iluminar los rincones donde las sombras parecían tener vida propia, Elara y Kaspar eran los últimos que quedaban

Solo dos almas aún conscientes de la pesadilla cósmica que les envolvía, aunque la cordura parecía deslizarse lentamente entre sus dedos

Elara, sentada contra una pared fría, miraba al vacío

Su mente luchaba por asimilar lo que había presenciado

Cada rincón del laboratorio, cada máquina rota, cada susurro a medias en el aire parecía estar cargado de un significado incomprensible

Se abrazaba a sí misma, como si el mero contacto pudiera anclarla a la realidad que se disolvía

Kaspar estaba de pie, mirando fijamente el asteroide a través de la ventana agrietada, con los ojos vidriosos, pero no de locura... no del todo

Había algo más en su mirada, un atisbo de revelación que le daba un aire perturbadoramente sereno

—No es... no es solo una roca, Elara— Dijo Kaspar en voz baja, con un tono que hacía vibrar la tensión en el aire —Es una puerta, siempre lo fue—

Elara levantó la cabeza lentamente, como si las palabras de Kaspar hubieran logrado atravesar el denso velo que cubría su mente

Lo miró con incredulidad

—¿Qué... qué dices?— Su voz temblaba —Una puerta... ¿a dónde?—

Kaspar rió suavemente, una risa hueca y rota

Se pasó una mano por el rostro, que ahora tenía un aspecto demacrado, como si hubiera envejecido en cuestión de días

—Al principio y al fin— Susurró —Lo que hemos estado viendo, esas llamas negras... esos susurros... no son solo manifestaciones del asteroide, no, son los bordes de algo mucho más grande, algo que hemos tocado sin entender—

Elara se estremeció

Las palabras de Kaspar parecían arrastrar consigo un peso abrumador, como si cada una estuviera tallando pequeñas fracturas en su ya frágil conciencia

—Estás hablando... estás hablando como Viktor antes de que...— Dijo, su voz a punto de quebrarse

—Viktor lo supo antes que nosotros— Respondió Kaspar, dando un paso más cerca de la ventana —Lo vio, pero no pudo soportarlo, lo destruyó porque trató de comprender lo que no puede ser comprendido—

Elara cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear lo que Kaspar decía

No podía soportarlo

El frío, las desapariciones, las visiones, todo se acumulaba en su mente, enredándose en un nudo que no podía deshacer

—¡No!— Gritó de repente, golpeando el suelo con los puños —¡Esto no tiene sentido! ¡Todo esto... no puede ser real!—

Kaspar giró lentamente hacia ella, sus ojos llenos de una tristeza casi paternal

—Es real, Elara y lo sabes, lo sientes, lo que está aquí, lo que está detrás de esa roca... siempre ha estado aquí, nosotros solo somos los últimos en verlo—

Elara lo miró, sus ojos llenos de lágrimas

Sabía, en el fondo de su ser, que algo estaba profundamente mal en todo lo que había sucedido, pero no quería aceptar la verdad que Kaspar parecía haber abrazado

—Entonces... si esto es el fin...— Murmuró ella, abrazándose más fuerte —¿Qué se supone que hagamos? No queda nadie más, no queda nada más—

Kaspar se acercó lentamente, hasta quedar de pie frente a la ventana

Observó el asteroide, las llamas negras danzando suavemente en su superficie

Parecían ondular, como si respondieran a un patrón invisible, a una frecuencia que solo podía percibirse en lo más profundo de la mente

—Hay una salida— dijo Kaspar, casi en un susurro —Una salida hacia el principio, si cruzamos esa puerta... si la atravesamos... tal vez podamos entender lo que esto significa, tal vez podamos ver lo que está al otro lado—

Elara lo miró con los ojos desorbitados

—¿Cruzarla? ¡Estás loco! ¡Eso nos matará!— Gritó, retrocediendo hasta la pared

Kaspar negó lentamente con la cabeza, con una calma aterradora

—Nosotros ya estamos muertos, Elara— Su voz resonaba, pero no por desesperación, sino por la certeza de alguien que ha aceptado lo inevitable —Desde el momento en que llegamos aquí, desde el momento en que tocamos esa cosa, nuestras vidas se deshicieron, ahora solo somos sombras atrapadas en este espacio entre lo que fue y lo que será—

Elara dejó escapar un sollozo, su mente desmoronándose más rápido de lo que podía controlar

Los fragmentos de lógica y razón a los que se había aferrado se desvanecían, y todo lo que quedaba era el abismo

El mismo abismo que sentía resonar en el aire, en las paredes, en las llamas negras

Kaspar, sin esperar respuesta, comenzó a caminar hacia la salida de la sala

Sus pasos eran lentos pero decididos, como si cada uno lo llevara más cerca del borde de la comprensión

—¿A dónde vas?— Preguntó Elara, con la voz quebrada por el miedo y la desesperación

Kaspar se detuvo en la puerta, sin mirar atrás

—Voy a abrir la puerta— La simplicidad con la que lo dijo hizo que un escalofrío recorriera la columna de Elara —Voy a mirar lo que hay al otro lado, Elara. Y tú también lo harás, eventualmente—

Elara se quedó en silencio, mirando cómo la sombra de Kaspar desaparecía por el pasillo

La soledad en el laboratorio se hizo palpable, el silencio apenas roto por el zumbido tenue de los sistemas fallando

El asteroide seguía allí, un testigo inmóvil de su colapso

Se abrazó más fuerte, intentando contener el pánico

Pero las palabras de Kaspar seguían resonando en su mente, una y otra vez

"Es una puerta... al principio... y al fin"

Y entonces, por primera vez, lo sintió con toda su fuerza

No solo el miedo, no solo la incomprensión, sino una terrible certeza: algo estaba esperando más allá

Algo que siempre había estado allí, observando y ella estaba destinada a verlo

Elara levantó la cabeza lentamente, mirando la ventana que daba al asteroide

Las llamas negras danzaban con una energía silenciosa, seductora, como si la llamaran a unirse a ellas

—No... no quiero...— Susurró, pero su cuerpo ya no le pertenecía, algo más estaba tomando el control

Y así, con un último sollozo, se levantó

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