XV | Controlled Love

Daniel lo había estado observando desde hace más de doce lunas, al principio le parecía curioso, su forma de caminar, ver y actuar. Pero con el paso del tiempo solo pudo parecerle encantador y... bonito.

Se acercó una noche a él, dudoso y tímido, temía asustarlo, o no agradarle. Temía alejarlo. Él quería seguir viéndolo, admirandolo.

Armado de valor emprendió una amena charla, hablando del escenario a su alrededor, la hermosa luz blanca de la Luna, de los cantarinos grillos y de las hermosas luciérnagas. Todo era hermoso, tan perfecto, tan... irreal.

Parecía un sueño.

Que pronto se volvió pesadilla.

No sabe en qué estaba pensando, pero, una noche, él presentó a Sereth a sus hermanos, contentos de que ellos lo conocieran como: El chico al que estoy pretendiendo.

Todos ellos rieron incrédulos sin importarles que Sereth estaba justo ahí y podía escucharlos. Todos se burlaron, menos Jeykoth.

El le dijo: "Es lindo, tal vez deberías llamar a Madre y presentárselo, a ella de seguro le encantará."

Que incrédulo fue.

— Sereth, ¿me esperas aquí? — preguntó ansioso, su chico asintió tímido no sabiendo que más responder al tener la mirada de todos sus hermanos puesta en él. — no tardaré lo prometo, traeré a madre, ¡Se pondrá contenta cuando te vea! Ahora vuelvo.

En cuanto se fue sus hermanos se dispersaron por el lugar, seguros de que no querían pasar más tiempo con el chico tímido que a penas podía reír cada que alguno le hablaba, como si ellos hablaran en un idioma desconocido para él.

— Ven. — Sereth saltó en su sitio en cuanto escuchó aquella orden, se giró encontrando entonces al chico que le había dicho a su casi-pareja que fuera a buscar a su madre para presentarlos. — Te mostraré algo, te gustará.

Él lo llevó a un jardín lleno de rosas rojas con grandes espinas.

Abrió sus ojos sorprendido, el lugar era de verdad muy hermoso, quiso girarse para ver al muchacho pero de pronto sintió sus sentidos adormecerse y su mente apagarse.

Cuando pudo estar por completo consciente observó curioso el lugar en el que estaba, hipnotizado por la rosa blanca que brotaba en el medio del gran jardín. Casi como si no pensara caminó en dirección a ésta pasando a través del campo de rosas rojas, sus ropas siendo rotas por las espinas de las rosas y pequeñas gotas de sangre manchando su cuerpo de rojo escarlata.

El dolor no llegó a él, no podía sentirlo y para él no existía, estaba más concentrado en llegar a la rosa. Y cuando lo hizo, y la tomó...

— Hey.

Lo demás es historia, esa misma noche se unió gracias a la primera rosa blanca nacida a ese chico de cabellos negros que lo había llamado ladrón luego de solo agarrar una rosa blanca.

Le gustó. Y solo quería estar con él.

— ¿¡Por qué lo hiciste!? — exclamó enfurecido Daniel mientras sus manos echas puños sostenían con fuerza la camisa de su hermano mayor, sus ojos cristalinos lo observaron atónitos, no podía entender cómo es que se había atrevido a sacarlo de la mente de Sereth. Él ya no lo recordaba, no sabía quién era, no sabía los momentos que habían compartido. — Por qué...

El mayor de los hermanos era ambicioso y astuto, sabía lo que quería y porque lo quería pero Daniel no podía entenderlo hasta que se lo dijo.

— Él es lindo, me gusta — fue como si no le importara en realidad, no podía saberlo de él, no podía leer a su hermano. —, es tan... inocente, solo quiero mancharlo. — y cuando lo miró, con aquellos ojos color rojo vino se sintió más que intimidado, amenazado. — No lo entenderías, no eres como nosotros.

Jeykoth presentó a Sereth a sus hermanos, claros que ellos ya sabían lo que Jeykoth quería del muchacho y lo que le había hecho, por eso no hicieron escándalo y trataron bien al nuevo miembro de la familia, solo para intentar conseguir lo mismo que el mayor, pero había uno que lo miraba extraño, dolido, herido. A Sereth le daba miedo, por lo que nunca quiso estar cerca de él, Jeykoth le dijo que su hermano menor le tenía rencor porque, luego de ser presentado a madre ella lo bendijo con ojos color esmeralda, pero su hermano tenía ojos normales.

Lo entendió, así que lo dejó pasar, ignorándolo.

Sereth había olvidado a Daniel, y con eso el amor que sentía por él.

Mientras uno nuevo florecía en su corazón, un amor que a pesar de estar ciego era seguro al decir que amaba.

Jeykoth quitó de él la venda que tenía una noche de Luna nueva, pues el hermano mayor había sucumbido a los encantos del joven muchacho y quería que él lo amara sin el uso de su don, sin embargo no le devolvió sus recuerdos con su hermano menor. Grande fue su sorpresa al descubrir que Sereth con venda o sin venda, lo amaba.

Tal vez era la naturaleza que heredó de su madre, pero Jeykoth quiso usar ese amor para manchar al joven, lo engañó y maltrato, esperando odio y rencor más no obtuvo nada más que perdón.

A pesar de que el corazón de Sereth se rompía con cada traición él lo seguía amando.

Entonces quiso intentarlo una vez más, pero sin que Sereth supiera que fue él, porque no quería que otra abertura se abriera en él y Sereth al mirarla se acordara de su rostro.

Por eso utilizó a Daniel, el único que podía hacer algo contra Sereth y que este lo comprendiera creyendo que lo hacía porque lo odiaba. Esa noche, controló a Daniel para que este usara su don con Sereth y dijera lo que quería. Dejó que Daniel lo llevara hasta madre, pero todo salió mal. 

No se supone que madre lo matara, el plan había sido que ella lo salvara de Daniel y lo obligara a matarlo por intentar hacerle daño, que plantara en él el odio y la venganza, pero ella intentó algo más. 

Cuando Jeykoth llegó hasta el lugar acordado se sorprendió al ver el cuerpo tendido de Sereth sobre el pasto, carente de vida y con su corazón en manos de Luna. Lloró a pesar de que él había sido parte del teatro, y dejó que fuera Daniel quien lo tomara primero en brazos mientras lloraba su pérdida, porque él no se veía capaz de tocarlo y no querer morir junto a él por la culpa.

Después de eso caminó muerto en medio de vivos, dejando que el tiempo pasara, lastimándose esperando que algo lo matara, se arrancó el corazón más de tres veces esperando sentir lo mismo que Sereth aquella noche pero lo único que podía sentir era el vacío en su pecho y su pulso latiendo. No importara lo que intentara, el solo había muerto por amor pero no podía dejar esa vida.

Y cuando Daniel susurró su nombre ese día en el colegio, y sus ojos encontraron su figura alicaída, su mente y alma parecieron encenderse, y su cuerpo gélido retomó su calidez. De nuevo se sintió vivo y solo podía esperar, por tenerlo de nuevo a su lado entre sus brazos. Pero de nuevo, estaba esa maldición, aquella que lo controlaba, los intentos de madre por tener la razón.

Y cuando tu alma se ilumine, tu mente se encargará de apagar esa vela, y tu causa perecerá y por amor morirás, para toda tu vida.

Luna era quien tenía poder sobre todos, y la noche de la fiesta su mente no podía parar de gritar: Hazlo, él es débil ahora, caerá. 

Eran sus impulsos como hijo de la Luna Roja, la Luna de la maldad y el pecado, su naturaleza heredada. Su mente estaba nublada por esas cadenas que lo controlaban, que lo arrastraban, la oscuridad que quería consumirlo y destrozar lo único por lo que para él, valía la pena luchar. 

Usó de nuevo a Daniel y mientras más pasaba el tiempo usando su don más se arrepentía, por lo que hizo lo único que jamás pensó hacer. Quiso romper esas cadenas y dejar su mente y cuerpo libre, ser por fin él junto a su amor, no era sencillo pues todo se resumía a arrepentirse de sus actos más crueles, los hijos de la Luna no podían sentir tal sentimiento a menos de que hayan encontrado su razón para luchar y no haber asesinado o manchado esta, Sereth era esa causa y gracias a él pudo lograrlo, sin embargo no debía mostrar su euforia y sentimientos reales, o Luna podría darse cuenta e intentar amarrarlo de nuevo a ella. Por lo que hizo lo que mejor sabía hacer. Fingir, mentir.

Ahora Sereth estaba bien y a su lado, y nada podría separarlo de él, aunque el mismo Sereth se lo pidiera. Y mantendría en pie su mentira por el tiempo que fuera necesario.

Porque ahora era libre de la maldición, y vivía por amor.

En cuanto madre posó sus ojos sobre él sonrió de lado retador mientras señalaba con la cabeza a su lindo prometido que ahora se encontraba intentado charlar con el joven humano marcado por Minho, solo pudiendo sacar del humano su nombre que al parecer era; Jisung. Eso, luego, claro, de haber saludado correspondientemente a Madre. Hyunjin sabía que ella se había rendido con él por cómo lo miraba sin embargo sentía que ahí había algo diferente, ella tenía una extraña aura rodeando su cuerpo y el de Seungmin.

Madre se acercó hasta él, ella vestía como siempre su largo vestido azul claro, pero este no llevaba mangas, y su cabello estaba amarrado en una media cola con un listón blanco con forma de moño. Parecía una joven adolescente, demasiado hermosa y casi irreal, su piel clara y sus ojos azules intensos la hacían ver como lo que era, una Diosa.

Ella se sentó a su lado cuando Hesseung le dejó su lugar.

Sus palabras me sorprendieron. — Me recuerda a mí — parecía muy calmada a pesar del pequeño destello colérico en sus iris, pero no parecía enojada con Sereth. —, me hubiera gustado ser tan fuerte como él, y no caer.

Hyunjin asintió concordando con sus palabras. Antes de chasquear los dedos y deshacer la ilusión, quedando todos de nuevo en la capilla y haciendo chillar al humano al ver desaparecer la Mansión y aparecer sentado sobre una desgastada butaca de la Iglesia. 

La fiesta de los fenómenos había acabado, y la ilusión con ella.

Desde entonces Sereth se convirtió en la rosa blanca del jardín, siendo resguardado por rosas rojas con largas y peligrosas espinas, y a pesar de ser una rosa rota no dejaba de ser tan bella y hermosa.

Terminamos, ¿alguna duda para aclararlo en el próximo capítulo?
Uwu

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