甘い 01
-¡Mira, mami! ¡Mira! -un par de pasitos retumbaron por el suelo de madera.
Jeongyeon secó sus manos en el delantal que colgaba frente a su pecho y sonrió de lado. Pudo oler a su cachorrito antes de verlo, el suave chocolate con leche filtrándose en el aire. Habían descubierto que su bebito sería un alfa hace casi un año y su aroma oficial empezaba a mezclarse con el de sus primeros años.
Una mata de cabello azabache se aferró a su pierna con un solo bracito mientras que con el restante escondía algo detrás de su espalda.
Jeongyeon se acuclilló delante del niño jadeante, corrió los cabellitos sudados de su frente y besó su naricita.
-¿Qué tienes ahí, Kookie? -inquirió con una de sus tantas sonrisas. Amaba a su bebito.
-Mira -Jungkook colocó un huevo entre ambos cuerpos y la observó con sus ojos brillando febrilmente.
-¡Un huevo! -Jeongyeon exageró su sorpresa, sacándole risitas con dientitos de leche a la vista.
-¡En-enorme! Mamá dice que Elmira puso.
Elmira era una de las tantas gallinas que rondaban por la granja. Ellas solían dejarlas sueltas durante el día para que tuvieran todo el espacio que quisieran y en la noche las guardaban en el gallinero para que ninguna alimaña las pudiera lastimar. Eran sus mascotas, en cierto punto, y desde que empezaron con el proyecto decidieron darle el respeto que se merecían.
-¡Kook! -Nayeon ingresó a la cocina con una expresión de preocupación enorme- amor, te he dicho que no puedes correr por ahí solo.
-Lo siento, mamá nayeon, quería mostrarle huevo a mami.
-Bien.
Nayeon le sonrió a ambos antes de acercarse a su omega y darle un suave beso en los labios. Estaba sudada y sucia con tierra y césped, pero a su omega nunca parecía molestarle. El roble junto con la menta y la dulce miel se fusionaron cuando ambas lobas interiores se reconocieron, logrando suspiros en todos los presentes.
-¿Quieres que incluya el huevo de Elmira en tu almuerzo, bebé? -Jeongyeon tomó en brazos a su niño y lo meció de lado a lado.
-Por favor, mami -Jungkook gimió mientras se acurrucaba mejor en la glándula aromática de la omega- sueñito.
-Oh, mi vida... está bien, en un segundo comeremos y luego podemos tomar todos una siesta en el nido, ¿qué te parece la idea?
Jungkook asintió antes de estirar sus brazos hacia la alfa. Nayeon lo recogió y besó repetidamente entre sus cabellos.
De repente, un estrepitoso llanto retumbó desde el piso de arriba, alertando a todos.
-Yo voy, amor -Nayeon avisó- ¿vamos a ver que le sucede a Chaeyoung? -hizo saltar a Jungkook entre sus brazos, logrando que sonoras carcajada se perdieran entre los pasillos de la casa.
Jeongyeon suspiró feliz, orgullosa de que por fin su vida estuviera tomando el rumbo deseado.
Mientras picaba las verduras que incluiría en la comida, su pasado tomó parte de sus pensamientos actuales.
Había conocido a Nayeon en una de las tantas empresas que la alfa manejaba, una automotriz en especifico. Ambas fueron flechadas instantáneamente, cediendo a lo que el destino tenía deparado para ellas. Se enamoraron y tiempo después enlazaron. Sin embargo, coincidieron que la vida que llevaban no era la que querían, aunque esta estuviera compuesta de todos los lujos posible y reconocimiento en pleno centro neoyorquino. Decidieron de un momento a otro dejar todo atrás, compraron una granja a las afueras y se mudaron.
Nayeon seguía manejando parte de sus empresas a la distancia, vía online, y Jeongyeon había dejado de lado el ejercicio de su profesión para dedicarse de lleno a la vida rural y la familia. Así funcionaban, como un equipo.
El aroma a cachorro alterado lo golpeó de lleno. Su loba se alertó enseguida, haciendo que dejara todo de lado para ver que sucedía.
Nayeon volvió a aparecer en su campo de visión pero esta vez con Chaeyoung en su brazo izquierdo y Jungkook aferrado a su mano contraria. La cachorrita de un año lloraba con su rostro completamente rojo y un pucherito notable mientras se removía de lado a lado entre los brazos de su madre alfa.
-¿Qué sucede, Chaeng? -murmuró, sintiendo su loba interior rasgar y aullar por consolar a su cachorra.
-Creo que esta pequeñita de aquí tiene hambre -Nayeon arrulló.
La alfa la dejó entre sus brazos, besó sus rizos y se dirigió a intentar ayudar un poco con la comida.
Chaeyoung había dejado de amamantar cómo único medio de alimento un par de meses atrás, cuando decidieron introducir alimentación complementaria, pero de vez en cuando la cachorrita tenía ciertas crisis de mamá, cómo la pareja solía denominarlo, y exigía un poco de pecho.
Jeongyeon no dudó en bajarse un tirante del vestido playero que llevaba puesto y permitirle a su bebé pegarse a su pecho. Para ese punto dolía un poco, más que nada porque los dientes de Chaeyoung empezaban a crecer y la niña ganaba fuerza en sus succiones, pero nunca podría negarle esa conexión. Además de que su lobita interior terminaría por matarla si el lazo madre-cachorro se cortaba de golpe.
Palmeó sobre su pañal un par de veces y acarició el puente de su nariz con paciencia, concentrándose en los ojitos grandes y no en la molestia generada. Lo peor de todo era que su cuerpo seguía produciendo leche a montones y si no se la proporcionaba a la niña o la sacaba de su cuerpo, el dolor era incluso mayor.
Jungkook apareció en escena otra vez, solo que en esta ocasión sus pantalones ya no formaban parte del atuendo. También había intentado quitarse la playera, Jeongyeon podía deducirlo por una de las mangas fuera de lugar, pero se ve que no había sido una tarea exitosa.
-Cachorro, ¿dónde dejaste tu pantalón? -Nayeon le preguntó en medio de una risita contenida.
-Se fue, papi.
-¿Y podríamos saber hacia dónde? -esta vez intervino Jeongyeon.
Jungkook negó de lado a lado suavemente antes de arrastrar una silla a un lado de su madre y hermano. Acarició la manito de Chaeyoung y terminó apoyando su rostro sobre el hombro desnudo de Jeongyeon. Fregó su carita de lado a lado y se mantuvo allí, llenándose del aroma a mamá.
Chaeyoung terminó su comida con una suave succión y un sonido de plop.
-¿Estás satisfecho, cachorrita glotona? - la omega sintió su lobita ronronear cuando Chaeyoung emitió un chillido alegre.
-Mami -fue todo lo que obtuvo a cambio, dado que era una de las únicas palabras que la niña había aprendido a decir. Las otras tres eran má, Ae y no.
-¡Ayudo a mamá nay con la mesa! -chilló Jungkook mientras se bajaba de la silla de un salto y corría a la cocina.
Nayeon estiró una de sus piernas para evitar que la cachorra se acercara a la cocina caliente, recibiendo a cambio un ceño fruncido y un golpecito sin fuerza en el bloqueo.
-No golpees, alfita, en esta casa no golpeamos a nada ni nadie-Nayeon lo miró fijo con una ceja alzada, pero con voz igual de tranquila que siempre. Jungkook bajó la cabeza levemente a la vez que cruzaba sus manos detrás de su espalda.
-Siento, mamá nay.
-Disculpas aceptadas, amor. Ten, puedes llevar las servilletas a la mesa -Nayeon le entregó el rollo entero, que lucía demasiado grande entre sus pequeños bracitos y le sonrió suavemente.
-¡Ayudo!
-Muy bien, Kook, estás haciendo un trabajo estupendo.
A Jeongyeon le gustaba premiar pequeños actos, sabía que a sus bebés les funcionaba.
-¡Gracias, mami! -las mejillas de Jungkook se colorearon pero continuó llevando cosas mientras su hermanita lo observaba desde su sillita especial.
Cuando la comida estuvo lista y la mesa puesta, la pequeña familia de cuatro se dispuso a degustar.
Esta se encontraba compuesta por varios vegetales originarios de su huerta orgánica, legumbres y un poco de pescado para los niños y la alfa, ya que Jeongyeon era vegetariana desde hace tiempo. También, el huevo de Elmira reposaba en una de las esquinas del plato de Jungkook.
-¡Yumi, mami! -chilló Jungkook gustoso mientras engullía otra cucharada.
-Me alegro que te guste, amor.
Nayeon entrelazó una de sus manos con la de su omega sobre la mesa, y lejos de sentirse incómoda, se sentía como una presencia placentera. Se habían acostumbrado a tocar partes del cuerpo de la otra casi todo el tiempo, por lo que el contacto en cierto punto se volvía necesario.
Jeongyeon cortó una de las zanahorias en bastones medianos y los dejó sobre el platito de Chaeyoung. La niña era un cuadro, completamente sucia y manchada de comida de pies a cabeza, pero el desastre era parte del proceso de aprender.
De repente, un golpe retumbo en la mesa y seguido de eso, el vaso de agua de Jeongyeon completamente derramado. Jungkook saltó un poco por el susto de haber tumbado algo, encogiéndose levemente.
-Está bien, Jungkookie, fue un accidente -consoló Nayeon- ven, vamos por una toalla para que sequemos esto y todo resuelto.
-¿Mami no enojada? -murmuró jugando con sus deditos- su vaso no tener más agua.
-Claro que no estoy enojada, mi amor, los accidentes suceden, solo hay que remediarlos cuando podamos hacerlo. Ve con mamá nay por la toalla y luego podemos servir más agua en mi vaso.
Jungkook asintió un par de veces antes de bajarse de su silla, tomar la mano de Nayeon y regresar a la cocina.
A los pocos segundos volvió con una toalla de tela color rosa, se sentó en su lugar y la extendió sobre el agua. Necesitó de un poco de asistencia para secar todo, pero cuando estaba listo, una sonrisita orgullosa relucía en su rostro.
-¡Muy bien, amor! ¿ves? cómo si nada hubiese pasado -Jeongyeon aplaudió en su lugar, haciendo reír a ambos cachorros.
Nayeon los miraba con amor destilando en sus facciones. Desde que conoció a Jeongyeon, este tipo de situaciones pasaban por su mente todo el tiempo. Parecía ser que la omega había nacido para ser madre, siempre paciente y amorosa, aunque protectora cuando debía serlo.
El arreglo de ser respetuosas y pacientes en la crianza de sus hijos había sido acordado desde el primer momento, y pese a que ella había crecido bajo una crianza dictatorial y en cierto punto distante, no dudo ni un momento en acceder. Nunca querría que sus hijos sufrieran lo que ella sufrió en su infancia.
Los padres estaban para los hijos, no al revés. Por lo que siempre intentaría ser la mejor alfa y madre posible, y cuando llegaba a dudar, su omega estaba allí, a su lado, para guiarla.
El almuerzo acabo entre balbuceos de Chaeyoung, risitas de Jungkook y conversaciones varias. Poco después, como había prometido Jeongyeon, los cuatros estaban rodeados de calor y feromonas protectoras mientras tomaban una siesta en el nido principal.
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