Capítulo 5

Hello! Primero que nada quiero agradecer a todos los que se han tomado el tiempo de leer, comentar y dejarme sus votos en los capítulos anteriores. Son los mejores. :3 De verdad que estoy muy contenta con su respuesta hasta ahora. Y nada, pues aquí les dejo el capítulo. Que lo disfruten. =)

******************************************************

V

Llegamos al noveno piso, donde se encuentran las salas de entrenamiento. Reed me conduce hacia el encargado, un hombre de mediana edad y cabello cobrizo, quien me sonríe y me pide que le muestre el brazalete. Le extiendo mi mano derecha, observando cómo él lo escanea con una pequeña máquina,  parecida a las que usan las cajeras en los supermercados. 

—¿La sala número dos está bien? —pregunta el encargado, a lo que Reed responde:

—Sí, cualquiera que esté disponible.

El hombre asiente con la cabeza, busca detrás del mostador y le entrega una llave.

—Gracias, Morris.

Continuamos hacia la sala número dos, un cuarto que parece más la celda de una institución mental que otra cosa, con sus paredes y pisos acolchados desprovistos de mobiliario; no hay ni una silla para sentarse.

—Qué lugar tan raro—murmuro mientras me paseo por allí, sintiendo bajo mis pies la blanda textura del suelo.

Reed sonríe, entrelazando los dedos detrás de la nuca.

—Aquí entrenan los Índigos con poderes telequinéticos  —me explica.

Tiene lógica, a decir verdad. No quiero ni imaginar cómo sería si fuera distinto. Pobres bastardos. Terminarían con  los huesos rotos, de tanto estrellarse contra las duras paredes de yeso.   

Reed se echa reír, sacándome de mis locos pensamientos. Sonrío. Me encanta el sonido de su risa, la forma en la que sus ojos brillan divertidos.

—Tienes demasiada imaginación. ¿Cómo crees? No somos tan bárbaros.

 —El tan es lo que lo daña —le respondo riendo.

—Muy graciosa —contesta él, adoptando una postura más seria—. Será mejor que comencemos a entrenar.  Tenemos solo hasta la media noche.

«¿Y eso le parece poco? No son ni las ocho. ¿Acaso me quiere mandar al hospital de nuevo?»

Cuando salgo de mi ensimismamiento, Reed ya se encuentra al otro lado de la habitación en posición de lucha. Por lo visto el desafío va en serio. Su mirada aguzada me dice ese tanto. Al igual que su sonrisa arrogante, la cual despierta mi lado competitivo.

—Dame con todo lo que tengas —digo, poniéndome en guardia también.

Sus labios se ensanchan, haciendo que la adrenalina corra por mis venas. «Ya veras, Reed. Te haré desear no haberme desafiado.»

Como es de esperarse, él es más rápido que yo. Su ataque llega en un abrir y cerrar de ojos, empujando contra mis barreras implacablemente. La presión en mi cabeza aumenta con cada segundo que pasa, al punto que me cuesta concentrarme. Aún así sostengo mi pared. Resolví aguantar hasta el final y así lo haré.

 ¡Demonios! Por más que lo intento no logro enfocarme en mi ataque. Por si fuera poco, apenas llevamos unos minutos y ya me siento desfallecer. El corazón retumba en mis oídos con su incesante tamborileo y gotas de frío sudor bajan por mis sienes. Me duele hasta la raíz de los dientes, de tanto rechinarlos. Patético.

Él no se ve tan afectado como yo. Quizá haya un poco de tensión en su mandíbula, pero no se le nota que esté haciendo mucho esfuerzo. Rayos. ¿Por qué será tan difícil?  Si tan solo pudiera abrir una rendija en su pared, tendría oportunidad de vencerlo.

Continuo empujando con todas mis fuerzas. Que ni crea que me voy a rendir tan rápido. Su rostro ya no luce tan relajado, la arruga en su entrecejo y sus labios apretados me dicen ese tanto. Sonrío. Eso es buena señal. Al parecer mis ataques no han sido en vano. Aunque tampoco puedo cantar victoria, mis rodillas están a punto de aflojarse. «No importa», me digo a mí misma. Así sea arrastrándome por el piso, no me rendiré. Quiero demostrarle que no soy tan débil como él cree, como ella cree.

Al fin, luego de una intensa lucha, veo una grieta por la cual entrar. De nuevo  me encuentro en aquel pasillo largo y blanco repleto de puertas. Entonces se me ocurre una brillante idea: hurgar en sus recuerdos para averiguar el tipo de relación que él tuvo con Aysha.

Me pregunto cuál de esas puertas me ayudará a aclarar mis dudas. Todas son iguales, y son tantas y tantas...  Mi entusiasmo desaparece tan rápido como llega. Esto podría tomarme una eternidad, y lamentablemente no dispongo de tanto tiempo. Sé que en cualquier momento seré expulsada de aquí y arrastrada a su mundo. De solo pensarlo se me eriza la piel. Sus ilusiones son muy reales y efectivas. Si él quisiera podría llevarme a un estado de coma, como Bruce hizo con Ethan. Si no fuera porque sé  que  Reed jamás me haría daño a propósito, estaría temblando del miedo.

Ni bien pienso eso, una fuerza invisible me saca de su mente y me introduce en uno de sus mundos. Mis gritos deben escucharse en el primer piso, mas me sospecho que este cuarto es a prueba de sonido. Estoy completamente drenada, a punto de perder la razón. Minutos después todo desaparece, la desesperación, el dolor y las terribles visiones.

Terminamos acostados sobre el suelo, agotados y empapados de sudor.

—Hiciste un buen trabajo. Te felicito.  —Escucho que dice.

A pesar del cansancio, no puedo evitar que una sonrisa tire de mis labios y que mi ego se eleve. Porque sé que me he ganado su elogio con mi esfuerzo; nadie puede negarme eso.

Nos quedamos así un rato, tendidos sobre la blanda superficie del piso, disfrutando de la presencia del otro mientras recuperamos el aliento. Reed me rodea la cintura con el brazo, reduciendo la distancia de nuestros cuerpos. La cercanía es tanta que puedo sentir los latidos de su corazón agitado, aún a través de la ropa. Me relajo en la calidez de su piel, en las  notas de especias y cuero que se entremezclan con su aroma particular.

—Sé que ha sido muy duro para ti. Pero me alegra que estés aquí conmigo —susurra en mi oído, antes de juntar nuestros labios en un beso apasionado.

**

Al día siguiente no puedo ni con el peso de mi propio cuerpo. Me duelen músculos que ni sabía existían. Sin embargo, valió la pena. Entrené y pasé tiempo a solas con Reed, eso es lo importante. Recordar  su boca sobre los mía y sus masculinas manos aferradas a mi cintura me saca una sonrisa boba. Dios. Si hubiera sido por mí, jamás nos habríamos separado.

Clara me sigue con la vista mientras me peino el cabello frente al espejo que hay detrás de la puerta.

—Alguien está de buen humor —comenta divertida.

Le sonrío a mi reflejo. Tiene toda la razón.

Mi felicidad se desvanece según avanza el día. Hoy me reuniré con mi mentor y se acerca la hora de nuestra cita. Me pregunto quién me tocará.  Dios, espero que no sea peor que Reed. Ayer me sacó el jugo y me empujó hasta el límite. No creo que pueda soportar otra sesión de esas en tan corto tiempo.

En la última clase apenas presto atención. Me limito a morder el borrador de mi lápiz hasta casi destrozarlo. Mi estómago protesta. Creo que voy a enfermar. Ya no tengo tanto apuro por salir del aula, a no ser que vaya para el hospital más cercano.  «¿Será que puedo hacerme la enferma?», me pregunto. Luego descarto la idea. Temo que me descubran y me penalicen. Todavía no estoy muy familiarizada con las leyes de la base y es capaz que haya alguna regla extraña que desconozca. No me sorprendería, la verdad.

Al fin suena la campana. Es ahora o nunca. Tengo que enfrentarme a mi mentor. Si huyo solo le demostraré lo débil que soy.  Todavía faltan diez minutos para la cita, pero como no quiero llegar tarde, me encamino hacia donde se llevará a cabo la reunión: la sala número dos, el cuarto de las paredes acolchadas.

Camino por los corredores a paso veloz, sin prestarle demasiada atención a mis alrededores. Al doblar la esquina, me encuentro de frente con un chico de cabello castaño, quien sonríe como el gato de Cheshire en cuanto se percata de mi presencia. Su sonrisa no me gusta, y tampoco su mirada. Puedo leer el desafío en sus ojos, en la forma que se irgue y separa las piernas. «Demonios. ¿Por qué me tiene que pasar esto ahora, justo cuando no tengo ni el tiempo ni las energías para enfrentarme a él?»

Lo observo por unos segundos, fijándome en sus ojos rasgados y nariz pequeña y achatada. Su mirada fría y desafiante me traspasa. «Respira, Ally. A lo mejor solo quiere saludarte.»  Sobre todo, por eso mismo se relame los labios como un león que ha encontrado a su presa.

Reed me dijo que no dejara que olieran mi temor, así que le hago una señal con la cabeza, a modo de saludo, y retiro la vista, andando con la espalda recta. «Tranquila, todo estará bien. Lo único que tienes que hacer es pasar de él.»

—¿A dónde crees que vas, novata?

¡Maldición! Sabía que no sería tan fácil.

Me volteo lentamente y lo miro a la cara, continuando con mi plan de fingir que no le temo. Solo espero que funcione y que no me retrase. No quiero ni imaginarme lo que pensará mi mentor si llego tarde el primer día. Y mucho menos si se entera de que estuve peleando con otro Índigo en los pasillos.

—Voy a reunirme con mi mentor —respondo con la voz más firme que puedo manejar. Quizá si le menciono ese detalle me deje ir, pensando que hay un superior cerca que podría atraparlo con las manos en la masa.

El chico da unos pasos hacia adelante y los músculos se me tensan. ¿Será que no le importa ser penalizado? A lo mejor no hay una regla que le impida atacarme. Reed no me habló de ninguna. «Dios, ayúdame a salir de esta. Prometo que practicaré todos los días.»

—Con que vas a ver a tu mentor. ¿Por qué no practicamos un rato antes?

Su voz grave y la forma en la que entrecierra los ojos me hace pensar que no me dejará ir tan fácil. El chico da otro paso hacia el frente. Esta vez no continuo con mi plan, sino que retrocedo. Está claro que hacerme la valiente no va a funcionar, así que trato otro recurso: razonar con él.

—No, gracias. Así estoy bien.

Como si con esa vocecita temblorosa lo fuera a convencer. Los labios del muchacho se estiran en las esquinas, pero no es una sonrisa amable, sino de esas que son capaces de dar escalofríos. Estoy perdida. De seguro termino en el hospital. Otra vez. Llegar tarde es el menor de mis problemas. Si este chico tiene un poder parecido al de Nathan, estaré en graves aprietos. Si hubiera sabido, le habría dicho a Clara que me acompañara.

—¿Me vas a hacer el desaire?  Solo quiero ayudarte.

«¿Tan ingenua parezco? A otro con ese cuento.»

Entonces activo mi don y leo sus pensamientos. El resuello que sale de mis labios retumba en el corredor. Preferiría no haber leído su mente, pues ahora tengo más que claras sus intenciones.

En cuestión de segundos, escucho un chillido muy agudo que amenaza con destrozar mis tímpanos. Me llevo las manos a las orejas, en un intento por disminuir el sonido. Es inútil. Me sospecho que ni unos tapones podrían hacerlo desaparecer.

Comienzo a desorientarme. «¿Qué clase de poder es este?», me pregunto mientras concentro mi energía en el chico. Por alguna razón no puedo introducirme en su mente, como si el sonido me impidiera utilizar mi don. Aprieto los puños y continuo  enfocándome. No pienso rendirme sin dar la batalla.

El ruido se vuelve cada vez más inaguantable, al punto que comienzo a preocuparme por mi sentido de la audición. ¿Y si me deja sorda? ¿Cómo me comunicaré con los demás? Yo no sé lenguaje de señas y no creo que aquí sepan hablarlo.

—Qué desilusión. Pensé que serías todo un reto por ser la mascota de Thomas.

 «¿Cómo que soy la mascota de Reed?», pienso indignada. 

Entonces recuerdo la conversación entre Reed y Aysha, lo inútil y desvalida que me sentí cuando ella le dijo que no me estaba adaptando y que él no podía protegerme de todo.

Me cuadro con determinación. Les demostraré de lo que estoy hecha, que no necesito niñera.

Pese al dolor que me produce en los oídos en chillido incesante, cierro los ojos y me visualizo dentro de su mente. Me concentro en sus barreras naturales y las derrumbo una a una, hasta que al fin tengo acceso. Ya allí, proyecto una de las escenas más crueles que se me han ocurrido desde que descubrí mi don.

Lo tengo atado a una silla en un bosque, en medio de la nada. Bajo sus  pies hay una pira de madera a la que le hecho gasolina, mirándolo directo a los ojos.

—No me engañas —dice él todo confiado—.Sé que esto es una ilusión.

Mis labios se tuercen en una sonrisa mientras continuo con mi tarea.

—Ah ¿sí?. Pues no te importará que haga una fogata contigo. Después de todo es solo una ilusión, ¿no?—digo, sacando un encendedor de mi bolsillo.

—No me asustas. —Continua haciéndose el fuerte, aunque ha perdido su sonrisa y no le quita los ojos de encima al encendedor que acabo de prender.

—Bien, si tú lo dices.

Sin titubear enciendo los pedazos de madera, los cuales no tardan en coger fuego. El chico lucha contra sus ataduras inútilmente. Este mundo lo controlo yo y le será imposible escapar si yo así  lo deseo. Las llamas comienzan a subir, amenazando con lamerle los pies.

No puedo creer que esté haciendo esto. ¿De cuándo a acá disfruto al ver a alguien sufrir? «Tampoco es para que exageres. Reed te lo dijo muy claro cuando entrenabas con él: No puedes tenerle lástima a tu enemigo, pues él no se apiadará de ti si los papeles se invierten.»  Cierto. A ese chico no le habría importado dejarme sorda, ahora que no sea llorón y se aguante lo que le espera.

Sus aullidos de dolor no logran mover ni una fibra en mí, dado que esto es una mera visión y el daño que le estoy haciendo no es real. Cuando termine con él no tendrá ni un rasguño en su piel. Tal vez se sentirá un poco cansado, pero de ahí no creo que pase.

De pronto una voz muy penetrante y femenina invade mi mente, demandando mi atención.

«Niña tonta, ¿qué rayos crees que estás haciendo?»

Ese tono… ¿Dónde lo he escuchado antes?

«Sal de la mente de ese chico. Ahora.»

Se me ocurre que podría ser un oficial con mi mismo don, así que hago lo que me ordena y pienso en cómo explicarle lo sucedido. Solo espero que no me culpen a mí. Sería el colmo.

 Libero al chico, pasando mi vista por los alrededores. Como estaba tan concentrada en proyectar la ilusión, perdí la noción del tiempo y dejé de prestarle atención a mi entorno, de modo que ni me percaté de la presencia de ella.

Mis ojos se enfocan en la oficial de cabello largo y dorado atado en una coleta. Aysha. De todas las personas de la base, tenía que ser ella quien me sorprendiera en semejante situación.

Aysha posa sus ojos entornados en mí; luego en el chico postrado en el suelo. La escena se puede malinterpretar en mi contra, pero como ella posee mi don, seguro que no tarda en descubrir la verdad y darme la razón. O al menos eso quiero pensar.

Ya más consciente, me doy cuenta de que el chico luce muy pálido y de que tiene la vista desenfocada. Me cuesta creer que yo haya causado ese efecto en tan poco tiempo. Fueron solo unos minutos. No soy Reed, ni tampoco Bruce, quien poseía un dominio tan avanzado de su poder, que era capaz de incapacitar a cualquiera si así lo deseaba.

—¿Se puede saber qué fue lo que sucedió aquí? —pregunta ella al fin.

El muchacho apenas puede levantarse, y mucho menos podrá formar un argumento coherente, de ahí que me pregunte a mí y no a él.

«Cálmate, Ally. Piensa bien lo que vas a decir», me digo a mi misma, al tiempo que cojo aire y lleno mis pulmones.

—Yo…Yo…—«¿Por qué será que no me salen las palabras cuando más necesito expresarme?» Aysha me clava sus penetrantes ojos, esperando a que yo me explique—. No es lo que parece. Él me atacó primero.

Vaya madurez que he demostrado. Me escuché como una cría de tres años. La oficial le echa otro vistazo al chico, para después volver a someterme a su inquisidora mirada.

—¿Estás queriendo decir que eso te da derecho a dejarlo en esas condiciones? —dice señalando a mi atacante.

Debo admitir que el muchacho no se ve nada bien; da la impresión de que se va a desmayar en cualquier momento. «No es mi culpa», quiero decirle, pero en su lugar balbuceo unas sílabas ininteligibles.

Las facciones de la joven oficial se endurecen. Estoy muerta. Más que muerta. De seguro me pasaré un mes limpiando retretes. Eso si no me exilian o me encarcelan.

—Entiendo que seas una novata y que no estés familiarizada con las normas, pero tu infracción es muy grave como para dejártela pasar. Está terminantemente prohibido tomar parte en un duelo sin la presencia de un árbitro.

Si Reed se la dejó pasar a Nathan, quien conocía las normas, ¿por qué ella no puede hacer lo mismo? Lo más probable se está desquitando conmigo. Aysha puede leer mentes, es imposible que no esté enterada de mi relación con Reed.

—Lo siento. De verdad que no sabía que él iba a terminar así —digo, echándole un vistazo al inerte cuerpo del muchacho.

—Por eso mismo es que prohibimos los duelos clandestinos. No hay forma de saber cuándo uno de los participantes perderá el control sobre su poder. Hasta a los más diestros les puede pasar.

Eso no me lo tiene ni que decir. Pruebas he tenido de sobra.

Aysha va y se agacha sobre el muchacho. Luego me dice:

—No te muevas de aquí. Ahora vuelvo.

La sigo con los ojos hasta que desaparece por el pasillo; seguramente a llamar al doctor para que vea al chico que dejé incapacitado. Algunas lágrimas se me escapan y me las limpio enseguida. No quiero darle el gusto de que me vea llorar.

 Esto es tan injusto. Si él no me hubiera atacado, yo nunca habría reaccionado de esa forma. No entiendo cómo fue que lo hice, si cuando entreno con Reed apenas puedo entrar en su mente. Nunca antes había podido proyectar una escena tan vívida.

A los pocos minutos llegan los enfermeros con una camilla y se llevan al muchacho, del cual ni siquiera sé el nombre. Entonces miro mi reloj de muñeca, recordando un pequeño detalle. «¡Oh Dios. La reunión!»  Suspiro largamente. Tengo media hora de retraso. Mi mentor debe estar furioso.  Lo malo es que no puedo irme. Aysha espera verme aquí cuando regrese de saberme Dios dónde.

Para mi alivio, la joven oficial no tarda en volver. Quizá si avanzo a llegar, mi mentor no se ensañe conmigo.

—Lo siento, Lombardi. Tendrás que quedarte hasta después de la hora de la cena.

La miro confundida. ¿Será que va a hacerme cumplir con el castigo ahora?

—Tengo una cita con mi mentor, ¿no puede ser mañana? —Me atrevo a responderle.

 —Por eso lo digo. Yo soy tu nueva mentora.

*************************************

Sí, ya sé que me quieren matar por dejarlo en la mejor parte otra vez.  Les pido que me entiendan, de qué otra forma les voy a picar la curiosidad si no así. Además de que estoy subiendo muy seguido. Un día sí y otro no. Eso en sí es un avance. Si sigo como voy terminaré de subir la historia antes del 30 de octubre y podré participar en los Watty Awards. :D   Bueno, pues me despido por hoy. Gracias por leerme! Me hacen muy feliz. :3  Cuídense. Besos!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top