CAPÍTULO 8: LA JAULA DE ORO

Alexei, el marido de Madeline en la foto(L)

Weeee más capítulos extra (se me fue la olla)😂😂

MADELINE

A pesar de los cuatro años que llevaba en Irlanda y los dos años que llevaba casada con Alexei, no me acostumbraba a mi nueva vida lejos de Mistery Spell y de mi familia. Desde que Peter fue encerrado en el exilio, las medidas de protección hacia mi persona se triplicaron hasta llegar a un punto sumamente enfermizo.

Mi ahora marido era feliz a pesar de mi humor realmente apesadumbrado desde mi llegada. Al menos tenía la enorme suerte que él no tenía hermanos u hermanas a los que agradar ya que ambos vivíamos solos en nuestra casa acomodada lejos de su familia y de la mía.

Nuestros problemas al menos no eran escuchados por nadie y agradecía el detalle de no tener que dar explicaciones de por qué mi matrimonio no iba bien si Alexei era el tipo de hombre por lo que cualquier mujer en su sano juicio perdería la cabeza, pero yo no podía ni mirarlo sin sentir lástima por mi suerte.

En una ocasión él estaba tan sumamente harto de que no lo mirase ni que no desease tocarlo que se tiñó su larga melena rubia de color negro y se la cortó hasta la misma longitud que la de Peter, pero ni sentí ni un leve cosquilleo al verlo: mi corazón era solo fiel a mi amado Peter.

A pesar de estar tantos años juntos, no habíamos consumado el matrimonio porque, simplemente, no podía. Cada vez que Alexei lo intentaba conmigo, rompía a llorar por sentirme usada y él, por el gran amor que me profesaba, me dejaba en paz.

Pero no era estúpida, por mucho que él me quisiera, sabía que él pasaba los ratos con algunas mujeres con las que él se tropezaba al no darle lo que él necesitaba, pero no podía culparle porque yo no le servía como mujer sino como mera compañía para hablar.

Aunque, debida a mi profunda tristeza, ni siquiera valía para eso.

A pesar de mudarnos a un hermoso paraje en una pradera rodeada por colinas y hermosos atardeceres, el ambiente romántico no propiciaba lo necesario para que Alexei y yo por fin tomáramos nuestros papeles en serio y fuéramos una pareja. Lo peor de todo era el ver la decepción en su rostro tras cada derrota, tras cada negación de cariño y tras cada noche que él me era infiel y venía llorando a mi regazo suplicándome perdón. Pero no había nada que perdonar, porque no había nada entre nosotros excepto un papel firmado por ambas partes.

Él siempre me decía que, a pesar de ser un hombre celoso, entendía que, si necesitaba a otro hombre con el que desfogarme, él me dejaría hacerlo, pero yo le dejaba bien claro que la única necesidad de amar la tenía con Peter y él rompía en llanto o furia cuando lo mencionaba.

Cuando le preguntaba las razones por las que no soportaba la sola mención de su nombre, era bien claro en su respuesta:

-"Porque tu corazón siempre está con él mientras que, si te acuestas con un desconocido lo olvidarás a los pocos minutos u horas. Deseo tenerte por completo y no compartirte con nadie, pero veo que eso es imposible, aunque te deje libertad para echar una cana al aire"

Pero a medida que pasaba el tiempo, el hombre amable y cálido que me tenía una paciencia infinita pasó a ser un hombre ciertamente agresivo a veces y temía porque, un buen día, se cobrase lo que tanto ansiaba de mí.

Yo aun no había estado con nadie porque mi mente siempre viajaba a la misma persona y era incapaz de perder la virginidad con otra persona que no fuera Peter. Era como un regalo que le tenía reservado durante muchos años, desde que lo conocí y supe que mi alma ya se la había quedado sin necesidad de confesar lo que sentía.

Las fiestas que organizaban mis padres eran la escusa perfecta para vernos y hablar. Él era un excelente pianista, y a pesar de sus orígenes humildes, siempre era contratado por la alta nobleza para deleitarse con su música angelical.

Siempre amé la música pero ahora amaba al músico que me hacía vibrar con sus dedos y su presencia. Era un torrente de energía en mi pecho y no necesitaba tenerlo delante de mí para sentirlo como cuando él daba esos magistrales conciertos dedicados a mí en silencio.

Nuestro amor fue como él: silencioso, tímido y triste, nunca pudimos llegar a nada por las diferencias abismales que nos impedían estar juntos. Sus orígenes marcaban desde el inicio nuestro destino cruel y, cada vez con más fuerza, deseaba destruir a aquellos que hicieron esas ridículas reglas que nos impedían amar sin restricciones sociales.

Alexei se había marchado como cada viernes cuando necesitaba desfogarse y sentir algo de calor en su piel. Yo me sentía desvalida y sola porque yo nunca tendría ese cariño que tanto necesitaba porque yo no me conformaba con cualquiera como hacía él y aunque no sentía nada por Alexei, me hacía daño el saber que para él yo era como cualquier otra.

Eso me hacía sentir inferior e insignificante: un cuerpo bonito pero nada más. Cuando él salía, me desprestigiaba no solo como mujer sino como persona al no demostrar un ápice de cariño por mí. Era comprensiva pero tenía mi amor propio como todo el mundo.

Deseaba que no volviese en toda la noche e incluso que decidiera irse a vivir con otra, eso haría que me sintiera mejor al saber que él no podría tocarme por estar ocupado con otra. En mis dulces sueños y más en soledad, Peter protagonizaba mis etéreos deseos y pintaba de luz y color mis pesadillas tornándolas hermosas como su bello rostro. Su sonrisa era lo que me daba fuerzas a sonreír y a ver el lado bueno de mi vida aunque parecía no tenerlo.

La esperanza de volverlo a ver no se había ido: tenía la sensación de que pronto nuestros caminos se volverían a encontrar.

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