CAPÍTULO 29: LA CASA DE LA REINA

Maratón día 4(2/2)

NICOLE

El trayecto en barca se estaba haciendo interminablemente largo y más en compañía de aquel viejo tan callado. Me llamaba la atención el cómo desentonábamos el uno al lado del otro por nuestro color de piel. Aquel hombre tenía la piel tan morena que era casi de color negro mientras que yo tenía pálido hasta el pelo.

El paisaje era realmente repetitivo: el mismo tipo de árbol, los mismos cantos del mismo maldito pájaro y el mismo cielo azul. Me apetecía echar una cabezada, pero no me encontraba en una posición tan segura para ello.

Entonces, un pequeño golpe como si hubiéramos chocado contra algo me hizo girarme para ver justo delante de la barca.

- ¿Qué ocurre? -Pregunté al viejo.

-Ya llegamos a puerto así que ahora correr. Yo quedarme aquí porque no puedo andar demasiado, pero tú ser joven. Sigue el sendero marcado y verás pronto la casa; es la más grande de todas. Suerte señorita.


Nada más decir eso, el hombre siguió remando en dirección contraria perdiéndose entre los árboles. Al quedarme sola, eché un vistazo a la zona y encontré el sendero que me dijo aquel anciano. Un cartel de madera con una flecha me señalaba el camino marcado en el suelo. Parecía mentira que estuviera en una zona desértica porque, justo donde me encontraba parecía más bien un bosque típico del norte de Londres.


 Comencé a caminar a buen paso, pero sin usar mi velocidad vampírica para no llamar la atención. Por el momento, la zona parecía tranquila y sin nadie que caminara por allí.

Técnicamente, había una pequeña ciudad por esta zona, pero no podía escuchar nada que se asemejara al bullicio típico de una ciudad. Pero no perdía la esperanza; quizás la ciudad aún estaba lejos.

- ¡Maldita sea, quiero una cama para poder dormir como se debe de una maldita vez!-Me quejaba mientras que mis piernas también lo hacían por mí. Llevaba cuatro años malviviendo en unas condiciones deplorables por lo que mi espalda me dolía muchísimo. A pesar de que los vampiros tienen el umbral del dolor muy alto, mi cuerpo se sentía realmente mal por los golpes y moratones que aún seguían latiendo bajo mi piel. Muchas de esas marcas me quedarían como cicatrices lo más seguro, pero no me importaba. Sólo pensaba en ser libre como lo era antes.

Era extraño, pero de lo que más me quejaba cuando era una humana enferma era ahora lo que más necesitaba. No deseaba atarme a nadie porque no me sentía libre pero ahora el hecho de estar con Nicolae me hacía sentirme libre.


Mientras que mi cabeza andaba en las nubes, un grito de un animal extraño me hizo sobresaltar. Miré hacia todos lados, pero no podía ver a ninguno por allí.

Pero de repente, entre el arco de vegetación del camino, una cabeza con un cuello largo se hizo paso entre las hojas y me soltó un grito parecido a un mugido:

-¡¡¡¡¡¡AHHHH MALDICIÓN!!!!!!-Grité del susto cayendo al suelo, ¿Qué diantre es eso?

Al fijarme bien me di cuenta que era un camello. La posibilidad de que hubiera alguien por la zona me tranquilizaba porque a lo mejor era el medio de transporte que usaba la gente de la ciudad para moverse.


Pero por mucho que llamara a alguien nadie acudía. Era hora de seguir el camino y aquel camello parecía estar de acuerdo conmigo porque comenzó a seguirme como un perro abandonado. Yo me giré y le hice un gesto para que se marchara y me dejara de seguir, pero él se limitaba a hacer su mugido extraño y a seguirme:

-¡Lárgate, de seguro llamaré la atención contigo a mis espaldas mugiendo como una vaca afónica!

Primero hablaba con los peces y ahora discutía con un camello que había decidido ser ahora mi mascota, desde luego estaba con un pie más dentro de un loquero.


Después de un buen rato, decidí no advertirle más a ese saco de pulgas y continuar mi camino como si no existiera; quizás ignorándolo se marcharía por su propia cuenta. Tras varias horas caminando, pude ver un gran tejado de color naranja sobresalir entre los árboles. Una sonrisa se formó en mi rostro contraído por el cansancio y "saco de pulgas" parecía estar feliz.

Ambos caminamos en dirección a la que parecía ser una gran casa, topándome con unas verjas de hierro que tenían un timbre de lo más extraño. Donde se suponía que estaba el botón, cuando lo pulsaba no hacía ningún ruido, pero entonces me percaté de un mecanismo que había en el muro. Justo debajo del botón, una pequeña repisa contenía un sistema de pesos con forma de moneda. Parecía ser que debía de dejar una para que el timbre funcionara, pero no sabía bien las razones de ello.

Miré a "saco de pulgas" con cara de circunstancias y se me ocurrió preguntarle:

- ¿Sabes dónde conseguir una moneda, chico?

Él pareció entenderme y se agachó con la alforja a mi alcance, ¿Me estaba lanzando algún tipo de mensaje críptico o me lo estaba imaginando?

Decidí rebuscar entre la gran bolsa que había, pero cuando me topé no solo con monedas sino con algo que parecía hecho de papel, asomé mi cabeza y pude ver cientos de billetes dentro:

- ¡Pero qué demonios!¡Aquí hay una fortuna!

Eso me demostró que "saco de pulgas" era doméstico y que pertenecía a alguien. Desde luego quien lo hubiera perdido se habrá llevado el susto de su vida. Tomé una moneda para accionar el mecanismo. Al sentir el peso, la pequeña báscula bajó y el sonido de los engranajes comenzó a escucharse. De pronto, el botón se puso de color rojo y entonces lo pulsé.

Un sonido de campanas se extendió por toda la casa pudiéndose escuchar hasta el exterior.


La puerta principal se abrió y una muchacha joven que parecía ser del servicio, caminó hasta donde yo estaba con intención de ver quién tocaba a la puerta. Al verme con el camello a mis espaldas, ella abrió los ojos con sorpresa y dijo:

-¡¡¡Oh dios mío, encontraste a pastelito!!!¡Mi señora se va a poner de contenta!

- ¿Pa...pastelito?

- ¡Sí, es el camello que usa para transportarse!, le tiene muchísimo cariño porque lo tiene desde hace mucho tiempo. Todos los camellos que ha tenido descienden de la misma familia, por esa razón es tan especial.¡Oh por favor pase, mi señora le dará una recompensa!


No podía creerlo, pero gracias a ese bicho quizás podía conseguir mi pase a la libertad. Poniéndome erguida e intentando mostrar una gran sonrisa, entré al jardín siguiendo a esa chica mientras que otros del servicio se llevaban a "pastelito" a su lugar de descanso. La casa era aún más imponente de lo que parecía cuando entrabas al jardín, pero nada me había preparado para lo que había dentro de ella.

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