11. Barquitos de papel
🍃 ˚。⋆ CAPÍTULO XI
POV HANA
Todos estaban rodeándome, viendo como la sangre brotaba de mi nariz. Sabía que esto no significaba nada bueno, pero estaba segura de que ningún zombie me había mordido.
—¿Por qué estás sangrando? —preguntó Na-Yeon con su irritante voz. Era la primera vez que la escuchaba hablar desde que desperté.
—Tal vez porque se golpeó la cabeza muy fuerte hace rato —sugirió Woo-Jin con enojo —¿Ahora quieres que ella vaya con Geong-Su también?
—Sospechar no es un delito, y menos cuando hay razones para hacerlo —ella se justificó cruzando los brazos.
—Ya chicos, tranquilícense —la señorita Park se abrió paso para venir hasta aquí —No vamos a encerrar a nadie más, ¿bien?
La profesora agarró un pañuelo de la caja y me ayudó a limpiar la dangre de la nariz. Na-Yeon se quedó callada, mirando de mala gana a todos los que se habían puesto de mi lado.
—¿Segura que te sientes bien? —dijo la maestra. Asentí en silencio —Si te duele algo más no dudes en decirme. Suhyeok, por favor, ya que se lastimó por tu culpa, necesito que estés atento a cualquier cosa que pueda pasarle.
—Claro, señorita Park —me sonrió con la intención de hacerme enojar.
Ahora Suhyeok sería mi niñera, maravilloso. Traté de ignorar eso, así que me puse a pensar en otra cosa. Sabía que lo de Gyeong-Su encerrado tenía que ver con Na-Yeon y su dramatismo, pero realmente nadie me contó la historia completa y creo que sería bueno estar enterada de la situación.
—¿Por qué encerraron a Gyeong-Su? —fruncí el ceño.
—Pues, luego de que te golpearas, sin querer también golpeé a Gyeong-Su con el trapeador.
—Tienes que controlar tus problemas de ira —dije burlona.
Suhyeok rodó los ojos en medio de una risa.
—Bueno, y su nariz empezó a sangrar. Na-Yeon se puso a decir que estaba contagiado —continuó explicando —No lo mordieron, ni nada, pero como ella vio que la zombie lo tocó y a parte Gyeong-Su tenía un rasguño en la mano, siguió insistiendo con eso y por su culpa la señorita Park tuvo que mandarlo a la otra habitación.
Miré de reojo a Na-Yeon, tenía la mano metida en el bolsillo y miraba el suelo con una expresión que debo confesar que me resultó inquietante.
—En otras palabras... ¿Lo encerraron porque le dieron un golpe y su nariz comenzó a sangrar?
—Básicamente —dijo Cheong-San.
Osea lo mismo que me pasó a mí.
Me acerqué a la ventana para observar por ella a Gyeong-Su, quien estaba sentado en el escritorio mientras jugaba con el calendario. No era justo que le hicieran eso. Volteé a ver a los demás, que no desperdiciaron el tiempo y se pusieron a charlar de otros asuntos, y luego a Na-Yeon. No me inspiraba confianza, ni una pizca de ella.
Suspiré y me acerqué a la puerta dispuesta a abrirla y entrar con Gyeong-Su.
—¿Qué haces? —Suhyeok se puso de pie, haciendo que me detuviera.
—Entraré con él—dije —Dijiste que Na-Yeon lo obligó a entrar poque su nariz sangró y sospechó de él. Pues también sospechó de mí, ¿no? Me pasó lo mismo, pero a mí no me dijeron nada. No es justo.
—Es diferente —dijo Ji-Min.
—Hana, por favor vuelve a sentarte —pidió la señorita Park —No es necesario que hagas eso.
—¿Cuánto tiempo le falta a Gyeong-Su para que lo dejen salir?
—Como media hora —respondió On-Jo.
—Lo siento, profesora. Entraré de todas formas.
Hice una pequeña reverencia y luego me adentré al salón junto a Gyeong-Su.
—¿Y tú que haces aquí? —preguntó al escuchar la puerta abrirse —¿Cheong-San te pidió que vinieras verdad?
Negué con la cabeza.
—Sangre en la nariz—señalé mi rostro.
—¿Na-Yeon también te obligó a venir? Esa maldita...
Moví la cabeza indicándole que no nuevamente y me senté en la mesa, dando la espalda al vidrio.
—¿Entonces que haces aquí?
—Lo mismo que tú.
Agarré la libreta que estaba sobre la mesa y recorrí todas las hojas en busca de alguna que tenga algo para leer, pero todas estaban vacías, supuse que a nadie le molestaría si arrancaba una hoja de su cuaderno, así que eso hice.
—¿Sabes hace barquitos de papel? —pregunté dejando el cuaderno en la mesa y sosteniendo el papel que saqué —Si quieres te enseño, es lo único no amorfo que sé hacer con papel.
Quedarse mirando, él no hizo nada más que eso, como si lo que hice dije haya sido algo de locos.
—No muerdo —alcé las manos.
Já, que irónico.
—Bueno, si no quieres sólo dilo —murmuré.
Lo ignoré y seguí dándole forma a mi barquito de papel. Mamá siempre hacía barquitos de papel cuando estaba ansiosa, y aunque no sea mi madre de sangre, creo que heredé eso de ella. Jamás conocí a mis padres biológicos. Mi-Suk (mi madre adoptiva) quería una hija, pero no podía tenerla; mis padres biológicos nunca quisieron una niña, pero aún así llegué a sus vidas.
Mi madre se contactó con ellos cuando aún no nací, ella fue la encargada de criarme una vez que conocí el mundo. Tuve suerte de tenerla, porque aunque nuestra vida era atareada, frustrante y un tanto agotadora, siempre la tuve a ella para ayudarme en todo. Aunque no nos uniese ningún lazo de sangre, ella era mi familia.
Me preguntaba dónde podría estar en ese mismo momento. Viva era la única respuesta que quería escuchar.
—No sé hacer barquitos de papel —confesó Gyeong-Su.
—Puedo enseñarte si quieres.
Él asintió, y el resto de nuestro tiempo allí lo pasamos haciendo barquitos de papel mientras hablábamos de cosas estúpidas e insignificantes. Él era medio tonto, pero tenía un buen corazón, o al menos eso es lo que me había demostrado.
Me contó como se hizo amigo de Cheong-San, y también acerca del pollo que hacía su mamá. Yo realmente no le dije mucho, no tenía mucho de que hablarle, mi vida no era interesante, y más allá de conocer media Corea, no había nada más que contar acerca de mí.
—¿Te puedo decir algo sin que te molestes? —debo admitir que mi corazón se aceleró un poco cuando lo oí decir eso —Creí que eras distinta.
—¿Distinta en qué aspecto?
Encogió los hombros y acomodó sus barquitos en fila en la mesa.
—Caprichosa, engreída, amargada...
—Vaya —alcé las cejas divertida —Entonces para ti era como una Na-Yeon 2.0.
—¿Puedo decir algo más sin que te molestes? —asentí —Creí que era peor que Na-Yeon.
—¿Por qué? ¿Tengo cara de ser clasista? —bromeé.
—Un poco, sí —confesó.
—Auch —llevé una mano a mi pecho —Eso sí me ofende.
Gyeong-Su y yo nos reímos, hasta que de pronto la puerta se abrió y de ella entró la señorita Park. Nos dijo que ya podíamos salir de allí, así que me paré para salir, pero Gyeong-Su se aferró a la silla demostrándo que él no pensaba moverse hasta que pase la hora completa.
La señorita Park salió del salón, iba a ir con ella, pero antes de hacerlo traté de convencer a Gyeong-Su de venir conmigo.
—Podemos hacer barquitos allá afuera también —levanté la libreta rosa de la mesa.
—No. Me quedaré el tiempo que dije que lo haría.
—Gyeong-Su, no tienes que hacerlo. Na-Yeon quiere esto. ¿Qué no te das cuenta? Sólo le estás dando el gusto.
—Es que no lo entiendes Hana. Ya estoy harto de ella y sus tonterías. No me deja en paz.
—No te dejará en paz de todas maneras —le dije. —Salgamos de aquí.
Extendí la mano para que la tomara. Gyeong-Su la miró, lo estaba considerando.
—¿Vamos? —mordí mi labio inferior.
Dejó salir un suspiro.
—Lo siento, me quedaré la hora completa.
Asentí llevando la mano a mis bolsillos.
—Ten —le extendí el pañuelo que usé para limpiarme hace un rato —para que te limpies.
Gyeong-Su recibió el paño y agradeció con un ligero movimiento de cabeza. Me balanceé sobre mis talones con la esperanza de que cambiara de opinión, pero no lo hizo. Di la vuelta y me dirigí a la puerta. Giré la manija y salí de allí.
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[NOTA]
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Les digo que ni yo sé que estoy haciendo ajsdbhas.
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