prólogo

prólogo - el comienzo

hace más de diez años

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RAINA NO ERA UNA DESCONOCIDA DE LA OSCURIDAD. Desde que era una niña, ser distinta a los demás había sido un problema a pesar de lo que solían decir de que cada rasgo y detalle personal te hacía un ser único. Bueno, pues ella era especial en el sentido de que podía ser asesinada por haber nacido así. Los llamaban grisha a las personas como ella, seres que parecían humanos, que respiraban y sangraban como el resto de personas, pero que eran capaces por nacimiento de manipular la materia de distintas formas, la conocida pequeña ciencia. 

No tenía muchos recuerdos de su infancia pero se aferraba a ellos por miedo a perderlos. Sus padres pertenecían al Segundo Ejército, siendo un vendaval y una mortificadora que se conocieron de jóvenes y acabaron en el Pequeño Palacio. A pesar de la guerra presente en sus vidas no dudaron en seguir sus corazones y amarse hasta el final. Cuando tuvieron a su pequeña, esta curiosamente no daba señales de ser grisha con el paso de los años. No fue hasta los diez años, cuando la niña entró en contacto con un animal herido en el bosque, que sintió por primera vez el dolor.

Sus padres siempre supieron que ella era sensible, que tenía mucha empatía para ser tan pequeña, pero nunca se les pasó por la cabeza que podría ser una clase de grisha de la que solamente se hablaba como mito en las escrituras más antiguas. Si descubrían lo que era, lo que podía llegar a hacer, un bando de la guerra la querría muerta y el otro solamente la explotaría para sus propios bienes. Eran conscientes de lo que estaban a punto de hacer y de lo que significaría si los pillaban, alta traición a la corona, pero solamente pensaban en la seguridad y libertad que merecía su hija.

Tras semanas de preparación, los tres desaparecieron una noche sin dejar rastro aparentemente. Cabalgando a caballo recorrieron tanta distancia como pudieron con una dormida y confundida niña. No querían preocuparla pero con un solo toque de su mano sobre el descubierto antebrazo de su madre, sintió el miedo, tristeza y desesperación que la adulta tenía en su interior. Las cosas no iban bien.

Al llegar a la Sombra fueron interceptados por miembros del Primer Ejército y Xandra Fiala fue la primera en abandonar a Raina para ganar tiempo. Klaus llevó en brazos a su hija hacia un pequeño barco con ruedas bastante discreto que seguía un carril que atravesaba la Sombra y mirando una última vez a su amada con lágrimas, zarpó hacia la monstruosa brecha que separaba Ravka mientras su esposa era derribada a tiros defendiendo su familia.

La castaña no recordaba apenas nada de esa travesía, únicamente desde la cabina que la protegía del exterior esuchó cómo su padre invocaba aire para moverse y cómo este fue llevado a gritos por las terribles criaturas que habitaban en la oscuridad. El barco, casi destruido, llegó a la otra orilla de la Sombra y cuando Raina vio la luz no se sintió segura, llegando al puerto más cercano utilizó el poco dinero que tenía para subirse al primer barco que zarpara para huir de allí, para escapar de su pasado. 

Porque se había quedado sola, sus padres se habían sacrificado para darle una mejor vida, una libre de guerra y cadenas. Y la iba a vivir por ellos, lograría hacerlo aunque eso significara acabar en la isla de los ladrones, Ketterdam. No era el mejor destino pero allí nadie iría a buscarla, allí empezaría de nuevo.


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