capítulo v

capítulo v - milagro

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EL LISTÓN SE ALZABA EN LA PEOR PARTE DEL BARRIL. El edificio no era el más hermoso y hogareño que podrías imaginar, pero al fin y al cabo era mejor tener un techo con el que refujiarte que las frías y peligrosas calles de Ketterdam. Formado por tres plantas, Raina aseguraba que era tan feo por dentro como por fuera. Las desgastadas vigas de madera crujían por el peso de cada paso que daba al subir las escaleras. A estas horas casi todos los miembros de los Despojos se encontraban en el Club Cuervo, haciendo algún recado para Brekker o patruyando por sus territorios.

El cuarto de Raina se ubicaba casi al final del pasillo de la segunda planta. La pequeña sala no contaba con mucho espacio, por lo que la joven no quiso decorarlo demasiado, a fin de cuentas, pasaba más tiempo fuera. En cuanto entrabas por la puerta, te encontrabas con una cama individual y un gran armario, cada mueble a un lado de la ventana que daba a las calles, en ese instante, oscuras. Entre medias había una mesita pegada a la pared que únicamente tenía una lámpara de gas y un libro un poco desgastado por los años que tenía con un marcapáginas metálico afilado, un regalo reciente de Inej que le hacía sentir más segura mientras dormía, pudiendo defenderse por si el cerrojo de la puerta era forzado ante cualquier tipo de ataque. 

Con la puerta cerrada, la castaña dejó su abrigo sobre el borde de la cama y encendió la lámpara para elegir bien qué atuendo ponerse, puede que ese fuera con el que moriría si la expedición hacia la Sombra terminaba mal. El armario constaba de una barra metálica elevada donde colgaba vestidos, chaquetas y faldas largas. En una balda superior estaban los pantalones de vestir doblados y separados por colores, grises, negros y granates; y en la balda inferior se encontraban las camisas apiladas junto a varios pares de guantes de distintas longitudes y materiales.

Agarró una camisa blanca que decidió combinar con su habitual falda larga negra y un chaleco color burdeos. En el cajón de la parte baja del mueble se encontraba la ropa interior, unos zapatos que usaba en ocasiones especiales y una pequeña caja que guardaba lo poco que le quedaba de su infancia y su familia. De la cajita de madera que escondía sus secretos, sacó un listón fino de tela color rojo con detalles bordados en dorado. Sus ojos pararon en el pequeño retrato de carboncillo de una feliz pareja con una pequeña niña entre ellos dos y no pudo evitar pensar en guardárselo para llevarlo en su pecho. Pero en el último momento optó por dejarlo en su sitio, así tendría otra razón más para regresar, pensó.

Con todas sus prendas de ropa colgando entre sus brazos, cogió la finísima daga que marcaba su lectura y se miró antes de salir en el espejo de cara que colgaba de un clavo puesto en la pared izquierda. Le hacía falta una buena limpieza.





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LA BUENA SUERTE PARECÍA HABER ABANDONADO A KAZ ESA NOCHE, al igual que la poca paciencia que le quedaba. El tiempo se le estaba echando encima, que Inej le recordara que ella todavía no podía viajar sin el permiso de Tante Heleen y la inesperada "visita" de Pekka Rollins consiguieron llevarlo al borde del abismo. Su cabeza funcionaba sin parar, buscando una solución que se les hubiera podido haber pasado por alto, cualquier mínimo detalle que hiciera la diferencia, pero nada parecía servir.

Así que, que Raina llegara con las mismas dudas que Inej sobre realizar el trabajo, no mejoró el humor del ladrón para nada. Sabía que no podía abordar a la grisha de la misma manera que al resto de los Despojos, que sus niveles de empatía y sensibilidad estaban por las nubes. Pero esa noche necesitaba trazar un plan cuanto antes, no podía dejar que ese malestar en el pecho cada vez que ella se sentía mal o el revoltijo en su estómago cuando la veía esbozar una sonrisa, le despistara de su objetivo. Debía centrarse, cuando lograran ese golpe podría pararse a analizar y descifrar esos síntomas que le provocaba la Empática.

La vio llegar con su característico porte, ahora con el rostro libre de sangre y ropa totalmente limpia que probablemente desprendería un leve olor a jazmín, como el jabón y perfume que más de una vez le había escuchado comentar con Inej, y brisa marina por sus caminatas y recados en el Quinto Puerto.

La joven se acercó a él justo después de que mandara vigilar la entrada del club a Jesper, este último lanzando al aire un "buena suerte, está más irritable de lo normal" a la grisha cuando se cruzaron. Podía ver la incertidumbre en ella, la duda la estaba comiendo por dentro aunque tratara de no mostrarlo, caminaba con los brazos cruzados y los labios (esos labios que había observado fugazmente más de lo que le gustaría admitir) apretados, señal de estar en defensiva. Kaz era muy bueno en su trabajo, de los mejores en todo Ketterdam, y saber observar era una habilidad que dominaba a la perfección.

―¿Algún avance, Kaz?―ante la negativa del muchacho, la castaña se mordió el labio pensativa, decidiendo qué palabras decir a continuación, no quería agobirlo más, se notaba su impotencia a leguas.―Entonces... Mira, no es que dude de tus capacidades, al contrario, si tuviera que dejar mi vida en las manos de alguien en esta sala, serían las tuyas; pero, incluso los más brillantes se pueden llegar a topar con problemas demasiado difíciles de superar. 

Estaban frente a frente y no fue hasta que terminó de hablar que se dio cuenta del estado de la cara del ladrón, una gran parte de su cara se encontraba enrojecida y estaba segura de que el próximo día adoptaría una tonalidad morada, le habían golpeado. Kaz sabía que Raina quería acercarse y tomar su rostro entre sus enguantadas manos, que deseaba darle algún tipo de apoyo, pero también era consciente de que respetaba sus límites y no pasaría la raya.

En cambio, ella apretó sus manos hechas puños y él volvió a pasar sus dedos envueltos en cuero negro por su, bastante alborotado, cabello. Ambos cruzaron miradas, Raina quería ser un apoyo, suplicaba en silencio que le dejara serlo, y Kaz ansiaba poder sucumbir ante su tacto, permitirse ser vulnerable por primera vez en años. Pero su pasado era demasiado pesado y tiraba de él adentrándolo más en un profundo mar, ahogándo sus esperanzas de avanzar y emerger de las turbias aguas.

―Si un problema se cruza en nuestro camino, o lo logro atravesar o lo destruyo para poder avanzar. Y para no dudar en mí no pareces muy segura en que lograré trazar un plan para cruzar la Sombra.

Intentar ser el más listo de la sala, así era su mecanismo de defensa. Demostrar confianza en sí mismo intimidaba a los demás e infundía respeto. No podía bajar la guardia, ni siquiera con ella.

―No estoy dudando de tí―hizo un sonido de exasperación, a veces era imposible razonar con él―Simplemente me desconcierta el ir a ciegas, siempre actuamos de manera premeditada y tengo miedo que algo pueda sucedernos por precipitar nuestras acciones.

―¿Precipitarnos? Precipitarnos sería estar haciendo las maletas para coger el barco en seis horas e irnos sin idea alguna de como cruzar la Sombra. En cambio, aquí estoy, intentando buscar una manera de lograrlo saliendo ilesos. Así que, si quieres ser útil en algo, déjame pensar en paz o consígueme un milagro, lo que prefieras.

Estaba siendo borde y tajante cual cuchillo afilado, pero así era Kaz Brekker, ¿no? Todo el mundo era consciente de las atrocidades que había hecho y unas simples palabras era lo menos inofensivo que podía emplear (sin incluir amenazas, claro está).

―No hace falta que me hables así, lo entiendo, solo te estoy molestando, lo siento. Me iré fuera con Jesper, a ver si encuentro de casualidad un milagro.

Y una vez dicho eso, la Empática dio media vuelta, no sin antes mirarle a los ojos, y se perdió de nuevo entre la gente. Un milagro, el milagro sería llegar a los treinta con vida.

Brekker se apoyó en una barandilla y suspiró pesadamente, ¿qué iba a hacer ahora? Tenía que conseguirlo, parecía que sus cuervos no terminaban de confiabar en que encontraría la respuesta y no podía (ni quería) permitirse eso. Debía demostrarles a todos que estaba a la altura de semejante golpe.

Y de nuevo, cuando sus ojos se posaron en una señora sentada en una mesa de juego del club, lo supo. Se dio cuenta de la manera en que manejaba las cartas y sus ojos brillaron de nuevo con esa característica temeridad que adornaba su misteriosa aura. Allí estaba el milagro que los ayudaría a cruzar de manera segura la Sombra. El juego no había terminado, solamente acababa de empezar para los cuervos, y estaban a punto de alzar vuelo. 



Ya estoy de vuelta con un capítulo nuevo y mucha interacción #KAINA (¿os gusta el nombre del ship? Si se os ocurre uno mejor dejarlo en comentarios, me encantaría leer vuestras ideas).

No sé si lo estoy logrando, pero quiero mostrar el nivel íntimo que tienen ellos dos con gestos, el nivel de conexión que poseen, cómo saben a la perfección sus gestos, el poder de sus miradas... Y sí, adelanto que habrá mucha tensión entre ellos después de lo sucedido (más de la que ya había).

Kaz ha sido un poco brusco y borde pero, ¿acaso es extraño en él? En la serie no se nota tanto, pero en los libros llega a ser bastante frío, calculador e incluso yo diría un poco cruel en determinados momentos. Quiero aclarar que voy a tratar ser lo más fiel posible a su personaje. Y sí, tiene un soft spot con Raina, pero eso no va a cambiarlo radicalmente. Él es uno de los personajes más complejos del Grishaverse y como tal, espero poder hacerle justicia.

Apenas queda nada para que nuestro Santo Milo haga su aparición ;) Nos vemos en el próximo capítulo.

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