『Capítulo 9』

     —Despierta, Tayshell —exclama Sophie en voz alta—. Tenemos la clase de pócimas y no hemos terminado la tarea —añade preocupada.

—¿Qué hora es? —cuestiono aún somnolienta.

—Faltan treinta minutos para entrar a clases —alerta Kang quien ya se encuentra haciendo la poción Verum.

Con rapidez tomo mi kit de pócimas y comienzo con la creación de esta; siguiendo al pie de la letra, la receta en la página 35. Corto con gran facilidad los hongos silvestres y las hojas del árbol Straif, las cuales recolectamos ayer luego de salir del colegio. Una vez cumplido este paso, coloco algunos trozos de ambos ingredientes en uno de los frascos, el cual ya tiene varias gotas de rocío en su interior y, por último, coloco una pizca de escarcha de nieve.

—Al fin —digo en un suspiro de alivio. Dejo la pócima sobre mi cama y corro al baño para poder tomar una ducha y posterior a ella, vestirme.


     —Llamaré a cada uno de ustedes para poder probar que tan efectiva es la pócima que les dejé como tarea —indica la profesora Sabrina—. Hunter, serás el primero. Ven acá —habla ella. Mi amigo castaño se levanta y se encamina al frente de la clase, acompañado de su Verum—. Bébelo —dice. Él asiente y bebe la pócima.

—Listo —comenta el chico con repulsión al tomarla.

—Bien, ahora te preguntaré sobre algo —añade la profesora para luego quedarse unos segundos pensando dicha pregunta—. ¿Experiencia que jamás olvidarás?

—Fallecimiento de mi madre —responde él con rapidez y sin pensarlo, pero al escuchar su propia respuesta baja de forma inmediata su mirada al suelo.

—¡Oh, cariño! No tuve que preguntar eso. Discúlpame —expresa Sabrina muy avergonzada. Hunter tan solo se queda mirando el suelo, toma su pócima y vuelve a su asiento. Ya quedó más que claro que su poción fue todo un éxito.

—¿Cuándo tarda el efecto? —pregunta él en un tono casi inaudible.

—Tan solo unos pocos minutos —responde ella en voz baja. Es imposible ignorar el ambiente cargado de tensión—. Seguiré haciendo las preguntas de forma privada. Hunter, nuevamente, discúlpame.

Luego de eso, todos somos sometidos a una pregunta para saber si en verdad logramos conseguir la elaboración de dicha pócima. Claramente, las preguntas no deben ser fáciles de responder, pero bajo el efecto de dicha bebida mágica decir aquello es algo muy simple.

—¿Mayor miedo? —pregunta la profesora, luego de haberme sentado en una silla junto a su escritorio.

—Muerte y arañas —respondo con rapidez, lo cual me asombra, ya que nunca suelo decir la palabra «muerte» tan fácil.

Sé que puede sonar tonto temerle a la muerta porque es lo único que tenemos seguro en la vida, pero aun así le temo y bastante. Y respecto a lo segundo, creo que no necesita explicación. Las arañas son horribles.

—¿Podrías decir que sí funcionó? —cuestiona.

—Sí, nunca suelo decir eso tan rápido —respondo con una pequeña sonrisa.

Al ser tan largo este proceso tardamos aproximadamente una hora y media. Luego, la profesora Sabrina quiso darnos un breve resumen sobre las precauciones al usar esta pócima. Algo que ya nos había dicho anteriormente, pero deseó recordárnoslo por segunda vez.


     Nos encontrábamos comiendo todo nuestro grupo de amigos en el comedor, a excepción de Emily. El ambiente a pesar de que se había calmado en la clase, aquí entre nosotros aún persistía. Nadie quería hablar, tan solo nos concentramos en las tostadas de mermelada de bellota y el flautín de frutilla, que nos habían brindado como almuerzo.

—Hunter. —Empieza a decir Kang, pero este es interrumpido por el chico.

—No, no pienso hablar sobre eso. Sí, mi madre está muerta. Sí, yo la encontré así el día de mi cumpleaños. Y, sí —exclama y se queda en silencio un segundo—. Mañana, diecinueve de octubre es mi cumpleaños —añade todos nos quedamos callados. No sabemos qué decir, esto no tomó por sorpresa. Por sus gestos y puños cerrados sabíamos que aquello le dolía.

—Hunter, lo... —comenta Sophie, pero nuevamente es interrumpida por él.

—¿Lo sienten? Sí, todos siempre dicen eso —exclama con la respiración pesada—. Me voy y por favor, no me busquen —añade levantándose de su asiento y se dirige a paso acelerado a la salida del comedor.

Todos compartimos miradas incómodas y sorprendidas, pero decidimos quedarnos callados y continuar con nuestro almuerzo, pero siendo sincera ya el hambre desapareció.

Miro el plato de Hunter y él ni siquiera le dio un bocado a su comida.

«—Pobre —pienso».

Soy consciente de que todos aquí tenemos un pasado, pero jamás pensé que alguien como Hunter hubiera vivido por uno con tanto dolor y sufrimiento.

—Hace poco leí una frase y refleja muy bien este momento —susurra Sophie —Jamás debemos subestimar a nadie, ya que hay pasados los cuales desconocemos—. Todos la volvemos a ver, pero seguimos sin decir nada.


     Luego de acabar la hora de almuerzo, nos encaminamos a nuestra próxima clase la cual es transformación. Ya se pueden imaginar mi cara de alegría mientras me dirigía a aquel salón de clases de decoración vintage.

La clase se resume en una larga explicación sobre el cambio de un objeto normal a piedra rígida. Después de escuchar aquella información y tomar apuntes, llega la parte práctica. Por suerte, esta transformación me salió a la segunda, pero eso no significa que el odio hacia esta clase desaparezca.


     Una vez de nuevo en el Dair, decido cambiarme de ropa. Me quito mi actual uniforme y lo reemplazo por un pantalón negro un tanto holgado y una blusa blanca junto a mis pantuflas de color celeste.

—Hoy te toca cocinar —exclama Vale, colocándome un gorro de chef en la cabeza, justo al salir del baño.

—Espera, ¿qué? —pregunto confundida.

—Sí, nunca cocinas y siempre comes, ya es hora de que hagas algo —reclama Ethan.

—¿Están diciendo que me aprovecho de ustedes? —cuestiono señalándolos.

—Sí —responden todos al mismo tiempo. Ruedo lo ojos y me dirijo a la cocina. Puedo decir con suma sinceridad y sin una pizca de vergüenza que detesto cocinar.

—Y ahora, ¿qué hago? —digo mirando el techo en busca de ideas—. Claro —exclamo al recordar los brownies que suelo hacer cuando me quedo sola en casa. Sé que no es un platillo de Costa Rica, pero no me pueden pedir mucho.

Me acerco a las encimeras de madera en busca de los ingredientes. Tomo siete tazas de cerámica y en cada una, comienzo a colocar dos cucharadas de chocolate en polvo, harina de avena, azúcar, un huevo y un poco de leche de coco. Luego, con una cuchara reúno todos los ingredientes formando una mezcla homogénea.

—¿Dónde está el horno microondas? —pregunto en voz alta, ya que la cocina se encuentra en una habitación aparte de la central.

—Tayshell, recuerda que aquí no hay electricidad. Usa el horno de leña —responde Kang en medio de las risas de mis compañeros hacia mí.

—¡Genial! —reprocho—. Vale, ayúdame a encender el horno —exclamo, ya que su poder de fuego es útil para esta situación—. No sé si me estoy volviendo loca, pero no eres Vale —digo al ver a Ethan entrar por la puerta.

—Valentina está con su pollo mascota. Así que te aguantas —menciona él—. ¿Qué necesitas?

—Que me enciendas el horno —respondo con los brazos cruzados e intentando no hacer contacto visual con esos ojos azules.

—Se dice por favor —replica el chico molestándome.

—No pienso decirte eso —exclamo mirándolo—. Clark, eres de todo menos amable, así que puedes vivir tranquilo sin necesidad de que yo te diga eso.

—Entonces, no —dice cruzando sus brazos.

—Quítate, mejor lo hago yo —contesto empujándolo.

—Eres muy orgullosa y terca. Por eso te queda perfecto mi apodo —comenta riendo—. Yo lo hago —añade y se acerca al horno. Abre una pequeña puerta y con un movimiento de su mano, logra encender la leña que hay dentro de este—. Listo —dice y se me queda mirando fijamente a los ojos. Algo que me resulta adictivo, porque por más que deseo enfocar mi vista en algo más, sus ojos me lo impiden. Esto provoca un ambiente de tensión evidente en ambos, ya que estamos a corta distancia uno del otro. Los dos nos quedamos petrificados, él se pone firme y se acerca a mí, y yo por instinto hago lo mismo.

«—¿Qué carajo estoy haciendo? —pienso».

Intento detenerme, pero me resulta difícil, ya que me estoy dejando llevar por el momento. Ethan me toma de la cintura acercándome más hacia su cuerpo y nuestros rostros se acercan aún más. Pero, antes de que nuestros labios se rocen para un posterior arrepintiendo, somos interrumpidos por una luz celeste que emana de mi muñeca izquierda.

Ethan me suelta con rapidez, poniendo distancia entre ambos.

—Tu marca elemental —susurra el chico rubio. La miro y a los pocos segundos una alarma se escucha al fondo. Miro a Ethan frente a mí y ambos salimos corriendo de la cocina.

—Tayshell —exclama Kang mostrándome su marca del agua, la cual brilla con la misma intensidad que la mía.

Todos salimos corriendo del Dair y nos dirigimos al lugar de la alarma. Pero, lo que nos deja preocupados es que entre más nos acercamos un humo inquietante aparece de entre los árboles.

Al llegar podemos admirar como arde en fuego uno de los árboles del bosque.

—Guardianes del agua, vayan a ayudar —ordena Brice, nuestro profesor de elemento.

Me quito el sombrero de chef que aún llevaba puesto y lo lanzo al suelo. Kang y yo corremos hacia una de las raíces que sobresalen del césped y junto a nuestros poderes, intentamos apagar el ardiente fuego.

—Kang, ¡cuidado! —alerto al ver como una rama casi lo lastima, pero por suerte él logra escapar.

—La pantufla —grita Kang, al ver como algunas chispas de fuego cayeron sobre mi zapato y ahora comienza a arder un pequeño fuego sobre él. Con rapidez me lo quito y con agua intento extinguir las pequeñas llamas.


     Cuando finalmente logramos acabar con el inmenso fuego nos retiramos. Kang y yo nos dejamos caer en el césped, ya que estamos demasiado agotados. Llevamos muy poco en este mundo mágico y nunca habíamos usado tanto nuestros poderes como hoy.

—¿Se encuentran bien? —cuestiona Hunter, acercándose.

—Sí, solo que me quedé sin una pantufla —respondo tomando el zapato lleno de cenizas grisáceas.

—Guardines del agua, les agradecemos toda la ayuda brindada. Sabemos que usar los poderes por tanto tiempo puede llegar a ser muy cansado para ustedes —exclama Shine frente a todos, ya que aquí se encuentran todos los estudiantes y profesores—. Lastimosamente, no se logró salvar el árbol Tinne.

Luego de escuchar eso, todo el lugar cae bajo un enorme y tétrico silencio.

—Les voy a contar una historia. Lo mejor es que tomen asiento —dice Shine y ella misma se sienta sobre el césped—. Primero que todo es importante saber que hay dos tipos de sangre, las personas como nuestros familiares son de sangre mortal o como aquí los llaman, efímeros—explica con claridad—. Luego, están los de sangre inmortal a esta pertenecen aquellas criaturas como los duendes, sirenas, ángeles y elfos, ellos nacieron con esta entre sus venas. Sin embargo, están los seres que poseen ambas sangres; como los guardianes, ya que somos una mezcla de ambos. De igual forma, los vampiros y hombres lobo, porque estos fueron transformados, en un principio era simples efímeros.

Todos al escuchar esto comienzan a murmurar, pero Shine decide continuar.

—Años atrás, las criaturas de sangre inmortal y sangre mixta, se odiaban por cuestiones de sangre, por obvias razones de pureza. Incluso, hubo una guerra entre ambos grupos, pero decidieron resolver sus diferencias por medio de símbolos de paz o fraternidad, y el árbol Tinne era el de los guardianes. —Acaba de decir ella con un tanto de melancolía en su tono de voz.

—Una disculpa por interrumpir, pero es fundamental que sepa algo sobre los símbolos, directora Shine —comenta Liam, el profesor de combate—. Según me informan, los elfos y vampiros ya no cuentan con su emblema. Por ende, me atrevo a decir que esto es una señal que no debemos ignorar —añade con seriedad.

—Me temo que sí —admite Shine, poniéndose de pie con ayuda del profesor musculoso—. Pueden volver a sus habitaciones, que no cunda el temor, vamos a llegar al fondo de esta situación. Podría ser una simple coincidencia —indica ella, intentando calmar a todos. Pero, siendo sincera, dudo que alguien crea esto último.

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