『Capítulo 6』
—Tayshell, la próxima semana no estaré en el pueblo, me enviaron a atender un caso en un lugar cercano a aquí —comenta mi padre—. Y Mason estará en su primera práctica en el hospital —añade.
—Tranquilos, pasaré el fin de semana allá —respondo abrazando a mi padre.
—Te voy a extrañar y por favor, recuerda.
—Patinar con precaución. —Acabo la frase por mi padre. Él me brinda una pequeña sonrisa.
—Hasta dentro de dos semanas, terca —menciona Mason revolviendo mi cabello castaño.
—No soy terca —reprocho cruzando mis brazos.
—Después de ese accidente con tu mano, no tienes derecho a decir que no eres terca —dice mi padre con semblante serio.
—Suerte con la prueba, Mason —respondo cambiando el tema, algo divertida.
—Gracias —dice y ambos nos brindamos un cálido abrazo.
Junto a mi piedra y vestido blanco, me encamino hacia el árbol mágico. A decir verdad, el fin de semana se pasó más rápido de lo que imaginé. El sábado fue increíble, en especial la velada nocturna con mi padre. En cambio, mi domingo se resume en palomitas, películas y helado de fresa —el mejor del mundo—.
Sé que por años no acostumbré ver películas o series, pero ahora que tengo un poco más de tiempo, voy a intentar ver algunas. Pero, claro, no pienso descuidar por completo el patinaje, ahora que mi padre me dio su consentimiento, podré patinar cuando yo quiera, mientras sea precavida. Además, retomaré mis rutinas de flexibilidad.
—Tayshell —grita Sophie mientras corre hacia mí y una vez cerca, se lanza a mis brazos—. Te extrañé. Además, te traje macarons de Francia —dice ella, enseñando una linda cajita rosa de cartón y en su interior hay varios macarons en colores pasteles.
—¡Gracias! —respondo recibiendo la caja—. La próxima vez te traeré algo —exclamo y ella me sonríe animadamente.
Juntas nos dirigimos al árbol Dair mientras compartimos las cosas que hicimos el fin de semana. En el caso de Sophie; tuvo que cuidar a su sobrino de cinco años y bañó a su gatita. Eso explica el porqué lleva en sus brazos algunos arañazos.
Cuando llegamos a la habitación, nos encontramos con Hunter quien había traído una docena de libros nuevos.
—Hunter, me aterras. Lees mucho —exclamo al verlo guardar sus libros en algunas cestas de mimbre, ya que su repisa no permite una novela más.
—Nunca son suficientes libros para mí —responde él con una sutil risa.
Sophie comienza a desempacar su maleta y yo como no había llevado nada, solo me siento en mi cama a disfrutar de los macarons que mi amiga me regaló.
—¡Están increíbles! —expreso después de haber devorado una de esas delicias.
—Me alegra que te gusten —responde Sophie con una pequeña sonrisa.
—Llegó por quien lloraban —grita Vale al entrar a la habitación, seguida de Kang—. Traje mate para todos, menos para el coreano que criticó mi bebida favorita —menciona y le dirige una mirada de odio al chico quien se encuentra riendo.
—No seas tan orgullosa —dice él.
—Bueno, yo no traje nada de comida para ustedes, pero si traje hambre —digo dando pequeñas palmadas a mi abdomen.
—¡Quítate, Kang! —grita Emily empujando al chico. Todos la miramos extrañados, ya que es raro que ella hable. Siempre es sumamente amable y que de la nada diga eso, es de asombrarse. Pocos segundos después llegó Ethan, el único que faltaba.
—Tayshell, esta es mi kalimba —dice Sophie, distrayéndome.
—Que instrumento tan extraño —menciono observándolo. La kalimba consiste en una especie de piano, pero para dedos. Es una base de madera con un agujero en el centro y varias llaves que sirven de teclas—. Toca algo.
—Me da vergüenza —dice ella mirando hacia sus manos.
—¡Vamos, hazlo! —respondo animada y ella asiente. Toma la kalimba y con agilidad comienza a tocar con sus pulgares las llaves en cierto orden, formando una melodía suave y armoniosa. La canción es Kiss the Rain de Yiruma, la reconozco a la perfección, ya que me agrada el escuchar música instrumental—. Eso fue increíble —exclamo cuando la chica rubia acaba la canción.
—Esto, mis amigos, es arte —dice Vale acercándose a las camas de Sophie y mía.
—Tienes mucho talento, Sophie —añade Hunter.
—Gracias, pero no fue para tanto —responde Sophie apenada por la atención que le estamos prestando.
—¿Cómo qué no? Yo ni siquiera puedo silbar —comenta Kang a lo que todos reímos—. Bueno, deberíamos apurarnos, ya casi comienzan las clases de transformación.
—¿Transformación? ¿Acaso no íbamos con pociones y brebajes? —cuestiono confundida.
—Es increíble que no hayas notado que nuestros horarios cambian semanalmente. Obsérvalo —explica Hunter con una pequeña sonrisa. Tomo la hoja de papel en donde está indicado nuestro horario de clases y confirmo lo dicho por el chico de cabello castaño.
—Esto es nuevo para mí —respondo asombrada. Luego de eso, todos comienzan a turnarse para entrar al baño y colocarse sus uniformes del colegio.
—Buenos días, estudiantes —comenta una señora alta, ojos negros y lindo cabello rubio trenzado—. Soy Leila, profesora de transformación y guardiana del agua —añade mientras se sienta detrás de su gran escritorio—. En las próximas clases aprenderemos a cambiar de nuestra forma feérica a mortal y viceversa. Todos aquí saben que al pasar por los túneles o cuevas los cuales nos llevan a nuestras realidades humanas, nuestro aspecto cambia involuntariamente, pero es esencial aprender a hacer este cambio por nuestra propia cuenta.
Y así es como la tortura comienza, —o por lo menos en mi caso si lo fue—. Fui la que más tardó en cambiar a forma humana.
—Tienes que tranquilizarse e idealizar tu aspecto mortal —explicaba la profesora con paciencia.
—¡Estoy tranquila! —menciono en voz alta. Sinceramente, ya mi temperamento estaba subiendo, nunca he sido una persona muy paciente.
—Claro que no, estas subiendo el tono de tu voz. Tayshell, recuerda que nuestros poderes suelen ser más poderosos si no controlamos nuestros sentimientos —indica la profesora con calma.
Exhalo ya cansada y aturdida por la presión de las miradas de todos mis compañeros, cierro mis ojos e intento encontrar la tranquilidad mediante imágenes que pasan en mi mente, todas relacionadas al patinaje y logro recobrar la calma. Recuerdo mi aspecto mortal y paso mi mano derecha rápidamente frente a mí de arriba hacia abajo, ya que esto es lo que hace posible nuestra transformación.
Al abrir mis ojos verdes, puedo presenciar —gracias al espejo que tengo frente a mí—, el cómo mis peculiares orejas puntiagudas desaparecen y al igual que las escamas turquesas.
—Por fin lo logras —dice maliciosamente Ethan.
—¡Muy bien hecho, Tayshell! —pronuncia la profesora Leila.
—Insisto que sería mejor tener una palabra clave para esta transformación —menciono de mala gana.
—Lo lamento, pero no todas las transformaciones feéricas necesitan palabras para lograrse —indica ella—. En nuestra siguiente clase haré una pequeña evaluación sobre lo visto el día de hoy, por ello les recomiendo practicar y mucho —exclama y me mira de forma disimulada.
Al acabar la clase todos nos retiramos del salón de clase y nos dirigimos al comedor principal para poder almorzar algo. Solo que esta vez decidimos comer en unas mesas de madera que hay en el jardín del castillo.
El menú del día de hoy eran unas algas a la cosecha, una bebida de sábila y unas galletas de frutos secos, las cuales a mi parecer estaban deliciosas.
—¿Estas galletas tienen maní? —cuestiona Hunter quedándose inmóvil.
—Eran de frutos secos, entonces supongo que sí —respondo tomando una de ellas y llevándola a la boca.
—Hice bien en no comerlas —dice con gesto aterrado.
—¿Por qué? Están deliciosas —exclamo dándole una gran mordida.
—Bueno, mi alergia al maní no opina lo mismo —contesta mientras juega con las algas que hay en su tazón.
—Al menos te diste cuenta a tiempo —añade Kang mientras come con sus típicos palillos.
—Después de caer varias veces en el truco del maní oculto, uno se va acostumbrando a andar precavido —responde Hunter con una pequeña sonrisa.
Luego de acabar con ese tema, todos seguimos con nuestra comida. A excepción de Vale y Kang, quienes estaban pasando un rato divertido, mientras el chico le enseñaba a comer con palillos y ella fallaba horriblemente. Así que las risas no faltaron por parte de ellos.
Luego de que todos acabaron con sus comidas, nos disponemos a ponernos en pie para dejar los platos sucios en la mesa destinada a ellos, pero Ethan detiene mi impulso.
—¿No crees que olvidas algo? —dice con seriedad. Pero, como no dice nada más, continúo mi camino de mala gana, pero él me vuelve a llamar—. Obstinada, olvidaste tu vaso —añade riendo disimuladamente mientras lo señala.
—¿Cuándo vas a acabar de buscarme apodos? —pregunto rodeando los ojos y tomo el vaso para seguir mi camino hacia la mesa de trastes sucios.
—De todos, mi favorito es obstinada, creo que me voy a quedar con él. Te representa muy bien —dice y camina delante de mí de forma dominante, lo cual me hace odiarlo aún más.
Cuando salimos del comedor principal, nos dividimos una vez más de acuerdo a nuestro elemento, puesto que nuestra próxima clase es la de poder elemental.
Una vez en el salón, Kang y yo buscamos asiento y esperamos a que el profesor Brice entre por aquella puerta de madera oscura.
—Hoy estoy muy orgulloso de uno de mis estudiantes —menciona él al entrar al salón de clases—. Esta chica logró congelar un lago completo. Claro, casi se rompe la muñeca, pero es no es lo importante —exclama el profesor colocando su maleta en el escritorio—. Tayshell, felicidades, chica —añade brindándome una gran sonrisa.
—No seré buena en transformaciones, pero en poder elemental soy la mejor —digo de forma engreída a Kang. A lo que él se ríe.
Las siguientes horas de clases se resumen en libros y más libros. Debíamos ser una especie es esponja humana, la cual retuviera toda la información que estábamos recibiendo.
—Ya se pueden retirar. —Cuando el profesor pronunció esas palabras sentí como si me echaran un poco de agua luego de un día entero de calor. Fue un alivio. Nunca he sido buena en retener materia, soy más práctica y por eso es que cuando estuve en el colegio detesté historia y ciencias naturales.
Al llegar al Dair todos se encontraban vestidos de blanco y fue justamente ahí donde recordé que hoy sería la ceremonia hacia Etola, Enola... siendo sincera olvidé su nombre.
Tomo mi vestido blanco y me dirijo al baño para poder cambiarme, además llevo conmigo unas ligas de cabello para poder hacer algo con estas ondulaciones.
Me quito mi actual vestido que en realidad es el lindo uniforme del colegio y me coloco en su reemplazo la prenda de color blanco. Mis pies los decido cubrir con unos botines pequeños y para mi cabello decido tomar algunos mechones cercanos a mi sien y trenzarlos, luego los ato atrás, dejando mi flequillo libre.
Una vez lista salgo del baño y me encamino hacia mi estantería en donde guardo mi perfume y demás cosas de uso personal.
—¿Listos? —pregunta Vale y todos asentimos. Juntos nos dirigimos hacia la parte norte del bosque en donde se supone que será la ceremonia.
Al llegar quedo asombrada por el buen aspecto que tiene el lugar; pequeñas luces iluminan toda esta zona del bosque, telas blancas cuelgan de las ramas de los árboles y distintas cestas con frutas se encuentran distribuidas por todo el territorio.
La directora Shine nos recibe y nos invita a tomar alguna fruta, así que yo tomo un racimo de uvas verdes —mis preferidas—. Luego, de unos diez minutos la profesora Blosoom, encargada de enseñar el elemento tierra, da inicio a la ceremonia.
Todos nos reunimos formando un círculo y en el medio está la profesora de tez morena y cabello oscuro como la noche. Además, en el centro hay varios de los cuencos con frutas y velas que los acompañan.
Blosoom comienza a dirigir algunas palabras hacia la diosa Ehlonna junto a la dulce melodía de las flautas, en modo de agradecimiento, y pidiendo buenos frutos y cosechas para estas fechas de bajas temperaturas.
—Tus dulces cosechas alimentan nuestro apetito y toda tu naturaleza llena de profunda belleza, nos logra hechizar —pronuncia ella y acaba la ceremonia.
—Queridos guardianes, este fue el homenaje hacia Ehlonna. Este tipo de ceremonia se harán cada mes —indica Shine, la directora.
Todos los estudiantes volvemos a nuestros árboles para poder descansar y así no sufrir de futuras ojeras.
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