『Capítulo 4』

     Tomo con cuidado el frasco de vidrio que contiene el agua de lago, los capullos de lavanda y algunas hojas de mentas, y las cuelo para separar los ingredientes líquidos de los sólidos. Luego, coloco en el frasco pequeño un poco de azúcar y unas cuantas gotas de rodajas de limón.

—Listo —exclamo con una pequeña sonrisa. Esta pócima es bastante interesante, ya que es transparente, pero posee un sutil brillo en forma de pizcas de escarchas y pequeños trozos de limón, lo cual la hace bastante llamativa. Tomo mi libro para la clase de pócimas y brebajes, y junto a mi frasco de vidrio el cual contiene la poción Sine Dolore, —o al menos, eso espero que sea—.

A pesar de que el dolor en mi mano aún no cesa, debo ir a clases. Por suerte, mañana es sábado así que podemos volver a nuestros hogares junto a nuestra familia y así hasta el lunes de la próxima semana. Lo malo de esto es que mi padre estará realmente enojado conmigo por haber patinado por capricho propio y ahora tener que soportar una contusión.

Todos salimos juntos del agujero formado en la corteza del Dair y tomamos rumbo hacia la escuela, caminamos por algunos senderos hasta que finalmente llegamos, como todos tenemos la misma clase nos dirigimos juntos hacia el salón A6, lugar perteneciente a la clase de pócimas y brebajes.

—Iré llamando a cada uno de ustedes para poder evaluar la tarea que asigné la clase pasada —dice la profesora Sabrina mientras se coloca sus lentes. —Mientras yo realizo dicha calificación, ustedes leerán todo sobre la poción Sanitatem —explica ella y en seguida todos abrimos la página diez para iniciar con la lectura.

A decir verdad, esta poción me resulta muy interesante y sumamente esencial, ya que, con solo colocar algunas gotas sobre una herida de menor tamaño, esta se sana por arte de magia. ¡Es increíble!

Luego de someter mi poción a un breve análisis por parte de mi profesora y de haberme ganado un diez —máxima calificación—. Sabrina, nuestra maestra, nos explicó todo sobre la nueva pócima, enfatizando aquellos puntos importantes los cuales el libro no explicaba con respecto a la preparación, así que tomé notas sobre toda esa información extra.

—Les daré un poco de gotas de lluvia, necesito que para la próxima clase dejen estas partículas líquidas bajo los primeros rayos del sol. Luego de eso, en clase realizaremos el resto del procedimiento —menciona Sabrina para luego pasar por todos nosotros repartiendo algunas gotas de lluvia, las cuales retenemos en uno de los frascos de nuestro kit de pócimas—. Ya se pueden retirar y no olviden estar listos para la ceremonia semanal hacia Ehlonna, esta se hará el lunes por la noche —añade y quedo muy confundida por lo último que mencionó.

—¿Quién es Ehlonna? —pregunta Vale, la chica de mechones rojizos.

—Es la diosa de los bosques, flora y fauna —responde Hunter mientras lee uno de sus libros. Es increíble cómo no se cae, ya que se encuentra caminando con su nariz sumergida en las páginas.

—¿Cómo lo sabes? —cuestiona ahora Sophie.

—Bueno, Sophie —responde Hunter y las mejillas de la chica se tornan de rojo, pero ella las intenta ocultar—. Me encanta investigar, quizás por eso soy del aire. Además, todo me causa curiosidad, creándome a su vez muchas preguntas a las cuales intento buscarles una respuesta.

—¿Y qué se hace en esas ceremonias? —pregunta Vale de nuevo.

—Bueno, todos deben vestir de blanco, sin excepción alguna —explica Hunter, mientras revisa su libro. —Además, aquí dice que la música debe ser tranquila, por eso es que se suelen tocar canciones con flautas. También dentro de la ceremonia se deben hacer dos referencias hacia aspectos positivos del bosque —añade el chico de cabello oscuro.

—Eso no es una ceremonia, eso es un ritual —dice Ethan detrás de nosotros.

—Llámalo como quieras —comenta Hunter y cierra su libro.


     Todos nos dirigimos al comedor principal en donde hacemos fila para poder tener la comida. El almuerzo del día de hoy consiste en una sopa de quínoa y un flautín de frutilla. Siendo sincera estaba delicioso.

—¿Cuál clase sigue? —pregunta Ethan con la boca llena, provocándome un gesto de repulsión.

—Combate —responde Hunter. Lo cual me recuerda que soy una tonta, ya que hoy prácticamente no podré hacer nada, porque mi mano no puede hacer movimientos bruscos, así que mi participación hoy en la clase será prácticamente nula.

Cuando todos acabamos de comer, nos dirigimos al salón A9, en donde nos encontramos con un lugar con aspecto tenebroso y muy rudo, ya que todo en él es negro, plateado y rojo.

Poco a poco el resto de la generación de guardianes se acercan al aula, pero todos permanecemos de pie, porque no hay rastro alguno de sillas o lugar en donde sentarnos.

—Bienvenidos, luchadores. Soy Liam —grita el profesor al entrar al salón—. Formen una fila para poder seleccionar un arma —añade con una gran sonrisa. El profesor tiene todo el aspecto de ser profesor de Combate, tiene cabello corto y negro, posee unos lindos ojos verdes como los míos y su cuerpo es bastante musculoso.

Todos los estudiantes nos formamos en fila y esta fue avanzando poco a poco.

—Bueno, Tayshell, es tu turno —mencionó mostrando con su mano una amplia variedad de armas. Arcos, ballestas, abanicos, látigos e incluso bastones, es lo que logro observar.

Camino lentamente por el lugar, analizando cual arma prefiero, y cuando menos lo esperaba mi vista se posa en un par de látigos negros y con mango plateado. Los tomo con mi mano derecha y sonrío.

—Látigos de ferrum, buena elección —exclama él—. Espera afuera del salón junto a tus compañeros —indica y yo asiento.

Una vez fuera del aula de clases, me encuentro con Sophie quien sostiene un par de abanicos con pequeñas cuchillas en las puntas.

—Látigos, ¡genial! —expresa Hunter con una sonrisa—. Yo elegí un arco —añade y me lo muestra, este es de madera en color negro y detalles plateados.

—Guardianes, ahora iremos al campo de entrenamiento —comenta Liam, el profesor de combate y todos lo seguimos hasta esa parte del jardín.

Al llegar quedo asombrada, el lugar es muy extenso y está repleto de obstáculos. Además, este posee una especie de maniquíes con los cuales practicar.

—Ahora formaré parejas para comenzar de inmediato con movimientos de ataque —dice el profesor e inicia a nombrar a las personas—. Ethan y Tayshell —exclama.

—¿Qué? —pregunta Ethan descontento. —Pero, si la chica no puede ni moverse.

—Te estoy escuchando, Clark —respondo con seriedad.

—Bueno, Tayshell no puedes pelear y Ethan, como no tienes pareja tendrás que practicar con él —menciona el profesor, presentándole a Ethan uno de los maniquíes, y al yo ver esto, comienzo a reír a carcajadas para luego sentarme en las graderías del lugar.

—Todo por tus rabietas de niña —reprocha sentándose junto a mí.

—¿Ahora eres la victima? —digo levantando una ceja.

—Por supuesto, ayer te tuve que cargar y ahora no puedo practicar como los demás.

—Tú me quisiste llevar a la enfermería, ahora no me vengas a reclamar nada —añado—. Bueno, ya te puedes ir —comento haciendo que se levante. Él rueda los ojos y se aleja de mí.


     Por las siguientes horas me quedé sentada en el mismo lugar junto a mis látigos los cuales me resultaron inútiles por este día. Pero, siempre presté atención a todos mis compañeros, en especial a aquellos guardianes que al igual que yo, tenían como arma un par de látigos.

—Espero que para la próxima clase esa mano esté lista —dice el profesor Liam, acercándose a mí.

—Por supuesto, las contusiones no tienden a tardar mucho en sanar —respondo con una pequeña sonrisa.

—Luchadores, ya la clase acabó. Pueden retirarse —anuncia Liam en voz alta.

Todos acompañados de sus nuevas armas se dirigen a sus respectivos árboles. A excepción de Sophie quien nos indica que tardará un poco en llegar al Dair.


     Una vez que todos nos encontramos en nuestro roble, cada uno de nosotros comienza a preparar algunas cosas para volver con sus familiares el fin de semana.

En mi caso, no guardo nada en ninguna maleta, ya que todo lo que necesito está en mi casa, entonces tan solo me cambio de ropa y me acuesto sobre mi cama para poder descansar un poco. Además, de colocar en mi mano un poco de una crema babosa que la enfermera Lottie me recetó.

—Perdón, perdón, perdón, Sophie —menciona alguien bajando las escaleras de nuestra habitación. A este chico nunca lo había visto, es de estatura promedio, tez pálida y lindo cabello negro.

Todos observamos como él junto a Sophie corren hacia su cama y comienzan a sacar una caja de madera.

—¿Qué sucedió, Sophie? —pregunto, ya que me preocupó ver a mi amiga con la respiración acelerada.

—Fui yo, lo arruiné —dice el chico, agarrando su cabello con fuerza—. El lunes debemos presentar el huevo sin ninguna grieta y antes me caí con él. Ahora tiene una gran marca en el cascarón.

—Espera, creo poder arreglarlo —exclama Sophie respirando profundo.

—Problemas de guardianes de tierra —añade Ethan en forma burlista.

—¿Te puedo ayudar? —pregunto.

—Tranquila, no creo que me puedas ayudar con tu mano así —dice la chica rubia, acomodándose las gafas que suele llevar cuando va a clases.

—Vez, Tayshell, eres inútil. —Ethan ríe. Con rapidez tomo con mi mano derecha uno de los látigos que dejé en mi cama y lanzo la cuerda, logrando enrollar por completo la pierna del chico rubio para luego tirar de esa y dejar a Ethan en el suelo.

—Oye. —Se queja mientras frota su cabeza, aún tirado en el suelo.

—Hoy fui muy observadora en la clase —exclamo con sonrisa victoriosa. Él me mira con odio y vuelvo a mi cama para colocar un poco de hielo sobre mi mano.

Por los siguientes minutos, todos se encuentran haciendo distintas cosas; Ethan en su cama mirándome con odio, Hunter leyendo, Kang observa su arma la cual es un bastón, Vale como la mayoría de las veces está comiendo, Emily ya se durmió, y Sophie aún continúa intentando arreglar el huevo que su compañero rompió.

—Lo logré —expresa Sophie con alivio—. ¿Se nota que está roto? —pregunta ella, mostrando el huevo que ahora lleva finas líneas de colores, semejándose a un huevo de pascua.

—Che, ni se nota —responde Vale con el rostro lleno de lo que parece ser betún de pastel.

—Te quedó hermoso —añade Hunter, acercándose a ella. Observo como Sophie se pone nerviosa.

—Te adoro, Sophie —comenta el chico del cual desconozco su nombre.

—No me aprietes tan fuerte, Louis. —Se queja ella por el abrazo.

—Por cierto, soy Louis Keller. Soy de Suiza —añade él animadamente.

Él comparte algunas palabras con Kang y Vale, y luego, se retira del Dair.

Todos, una vez con sus pijamas puestas vuelven a sus camas para poder dormir y esperar a que el fin de semana llegue.

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