『Capítulo 33』
—¿Cómo te fue con la directora? —interroga Ethan sentándose junto a mí.
—Se podría decir que bien —respondo observándolo un poco desanimada.
—¿Por qué?
—Me dijo que podía borrar esas semanas de mi memoria —contesto y bajo mi mirada—. Obviamente, no acepté.
—No debió ser algo sencillo de elegir —contesta y se acerca aún más.
—De hecho, fue sencillo. No quería eliminar la sensación de alivio que sentí cuando los vi esa noche en el bosque —menciono—. Me sentí segura.
Él me observa con una pequeña sonrisa en su rostro y me acaricia una de mis mejillas para luego, besarme con tanta delicadeza que sentí como mi corazón se podía llegar a derretir de tanta ternura. Uno de mis mechones se tiende a cae y él lo toma para colocarlo detrás de mi oreja y continúa besándome. Las yemas de sus dedos acarician suavemente mi cabello para poco después bajarlas, cayendo por mis brazos y posarlas finalmente en mi cintura.
Él beso continúa siendo lento y delicado, pero sin perder esa sensación de picardía que lo vuelve adictivo. Cuando Ethan se aleja algunos centímetros de mí, abre sus hermosos ojos azulados y me observa profundamente para luego cerrarlos, y alejarse un poco más.
—¿Sabes? —susurra—. Estoy orgulloso de ti, a pesar de haber vivido una completa pesadilla sigues en pie.
—Creo que realmente, no me queda de otra —respondo con cierto tono divertido.
—No te subestimes —dice riendo un poco.
—Bien, no lo haré —contesto—. ¿Cómo seguiste de esa cortada? —añado observando dicha herida sobre su ceja derecha.
—Bueno, presiento que me quedará una gran cicatriz.
—No exageres, tampoco es tan grande —respondo observándola—. Te hace ver como un chico malo —digo riendo.
—No digas eso, detesto ese estereotipo —responde y se une a mi risa.
—Volví, dejen sus cochinadas para después —responde Vale haciendo un gesto serio.
—No estábamos haciendo nada —exclama Ethan levantándose de mi cama.
—Era un aviso. Ethan, ¿aún no preparas la cena?
—Cierto —dice el chico recordando—. Me distraje —añade.
—Sí, eso lo tengo muy claro —dice Vale—. Vamos, te ayudaré. Tayshell, ¿te puedes encargar de la ensalada? —pregunta ella y yo asiento.
***
Los días pasaban tan rápido que algunas veces me asombraba lo poco que lograba hacer en dichas horas, aunque el hecho de despertarme tarde creo que también perjudicaba la repentina rapidez en los días.
La mayoría de las tardes las solía pasar patinando, visitando el árbol de Kang o incluso, hablando con los chicos. De hecho, un día fuimos a visitar el acogedor pueblo de Spell Town para comprar algunas cosas y poder lograr hacer al menos un día distinto a los demás.
El día anterior a nuestra partida había llegado y con él, extensas horas de acomodar y revisar una y otra vez, el hecho de llevar todo y no olvidar ni un solo par de calcetines. Y cuando logramos terminar de empacar todas nuestras pertenencias —a excepción de la ropa que usaríamos el otro día— decidimos festejar con una taza de chocolate caliente y una charla. Sin embargo, nuestra conversación fue interrumpida por un ruido afuera del Dair y fui yo quien decidió ir a indagar.
—¿Hola? —pregunto, cuando me encuentro en la entrada. La nieve poco a poco se estaba derritiendo, puesto que la entrada de la primavera se aproxima en esta zona del mundo. A finales de febrero para ser precisos. Lastimosamente, no vamos a poder celebrar la llegada de dicha época por las imprevistas vacaciones; sin embargo, la directora hace algunos días nos dio la orden de preparar un platillo en honor a Ehlonna, nuestra diosa de la fauna, flora y bosques. Así que, el Dair llevará una tarta de frambuesa que tardamos algunas horas preparando. Dicho platillo será llevado mañana a su lugar sagrado, en donde los guardianes suelen llevar a cabo sus ceremonias.
—¿Tayshell? —susurra alguien mi nombre y giro mi cabeza en su dirección para poder encontrarme con la silueta de una chica delgada.
—¿Emily? —pregunto cuando logro ver su rostro más de cerca. Me asombró que ella volviera. Estaba tan cambiada a como la recordaba en la jaula de paredes neón. Sus ojos volvieron a su peculiar color grisáceo reemplazando el rojo intenso que los solía cubrir, su lindo cabello liso volvía a usarlo suelto y las cicatrices en colores oscuros que permanecían en sus labios, zonas del cuerpo y parte inferior de los ojos, también se habían desvanecido—. ¿Qué haces aquí?
—Quería darles esto —exclama y me brinda un sobre blanco de gran tamaño—. Espero que algún día puedan perdonarme; especialmente, tú —comenta y baja su mirada—. No tengo completa claridad en mis recuerdos, pero si sé que te lastimé —dice y toma uno de mis brazos, el cual aún lleva las marcas de quemaduras y las cicatrices que me provocó Harkan; el vampiro—. Juro que no era consiente de mi cuerpo, ni de mi memoria. Era un títere —susurra muy apenada y suelta mi brazo—. Yo... yo —añade, casi rompiendo en llanto.
—Te perdono, Emily —exclamo interrumpiéndola. Sé que la culpabilidad se está apoderando de ella—. No tienes la culpa de nada. El amo era el verdadero monstruo —añado y ella asiente con los ojos llorosos—. ¿No piensas volver al Dair?
—Eso jamás, fui horrible con todos. Además, el bueno de Kang murió por el amo y yo era una de sus pecadoras. Aunque no lo quisiera, eso me hace sentir fatal —explica—. Pero, espero que esto les guste. Si gustan pueden borrarme. No los culparía —agrega y luego de eso, se aleja de mí, logrando desaparecer entre la penumbra del bosque.
Un tanto confundida por la última frase que Emily me dijo, vuelvo a la habitación principal, en donde soy recibida por los chicos quienes preguntan sobre la situación.
—Era Emily, dijo que nos quería dar esto —comento desconcertada y le doy el sobre a Hunter.
—No lo puedo creer —exclama sorprendido.
—¿Qué sucedió? —pregunta Ethan acercándose. Vale también se nos une.
—¿No creen que es un recuerdo bonito para un lugar en donde las fotografías están prohibidas? —cuestiona Hunter y nuestra una hoja de tamaño promedio, en donde hay un dibujo. Pero, al acercarme puedo notar que el dibujo trata en realidad de una especie de retrato de nosotros. Los estudiantes del Dair.
El dibujo está hecho con acuarelas en colores pasteles y con trazos sutiles en negro. Pero, no son sus trazos delicados o la calidad de la hoja lo que me deja sin palabras, sino su contenido. Todos estamos ahí con la habitación del Dair de fondo.
Vale estaba en el centro de todos, reluciendo su característica sonrisa y con un mate entre sus dedos. Junto a ella, estaba Sophie con sus finos lentes, a su vez, Hunter estaba junto a Sophie sosteniendo algunos libros, algo muy característico de él. Detrás estaba Ethan con una sonrisa traviesa y su pelota de basquetbol; además, yo estaba junto a él, observándolo con odio y mis patines, los cuales colgaban de mi hombro derecho. Emily estaba sentada en el suelo con la ropa manchada de lo que parece ser pintura. Por último, ahí estaba Kang, junto a ella. Nuestro amigo sonreía alegremente mientras levantaba sus manos en el aire, un gesto algo exagerado para mí, pero totalmente normal para él y Vale.
—Es increíble —comenta Valentina.
—Creo que logró recalcar a la perfección la relación entre Ethan y Tayshell —exclama Hunter. Ethan y yo nos miramos y comenzamos a reír.
—Sí, aunque no sé que prefiero. Las antiguas peleas diarias o los actuales momentos románticos —dice Valentina con los brazos cruzados.
—Dejando eso a un lado, ¿se dan cuenta de qué ahora tenemos un recuerdo de Kang? —pregunto y sonrisas se ven reflejadas en los rostros—. Emily me dijo que podíamos borrarla —exclamo un poco después.
—¿Borrarla? —pregunta Hunter.
—Sí, ella piensa que la odiamos.
—Mañana debemos hablar con ella. Quizás piense lo de volver al Dair, como sucedió con Sophie —contesta Hunter una vez más.
—Lo podemos hacer después de la ceremonia hacia Ehlonna. Todos los estudiantes deben ir, sin excepción —comenta Ethan.
—Hay una copia para cada uno de nosotros —añade Hunter y comienza a repartir las hojas. Cuando la tengo en mi mano, una gran sonrisa resplandece en mi rostro e inmediatamente, la guardo en mi maleta junto a un sobre para que esta no termine arrugada al llegar a casa.
Continuamos con nuestras bebidas mientras charlamos algunos minutos más. Y siendo sincera era un momento agradable; sin embargo, resultaba imposible el hecho de ignorar lo vacío que se encontraba el lugar. Sophie, Kang y Emily no estaban, y Vale disfrutaba de su chocolate desde su cama, sin participar en nuestra charla.
Vale estaba dolida, quizás fue la que más salió afectada, ya eran varios los días que llevábamos sin escuchar una sola broma o comentario gracioso de ella, y eso mostraba lo mal que se encontraba.
Ante esta situación me replanté una frase que había leído hace varios años, la cual decía que; el cariño hacia una persona, realmente no dependía de la cantidad de años juntos, sino por la química que había entre ambos.
Y actualmente, creo que todos en el Dair, podemos confirmar dicha frase. Ya que, en realidad llevamos muy poco tiempo como amigos; sin embargo, hemos logrado formar una relación tan cercana, la cual —personalmente— nunca habría llegado a crear con mis amigos de patinaje.
Finalmente entendí que, la conexión que tenemos con nuestros amigos no se basa en los años juntos o los gustos en común, sino en la maravillosa combinación que se crea con nuestras diferencias, sin dejar a un lado, la química por la cual todo comenzó.
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