『Capítulo 27』
Segundo día, pensé que terminaría volviéndome loca. No hay nada que hacer dentro de este cubículo de paredes neón. Tan solo puedo quedarme mirando hacia el techo, esperando que el grupo de locos no se canse de mí y acaben con mi vida.
Horas después, alguien ingresó por la puerta. Aún acostada en el suelo, volteé mi cabeza en dicha dirección para encontrarme con el hombre lobo que ayer me había secuestrado a mitad del bosque.
—El amo desea que se alimente —dice él y pasa una bandeja de comida a través de la pared.
—No puedo confiar en criaturas que me secuestraron para tenerme como carnada —exclamo observando el plato de comida.
—No solo eres la carnada. Fuiste la que debilitó al amo y eso no es de su agrado. Sin embargo, su plan no es que mueras —exclama, después de eso se retira de la habitación, dejándome una vez más, sola.
—¡Qué amables son, no quieren matarme! —susurro con voz aguda y de forma sarcástica. Observo el platillo de comida. Mi estómago ruge, está exigiendo comida, pero me rehúso y continúo acostada sobre la superficie rígida.
A pesar de negarme las primeras tres horas a la comida, al final accedí a ella. No podía aguantar más. Me levanté, tomé la bandeja y la llevé al otro lado del pequeño espacio.
—Tan solo espero que esto no tenga veneno —exclamo al ver la comida. Tomo de primero un emparedado de queso y con mucha desconfianza, lo llevo hasta mi boca y le doy un mordisco. Lo comí con gran desesperación, ya que llevaba varias horas sin comer y, a decir verdad, al final ya no me importaba en lo más mínimo la posibilidad de acabar envenenada.
Al terminar con todo, me levanté y coloqué la bandeja en el mismo lugar, pero no sin antes intentar pasar dicho objeto a través del muro; quizás podría intentar escapar. Claramente no funcionó, pero tenía que intentarlo.
Me acuesto una vez más sobre el suelo y observo el techo en busca de cualquier idea que me logre distraer por al menos unos cinco minutos.
—Hola de nuevo, Tayshell Sáenz —exclama el amo entrando a la habitación—. ¿Cuál será la pregunta que tienes para mí hoy?
—¿Me quieren matar? —respondí aún acostada y sin dirigirle la mirada.
—No, como dije eres nuestra carnada, te necesitamos viva —responde.
—Bien, ya me puedes dejar sola —contesto observando el techo.
—¿Aún no entiendes, guardiana tonta? —dice él riendo, yo me siento y lo vuelvo a ver, a pesar de que aún no conozco su rostro—. Ayer pasaste tiempo con Harkan, hoy es mi turno —exclama, lo cual me hace estremecer—. Estuans adustis dexterioribus —pronuncia mientras coloca su mano apuntando en mi dirección.
Sinceramente, no sabía que estaba diciendo, pero luego de repetir dicha frase más de tres veces comencé a sentir quemaduras en mi piel. Era como si alguien estuviera colocando carbón caliente sobre mí.
Comencé a gritar por el punzante dolor que sentía en varias partes de mis manos, piernas y cintura. Era el dolor más inmenso que jamás había sentido, era una completa tortura.
—¡Basta! —chillé del dolor. Pero, él solo rió y continuó pronunciando aquellas palabras. Con cada frase que repetía, más ronchas se formaban en mi piel y mi garganta más ardía por el dolor que me provocaba el gritar, pero no podía evitarlo.
Me encontraba tirada en el suelo, hecha un ovillo mientras gritaba y me quejaba.
—¿Vas a seguir de curiosa? —dice cuando acabó con mi infierno. Intenté recuperar el ritmo de mi respiración—. Te pregunté que si vas a seguir de curiosa —gritó.
—No —susurré aún en el suelo.
—Amo, logramos invadir las cavernas de los duendes —expresa Harkan ingresando a la habitación.
—Perfecto —responde él y se marcha de lugar.
Minutos después cuando he comprobado que el amo no volverá, me siento y observo mis brazos pálidos con varias ronchas muy rojas. Además de que estás se encuentran sin piel que la cubra, totalmente expuestas. De igual forma, levanto mis pantalones, y mis piernas tienen varias rodeándolas. Por último, subo la blusa morada que visto y mi abdomen tiene al menos ocho de estas. Bajo mi blusa y me acuesto en el suelo, aún adolorida.
—Solo faltan trece días.
***
En los siguientes tres días no sucedió nada, tan solo Harkan me traía a diario comida y eso era todo. Lo cual me emocionaba, al menos nadie me estaba torturando. Sin embargo, esto me hacía pensar que la razón por la cual no estaban aquí, era porque se encontraban haciendo desastres allá afuera, yo solo deseaba que mis amigos y los guardianes en general, estuvieran bien.
Sin embargo, el cuarto día tuve una extraña visita de la señorita ira, o sea Emily Davis, mi excompañera de habitación.
Su aspecto continuaba siendo el mismo. Cabello castaño atado en una cola, ojos rojos, y marcas en tonalidades rojas y negras en sus brazos, labios y parte inferior de los ojos.
Ella recogió la bandeja de mi día anterior y se me quedó viendo con cierta diversión en sus expresiones faciales.
—Emily, eres una chica súper amable y dulce —exclamo acercándome a la pared que nos dividía—. No perteneces aquí.
—Das pena, Saénz —exclama ella y coloca sus manos en mi dirección. Luego de cerrar los ojos, expulsa una gran cantidad de aire en mi dirección, haciéndome chocar con la pared de concreto y posterior, caigo al suelo.
Ella ingresa al pequeño espacio y se acerca a mí junto a unas agujas y una bolsa.
—Quédate quieta. Es por tu propio bien —indica ella. Emily toma mi brazo e inserta la aguja en él, haciéndome sentir una pequeña punzada.
Ella me deja allí, sentada junto a la aguja que con el pasar de los segundos quita de mi cuerpo, más y más sangre. Fácilmente podría quitarme esto, pero no me atrevo, ya que me encuentro con la chica ira; por ende, no podría salir nada bueno de esa situación.
Luego de un rato, ella retira todo de mi brazo y me tiendo a sentir un poco débil, pero intento alimentarme con la comida de la bandeja.
—Solo quedan diez días.
***
«Solo quedan nueve días», dije luego de que Harkan volviera a morderme y quedara aún más débil.
«Solo quedan ocho días», exclamé después de no haber comido en todo el día.
«Solo quedan siete días», expresé antes de dormirme entre lágrimas, ya que ese día fui torturada con imágenes mentales por parte del amo.
***
—¿Cuál es la pregunta del día de hoy? —dice el amo. Yo sabía muy bien que, si le preguntaba algo, ese mismo día acabaría torturándome, porque se encuentra firme ante la idea de quitar mi curiosidad, pero lo que iba a preguntar hoy iba a responder todas mis preguntas.
—¿Me cuentas tu historia? —pregunto observándolo y él suelta una leve risa. Poco después se baja la parte de la túnica que cubría su rostro. Dejándome petrificada. Por fin había revelado su rostro.
—Eres ingeniosa, con una sola pregunta tendré que responder a todas tus dudas —añade, pero yo aún me encuentro sin habla. Es un señor de unos cincuenta años, ojos avellana, barba castaña bien cuidada, pero sin un solo mechón de cabello en su cabeza.
—Habla —indico sentada en el suelo.
—Verás, siempre he sabido que la magia existe y que está oculta a simple vista de los efímeros, pero intenté dejar esta idea cuando me casé —explica—. Pero, cuando nació mi hijo había algo en él que se me hacía sumamente interesante. Él tenía algo que yo siempre había deseado... poseía magia.
—¿Casado y con hijo? —exclamo, pero esto sonó más a una pregunta que una simple afirmación.
—Quise tomar a mi hijo para hacerle una serie de pruebas e investigaciones, pero mi esposa se volvió loca y se fue de la casa junto a nuestro hijo. Luego de pasar varios años, decidí ir en busca de ambos y aproveché de acabar con la vida de esa mujer que me juzgaba sin saber que yo tenía razón.
—¿Asesinó a su propia esposa? —comento, aterrada.
—Por poco logro llevarme a mi hijo —continúa, sin tomarle importancia a mi pregunta—. Pero logró defenderse y preferí dejar pasar esa situación, después de todo ya tenía la venganza y la magia negra que siempre quise tener —exclama—. Me sorprende que no conozcas esta historia, ¿acaso Hunter no les ha contado el trágico fallecimiento de su madre? —dice con diversión. Muy en silencio y observándolo con semblante serio, termino por digerir la información sobre esta situación. Y, allí es donde recuerdo que Hunter nos había dicho que su madre había muerto, pero jamás dijo que... la habían matado.
—¿Eres el padre de Hunter? —pregunto y me quedo en blanco. Esto es prácticamente imposible.
—Por fin, lograste adivinarlo —expresa él y comienza a aplaudir con malicia—. De todas formas, él no sabe que yo fui quien mató a Elisse. Estoy ansioso por el gran reencuentro, Hunter no sabe ni siquiera que conozco de este maravilloso mundo.
Yo solo me quedo mirando el suelo, desorientada intentando asimilar todo lo que hace pocos segundos se me fue relevado. Todo esto significaba que, estoy siendo torturada por el padre de mi amigo. Hunter va a sufrir mucho cuando se entere de toda la verdad.
—Volviendo al tema principal, estoy haciendo todo esto por venganza. Es injusto que la naturaleza solo elija a ciertas personas; por ende, voy a acabar con lo que más ama la diosa Ehlonna... sus criaturas feéricas. Duendes, ángeles, sirenas, todos acabarán muertos y yo empezaré mi propio mundo feérico.
—¿Cómo le vas a dar poderes a efímeros? —pregunto.
—Tonta guardiana del agua. He pasado los últimos años de mi vida estudiando sobre este mundo. Tengo un plan perfecto y mucho poder, acabar con todo el bosque Boreal será una labor sencilla —comenta él—. Harkan, ya sabes qué hacer.
—Claro, amo —dice él y me mira con lujuria.
El amo se retira y el vampiro entra al cubículo, se sienta junto a mí y me muerde. Ante el impacto hago una mueca de dolor, pero ya no me afecta tanto como el primer día. Sin embargo, luego de que Harkan se retira de mi espacio, quedo sumamente débil e incluso, me llego a marear por algunos minutos.
—¡Dulce noche, hermosa guardiana! —exclama él y se marcha del lugar. Cuando estoy segura de que se fue y no volverá, me acuesto y comienzo a sollozar. Ya me quiero ir de aquí.
—Necesito a mi familia —menciono con la voz quebrada—. Solo quedan cinco días.
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