『Capítulo 19』
Domingo... ese último día en el mundo efímero, ese último día junto a mi familia y el acogedor calor de la costa. Temía que este día llegara, nunca me había distanciado tanto de mi familia y en este caso, las circunstancias son peores porque pasaré un lapso de tiempo indeterminado sin ningún tipo de comunicación; sin cartas, sin mensajes, sin llamadas.
Todo el día lo pasé junto a mi prima, ya que mi tía aún no había acabado el misterioso vestido, el cual desconozco por completo.
Ambas fuimos a caminar por el bosque, pintamos con algunas acuarelas viejas que guardaba en mis cajones de madera y al finalizar el día, todos nos reunimos a ver una película infantil, la cual Mariana insistió tanto en ver que acabó convenciéndonos.
Junto a palomitas, refrescos y una película de una princesa perdida y un príncipe que la rescataba, pasé mi último día con mi familia. Al acabarla, me encargo de vestir a Mariana con su linda pijama de flores rosas y la llevé a la cama de la habitación de visitas, en donde le deseo una linda noche y me marcho para poder descansar en mi cómoda habitación.
***
Despierto desde muy de mañana, inclusive antes de que el sol apareciera y de que los gallos del pueblo comenzaran su cacareo.
Me visto con mis típicos pantalones deportivos negros y una blusa celeste corta, tomo algunas galletas de chocolate de la cocina, mis audífonos y celular, y me encamino a la orilla del mar. Deseaba poder tener un último momento de paz antes de volver al loco mundo feérico.
Subo a mi bicicleta y tomo rumbo hacia aquel maravilloso lugar.
El aire azota mis mejillas pálidas, haciéndome sentir libre y alegre, y ante este sentimiento de completa serenidad, pedaleo aún más rápido.
Me quito el casco y lo dejo colgando de la manivela de la bicicleta, la cual dejé recostada en un árbol. Me quito los tenis que llevaba puestos y entierro mis pies en la fina arena. Comienzo a caminar hacia el mar, hasta que las suaves olas choquen contra mis pies, pero no dejando a su vez, mojar mi ropa.
Ante la música instrumental que puedo escuchar desde mis auriculares, cierro mis ojos; siento todo lo que sucede a mi alrededor. La fuerte brisa que poco a poco vuelve mi cabello un desastre, las olas que humedecen mis pequeños pies y mi audición deleitando la música. Era imposible mejorar este momento.
Nunca me había sentido tan conectada con mis sentimientos y con la naturaleza, que sentí la necesidad de ejercer mi poder. Sé que estaba mal, pero miré a todos lados y no había nadie cerca de mí. Era prácticamente imposible que alguien pudiera observarme.
Coloqué mis manos delante de mí, cerré mis ojos e intenté formar una gota de agua, la cual se encontrará bajo mi poder. Y al abrir mis ojos, me topé con la sorpresa de que ahí estaba la gran gota de mar salada, levitando entre mis manos.
—¡Esto es increíble! —exclamo con una gran sonrisa y con emoción tiro la gota de agua lo más fuerte que puedo hacia arriba, formando un gran chapuzón al esta impactar con el mar.
Observo por última vez aquel maravilloso panorama y vuelvo a subir a mi bicicleta para poder volver a casa, ya que debía despedirme de mis familiares.
—Tayshell, querida. ¿A dónde estabas? —pregunta mi tía Celia al verme entrar por la puerta.
—Quería estar un momento a solas —respondo con una pequeña sonrisa—. ¿Qué tal va el vestido?
—Ya está listo —dice ella con gran orgullo.
—¿En serio?
—¿Lo quieres ver? —expresa ella, a lo que yo asiento de forma inmediata.
Mi tía me señala una caja de cartón blanca de gran tamaño, la cual descansa sobre uno de los sillones de la sala de estar. Me encamino hacia esta y abro la caja para poder encontrarme con un vestido que ni en mis sueños más locos podría haber imaginado.
Un hermoso vestido de delgados tirantes, un lindo corsé que enmarcará y resaltará mi cintura, y una hermosa falda de tul que llegará más arriba de mis tobillos. El vestido es color esmeralda claro y la tela de la falda posee pequeños puntitos en blanco, como si de estrellas se tratase.
—Tía, esto es... —digo asombrada.
—Te verás hermosa en él —añade colocando sus manos sobre mis hombros—. Lo quise hacer en este tono para que tus ojos verdes resaltaran.
—No sé cómo agradecértelo —respondo aun contemplando aquella prenda.
—Para ser el primer vestido que te confecciono, tenía que hacerlo realmente digno de una muchachita como tú —exclama con una gran sonrisa.
—¿Cuánto dinero es? —pregunto cerrando de nuevo la caja.
—Tranquila, este es tu regalo de cumpleaños de mi parte —responde ella riendo.
—Cumplo años hasta enero —comento, sumándome a la risa.
Al acabar la conversación con mi tía, corro a mi habitación de la cual tomo la maleta que alisté la noche previa con algunas prendas de vestir, ya que no sé cuánto tiempo tardaré sin volver a mi hogar.
Salgo de mi habitación y bajo hasta el primer piso en donde se encuentran todos.
—Adiós, Tayshell —dice mi primita abrazándome.
—Adiós, Mariana, y ya sabes, nada de entrar a mi habitación —indico entrecerrando mis ojos, ella se ríe y sale corriendo hacia el televisor para poder continuar con su película.
—Te cuidas, hermosa. Espero que salga genial el baile —exclama mi tía abrazándome.
—Así lo será —respondo.
—No sabes cuánto los voy a extrañar —expreso abrazando a Mason y a mi padre al mismo tiempo.
—Y nosotros a ti, princesa —dice mi padre y me toma el rostro para brindarme un pequeño beso en la frente.
—Hasta pronto, hermanita —menciona Mason despeinando mi cabello.
—Sí... hasta pronto —comento con voz apagada.
Mi padre me abre la puerta y al alejarme, me volteo por última vez para poder observar a ambos despidiéndose de mí con su mano y una triste sonrisa aparece en mi rostro.
Al llegar al árbol como siempre, coloco mi roca en el pequeño agujero que se ubica en el tronco y la fina línea dorada aparece para formar la brecha, la cual me permite llegar al mundo feérico.
Observo por última vez todo mi alrededor y junto a un sentimiento de melancolía me adentro al túnel, del cual comienzo a percibir el frío del bosque Boreal, luego de unos segundos de caminata.
Una vez a las afueras del Dair, me encuentro con Valentina, quien me recibe emocionada y decidimos entrar juntas a él.
Cada uno de mis compañeros lleva consigo una caja o bolsa para guardar sus prendas de vestir para el esperado baile de invierno.
Cuando finalmente todos nos encontramos listos, emprendemos camino hacia el castillo en donde recibimos clases de Magia Oscura, en la cual aprendimos la ejecución de un nuevo hechizo; Ludus mentis, el cual consiste en la manipulación de la mente por medio de imágenes; por desgracia, este es sumamente complejo y muy pocos de mis compañeros lograron realizarlo. En mi caso, no lo logré.
Luego de acudir a las clases de transformación en donde hicimos un breve repaso de algunos temas ya vistos en previas clases, la directora Shine nos citó a todos los estudiantes y profesores a la zona del bosque en donde se suelen llevar a cabo las ceremonias a nuestra diosa, Ehlonna.
Así que después de cambiar nuestro uniforme por el vestido blanco que solemos llevar a los cultos antes mencionados y una túnica la cual cubre nuestro cuerpo por completo, nos dirigimos todos juntos hacia el lugar establecido.
—¿Para qué nos querrá la directora? —pregunta Vale justo cuando estábamos a punto de llegar.
—No lo sé, creo que para cerrar los túneles —comenta Sophie—. Es lo único que se me ocurre.
—No creo que sea para eso —exclama Ethan, todos miramos hacia adelante y nos encontramos con una especie de llamas de polvo dorado que surgen de la tierra en un solo punto... en el centro del lugar.
Los guardianes se acercan poco a poco y con el polvo brillante forman pequeñas esferas doradas con el símbolo perteneciente a su elemento.
—Guardianes, adelante. Los necesitamos —dice un profesor que pocas veces lo he visto recorrer los pasillos del colegio. Él es alto con corto cabello blanco y lindos ojos azules.
—Profesor James, ¿qué es esto? —pregunta Ethan. Así que ahí es donde me doy cuenta que él es el profesor de los guardianes de fuego.
—La directora Shine confirmó que la mente maestra detrás de todas las pasadas y actuales calamidades es un hechicero, así que, si todas las criaturas reúnen sus poderes, podemos lograr que los poderes del efímero disminuyan. Además de que esto a su vez, es una ceremonia hacia Ehlonna para pedir su protección sobre todo el mundo feérico —explica él con claridad. Ethan luego de eso, agradece y el profesor se aleja.
Sophie y yo nos miramos y caminamos hacia la fuente luminosa. Observamos como una chica de cabello castaño y ojos en el mismo color, camina hacia las llamas. Ella se quita la capucha que cubría su ondulado cabello y sumerge sus manos en el polvo brillante, y al sacarlas comienza a crear con sus manos una perfecta esfera con el símbolo del aire. Tres espirales que van en una misma dirección. Al tenerla lista, con ambas manos la eleva hacia las llamas de polvo y la esfera se mantiene levitando junto a las otras.
—Adelante —dice la chica, mirándonos. Luego de esto, se cubre nuevamente con su capucha y se marcha.
—Inténtalo —dice Sophie. Yo la miro y decido hacerlo.
Guío mis manos hasta el polvo flotante y al alejarlas de él, estas quedan con pequeñas partículas luminosas, suelto un gran suspiro y comienzo a crear una esfera ejerciendo un movimiento circular con mis manos, y al tenerla formada con el símbolo del agua; tres pequeñas olas dentro de un círculo. Dejo que mi esfera se una a las demás que aún se encuentran volando ligeramente entre el polvo dorado.
Luego de conseguirlo, la siguiente es Sophie así que retrocedo algunos pasos para que mi amiga pueda tener espacio para crear su propia esfera.
Cuando todos los guardianes brindaron un poco de su poder de forma voluntaria a Ehlonna, siguió la ceremonia a cargo de la profesora del elemento de tierra o mejor conocida como Blosoom.
Al finalizar todo, tanto los estudiantes como los profesores volvieron a sus respectivas habitaciones; los alumnos volvieron a sus árboles preestablecidos y en el caso de los profesores, volvieron a sus habitaciones ubicadas en las torres del castillo.
De camino al Dair, todos pudimos observar el cómo nuestras cuevas las cuales nos habían traído hoy por la mañana, habían desaparecido. Eso significaba que... ya no había vuelta atrás. Ahora nos encontrábamos atrapados en la parte inmortal del planeta Tierra.
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