『Capítulo 14』
—Tayshell, aquí están los postres de tus amigos —indica mi padre al verme bajar por las escaleras de la cabaña—. Recuerda tener cuidado si llegas a patinar y portarte bien —explica mientras corre de un lado a otro en la cocina, intentando preparar su almuerzo, ya que en pocos minutos tiene que entrar al hospital.
—Sí, sí y sí. Tranquilo, papá —respondo tomando la bolsa en donde colocó varios recipientes repletos de arroz con leche—. Te quiero —añado posando mis labios sobre su mejilla. Él me recibe con un abrazo y luego, me lleva hasta la puerta de la casa.
Me despido de él con mi mano y me alejo de mi cómoda morada para adentrarme en el pequeño bosque que rodea nuestra cabaña, en donde está el árbol mágico; mi fiel transporte de la realidad al mundo feérico.
Como cada lunes, coloco mi piedra en el mismo espacio ajustado, logrando —por decirlo de alguna forma— desbloquear la entrada al túnel. Una vez frente a este, ingreso a él y comienzo a caminar hasta llegar a la salida.
Hoy estoy muy ansiosa de volver al colegio y la razón es simple, anhelo saber la teoría que Hunter tiene pensada. Presiento que no me va a defraudar.
Comienzo a seguir una serie de letreros los cuales me indican el camino correcto para llegar al Dair, a pesar de que me sé este recorrido a la perfección, siempre prefiero observar y dejarme guiar por dichas señales.
Cuando finalmente llego a mi destino, muestro mi marca elemental al roble de madera oscura y este me deja entrar por medio de una puerta.
—Tayshell, por fin llegas —exclama Hunter quien se encontraba caminando hacia su cama.
—¿Por qué la precisa? —indago atravesando la gran habitación.
—Quería comentarles sobre la teoría antes de que Emily llegara, pero ya es tarde —comenta—. En diez minutos entramos a clases de Combate.
—Bueno, al menos les traje postres —digo sonriente.
—¿Postre a las ocho de la mañana? —pregunta Ethan.
—Si no lo quieres, con gusto lo comeré por ti —contesto.
—Yo lo tomaré —exclama tomando uno de los recipientes.
—¿Qué es? —pregunta Sophie, observando con curiosidad la mezcla.
—Se llama arroz con leche, es delicioso.
—Yo lo he comido en Argentina, pero este está re rico—pronuncia Vale—. Por cierto, es un milagro que hayas traído comida para nosotros.
—Bueno, necesitaba que dejaran de quejarse por mi poca involucración con la comida —respondo riendo.
Después de que todos acabaran sus postres y me agradecieran por ellos, tomamos rumbo hacia el colegio.
La primera clase era Combate; por ende, llevamos con nosotros nuestras armas, previamente seleccionadas. En mi caso, mis látigos de ferrum.
—Junto a sus parejas practicarán los distintos movimientos de protección que les he enseñado. Por lo tanto, el papel de atacante deberá ir rotando en ambas personas —explica el profesor Liam. Comienzo a buscar a mi pareja, la cual desafortunadamente es Ethan y lo veo acercarse a mí.
—Pido el papel de atacante primero —exclamo al verlo cerca de mí.
—¿Qué? Eso no es justo, deberíamos hacerlo por piedra, papel o tijera —comenta.
—Madura, Clark. Yo dije primero —añado colocándome sobre nuestro espacio de combate. Él me brinda una mirada seria y decide aceptar su derrota.
—¿Lista? —pregunta y yo asiento—. Bien, voy a contar a tres —dice colocándose en posición junto a su espada—. Uno, dos...
—Tres —grito y con uno de mis látigos tomo su brazo y jalo de este con fuerza. Él ante mi reacción intenta hacer fuerza contraria para poder quitarse de mi agarre, pero en el momento más inesperado, con mi otro látigo tomo su espada y se la arrebato de su mano—. Hoy no es tu día, Clark.
Con ayuda del látigo, logro tomar la espada en el aire y lo amenazo con su propia arma.
—En mi defensa, me tomaste por sorpresa. Tenías que iniciar hasta que terminara de contar —replica con los brazos levantados a los costados de su cuerpo.
—Si un dragón te quiere atacar, no te va a contar —comento riendo.
—Sigo yo —dice alejándose de la punta de la espada. Asiento y se la devuelvo.
Nos separamos un poco e iniciamos nuevamente el enfrentamiento. Esta vez Ethan da el primer paso; avanza hacia mí y con rapidez intenta atacarme, pero hay una habilidad de la cual soy poseedora y esa es la flexibilidad. Así que no tuve mayor inconveniente en esquivar dicho ataque.
Al girarme, el filo de la espada roza mi brazo. Pero, no le doy mayor importancia a eso y continúo. Intento arrebatarle el arma una vez más con mis látigos, pero no resulta lo esperado, ya que en medio de una confusión de giros y esquivos, acabo con Ethan detrás de mí con la espada apuntando a mi garganta.
—Debo admitir que derrotarte es difícil —susurra él en mi cuello. Pero, justo cuando voy a responder a aquello que me dio un escalofrío interno, observo algunas pequeñas gotas de sangre en nuestra zona de combate y es ahí donde recuerdo el roce que tuvo la espada con mi piel.
—Ethan, suéltame —anuncio, preocupada. Él lo hace de forma inmediata.
—Tu brazo —exclama con cierto tono de inquietud.
Observo este con dificultad, ya que donde está la cortada es un lugar imposible de ver para mí. Pero, puedo ver la sangre gotear de la herida hasta caer por mi codo.
—Ethan, acompaña a tu compañera a limpiarse y luego vuelvan, puedo realizar un vendaje —exclama el profesor con seriedad—. Jovencito, debes tener más cuidado con esa espada; sin embargo, su enfrentamiento fue arte visual para mí.
—Claro, profesor. No volverá a suceder. Si quiere puedo hacer el vendaje, sé hacerlo —responde Ethan.
—Por supuesto, de igual forma pueden buscarme. Con gusto iría, pero no puedo dejar a tantos guardianes luchando solos.
Ambos asentimos y nos dirigimos a una especie de pozo que hay en el jardín.
Al llegar Ethan me indica que me siente en una linda banca de madera y él toma una cubeta e intenta obtener agua del pozo, pero lo detengo.
—Espera, puedo llenar la cubeta. Tengo el poder del agua después de todo —respondo.
Coloco mi mano sobre el cubo, cierro mi puño y al abrirlo nuevamente, logro expulsar de la palma de mi mano la cantidad justa de agua para poder llenar un poco el recipiente, ya que no necesitamos tanto de esta.
Ethan se sienta junto a mí y con ayuda de una toalla y del agua, logra limpiar la sangre que había en mi brazo. Lo hace con tanta delicadeza que no logro quejarme ni una sola vez del dolor. Luego, coloca un poco de pócima Sanitatem, a pesar de que no es una herida tan pequeña, dicha poción ayuda a sanar. Además, coloca un poco de crema de sábila y finalmente, realiza un vendaje alrededor de mi brazo.
—Tayshell —dice en un susurro casi inaudible, lo cual me sorprende; porque hasta el momento no había mencionado palabra alguna—. Discúlpame, no me di cuenta que te había lastimado —añade cubriendo su rostro, intentado ocultar su pena.
—Sé que no lo querías hacer. De igual forma, fue un buen enfrentamiento —expreso con una pequeña sonrisa. Esto me resulta muy extraño. Jamás pensé llegar a escuchar a Ethan decir aquellas palabras.
—¿Volvemos? —interroga.
—Claro —respondo poniéndome en pie.
Al volver al campo de entrenamiento situado en el mismo jardín del colegio, puedo observar a Sophie correr hacia mí.
—¿Cómo estás? —pregunta preocupada.
—Mejor, Ethan me ayudó —respondo observando al chico rubio que va caminando junto a mí.
—Pobre de ti si vuelves a lastimarla —amenaza Sophie a Ethan con uno de sus abanicos con pequeñas cuchillas.
—No la volveré a tocar —contesta Ethan y se aleja de nosotras.
Luego de almorzar, asistimos a las clases de la tarde, las cuales pertenecían a las elementales en donde aprendimos el cómo mantener una enorme gota de agua sobre nuestras manos. Además, el profesor Brice nos anunció sobre el evento invernal.
Al finalizar el día, volvimos al Dair, lugar al cual anhelábamos llegar para poder comentar sobre la investigación de las criaturas y la profecía.
Ethan preparó chocolate caliente para todos, así que, junto a nuestros pijamas y tazas de bebida caliente, nos sentamos en la alfombra que se ubica en el centro de la habitación.
—Emily no vino hoy a clases, ¿cierto? —pregunta Kang para luego tomar un poco de su chocolate.
—Al parecer no —responde Sophie quien se encontraba acostada en el suelo con su cabeza sobre mis piernas.
—Bueno, hagamos un pequeño resumen —anuncia Hunter, tomando todos sus apuntes—. Las sirenas sufrieron del egocentrismo de Kaysa, un vampiro por sed de sangre acabó con la vida de una mortal, nuestra compañera Emily; una guardiana que por un ataque de ira lanzó a su novio contra la pared, Aly la elfa celosa destruyó un preciado objeto, un duende ambicioso que robó a un mortal, un ángel descuidado y un hombre lobo que por poco acaba con la vida de su propia hermana —comenta Hunter con lentitud—. ¿Saben que tiene todos en común?
—Todas son criaturas que hicieron algo indebido —responde Vale.
—Sediento de poder él vendrá y junto a sus seguidores él gobernará. Solo criaturas del bien lo derrotarán —menciona Hunter—. Los seguidores son catalogados como malos y según he estado investigando y hay legendas que hablan de los pecados capitales —dice y calla por algunos segundos—. Y misteriosamente, son siete al igual que la cantidad de criaturas.
—Claro, cada criatura representa un pecado capital —exclamo asombrada.
—Exacto, Tayshell —expresa Hunter con una gran sonrisa—. La soberbia es representada por Kaysa la sirena egocéntrica, siempre poniéndose antes que cualquier otra cosa a su alrededor —añade tomando una tarjeta con todo su caso.
—¡Esto es increíble! —expresa Sophie y toma dos de las tarjetas. —La lujuria es muy característica de los vampiros y la pereza es representada por el ángel Azrael; su descuido y falta de compromiso causó el suicidio de su mortal a cargo.
—La envidia de la elfa Aly, la llevó a romper el arpa. Y el duende, Reins, por la avaricia y ambición robó objetos a un mortal —añade Kang.
—La gula en los hombres lobo aumenta en luna llena —comenta Vale.
—Eso significa que... Emily —añado.
—Ella representa la ira —dice Hunter mirándome directamente a los ojos. Dejándome sin palabras... es mucha información que procesar.
Pero algo está claro, los siete pecados capitales y su líder están con sed de posesión.
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