『Capítulo 10』
El sábado al fin llegó y algunos de mis compañeros ya se habían marchado a sus hogares a excepción de Valentina, Kang, Ethan y Hunter.
En mi caso, como mi padre está fuera del pueblo y mi hermano en sus prácticas de fisioterapia, no tengo otra opción que quedarme en este lugar, lo cual no me desagrada. Por ende, me tiendo a levantar una hora más tarde, ya que no tengo nada que hacer.
Después de haberme bañado y de vestirme con una falda en color negro y un abrigo algunas tallas más grandes a la que pertenezco, en tono gris. Decido ir a la cocina para poder prepararme algo de desayunar.
Si se preguntan por qué visto de esta manera a la mitad de otoño, la respuesta es simple. Pienso ir al lago a patinar y el uso de una falda facilita en gran parte muchos de los movimientos, o por lo menos, ese es mi caso.
Al adentrarme en la cocina, decido colocar un poco de música en mi reproductor para poder olvidar la relación de odio que tengo con la preparación de comida. Tomo los ingredientes necesarios para cocinar algunas arepas con coco, es de las pocas recetas que me salen bien, ya que siempre que voy a casa de mi abuela, la hacemos. Lastimosamente, no la volví a ver, ya que el mudarnos implicó no solo alejarnos de la ciudad sino también de nuestra pequeña familia.
Cuando tengo los ingredientes en una taza de madera, comienzo a mezclarlos mientras tarareo la canción que tengo de fondo.
—¡Volvimos! —grita Vale al ingresar al Dair, ya que yo me encontraba sola. Vale y Kang había salido a hacer algo, Ethan fue a caminar por el bosque y Hunter decidió leer un poco al aire libre—. Amo esa canción —exclama en voz alta, a los pocos segundos se encuentra bailando en la cocina. Ella mueve las caderas al ritmo de la canción animadamente, y luego de robarme unas cuantas arepas de forma descarada, abandona la cocina para terminar de alistar su maleta y volver a Argentina.
—Hasta el lunes, Tayshell —expresa Kang. Yo salgo de la cocina y me dirijo hacia él y hacia Vale que ya se van para poder despedirme. Ambos salen del Dair y en ese mismo momento tanto Hunter como Ethan vuelven del exterior.
—Tayshell, necesito tu ayuda —comenta Hunter un poco alterado.
—Depende —respondo—. ¿Qué sucede?
—¿Nos acompañas al pueblo élfico que hay cercano aquí? —cuestiona él.
—¿Qué? —replico con el ceño fruncido y vuelvo a la cocina para poder tomar las arepas que preparé hace algunos minutos.
—Yo quiero una —dice Ethan entrando a la cocina.
—No —respondo quitando el plato de sus manos—. ¿Me quieres explicar, Hunter?
—Quiero recopilar información y sucesos importantes de los últimos días de cada criatura, quizás así logremos averiguar qué está sucediendo —explica él.
—Pero, son criaturas que desconocemos. No sabemos nada de ellos —puntualizo para luego llevar un pedazo de la arepa a mi boca.
—¿Qué decías? —dice Hunter con una sonrisa ladeada, mientras muestra una libreta llena de apuntes—. Prometí que investigaría por ustedes. Además, necesitaba tener mi mente ocupada —añade con cierto tono de tristeza en su voz y ahí es donde recuerdo que hoy es su cumpleaños y también, hoy se cumple un año más sin poder estar con su madre.
—Sé que no te agrada este día, pero feliz cumpleaños —exclamo con una pequeña sonrisa—. Te invito a comer arepas.
—¡Por fin! —expresa Ethan intentando tomar una de estas.
—Le dije a Hunter, no a ti —reprocho y le quito una vez más el plato de sus manos. Hunter ríe un poco y toma una.
—¡Gracias! Entonces, ¿aceptas? —comenta el chico de cabello y ojos castaños. Lo pienso algunos segundos, pero termino aceptando su propuesta.
—¿Cuánto falta? —insistió Ethan. Llevamos caminando ya treinta minutos y aunque suene raro, apoyo a Ethan. Ya estoy cansada.
—Ya casi llegamos —pronuncia Hunter en voz baja mientras mira su mapa.
—Eso dijiste hace diez minutos —digo con voz cansada.
—No se quejen tanto —contesta él riendo—. Después de ese árbol de roble llegamos.
Y por suerte, así fue. Luego de rodear aquel robusto y enorme tronco nos topamos con una amigable aldea. Me subo a una roca para poder admirar todo con más detalle, pero soy interrumpida por un elfo que cae de una rama que se encontraba sobre mí. Quedando a una distancia muy corta.
—Vaya, vaya, guardianes de la naturaleza. Su sangre efímera se puede percibir desde kilómetros —comenta un elfo de intensos ojos verdes y cabello castaño y rizado.
—Sangre mixta —corrijo y doy un paso atrás en un intento de poner distancia entre ambos.
—Como sea —ríe y mira a mis compañeros—. ¿Qué los trae por estas tierras?
—Seré directo; necesito registros de sucesos que hayan vivido los elfos estas últimas semanas —dice Hunter con firmeza acercándose al ser feérico.
—Ja, ja, ¿por qué ustedes necesitarían esa información? —cuestiona él en modo de burla.
—Porque estamos ante un posible ataque y creo saber cómo llegar al fondo de esto —responde mi amigo castaño.
—Eso es una tontería.
—¿Cómo te llamas? —cuestiona Hunter.
—Kalian Itay.
—Bueno, Kalian; somos Ethan, Tayshell y Hunter —dice—. Podemos hacer esto un poco más sencillo. Usted me cuenta sobre algo extraño que sucedió en la aldea, yo tomo notas y nos vamos. Si logro llegar al fondo de esto, sería genial y si no, al menos lo intenté. ¿Le parece?
El elfo se queda mirándonos a todos con atención para al final terminar asintiendo.
—Acompáñeme —ordena Kalian y nos comienza a guiar hacia el pueblo élfico.
Recuerdo muy bien la clase en la cual hablamos sobre estas criaturas, eran descritos como seres de belleza y talento, y estando aquí puedo confirmar eso. Todos los elfos y elfas cuentan con una gran divinidad física.
Esta aldea es de gran tamaño. Cuenta con muchas casitas elaboradas con piedra y madera, y decoradas con plantas. Las calles se distinguen ya que entre el césped que cubre el pueblo hay espacios extensos con un tipo de tierra comprimida, logrando un suelo estable. Lo interesante de este lugar es que por doquier hay tiendas, mercados e incluso, escenarios en donde sospecho que realizan sus demostraciones de arte; tanto de danza como de música y pintura, ya que ellos son reconocidos por su gran talento.
Finalmente, Kalian nos lleva a una de las cabañas del pueblo en donde al abrirla se puede observar un completo desastre.
—Sucedió hace dos semanas —explica el elfo que nos acompaña—. Esa noche celebraríamos la luna llena con una demostración de talento frente a todos —dice—. Nuestra elfa más talentosa Lynna, ejecutaría un solo de arpa, pero al llegar a su casa encontró el lugar hecho un desastre, inclusive su arpa estaba rota —añade acercándose al instrumento dañado; sus cuerdas cortadas y la madera rota—. Nunca encontramos el culpable. Sin embargo, sospechamos de Aly Rais, una elfa, la cual esa misma noche se presentaría, pero nunca llegó a su gran show.
—¿Qué sucedió con la elfa? —cuestiona Ethan quien hasta ahora había permanecido en completo silencio.
—Desapareció —responde Kalian—. Nunca la volvimos a ver en la aldea —añade y todos nos quedamos en silencio mientras Hunter toma apuntes —. Y hace dos días, el cetro de árbol de Fern fue robado del castillo de nuestra reina, Casiopea. Al otro día lo encontramos roto a la mitad en la plaza de nuestra aldea.
—¿Era el símbolo de paz de los elfos? —susurro y Kalian asiente.
—Kalian, ¿los elfos mantienen relación cercana con las demás criaturas? —cuestiona Hunter.
—Con algunas, sí.
—Le pido que por favor me notifique si llega a saber sobre un suceso similar de alguna otra criatura feérica. Creo que nos estamos aproximando —comenta Hunter a Kalian.
—Lo haré, pero espero que no me haga perder el tiempo, joven guardián —dice el elfo con semblante dominante. Hunter asiente y luego de esto, Kalian nos lleva nuevamente al roble de gran tamaño. Le agradecemos la información brindada y volvemos a nuestro Dair.
Una vez de vuelta en nuestra habitación, tomo algunas de las arepas las como con rapidez y tomo mis patines, dispuesta a ir a patinar un rato.
—¿A dónde vas? —pregunta Hunter levantándose de su cama.
—¿No es obvio? —respondo mostrándole mis patines de hielo.
—Ethan y yo vamos contigo —exclama él cercándose a mí.
—¿Qué? ¿Por qué yo? —cuestiona Ethan desde su cama.
—Porque la última vez no salió nada bien y, además, no te puedes comunicar con Kang para ir a por tu rescate —expone él con una pequeña sonrisa.
A veces siento que Hunter es como la madre que nunca tuve, por poco no me dice que debo llevar abrigo.
—¿No piensas abrigarte más? Ir con falda no es recomendable en medio otoño —comenta él, tomando uno de sus libros. Sí, queda comprobado que él podría llegar a ser mi madre perdida.
—Es mejor patinar así —contesto subiendo las gradas hacia el exterior y me percato que ambos hombres me siguen el paso.
Caminamos por los siguientes minutos hasta llegar al lindo lago de aquella trágica noche. Hunter y Ethan toman asiento en el césped; el chico de cabello castaño decide disfrutar el aire libre para leer un poco, en cambio el rubio decide mirarme con cara de pocos amigos.
Tal y como hice aquel día, coloco mis dedos sobre el agua y pronuncio las palabras mágicas para poder lograr el motus. Una vez con el lago convertido en hielo rígido, me dispongo a reemplazar mis tenis blancos por mis inigualables patines de hielo.
—Hey, chico malhumorado. ¿Quieres poner un poco de música? —grito a Ethan, ya que se encuentra junto a mi reproductor de música.
—¿Cuál canción quieres? —pregunta con seriedad. Le indico que Unstoppable de Sia. Él asiente y a los pocos segundos escucho dicha melodía.
Juro que amo esta canción, con ella gané mi primera competencia. Recuerdo ese día a la perfección; los nervios estaban presentes en cada una de mis células, pues era mi primer programa corto, pero al estar en la pista de patinaje junto a los gritos del público, en especial de mi padre y Mason, hicieron que toda confianza apareciera y se adueñara de mí.
Escucho las primeras palabras de aquella canción y comienzo a avanzar por el hielo, pero al llegar el enérgico estribillo esa adrenalina que tanto amo y extrañaba, se introduce en mis venas.
Comienzo a tomar más rapidez y al explotar el coro, clavo las cuchillas de mis patines en el duro hielo, logrando un doble lutz a la perfección. Continúo tomando rapidez y vuelvo a dar otro giro en el aire, esta vez consiguiendo un flip. Al volver al hielo, una sonrisa reluce en mi rostro. Tomo mi pierna izquierda y en medio de vueltas en un mismo punto voy bajando mi cuerpo, hasta dejar recaer todo mi peso sobre mi pierna derecha. Cierro mis ojos para evitar un posterior mareo, pero siendo sincera es algo que ya no ocurre tan a menudo, con el tiempo me he acostumbrado a hacer giros a grandes velocidades.
Me detengo y comienzo a tomar nuevamente rapidez para hacer un salto con ambas piernas abiertas en el aire.
No saben la alegría que siento al volver a hacer todo esto de nuevo, extrañaba enormemente esta sensación.
Por último, decido hace un axel simple y para finalizar la canción, luego de patinar entrecruzando mis pies, elijo hacer un spin; apoyada en mi pierna derecha, tomo mi pierna izquierda logrando un círculo horizontal con mi cuerpo mientras doy varias vueltas, poco a poco subo más mi pierna hasta acabar en un escorpión con mi pierna totalmente estirada y tomándola sobre mi cabeza, logrando un arco en mi espalda.
Al acabar la canción me detengo. Cubro con mis manos mi rostro y me dejo caer sobre el gélido hielo. Juro que estaba a punto de llorar. Patinar provoca en mí una sensación, la cual me resulta imposible explicarla con palabras. Es un sentimiento de libertad y vida.
Me levanto con rapidez y vuelvo al césped en donde me integro con los chicos.
—Eso fue increíble, Tayshell —elogia Hunter.
—Al menos no te caíste esta vez —dice Ethan con mirada retadora.
—Gracias, Hunter —respondo, recalcando el nombre de mi amigo. Luego, decidimos volver al Dair, ya que faltaba poco para que la noche se adueñe de todo nuestro alrededor.
—Apúrate, Clark. Tengo hambre —exclamo en voz alta luego de salir del baño, ya que estaba vistiéndome con mi pijama.
—No pienso darte de mi pan de caña —responde desde la cocina.
—¿Disculpa? —pregunto recostada en la puerta. Observo como el chico rubio hornea el pan mientras usa el sombrero de chef. Siendo sincera, se ve gracioso.
—Sí, tú no me quisiste dar de las arepas que hiciste en la mañana. Así que ahora morirás de hambre —dice apoyándose en una encimera, observándome de forma competitiva.
—Tranquilo, puedo levantarme en la noche y tomar tu preciado pan canadiense. Tengo práctica en ello —admito, recordando todas las veces que le arrebaté las galletas a Mason.
—Bueno, entonces me comeré todo el pan, aunque quede asqueado de él.
Y así fue como Ethan y Hunter acabaron comiendo delicioso pan de caña. Y yo, en cambio, comí las frías arepas que quedaron de mi desayuno.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top